viernes, 26 de noviembre de 2010

Tengo ganas

Tengo muchas ganas de hacerte el amor todo el día, para cogerte esta noche.
Tengo muchas ganas de seguir con mi  mirada tus movimientos.
Como te levantás el pelo camino a un rodete que nunca concretás.
Verte acomodar los lentes para leer lo que te interesa. Morder la lapicera. Jugar con el perro.
Tengo muchas ganas de espiar tus actos, sentir tu aroma, acariciar curvas soñadas.
Estoy para lo que pidas, hacerte el amor con gestos, con ayuda, con picardía.
Rozar tu mano, decirte lo linda que sos, escuchar desde tus razones a tus delirios.
Robarte tajos de pollera, humedad de cuello, caracol de tu oreja.
Discutir tus caprichos, sanar tus dolores, hundirme en tu calor.
Tengo muchas ganas de hacerte el amor todo el día, para cogerte esta noche.

Jorge Laplume

El espejo empañado


Se levantó y se fue a la ducha.
Era común. Sin embargo ese día, o esa noche en realidad, me animé a seguirla.
Ella detestaba que la mire mientras se bañaba;  que ese momento era privado, que yo debería respetarla, y que el haberla poseído unos minutos atrás compraban un instante de serenidad.
No era suficiente.
No podía entender que, para mí, hacerle el amor era mucho más que lo “convencional”.
Tal vez otras experiencias,  de algo así como un  “Ok, hagámoslo, pero chiqui chiqui y ya está!” con algún que otro hombre, la hayan hecho desistir de creer en el amor.
Seres insensibles que no descubrieron todo lo que una pura mujer puede brillar.  
No me gustaba la idea de espiarla, -a ella tampoco- porque no era mi deseo egoísta de mirarla para robarle intimidad. Amaba simplemente -¿simplemente?- llenarme de la luz que su belleza emitía.
Sus largos brazos homenajeaban ese cuerpo que fue mío en una agonía frenética. Con mi limitada y básica masculinidad fantaseé, por algunos segundos, presenciar, como broche de oro a todo lo que me había regalado, verla gemir en soledad, mientras agua tibia le alisaba un cabello revuelto de pasión.
Preferí sorprenderla con dos copas y brindar allí mismo, con su desnudez a pleno, por el eterno momento que me estoy acostumbrando a recibir. Una mano se convirtió en caricia, la otra en ardor. El champagne humedeció primero un momento, luego un deseo, y al fin, un lugar.
Besos con burbujas, lenguas con labios. Casi sin consultas, más que  miradas cómplices, entré en ella una vez más. Dulce sabor a piel mojada y espasmos contra un espejo empañado de aliento entrecortado.
Un pelo que sacudía como crines al galope. Lamentaba, ahí, en ese momento,  que un término como “yegua” esté tan menospreciado. Y no me animé a denominarla así. No era momento de explicaciones, sino solo de saborear.
Elegí verla como una muñeca, de porcelana, de colección. La traté así, como si de su asumida fragilidad yo me hiciera cargo total.
Explotó sonriendo, con temblores térmicos contrapuestos. Pasó del calor al escalofrío, clavándome sus uñas temiendo caer rendida y no poder volver.
Quise abrazarla, pero pidió por soledad.
Respeté, ahora sí, su merecido alivio.
Me llevé mucho más de lo que imaginaba: una sobredosis de ternura fatal.

Jorge Laplume

sábado, 20 de noviembre de 2010

Sex Shop



-Buen día…
-Buen día… mire tranquilo…
(¿Qué hago yo acá, en este Sex Shop? ¿Por qué me dijo que mire tranquilo? ¿Se me ve nervioso?... Tampoco es la primera vez que vengo a un lugar de estos…  ya vine antes… Capaz que el tipo me reconoció… Uy!  Estará pensando que soy un desesperado, que necesito venir acá porque no puedo resistir una tentación enfermiza… ¡Pero la puta! ¿Eso parezco?
Bueno, a él le conviene, después de todo, este es su laburo… si yo le compro, él gana… me tiene que tratar bien, entonces.
Claro, para él es fácil porque vive todos los días rodeado de estas ¿cosas? Y sí, es por eso que me deberá ver como caliente, y ahí, él sereno y calmo y yo que se me van los ojos por todos lados. Para él es un negocio, como si vendiera manzanas…o bananas… ¿Por qué dije bananas? Es más, ¿porque me quedo mirando esos consoladores, gigantes encima, como si me gustaran?  No, no me gustan, eso estoy seguro… uy, justo el tipo me estaba mirando… va a pensar que soy gay… ¿Qué le digo? ¿Aclaro algo? Ya sé, digo algo así como: ¡Ja! que pedazo, ¿eh?

No, no… ¿y si es más de lo normal tenerla grande? Ese comentario pondría en evidencia que no la tengo así… Tampoco la tengo chica… Me atormenta tanto que mejor paso a otro sector… las películas…
¿Por qué las películas? Si vi tantas, ya sé que son todas más o menos iguales… Y si me quedo mirándolas el tipo va a pensar que soy un boludo que nunca vi una película porno… Tampoco es que vi tantas, pero seguro que son todas parecidas… Otra vez me está mirando… ahora bajó la cabeza como pensando: este pibe está re alzado…o no… tal vez piensa que le quiero afanar algo. Nada que ver… estoy acá para ver que hay, después de todo el sexo es algo natural… si nadie lo hiciese se acabaría el mundo, así que ¿qué tiene de malo?
Si, pero entonces porque estos locales son todos ocultos, con vidrios pintados de negro…algo malo debe tener. Si no podría haber todo de esto en un super. Una vez leí que en Holanda es así… podés comprar incluso vibradores con la forma del ratón Mickey. Eso es un país civilizado.
Esto es Argentina… acá te ven entrar a un lugar así y sos un enfermo… Uy, y todavía tengo que salir… ¿Y si salgo con una bolsa? Todos me van a ver en la calle, en el colectivo… ¿le podré pedir que me lo ponga en una bolsa que no se note? Va a pensar que me avergüenzo de lo que vende… no lo quiero ofender, tampoco ¿Qué hago?
Ropa, disfraces… que lindo sería regalarle a ella un disfraz de mucamita… Listo, eso llevo… no es tan prohibido… ¿Qué sabe como lo vamos a usar? Y sigue mirándome… ¿será trolo? ¡No, peor! ¿Pensará que yo lo miro a él? Con el disfraz en la mano le voy a dejar en claro  que no, que se equivoca…)
-¿Te llevás el de mucama?

(¿Qué le digo? ¿Estará pensando en que cosa? Que me excita la idea de dominar a gente más humilde… eso debe pensar, que no me banco algo de igual a igual, que si no me imagino ser superior no se me para…)

-No, te quería preguntar de que tela era, porque es muy…

(no, no… soy un boludo… ¡vamos! ¡rápido!)
…es muy frágil, y como a mí me encanta arrancar la ropa con los dientes, porque cuando estoy con una mina soy muy, pero muy salvaje…
(mmm, no sé… no estuvo mal, pero creo que se me fue la mano… Risa… poné una risa al final para desorientarlo, para que pueda pensar que fue un comentario sarcástico)
-Ja, ja, ja... decime el precio… estoy viendo todavía
-Ay, espera… de la ropa se ocupa Marita… ¡Maru! ¡Vení, plis!
-No, no la llames, vengo otro día…
-Ahí viene, además yo salgo un toque… ¿Me lo atendés al señor, Maru linda?
(Sonaste, entro la tal Marita… Uy, que tetas tiene! Y la pollera! No la mires, no la mires…
¿Cómo hago? ¿Pensará que está bien que venga un hombre acá? ¿Le digo que es para mi mujer o para una amante? Una mujer debe valorar más que su marido piense en ella así, verla sexy, linda… Un halago después de todo…
No, no… puede pensar que “otra vez vos con lo del sexo… que te gastás la plata en boludeces… ¿solamente pensás en coger? Yo, que me la paso laburando todo el día, es lo que menos me importa…”  Aparte la iglesia que dice…?
Mejor le insinúo que tengo novia… soy joven y lo hacemos seguido…
¿Qué edad tendría mi novia? Va a pensar que la estoy degenerando, que es una pendeja y yo le compro consoladores… ¿Qué? ¿No le alcanza con lo mío? Otra vez quedo como un boludo, cuando justo encima Marita está muy buena.
Dejo el vestidito… Basta de vergüenza. La encaro y le pregunto como quien está reacostumbrado…)
-Mara… ¿Probaste este estimulador de clítoris? ¿Te calentó?
(nooooooooooooooooooo, animal! Mirá como te mira… va a llamar al de seguridad. ¿Cómo la vas a arreglar? Imposible.)
-¿Ese? Te vas a reir… ese justo lo tengo puesto ahora. Viene con control remoto que tengo acá, en bolsillo. Mirá, los botones son para prender, apagar, y darle distinta intensidad… dale, agárralo… es impresionante… apretá, apretá, pero por favor no lo pongas en el punto rojo porque acabo acá mismo… a tu mujer le va a encantar… llegó ayer. ¿Es para tu mujer, no?  Yo soy tan metida… En realidad muchos maridos no se animan, porque creen que a nosotras no nos calientan estas cosas… Bah! Hay minas muy aburridas… pero si un orgasmo es lo más natural del mundo…
(Quedé mudo. No solo eso, sino que creo que me enamoré de Marita. La seguí como si de una guía de turismo fuera...
Ah, bueno… entró una mujer a comprar. ¡Otra mujer! Va directo a los vibradores de cristal. Parece como que ya sabe lo que busca. Debe ser una puta. Lo debe necesitar para su trabajo.)
-Mari… Vengo por otro como el de ayer…
-¿Qué pasó Gaby… ¿no te anduvo?
-¿Qué sino anduvo? ¡Celestial! Es que jugando Flor me dijo: ¡Que lindo sería tener otro más así, con estas estrías al mismo tiempo en la cola! Y me dije voy a verla a Mari y se lo regalo… ¿querés sumarte esta tarde?
-Dale, salgo tipo seis hoy… espérenme, no empiecen sin mí como el  martes pasado…
-Es que, te digo la verdad, Flor me estaba mostrando que buen cavado le habían hecho, y una cosa llevó a la otra, y ahí llegaste vos…
Ah, yo pensé que ya me hacían afuera…
(Mi cabeza explota mientras yo apreto un pomo de gel íntimo hasta desparramarlo todo en el piso. Uy! las dos chicas me estaban mirando desconcertadas. Me di cuenta de la chanchada que acabo de hace . Atinoa limpiarlo con la mano)
-Dejá, ahora lo limpio yo… ¿Decime, que vas a llevar?
-No, nada… solo entré para mirar… ¿a la tarde a qué hora cierran…? Paso después con más tiempo. Ah! Si… ¿hay baño en esta galería?



martes, 16 de noviembre de 2010

Cierro los ojos y te vuelvo a ver

 

Desnuda.
Te levantaste y te fuiste.
Me queda esa imagen de una espalda eterna.
Desnuda, ahí mismo, decidiste seguir la vida.
Apenas recién eras otra, tensa y explosiva.
Dos mujeres en una misma.
Entregada a todo y lista para lo que sea.
Así te recuerdo.
Cierro los ojos y te vuelvo a ver.
Del pudor al desenfreno.
Del desenfreno a lo cotidiano, como si nada.

Me quedó un sabor a más… pero me lo diste cuando te ibas.
Recuerdo que me sentí halagado, y que yo poco pagué.
O no te importó, o ese, para vos, era el trato.
Yo quería más pero solo por cortesía.
Estaba lleno, y cuando decidiste ser la otra, me lo diste.

Desnuda, vacía de toda carga mundana.
Distinta a otras, y conocedora de todas las reglas.
Esos pasos que diste, hasta que volviste a ser la que eras,
te alejaron mil kilómetros.
No es la plata, ni nada… es tu valor invalorable, tu esencia.
Aposté y te perdí.

Sabía, lo sabía acá en el pecho,
que no era fácil sacar lo que llevás adentro.
Y alguna vez creí haberlo conseguido, pero después…
Perdí tu voz, tu aroma, tus sueños… hasta tu masaje tierno…
Charlas profundas y de almas de colores.
Podíamos todo.
Dar y recibir.
Fuerzas mutuas y comprensiones escasas.

Yo entendía tu idioma.
Pero no lo hablaba.
Vos mis locuras.
Y jugaste a ser parte.
Meteme en tu tierra, te pedía.
Me olvidé como era, vos sugeriste.

Poco y nada nos complacimos,
pero a mí me sirvió bastante.
Sin lágrimas, sin rencores, imaginé.
Pero te perdí… aunque nunca pensé ganarte.

El mío no era un deseo normal.
Era saber como te iba.
Algún lugar común, alguna muletilla.
También soñar con alguna fantasía.
Juro que  varias veces te desconfié,
pero quise seguir sabiendo.
El mío no era un deseo normal.
Eran ansias de verte como vos querías.

Talvez a la vuelta de la esquina
una tarde te encuentre.
Y me cruce, juntas, con las dos mujeres.
Vestida y siendo esa mujer que siempre deseas.
Y te confesaré todo lo que te extraño.
Y que sé que no soy y que lo supe siempre.

No sufras, no me siento herido.
Reconozco que solo una cosa me duele.
Sentir que por un instante como nadie te tuve,
Sentir que una parte de mi se ha perdido.


Jorge Laplume

jueves, 11 de noviembre de 2010

Perfil del usuario



-No lo puedo creer. Otra vez, como una tonta, cometiendo el mismo estúpido error.
¿Cómo hago? O mejor dicho… ¿Qué hago mal?

El dolor era auténtico. La expectativa puesta en alguien también. Neyda esta vez tenía verdadera sensación de haber elegido correctamente. Creyó -como una niña, dirá después- en una promesa simple, pero atractiva.
Se sentó a revisar su correo, ahogar penas con desconocidos de Facebook… y pasar en limpio en el Word una especie de balance. Era habitual que descargase su ira o sus alegrías a través de relatos protagonizados por un personaje inventado. Ella, que no se sentía a gusto exponiéndose de veras, lograba con esta especie de máscara, ver la opinión de sus contactos.
Su relato - o el de su alter ego- había comenzado la noche anterior, inquieta por una ansiedad real de concretar sueños de mujer completa. Pero Jazmín, tal su princesa de papel, al igual que ella, se había vuelto a equivocar. En su muro confesaba que “esta vez todas las previsiones habían sido tomadas, y sin embargo reconozco ahora que fueron en vano, principalmente aquella que afirmaba lo de jurarme un “nunca más” con hombres de determinada características, porque ya más de lo mismo una y otra vez, me había dejado tan angustiada que ni salir de shopping me reinsertaba en mi plácido mundo interior.”
Releyó lo que estaba a punto de publicar, y antes del click final, la tentó la tecla Suprimir.
El cursor titilaba nervioso, hasta parecía que arrítmicamente, mientras pensaba en borrar y reemplazar lo recién escrito.
Quería ser mucho más concreta en ese pequeño comentario. Pero nada de lo que pasaba por su cabeza, la seducía.
Al fin se decidió a borrar todo y listo, de atrás para adelante.
Los caracteres andando marcha atrás, desaparecían a ritmo de tren eléctrico, devorando letras y espacios. Hasta que casi sin querer, de pronto, levantó el dedo que lo activaba. Se quedó leyendo la frase que ahora tomaba forma. Y sonrió.
- A ver: “esta vez todas las previsiones habían sido tomadas, y sin embargo reconozco ahora que fueron en vano, principalmente aquella que afirmaba lo de jurarme un “nunca más” con hombres

La sonrisa se convirtió en risa tímida al principio, y en carcajada divertida después. Mientras seguía leyendo una y otra vez, jugaba con su pelo, tratando de imaginarse en una situación como la que la pantalla le desafiaba.
-¿Y por qué no?  - se dijo a sí misma en voz alta- ¡Eso! ¿Y por qué no? Al fin y al cabo últimamente…
Lo que pensaba que debería llevarle un buen rato un auto convencimiento para animarse  a una audacia que jamás había ejercido, se convirtió en casi un recitado de ventajas y conveniencias sobre una supuesta relación lésbica.
Decidió publicar el comentario, y por un rato, olvidarse del tema. Su tarea convencional de mujer multifunción la llevaba a no desatender su vida cotidiana.
Solo Marita sabía de su personaje en la red. Inevitable fue la sorpresa al ver lo que estaba posteado. Apenas leyó, le mandó un mensaje al celular: “Neydy, te comiste un párrafo en Face… fijate, tal vez se colgó algo cuando lo subías. Un beso. Marita.”
Al leerlo, en el supermercado de la otra cuadra de la casa, volvió a sonreír, imaginando que efecto estaría produciendo en los cientos de seguidores que ella tenía. Pensó primero en devolver el  mensaje, explicando que se trataba de un juego. Pero segundos después cerró su celular y lo apagó.
Recién la mañana siguiente, mientras se duchaba, y al verse desnuda en el espejo del baño, recordó lo que había hecho. Si bien periódicamente subía acotaciones disfrazada en otra personalidad, no solían ser de las más comentadas. A lo sumo varios “me gusta” le daban una sensación de, mínimamente, haber sido leída. Su sorpresa la dejó sin aire al ver los doscientos veintitrés post a su ¿inocente? declaración.
Frases de todo tipo, confesiones de amor incondicional, hombres que querían una oportunidad de redimir al género masculino, viejas -supuso- que la defenestraban, chicas que la felicitaban, muchachos que se conformarían con ser espectadores… Mensajes variados pero sin mayores compromisos. Excepto uno.
-Permíteme presentarme. Soy la persona que buscas. Si me solicitas amistad, la tendrás. Y algo más.
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Algo que no supo definir, le hizo pestañear diferente. Una oferta con doble sentido que era muy difícil de rechazar. El nombre de Mumy, no le decía mucho, incluso le llevaba a desconfiar. Sin embargo se imaginó que, como no era ella la titular de la cuenta, sino su otro yo, la invitó.
Como si estuviese esperando, “Mumy” se conectó de inmediato, abriendo su chat.

-Hola! ¡Qué rapidez! Soy Mumy.
-Hola… No, es que justo estaba con la computadora prendida y… ¿Mumy de que nombre viene?
-Jajaja… del mismo lugar de donde viene el tuyo… Jazmín, jajaja…
-Bueno, si… ¿Por qué me escribiste?
-Primero, repito, creo que soy lo que buscas. Segundo, siento que estás absolutamente desorientada. Y tercero… Mejor eso te lo digo en persona…
-Ehhh que apuro el tuyo… Si todavía ni siquiera…
-¿Apuro? Si ni siquiera yo te dije donde y a qué hora aún?

Durante un rato más de lo normal, las dos se quedaron sin escribir palabra. Se sabían conectadas. Conectadas en más de un sentido.
-Ok, Mumy… ¿Dónde y a qué hora?
-En casa, a las tres de la tarde… ¿te va? Te mando mail con mi dirección.
-Ok.
-Ehhh, ¿ni siquiera un beso?
-Si, claro, claro… un beso.

Neyda se quedó realmente preocupada. Fue demasiado de golpe un supuesto cambio de preferencias. Reconocía también que se sentía excitada por el encuentro. Su mañana pasó a ser eterna. Sus dos hijos, ya grandes, la solicitaban poco, y rara vez pensaba en ellos ante una salida con posibles pretendientes. Pero esta vez, a una velocidad de un rayo, proyectó –sabía que sin ningún sustento lógico- que pensarían ellos de una mamá con otra mujer. Casi como un perro que se sacude su pelo, ella trató de manera similar alejar esos pensamientos, absurdos al menos por ahora.
A las tres menos cuarto ya estaba en la vereda de enfrente a su destino. Una casa de dos plantas, con un jardín a la entrada. Blanca y reluciente. El primer aspecto le agradó. Imaginó la morada de una chica sola, tal vez arquitecta o artista. El clima era cálido pero amenazaba una lluvia inminente. Neyda se había arreglado especialmente, aún convenciéndose que eligió como casi al descuido. No sabía bien si otra mujer la miraría con ojos de…¿de que?    
En seguida trató de controlar cualquier indicio de discriminación que, si bien no solía tener, podría aparecerle de repente. Odiaría romper algo que tomaba de regalo apenas lo recibiese.
Tenía amigas lesbianas, inclusive sabía de rumores de que una de sus hermanas, que desde hacía años vivía en la capital, lo era. Sin embargo, con ellas, jamás había entrado en detalles sobre costumbres sexuales. Muy segura de su orientación, respetaba, sin demasiados análisis, a los demás.
Cuando Mumy abrió la puerta, Neyda se llevó una impactante sorpresa. Era muchísimo más bella que lo que en su deseo había imaginado. La primera impresión le trajo recuerdos de haberla visto antes en la ciudad. Por su parte, la anfitriona, fue la primera en comenzar con los cumplidos.
-Wow… ¡que bonita hembra! Te hacia diferente… Claro! La foto del Face es de Jazmín… y Jazmín no existe… Muy linda. Ah! soy de centroamérica, por eso algunos modismos... si no entiendes, me consultas...
-Este… ja! No sé qué decir… obvio que vos también sos muy linda…  Es una situación rara… ¿me saco la ropa?
-¿Qué? Ja ja ja… ¡Que chévere eres! No, no… me hacés reir… Si yo no malinterpreté tus escritos, no es precisamente sexo lo que vienes a buscar… o no únicamente, mejor dicho… y si bien me encantará desnudarte, eso no lo pongo en dudas, prefiriria que hablemos…
-Ufff , gracias… No sabés el respiro que me dás… Yo pensé que… no, nada… ¿tenés algo fresco para tomar?
La charla empezó a relajar a las dos mujeres. Mumy también se sentía al principio observada como en un microscopio. Recorrieron temas desde hijos, abuelas y madres pasando por la diaria lucha por la supervivencia. Hasta que las dudas de cada una de ellas llegó a tocar temas más humanos, más vitales.
-Entonces fue que jugaste a escribir lo que escribiste… ¿tan mal te ha ido con los hombres? Yo no los quiero en la cama, pero me manejo bastante bien. Se asustan un poco por mi condición… tiene miedo de que si están conmigo los viole metiéndole algo en el pompis... culo... aquí le dicen culo.
-Jaja… si… me imagino… No, el tema es que debo ser yo. No es la primera vez que me subo a una ilusión y que todo esto de mujer que tengo, y que luzco feliz, reconozco, me juega en contra. Muchos me buscan como amante, hasta como asesora espiritual… una vez me dijeron que soy como un bastón para los rengos… y soy más débil que muchos, porque… perdoname.
-No, pues que te entiendo… llora, te hace bien. Descárgate, pareciera que tienes un nudo hace harto tiempo.
-Me siento muy sola, Mumy. Como madre ya terminé. Los chicos están grandes. Me quieren, si… pero no me necesitan. El padre, bien gracias… desaparecido. Reclamarle que se haga cargo de lo que le corresponde me agobia.
Entonces un día, no entiendo ya porque ni como, siento que debo salir a la luz de nuevo: me arreglo, me pongo algo lindo, me tomo unas margaritas, y salgo a la vida…
-Y caes en la cuenta de que ya no hay hombres…
-Psí… algo así. Tuve muy lindos revolcones, algunos muy dulces y románticos. Pero ¿y yo? ¿Y todo lo demás que soy? ¿Mis ganas de hablar… o mejor dicho, de ser escuchada, de que mis proyectos tomen forma, de mirar adelante a la par de alguien que te quiera? Me siento vacía. Y odio, verdadero odio, me da como él o ellos, se levantan lo mas campante, o ni siquiera te escriben para preguntarte cómo estás… Entonces, listo. Esta puerta, aquí abajo,  se cerró para siempre, pienso. Ahí, en este maldito agujero, está mi culpa.
-Epa! Lo tienes mucho más pensado de lo que yo me lo imaginaba. ¿Haces terapia?
-Hice, si… pero esto son noches en vela, escribiendo. De ahí nace Jazmín, de un blog que nunca creció y ahora con lo del Facebook reintenté. Quiero contarle a alguien que… no sé… por ejemplo, que amaría con tener un estudio, un atelier,  para pintar… y que esa persona, si me quiere bien, me aliente, disfrute con mi alegría… O… no sé,  perdoname… tal vez vos pensaste que esto era otra cosa… me siento tan avergonzada… Me parece que mejor será irme y pensar seriamente en volver con mi sicóloga.
-No, jajaja, no… me encanta que te desnudes… no, no, quiero decir que te transparentes conmigo. Relájate. Recién dijiste que te gusta tomar margarita… espera que te voy a preparar algo mucho mejor.
Después de sentir que se quitó una tonelada de encima, Neyda, se descalzó y dobló sus dos piernas para sentarse sobre ellas en un mullido sillón. Mumy apareció con dos tragos coloridos y sus respectivos sorbetes.
-Lo inventé yo. Lo llamo “Sin semen”
-¿Perdón? ¿y por qué así?
-Porque lo voy a imponer… ya me imagino cuando sea un trago famoso, y las chicas disfruten “Sin semen”por la vida… Un tipo les pregunte que desean, y ellas digan “lo mejor es Sin semen”
-Jajaja, sos muy divertida… Me encanta el nombre… Pero… antes de probarlo… ¿tiene acaso sabor parecido a…? No, no dije nada…yo hablo y la embarro.
-Jajaja, no sé… hace mucho que yo soy casi adicta al “Sin semen” jajaja… Dime tu… jajaja
La tarde se convirtió en  noche. Una obligada recorrida por la casa, mostrándole las habitaciones hizo que la escala en el guardarropa de Mumy, las detuviera un largo rato sentadas en una cama gigante.
-¿Y vos? Todavía no me saco del asombro el porqué te gustan las chicas y no los chicos.
-MMM, la verdad pues es que es difícil de explicar. Desde chica, rodeada por tres hermanos varones, o era bien nena o era medio marimacho. Pero salí así: bien nena, pero mujeriega como ellos.  En el colegio, me acuerdo, me excité, por primera vez, con una profesora. Me sentí rara. Porque era una sensación distinta. Ella tenía algo en la cara que me atraía. De cuerpo, al contrario de como muchos creen, no me importaba demasiado, aunque si  era bien atractiva. La veía y me humedecía. Pero a partir de ese día empecé a pensar. ¿Acaso me estaré convirtiendo en algo prohibido? ¿Una enfermedad? Imagínate que no tenía con quien hablar. Pero de pronto, mi papá, algo que jamás me hubiese creído, me llamó. “Andan diciendo cosas raras de ti…” me encaró. Pero, sorprendentemente, fue él el que mejor me aceptó. Y ahí comencé a vivir una vida nueva. Le debo mucho de mi aceptación.
Un extrovertido y natural “¡Uy, qué lindo vestido!” fue el comienzo de otra parte de la charla. Un inmediato “¡Pruébátelo!! le siguió.
Como con vergüenza lógica Neyda se dio vuelta para sacarse el que tenía puesto. Dudó por un instante si debería consultarla sobre donde quedaba el baño para hacerlo. Pero un soplo de audacia ya la tenía ahí, solo en una mini bombacha, delante de la que ella había imaginado al comienzo sería una voraz come mujeres.
-Estás temblando. ¿Tienes frio? –preguntó Mumy ciertamente desorientada- Ah, no… ya sé… perdón… disculpa… me voy…
-No, no… quedate. Es… raro… nunca me desvestí delante de otra chica.
-Por eso, no tengo drama en irme… Aunque me quedaría, jajaja…
-Si, quedate. Ya se me pasa.
Varias prendas se probaron, desde veraniegos soleros, hasta ropa de noche. Por momentos ambas se reconocieron como adolescentes buscando que les quedaba mejor, cual les hacía mejor cola, cual le marcaba menos algunos rollitos. Con un vestido extremadamente al cuerpo, fue necesario pedir ayuda. Mumy se encargaba de acomodarle unas mangas infinitamente largas.
-Y ahora, permitime, las amigas las tienes que acomodar así… permiso, jajaja
-Cuando la mano de Mumi rosó apenas la piel cálida de Neyda, un escalofrío recorrió su cuerpo. Mumy lo notó, y al ver que no hubo resistencia, repitió el gesto. Una tímida mujer lo recibió aceptando con un suave mordisco de labios. Tiró la cabeza para atrás y emitió un leve gemido.
Mumy solo sonreía. Se sabía muy buena para las lides del sexo con pares. Despacio, aún cuando ese vestido azul brillante ni siquiera estaba puesto del todo, se lo fue sacando. Una manga primero, la otra después. Como quien desenvaina un arma filosa, fue bajando con sumo cuidado, esa tela que envolvía una joya. Ambos pechos quedaron expuestos. Su dueña, instintivamente, procuró en tapárselos con ambas manos, cosa que a Mumy le causó gracia.
-No te rías. Decime… ¿Qué pensás hacerme?
-Eh? ¿Qué que pienso hacerte? Ok… te cuento… Primero voy a besar esos hermosísimos pezones que tienes, voy a jugar con mis labios, hasta que se te pongan duritos, tal vez los muerda un poqui…
-Ok, ok, ok… no me digas más. No me hables… y hacelo.
-Jajaja… eres divertida. Pero puedo seguir contando, así no te quedas con una idea equivocada de…
-¡Basta, por Dios! Dale.
Las dos chicas se recostaron en la cama. Neyda se acurrucó de costado, lo que le permitió a Mumy acariciarle una espalda de ensueño. A poco de bajar hasta su trasero, descubrió un tatuaje. Una clave de sol.

 -Y esto? El tatoo digo…
-Ah… Me gustó… del otro lado tengo otro distinto… si querés verlo…
-Ok… te queda lindo, me gusta… lindo culo, muñeca…
-Gracias.
Una caricia que crecía de superficie y de temperatura. Recorridos secos al principio, tomaron humedades que brotaban como manantial. Una mano investigó huesos pélvicos hasta llegar al pubis. El origen de la vertiente de miel empapó una mano que poco a poco se transformaba de calma en indiscreta, de pausada en desesperada. Jugueteó con labios carnosos. Hasta que de pronto Neyda detuvo todo de golpe.
-¡Pará! No puedo seguir así…
-¿Qué pasó? Está bien, si no querés…
-No, si que quiero, pero me muero por besarte. Me estás volviendo loca. Besame por favor.
Se unieron con urgencias indomables. Boca con boca, lengua con lengua… Se alejaron apenas unos centímetros para tomar conciencia de quienes eran, y volvieron a juntarse con pasión.
-Muero por sabe que sabor tiene una concha… Nunca me imaginé que diría esto, y así…
-Jajaja… ok… pruebala, es toda tuya… pero…
-¿pero?
-Dejame guiarte… estás demasiado ansiosa… y, si no te molesta, desearía gozar, acabar con tu lengua, en tu cara… ¿puede ser?
-Dios! ¡Las cosas que estoy escuchando hoy, no me las voy a olvidar más! Enseñáme todo…
Como maestra y alumna, llegaron un par de veces al paraíso. Mumy explotó con esa lengua novata, que llegó a husmear lugares profundos e inequívocos puntos de placer. Apretó pechos ajenos, besó pezones extraños. Rendida como hacía rato no lo estaba, se aprestó a recibir recompensa.  Agotada por la excursión a esa intimidad femenina, se abrió de par en par a sentirse mujer de otra mujer. Ya no luchaba nada en su interior, todo era dejarse llevar.
Y viajó. Lejos, a grito de agonía, para volver a nacer segundos después. Y otra vez a volar. Fueron varios estertores los que la volvieron poco a poco a sentirse terrena. Sentía extraños dolores muy adentro, como si de músculos poco usados se tratara. Los pechos reconocían ahora hasta marcas de dientes y uñas. Pero era más fuerte el sentimiento de agradable paz que la incomodidad de las dolencias.
-Jamás había estado en el cielo como recién. No sabía que tanto placer alguien me podía dar.
-Bueno, gracias por la parte que me toca. Pero fuiste tu la que se buscó. Te buscaste y entregaste a ti misma. Ese es el mayor premio. Tu clítoris –muy sabroso por cierto- está desde siempre ahí. Yo te lo hice con ternura, pero tu te abriste… eso está aquí… -decía Mumy señalándose la sien-
Quedaron rendidas. Apenas se cubrieron con largas remeras para ir a comer algo.
Cerveza y pizza del delivery fue el menú, “como los hombres cuando se juntan a ver el partido” sentenció Neyda. “¡Si, pero si me das a elegir, yo prefiero este agotamiento!”
Un rato más tarde se despidieron. La experiencia debería ser brevemente resumida, para que, en esos tres renglones diarios de su personaje, no defraude a tantos seguidores. Jazmín estaba a punto de cambiar una acotación en su perfil de usuario de Facebook:  Allí donde decía “Me interesan”    des clickeó la palabra Hombres.

¿Guardar cambios? -preguntó metódicamente la página-
Click.

martes, 9 de noviembre de 2010

La Dieta



-¿Qué era lo que vos me ibas a hacer? Dale… decime…
Apenas abrí la puerta Yanine se me abalanzó descontrolada. Con un pie cerró la puerta y me tiró contra el futton del living.
-Decime… ¿o ahora, tan caliente que estabas en el “face”, ahora te quedás calladito?
Yo no podía decir palabra. Me estampó un beso de lengua profundo, buscando la mía. Era mucho más ardiente de lo que me había imaginado. La esperaba, si, pero no de esa manera.
Yo me dejé estar, sorprendido y, digamos, emocionado. Estiró cada uno de mis brazos y los ató al respaldo de madera con unas sogas que traía en su bolso.    
                                                                                                                                                                                                                                         
Luego se paró delante de mí y de una manera terriblemente sensual, que me exacerbaba, fue desabotonándose lentamente esa ajustada camisa blanca.


                                                                                                                 
Quedó en un corpiño hermoso, que realzaba unos pechos mejores que los que me había adelantado por mail. Estaba tan linda, tan voluptuosa, que era imposible no excitarme. Moría de ganas de que me desnude y me hiciese lo que se le ocurra. “¡Lo que sea!” llegué a rogarle. “¿Ah si? solo atinó a decirme.
Abajo -tenía una falda amplia, a la rodilla- imaginaba una vagina ardiente y sabrosa. Apenas intuyó que la estaba mirando allí, como si con la mente le pidiese que me muestre su sexo, deslizó una mano por debajo de la tela y comenzó a acariciarse.
Yo ya explotaba. Imaginé un calzoncillo enchastrado de mi lubricación. Ella era mágica.
Cuando decidió bajarme el pantalón y el bóxer, vio que mi pija estaba al máximo. Hizo un interesante gesto como de aprobación.
Y ahí volvió a sorprenderme.
Dio media vuelta, se levantó la pollera y mostrándome su culo a pleno, se ocupo de sacar cosas del carterón. Sin saber qué es lo que haría, un poco me asusté. De pronto se dirigió hacia mí mostrándome una banana bastante grande. Mi instinto básico fue el de decirle que estaba loca, y que yo no quería probar “esas” cosas.
   
 
Creo que más todavía me preocupó cuando en vez de negar algo, se echó a reír.
Yo no tenía más remedio que mirar. Mi verga no sabía muy bien qué hacer, si seguir erguida o callar… Tomó un cuchillo, y mirándome fijo a los ojos, y no al plátano, le cortó un extremo de un golpe seco. El ruido del contacto del filo contra la mesa ratona me sobresaltó. Lo tenía estudiado, diría. Luego con una cuchara larga, de esas de trago largo, le fue extrayendo toda la fruta, y con una mirada muy de perra, se lo iba comiendo, jugando con la lengua. Un par de cucharadas me ofreció a mí, y luego compartimos trozos en un beso muy caliente.
Cuando “vacíó” la banana, le cortó el otro extremo y envolvió toda la cáscara en film transparente, de los que se usan para conservar los alimentos.
-Decime… Quiero creer que tenés microonda… -me increpó-.
-Si, si… arriba de la heladera. Pero ¿qué vas a hacer? No me lastimes.
-Ja, ja,ja… sería incapaz, con todo lo que me hiciste gozar con tus textitos… confiá.


                                                         
La verdad que mucha confianza no le tenía. Desde que entró a casa llevó el dominio de todo, y yo no podía decir ni mu.
Volvió sosteniendo “eso” con un trapo… porque evidentemente estaba muy caliente.
Me refiero a todos.
Se sentó al lado mío y de un movimiento penetró la banana en mi miembro… Fue una sensación increíble. La temperatura ideal, me puso más erecto todavía, si eso era posible. Y el suave rose de lo que quedaba pegado de banana en el interior de su cáscara, me llevó al cielo.
Ella subía y bajaba su mano mirándome a los ojos, como esperando encontrar cada punto de reacción terrible, para gozarlo, para descubrir cuál era mi grado de explosión. Con su otra mano jugaba con el clítoris… me obligaba a mirar cómo se masturbaba, incluso por momentos metiéndose dos o hasta tres dedos dentro de su agujero, lo que hacía que yo no pudiese auto controlarme en lo más mínimo como para hacer más eterno ese instante. Sumado a gemidos muy sensuales, la visión de todo era como para guardar en una cajita de cristal.
De pronto, más cuando ella estuvo más  lista que yo, paró, me sacó la banana y se sentó decididamente arriba mío.
Sentí una concha empapada, mojada a más no poder. Sus movimientos, muy experimentados, no me dejaban respirar. Con voz entrecortada yo le decía cosas, con tanta incoherencia verbal -porque no podía hilvanar frases debido al estado al que me estaba llevando- que le producía una risa divina.
Si verla antes sin tenerme adentro suyo era hermosísimo, ahora ya era la gloria total. Con mi mente hacía un esfuerzo para fotografiar todo eso. No podía permitir que el tiempo borre nada.
Siguió manejando todo, subiendo, bajando, rápido o muy lento, hasta que bastante cerca estuvimos, los dos, del orgasmo. Cuando acabó, gimió y gritó con ganas, muy satisfecha, solo apenas un poco antes que yo. Fue celestial. Sensacional. Inigualable. Estallé como una fuente y sintió también en su interior como la mojaba.
              
Sonrió.
Se acomodó su pelo revuelto, poniéndose una hebilla.
Se vistió.
Y me desató.                                                       
Nos abrazamos con calidez y fuerza. De pronto miró el reloj de su celular y argumentó que debía irse muy rápido, ya que en realidad solo estaba de pasada. Y que como solía tener muchos calambres últimamente, el médico le recetó comer banana más seguido…
-Y la banana sola me cae mal…solo la tolero con un poco de leche...-me dijo cuando se fue-                                                     

                                                                                                                     Jorge Laplume