jueves, 10 de mayo de 2012

La Diosa del Olimpo




Eyaculación.
¡Que palabrita!
Imaginate que entrás a un lugar, toda modosita vos, a una oficina, o a un lugar donde haya mucha gente. Te sabés más o menos atractiva y entonces intuís que alguno que otro (y otra) te van a mirar. Te acomodás el pelo o la pollera de manera instintiva y sonreís como te enseñó la vida, justo antes de saludar o presentarte.

Y de pronto la oís. No digo fuerte, sino que claro.

Es como movilizadora. En seguida se te viene una imagen. 
Si escucharas “Elefante”, zas! ya estás haciendo la foto de un elefantote en tu cabeza… Claro e inconfundible. 
Con “Casa” que se yo…hay cientos, miles de casas posibles. 
Pero “Eyaculación” remite a una imagen específica.

Capaz que te mueve a sonreír disimuladamente. O a hacerte la boluda como que no sabés de que se está hablando. O, al contrario, te sacude la curiosidad, y minuciosamente te acercás a quien creés la dijo para enterarte de algo más.
A mí me lleva a imaginarme una gran pija en mis manos. Si, gorda, dura y que producto de alguna habilidad manual, explota con su cremosa esencia muy cerca de mí. Puede ser en mi pecho, en mi ropa, en la cara… depende el grado de frenesí de mi compañero y de lo gauchita que haya querido ser con él.

Es como el final de la historia: acabó, finito, se terminó. Por todo esto estuvimos dale que dale desde hace un buen rato. Ahora bien, si tenés suerte y estás con un tipo dulce, con un tierno, él te abrazará y con piquitos tal vez agradecerá su regalo. Si tenés suerte te cobijará entre sus brazos, y depende o no, se dormirá como un bebé o se vestirá medio apurado. Pero no quiero, amiga, hablar de “esos” detalles.

El tema es que, en lo que llevo de vida “social” (je je, nos entendemos) jamás un hombre vino y me quiso regalar eso. Jamás un hombre se acercó caliente, mimoso, cachondo o como sea y me dijo bien clarito: “mi amor, te quiero masturbar”

A ver… si, ya oigo las voces de críticas, de las que no me creen, de las que me están acusando de mosquita muerta y todo eso. No dije que nunca me hicieron, como dicen los españoles, una buena pajota… Digo que me la han hecho hasta determinado punto, hasta donde mis líquidos hablaban por mí.
Yo empezaba a vibrar, a morderme los labios, a apretujar lindo, y ahí venía mi macho -bien visual la imagen- me abría de piernas y me ensartaba su daga profunda…jajaja… bah! Me la metía.
Hermosa sensación esa de sentirse penetrada, del vaivén de carne de hombre. Clítoris mediante, con mi mano o la suya, unos buenos polvos concluían la faena… El sentir las embestidas, aún después de mi orgasmo, y si tuvimos fortuna, ver nosotras satisfechas el de ellos reflejado en su cara, nos sacude un poquito más, como un bonus.

¿Ven? La que suscribe sabe lo que dice.

Pero… (siempre hay un pero) hay veces que, tanto dicen ellos que somos sus reinas, sus diosas, que me gustaría tener un lacayo para mí. Pero tampoco tenerlo por pedirlo.

Imaginensé: Día de esos normales, o sea complicados. Una llega a casa y está muerta. Si te tocó viajar en bondi, una especie de resignación a que te apoyen cientos de boludos. No entiendo que le ven a esa estupidez, ni a nosotras a hacer un quilombo hasta que se la corten de raíz… bueh…me fui… Sigo. Llegás, te ponés a hacer cosas en casa, tal vez la comida… Si tenés suerte y tu compañero vive ahí y es un sol, capaz que te ayuda… Si, no me miren así: hay hombres que ayudan, ponen la mesa, dan charla, incluso se de algunos que hasta lavan los platos… Otra vez me fui…perdón…

Bueh! Ponele que todo bien. Linda cena, buen vinito. Y ronrroneo sexual obvio. Él siempre quiere, a no ser que haya futbol importante (¿importante? miren lo que digo) y ahí se viene de mejor o peor medida, más o menos “lo mismo”.

Que te beso, te toco una teta, sacate todo, uy que lindo culo que tenés, mira como se me para, chúpamela, a ver si estás mojada, abrite, que rico, Mmmm, ah, oh, uy…y  un uffff de placer digamos que aceptable teniendo en cuenta que una estaba poco menos que muerta.

No, no quiero ser una mierda de mina: no siempre es así… lo pongo más o menos de ejemplo… en todo caso agregale vos unos “ah” y “oh” más, acorde a tu gusto, o, como estoy diciendo, tu suerte.

El tema es que en mi fantasía hasta lo de la cena y los mimos que sabés para donde van, todo más que bien.
Y ahí empieza lo otro… Algo más o menos así. Seguime un cachito:

-Ok, sacate vos el pantalón y el calzoncillo que estoy un poco cansada, y te la chupo.
-No. No me saco nada.
-Dale mi amor… tuve un día complicado… Mirá que sino mejor lo dejamos para mañana…
-No. No quiero que me hagas nada.
-…. ¿por? ¿quilombos en la oficina? No me digas que el turro de tu jefe…
-No, no…pará… Lo único que deseo es masturbarte yo a vos.
-¿Y después?
-Te dormís.
-¿Me estás diciendo que no vas a querer meterla o que te pajeé yo a vos?
-Exacto. Sos mi diosa, mi amada, mi reina. (Si, tiene que decir reina aunque acá las monarquías no se usen) Deseo profundamente llevarte a un paraíso. Que estés  relajadita. O no. Y que solamente me permitas robarte los gestos, los gemidos, las uñas clavadas retorciendo la sábana. Eso pido, exigiendo, eso sí, que grites lo que tengas que gritar, que pierdas la cordura, que dejes tu cuerpo reventar. Quiero mirar detalles, disfrutar como se acelera tu pulso, como se contrae y relaja tu más íntima intimidad. Saborear fluidos y mezclarlos con la salvia de mi boca. ¿Aceptás este viaje sin costo adicional?

Y entonces, sin decir siquiera la más mínima palabra, me extiende sobre la cama y delicadamente comienza a desabotonarme la ropa. Quedo en bombacha y corpiño expuesta más desnuda que nunca. Quiero mirar pero el deseo me hace cerrar los ojos. Siento que se toma su tiempo para deslizar breteles, para descorrer velos que cubren mi cuerpo. Con gracia los pezones rozan dedos que tontamente se hacen los inocentes. Y una primera oleada de éxtasis, pequeña pero muy dulce, llega cuando la punta de su lengua hace contacto allí. Lo miro y sonreímos. Sus dos manos aprisionan mis pechos desde la base, haciendo que ambas montañas crezcan y se introduzcan más en su boca.

Siento humedad. Pocas veces tan rápido y tan a gusto percibo mojarme.    Su lengua se entretiene, sus dientes amenazan feroces quedarse con pedacitos míos. Sé que eso no va a suceder, sin embargo la adrenalina indica lo contrario ante cada cuasi mordida.

Tiemblo. Escalofríos de los típicos. Y nuevos.

Yo que siempre le digo que no vaya directo a mi concha antes de tiempo, deseo que ya mismo hunda su mano -o algo- allí.
Y el guacho desliza su garra de dedos largos por la pancita, juega con mi ombligo y… ¡y se detiene ahí! ¿podés creer?



Ahora le parece entretenida mi marca de fábrica. Tengo un ombligo común que él ve como algo maravilloso, que besa y relame. Seguí, la puta madre…
Jaja… me río de mi misma… de lo que deseé y de lo que tengo…
Y entonces sí. Se pone de frente y casi como si yo fuera la que hace el streap tease, es él el que desliza subiendo y bajando mi tanga. Me mira feliz. Y supongo que debo tener una cara similar.

Al fin, mi bombachita queda descartada, enganchada en un solo pie, Con sutileza enervante me separa las piernas y se queda ahí mirando, extasiado.

Ahora se pone de costado y su mano más hábil empieza a hurgar lo que es un humedal. Cara con cara, cada vez que abro los ojos lo veo mirándome fijo. Mira mis labios, mi cuello, mis ojos. Hace algún comentario mientras me masturba como nunca yo lo logré. Atina a darme pequeños besitos, nada de lengua, nada de sexo ahí. Recibo ternura arriba y terrible lujuria abajo. Mi hombre me está tocando, acariciando, metiéndose dentro de mi más profundo secreto, de mi nudo del placer, de mi agujero. Tengo pensamientos burdamente bellos. Amo que me toque así mi concha. Hermosa palabra: Concha. Ahí está haciendo lo que quiere y lo que quiero. Lo vuelvo a mirar. Dice cosas que intuyo bonitas. Estoy como desmayada pero consiente. Se sienten esas olas, ese mar que crece, que empieza a golpear para entrar. Lo miro y lo veo hermoso. Mis sacudones empiezan a ser inconfundibles.
Se detiene por un instante y cuando abro los ojos para verlo, ya no está a mi lado.




Ver su cabellera moverse entre mis dos piernas me anuncia un final de película. Soy muy fantasiosa e imaginé a mi clítoris hablándome dándome las gracias. Ríe feliz, gordito y tenso. Y no protesta ante la caricia de una lambeteada tras otra. Con sus dos manos, se aferra a mis pechos como para no caer en mi abismo. Pezones rechonchos no dan abasto de enviar impulsos sensacionales. Estoy a punto de explotar en mil pedazos. Sé que estoy retorciendo algo con mis manos. No sé si es el cubrecamas, ropa o la piel de mi amado. De pronto un dedo…no, dos… amenazan entrar al túnel. Apenas lo hacen, sabiendo que en mi caso en los primeros centímetros de la puerta tengo mayor sensibilidad. Además no quiero nada que parezca penetración propiamente dicha. Apenas entran y salen al tiempo que el maremoto en su lengua está por alcanzar mi punto más alto.

Y grito. 

El alma se me sale en una estocada delicada y furiosa. Siento en la garganta mi estallido. Oleadas de placer intensas, una tras otra…múltiples. No puedo reponerme y llega la siguiente. No pares. Ni se te ocurra decir nada. Paraíso, cielo, mar, infierno, calor y frío, dientes apretados, lujuria… busco palabras y ninguna se compara con nada.

Y los estertores de cambios de temperatura comienzan. Quiero acurrucarme, taparme, que se me tire encima, pero que me deje reponerme.

Me mira. Lo veo y reímos como si fuese la primera experiencia. En mí es nueva.

Juega a hacerme sentir avergonzada de estar así, destrozada, de gambas abiertas, con onda de reventada. Mojada de amor.                

Yo tiemblo y delicadamente -de nuevo- me cubre con una manta. Se recuesta a mi lado y me dice: "Hermosa… que duermas bien y sueñes con los angelitos". 
Y apenas un beso en la frente es lo que recuerdo antes de caer en los brazos de Morfeo.



Si, les doy unos minutos para que se repongan.

¿Es mucho pedir? ¿Acaso como mujeres que somos, como muñecas de cristal, como hembras en celo, o como Diosa del Olimpo, (que alguna vez me dijeron) no merecemos un regalo así de vez en cuando? ¿Existe ese hombre?

Ay! Todo lo que una palabrita como “Eyaculación” evoca en mi mente… diganmé  ¿soy anormal?




martes, 8 de mayo de 2012

Duele Amar

No puedo amarte más, y eso duele

Ahueco mis manos para contener tú ser.

Sopesando tu pura intimidad.

Sos todo lo que puedo querer

Y mucho más…

Soñar, un campo verde, la calma, el mar.

La furia, una ilusión y tu cuerpo al despertar.

Pero no puedo amarte más, y eso duele.

Algo al menos puedo, y también sé que me lo permitirás:

Cosechar tu miel hasta quebrarte, alcanzando el cielo…



Sabor mágico, de puños apretados, de más, más y más…

Un juego doloroso. 

Sufro amarte.

Siento que es poco lo que yo te puedo dar.

Parece  mentira lo que ansié tenerte

y ahora un inútil me siento.

Cada gesto que desnudo con sólo mirarte,

Cada grito contenido que surge como sufriendo,

Todo es poco, y nada, nunca, es demasiado.

Esa brevedad eterna, desfalleciente y fugaz.

Sos la dueña y así vos me lo regalás.

No puedo amarte más, y eso duele…

Deseo entrar, deslizándome en tu sabor,

Donde se funden los sentidos.

Piel con piel, poro a poro, calor con calor

Hasta estallar.

No puedo amarte más, y eso duele

Rezo que alcance, pero no.

Duele no poder amarte más.

Tu color, esa tibieza, las formas.

Y aquel sabor…

Es injusto que tanto me des.

Y que tan poco yo te pueda dar.

Gloria es mirarte, sentirte, tenerte…

No puedo amarte más, y eso duele,


Lo voy a intentar una vez más.