sábado, 5 de febrero de 2011

Investigando...


Debo decir que siempre y al mismo tiempo nunca soñé con una compañera así.
Siempre, porque  ¿qué hombre no fantasea con una mujer que goce con casi las mismas cosas que uno, que se interese del mismo juego, que le ponga, digamos, la idéntica pasión a esas cosas del sexo…?
Y nunca, porque al imaginar que no existía, la anulé de mi mente.

Hice mal. Existe. Y se llama Marina.

Marina es extraña. Nunca había conocido a una mina que -ahora entenderán- le guste tanto el miembro masculino.
A ver, déjenme  aclararlo, porque si no va a parecer que ella es una simple y vulgar absorbe penes… o carnicera, como a veces le dicen… no es eso a lo que me refiero. Ella siente pasión por estudiarlo, mirarlo, analizar cada milímetro de su rugosidad, cada venita… y sobre todo experimentar sus distintos comportamientos. Disfruta tanto tocarlo como mirarlo.

Creo que todavía no puedo dar en la tecla de esta explicación.

¿Viste cuando uno está con su pareja y te encanta jugar con su cabello, enroscarlo en el dedo, alisarlo, una y otra vez? Y que al otro eso no le molesta, inclusive piensa que es hasta dulce, porque sentís que está todo bien… Bueno… Marina es así con mi pito.
Su obsesión es tal, que muchas veces debo frenarla. Es que, como para ella esa parte es tan natural-en realidad lo es- es capaz de querer hacer algo con mi miembro, como acariciarlo,  en cualquier lugar.
No, no está loca. Ella es una profesional exitosa. Es muy estudiosa de temas desde religiosos hasta míticos. Trabaja en una empresa internacional y es, incluso, una excelente chef, lo cual también ha ejercido de la mejor manera. Pero ama jugar con esa parte mía. Perdón: más que jugar, debería decir  -puesto que hasta lleva estadísticas y análisis de los resultados que va obteniendo- estudiarla.
Muchas veces le insistí sobre la posibilidad de que aprenda  sexología o alguna carrera vinculada a su  particular placer (mío también, aunque de otro modo) , pero las rechazó, diciendo que prefiere mantenerlo como un hobbie. Y yo no me quejo.

Una situación típica, para que me entiendas, es esta: salgo de ducharme, con un toallón a la cintura y al llegar al cuarto está esperándome. Me pide que me siente o acueste, depende lo que tenga pensado ese día, mientras me pone futbol o algo lo menos excitante que pueda, en la tele.
Sus posiciones favoritas son: sentarse al lado mío, mientras miramos una película o tomamos mate; en la cama,  apoyar su cabeza en mi estómago mirando hacia mi amigo o –la que más disfruta- que yo sentado en el sillón del living, de piernas abiertas, la deje arrodillarse en el piso mirando hacia mí y así certificar reacciones en mi cara también.  En un caso normal, supuestamente yo me concentro en un “Manchester – Blackbourn” o algún torneo de golf o con el canal de venta directa,  y ella empieza a investigarme. Al principio con suaves caricias, apenas haciendo contacto. Observa al detalle como el bombeo de sangre empieza a cargarlo de rigidez. Analiza el comportamiento de mis testículos, como se llenan, y los mínimos espasmos que marcan el cambio de estado. Sus dedos, rozando  pliegues irregulares, bordes que enmarcan la cabeza, y los primeros fluidos que brotan. A veces prueba ese sabor.
No hay desenfreno, solo una finísima atención a la reacción física. Yo trato de seguir el trámite de un partido que no me interesa en lo más mínimo, evitando dirigir la atención hacia lo que está haciendo ella. Sin embargo los oleajes de placer infinito son maravillosos y me cuesta volver a la tele.
Así, entre este delicado movimiento de sus dedos y mano toda, voy acercándome a un paraíso, exasperante por momentos, pero sumamente erótico más allá de que no es esa su intención primaria.  Alguna vez le pedí que me atara, para no tentarme con cambiar el rumbo de su investigación, pero se negó:  “Cuando yo quiero sexo, que me cojas, y todo eso, lo hacemos y listo. Nunca te rechacé y lo sabés. Esto es otra cosa: mi placer de mirar, descubrirte a otro nivel, y por supuesto llevarte a un buen orgasmo, o mejor dicho, al mejor que pueda con todo lo que aprendo. Y quedate tranquilo,  jamás te haría la  tremenda maldad de abandonarte a medio camino…”
Entonces, dicho eso, nunca tan bien usada aquella frase de “relájate y goza”

Dentro de sus observaciones predilectas, figura la utilización de elementos externos, como hielo, agua caliente, o materiales de distinta textura, como cueros o sogas. Muchas veces, cronómetro en mano, analiza inclusive tiempos de reacción.
El hielo es interesante: según ella, le encanta ver como las venas cambian de estado y en segundos nomás la reacción es llamativa. Al primer contacto percibe un fuerte incremento de la rigidez, pero luego logra debilitar el riego sanguíneo. Con algo cálido, la tersura de la piel se acrecienta, al igual que la cantidad de mi miel brotando. Algo como rozarme con terciopelo, seda o una esponja vegetal, presenta reacciones de lo más diversas. Hasta con el filo de una navaja, para ver cuanto se sensibiliza la piel, ha probado.

También, y algo que me encanta, es cuando prueba untándome cosas como dulce de leche, chocolate tibio o algún aderezo extraño. Recuerden que como experta cocinera, conoce mezclas de lo más curiosas. Aclaro: seguramente esto me resulta sumamente delicioso porque cuando decide limpiarme utiliza -y únicamente en estos casos- su sabrosa lengua.
Igual, y más allá de lo que usa, su delicadeza con los dedos, es maravillosa. No me incomoda en lo más mínimo ser su conejillo de Indias. Cuando ya la excitación es ingobernable, muchas veces con mi pene super hinchado, queriendo descargar tanta leche acumulada como sea, jamás deja de darme el máximo placer, único, incomparable, aunque lo hace siguiendo con su hábito como de quien hace el rulo con el pelo, suavemente, hablándome  relajada, como si nada, y esperando que yo lo  disfrute también así. Es maravillosa.
Me mostró hace muy poco un archivo completo que incluye fotos y videos del momento de la eyaculación. Y si yo bien veía cuando me filmaba nunca me imaginé tanto profesionalismo. Me dijo que le permiten descifrar variantes logradas por sus intentos distintos. Dice que el momento culmine, y que reconoce que le excita muchísimo,  suele verlo hasta en cámara lenta. Desea descubrir milimétricamente todos los detalles del orgasmo, de la eyaculación en sí, pero como suele entusiasmarse tanto, lo debe volver a ver más concentrada una y otra vez.

Su última “locura” tiene que ver con el sabor del producto final de su tarea: Para confirmar lo que tantas veces había leído, me está manejado una dieta rigurosa con el fin de encontrar sabores definidos en mi esperma. Dice que ha logrado sabores inigualables.
Al principio, cuando recién empezó a estudiarme, tan concentrada estaba en mis reacciones, que muchas veces mi estallido la sorprendió en medio del análisis. Recuerdo que su gesto tipo puchero de “¡Pero!¡qué lástima! ¡ya terminó!” cambiaba rápidamente al verme la cara, que, dice, es sumamente apasionante.

Ahora en cambio está tan experimentada que es muy curioso como ella ya advierte antes que yo la inminencia de mi orgasmo, debido al cambios de temperatura, la reacción de mis testículos o la porosidad de la piel. Su “¡Ya viene, ya viene!” previo al mío, me desorientaba, y me hacía jugar a no darle la razón, a contradecirla, como intentando vanamente pelear contra la naturaleza, lo inevitable a esa altura, generada claro, por su más tierno, dulce y fantástico estudio.

Tanta leche comprimida y retenida por lo extenso de cada sesión me ha hecho ponerme al borde de un desmayo único alguna que otar vez.

Solo ella sabe dónde y cómo tocarme para encontrar el mayor placer imaginable.

Sé de muchos amigos que no soportarían este martirio. O de los que me envidiarían. Y sé de muchos hombres que quieren algo rapidito y listo, si de pajas se trata. Esto es distinto: Me siento feliz de darle a Marina un dulce y original entretenimiento, que como podrán imaginar, gozo profundamente.

Marina: ¡No te mueras nunca!

Nota: Aviso a todas las ellas que lean esta confesión: Estoy incursionando yo en el estudio femenino. Tengo mucho por descubrir pero en las primeras pruebas que me tomaron he sacado muy bien diez felicitado… Y lo que puedo adelantar es que las cosas que puede producir un clítoris, siempre y cuando esté bien investigado, son increíbles.

Mayores a lo que muchas imaginan.




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