miércoles, 29 de diciembre de 2010

¿Cómo lo cuento?

¡Porque lo tengo que contar!
Me pasé una noche entera con la mina de mis sueños y todo fue increíble.
Más allá de que siempre me tuve fe, no lo puedo negar, en ese momento dudé que se me concrete.
Y fue, digamos, fácil… No la mina, que no se malentienda, por favor, para nada.
A mi no me van las minas fáciles... Fue fácil para mí animarme a encararla.
A ver… soy de los decididos, siempre. Y eso me trajo buenas y malas.
Las buenas, a festejarlas, y guardarlas en ese frasquito que cada tanto uno revisa, como para mejorar la autoestima. Frasco grande, mejor dicho… porque esta lleno de esas…je!
Las malas, obviamente, desechadas, y si te he visto, no me acuerdo. Muchas son por culpa de ellas, de que no saben lo que se pierden.
Y, talvez, y solo talvez -si algo de humildad había en ese momento dando vuelta-  ver de sacar alguna lección, para, talvez, no repetir la estrategia.
Pero esta vez era distinto.Te lo juro por la vieja.
Era “LA” mina. No te digo quien para no fanfarronear. 
Imaginate “ESA” mina que siempre fantaseaste cojerte hasta por las orejas, esa que veías en la calle, en la tele, en las revistas, y ya ahí mismo, eras capaz de cortarte las bolas, con tal de que ella simplemente te diga un “Hola!”. Un saludo boludo aunque sea.
¿Está? Esa mina agarra y te dice que sí. Que sí a lo que se te ocurra.
¿Qué no lo podés creer? ¿Qué es demasiado?
Sabés que sí… es demasiado… pero a mi me acaba de pasar.
Es más: vengo de ahí. La dejé durmiendo en MI cama. MI de MIA…
Y, te voy a confesar algo, un poco dudé… ¿Cómo agarró tan rápido todo? Soy bueno en lo que sé hacer… tengo labia, las chamuyo lindo, algo de facha ligué, para que ocultarlo… soy gracioso, muy gracioso… pero para mis adentros una punta de duda, de falta de confianza, digamos, tenía.
Y no, no sabés lo buena que está. NO LO SABÉS.
Y papá, sí.

Te cuento: cuando la pasé a buscar me temblaba todo.
Habíamos quedado en que ella me mandaba un mensajito si se liberaba a tiempo… estaba hasta las manos no sé bien con un tipo de la moda o de una agencia… Yo ahí ya me dije: Esta debe ser la típica… hace como que está re ocupada y entonces chau, me planta como al mejor… Me abotonó.
Y no, loco… no. Agarra y la muy yegua  -pero yegua en el sentido de hija de puta bien, de que se sabe yegua- y me manda un mensajito que decía: “¿Todavía sigue en pié lo de esta noche? Necesito unos masajes…”
Una hija de puta… ¿no?
Y yo ahí -ponete en mi lugar- que tengo que contestarle algo bien, simpático aunque sea.
No sabía que escribir… porque me daba por ponerle que te voy a masajear hasta los pelos del orto… imaginate…
Y no se me ocurre nada ¿podés creer? A veces a los que pensamos mucho es como que se nos nublan las ideas… no sé, debe ser algo genético, que sé yo!
Y entonces se me ocurrió y me puse en ogro - en forro me dijo ella después, pero muy después ¿entendés?- y le escribí como si no me interesara demasiado… pensando en que esta mina debe estar hasta las pelotas de los tipos que se la quieren voltear, y yo no soy de esos… bueno, vos me entendés… me gusta el asunto, pero con clase.
“Ok, Te paso a buscar, pero no me hagas esperar mucho en doble fila” ¡Eso le puse!
¿Puedo ser tan boludo?
Te juro por lo que más quieras que apenas apreté “Enviar” agarré el celu y lo revolié hasta la vereda de enfrente… menos mal que se la bancó.
Salí desesperado a ver si se había roto y zafó… se rayó un cacho nomás, y se le saltó la tecla del asterisco, pero como esa casi nunca la uso… pero el resto, andaba.
Y ahí ésta, la minita,  que me contesta… veo que es ella, porque le puse una foto que bajé de Internet para cuando me llama… y me dije “chau, se te acabó la historia, pelotudo”.
Pero no: me escribe: “Uy, que duro que te pusiste… ¿estás durito en todos lados?”
Mirá: te lo cuento y se me ponen los pelitos como de gallina…

Y ahí mismo me dije: “No, gilún, te está forreando… histeriquita terrible debe ser ésta”
Y no le contesté, loco… No!
NO LE CONTESTÉ.

Al rato ya me quería matar. 
Y a medida que los minutos pasaban,  y que la mina tampoco me volvía a escribir o llamar, más boludo me sentía… pero era para peor, porque si encima me demoraba más y después la llamaba, con el “llovaca” cansado ella iba a terminar diciendome “Ah! ¿aflojaste?” y entonces se podía dar el dique de que ella me dominaba… ¿entendés o te aburro? 
Sigo.
Y si hay algo que mi me dá por el quinto, vos me conocés, es una mina que se crea que por tener un par de tetas así se crea que me maneja…¡Pero por favor! Soy yo el que mando, o nadie…

Pero acá, te juro, se me quemaron los papeles, loco… me sentía en bancarrota como esa vez en Mar del Plata… ¡seco estaba! Seco de ideas…Pensaba: yo no la llamo ni en pedo… y ella tampoco a mi… pero si me llama -cosa que me gustaría- pero entonces quiere decir que es una regalada… y a mi no me van las que se regalan…

No sabés… me explotaba la cabeza! Y la pija que no sabía que carajo hacer… ¿me preparo o no? parecía que me preguntaba…subía, bajaba… ¡Decidite! Me gritaba casi… por que por un lado me imaginaba acariciándola, esos pechos terribles… la espalda que terminaba en un culo de diosa total, su pelo, esa boca, mamita!… y la quería llamar ya, pero como tengo mi orgullo también…¡Nada!  y si ella quiere verme que me llame, mierda!…
Pero que no se haga la chupa pija tampoco, ¿viste? En todo caso que cuando yo le diga, si, mas bien, obvio… pero yo no soy cualquiera, ojo… tengo mis sentimientos… eso de que los hombres no podemos llorar, que es de trolo, es mentira… hay que ser bien macho para llorar. Y llorar de amor, encima. Que nunca te avergüence eso a vos…haceme caso.

Y te digo que ya me estaba olvidando de la mina y de todo cuando agarra y me llama. No un sms, ME LLAMA.
“Ah, ¿aflojaste?” le dije antes de que diga hola…
Y la cagué, la re cagué…porque no se esperaba eso de mí. Talvez imaginó que iba a decirle “Ay cosita, que lindo que me llamaste” y boludeces así de romántico estúpido, pero no… conmigo no.

Y me dijo que estaba muy cansada, que tenía hambre y ganas de darse una ducha y tirarse en una cama mullida…
Lo dijo por mí. La saqué al vuelo.
Seguro que sabía que en mi depto tengo baño con ducha. O lo sabía o lo imaginó. No es ninguna boluda. Y lo de cenar es una trampa… una mina no te va a decir “quiero coger con vos, vamos”. Jamás así de frente. Pero si la llevás a comer, después, es típico.
Aparte comer y coger suenan parecido, ja ja… y te podés hacer el boludo y decirle “Ay había entendido mal” y se cagan de risa, siempre… si lo sabré… son una hijas de puta. Todas. Decí que uno la sabe lunga…
Bueno, después de cenar… ah! a propósito, se morfó todo la guacha… cuando daba como para levantarnos e irnos, pidió más, y al final postre también… Y el tipo, el mozo, que parecía que la conocía, nos trajo un champú franchute, carísimo… Ella se tomó como dos copas pero a mi mucho no me gustó demasiado. Yo soy más de la sidra Real…
Ah! encima me lo cobró y todo… yo que había pensado que era como una atención por que la conocía… ni ahí…For-tu-na.
Mirá, no te digo lo que me patiné entre una cosa y otra por que me vas a decir que estaba loco… y si, estaba loco… te quiero ver ahí a vos… No, dificulto dijo Fuentes que al chancho le salgan dientes…
La cosa es que después de  cenar, te decía, llegamos al bulo, y cuando estaba por darle un beso metiéndole la lengua hasta el esófago… ¿esófago es esto que llega hasta acá? Bueno, no importa, agarra y me dice que tenía que mear… bah! no me dijo así “Que me meo!” no, porque es disimulada la mina. Me preguntó donde estaba el baño… y pensé yo: debe ser para mear, porque si la flaca estaba tan caliente como yo, no podía pensar en otra cosa…¿que? ¿va a ir para “empolvarse la napia”? iba a mear porque se hacía encima… seguro.
No va la mina que cuando sale del ñoba sale en bombacha y corpiñito nada más… ¡Rojo fuego! y los zapatos de taco alto… Ay mi Dios! Yo pensé que me moría ahí mismo… ¿Te das cuenta lo que te digo? Este hembrón, yegua total, en pelotas delante de mí… para mi solo.

No, no lo podía creer, pero encima, te juro por la vieja, encima tenía que disimular, como que yo todos los días me cojo gente así… sino va a pensar que soy un ganso… ¡pero así ni la Matilde en su mejor época! ¡Y mirá lo que te digo! Bueno, vos la viste a Matilde: a ésta, la Matilde ni a esto de los zapatos le llega. Lástima que el celular se me quedó sin batería y ni una foto le pude sacar… Me puse, así, con ella al lado y no, che… ahí se me queda sin batería el turro. Y no daba para ir a buscar el cargador y ponerme a enchufarlo… quedaba como desubicado. Rompía la magia.

Bueno, y después, claro, vos querés saber que pasó… No me vas a creer:  Nada.
Te juro que no pasó nada. Me dijo que era en serio lo de los masajes, que necesitaba aflojarse y eso y no la quise joder.
Le hice como unos masajes en el cuello y se ve que estaba mal en serio, porque apenas quise, como quien no quiere la cosa, agarrarle las tetas, me pidió que quería dormir un rato, que estaba fusilada…Re bien me lo dijo… no como otras que gritan “¿Quién te crees que sos?” y eso…
No sabés… me preguntó tan lindo si no me enojaba, si lo dejabamos para otro día, haciendome conejito con la trompa roja, que me pudo… total, pensaba yo, si una vez me dio bola, porque no la próxima…

Bueno, pero en realidad no fue todo tan bien. Porque cuando le digo que si, que está todo bien, y se estaba torrando, me tocan el timbre… ¡un chorro!… Abrí tan pensando en que sé yo que, sin preguntar y entró un chorro con una media en la cabeza, un revolver y me afanó todo… bah! toda la guita, unas cadenas de oro que casi ni uso para que no me afanen, unos dólares que tenía guardados, las llaves del auto y un par de cosas más.
Lo único que le pedí al turro era que no le haga nada a ella… imaginate, casi en bolas tirada en la cama, de rojo excitante, un tipo que seguramente estaba drogado, y esta yegua ahí…¡la viola!  Y no, loco… Gracias a Dios la respetó… si hasta se ve que la conocía porque era como que hablaban, pero no llegué a escuchar… Por lo menos fue una desgracia con suerte… Y se fue, ni un golpe… yo no lo quise poner nervioso, ¿viste? Le agarra la locura y empieza a los tiros…hoy están todos locos…  y no quería quilombo no por mi, sino por ella… ¿Cómo explico que se me muere una mina en la cama, en bombacha y corpiño rojo? Podían pensar que pude ser yo… No tengo ganas de andar explicando como hago para levantarme minas a sí, es mi secreto, también.
Y el tipo se rajó, terminó y se fue… Y la verdad es que hasta terminé dándole las gracias… Vos ves los noticieros y pasan cosas peores. Y a la flaca le dije que siga durmiendo, que voy a hacer la denuncia… Y ahí quedó…tranquila.
Pero no voy a denunciar nada… si estos canas son unos inocentes, no creen nada de lo que a uno le pasa… ¿para que?
Lo peor es que van a pensar que voy para contar que estuve con una hembra de verdad… ¡eso van a pensar! y ¿sabés que? yo la tengo clara… ¿o acaso tengo cara de boludo?

miércoles, 22 de diciembre de 2010

No hay nada más lindo.

No hay nada más lindo.
No hay nada más lindo que una mujer te de bola.
No hay nada más lindo que la mires y te sonría
No hay nada más lindo que juegue con su pelo, tal vez algo incómoda.
No hay nada más lindo que decirle algo y, hablando o no, con gestos quizás, te conteste.
No hay nada más lindo que mirarla y redescubrir que es linda, agradable, interesante.
No hay nada más lindo que ver en ella ese “algo más” que la despega del resto.
No hay nada más lindo que imaginar más de lo que uno le ve, y saborearlo con sutileza.
No hay nada más lindo que hablarle y ver que escucha, que asiente o que opina diferente.
No hay nada más lindo que escucharla, interesarse de verdad por lo que siente, piensa o hace.
No hay nada más lindo que rozarla suave con la mano para grabar en el mi piel, su piel.
No hay nada más lindo que ella desee, como al descuido, hacer lo mismo.
No hay nada más lindo que de golpe descubrir que nos mira cuando estamos en otra cosa.
No hay nada más lindo que mirarla en secreto, cuando ella está en otra cosa.
No hay nada más lindo que congeniar, que reír o hasta sufrir por cosas en común.
No hay nada más lindo que pensar terriblemente igual.
No hay nada más lindo que pensar totalmente distinto.
No hay nada más lindo que invitarla y que acepte. A salir, a pasear, a tomarse de la mano.
No hay nada más lindo que insinuar un beso, aún a riesgo de ser rechazado.
No hay nada más lindo que te acepte un beso, y darlo con timidez inocente.
No hay nada más lindo que besarla, con delicadeza o con pasión, como sea y como salga.
No hay nada más lindo que apretarla fuerte entre tus brazos, a pesar que un poquito se queje.
No hay nada más lindo que sentir que devuelve el abrazo, con seguridad o con timidez.
No hay nada más lindo que compartir cosas, palabras, sabores, música, regalos, consejos.
No hay nada más lindo que desear desnudarla, planificando en la mente mil maneras.
No hay nada más lindo que intuir que ella se dejaría desnudar, sin saber cómo ni cuándo.
No hay nada más lindo que sentir que empezás a amarla, más allá de la confusión de los sentidos.
No hay nada más lindo que capturar pecho y las manos sientan rebalsar.
No hay nada más lindo que jugar con su cuello, recorrer espaldas interminables.
No hay nada más lindo que confirmar las redondeces de su forma, y morder y besar.
No hay nada más lindo que hurgar sitios de pliegues y jugos, y hacerla vibrar.
No hay nada más lindo que intente devolver favores, pero que acepte ser ella la agasajada.
No hay nada más lindo que dejarla devolver favores, y sentir que lo siente de verdad.
No hay nada más lindo que sentir que pronto uno podrá poseer ese cuerpo como regalo del cielo.
No hay nada más lindo que imaginar que ella esté disfrutando cada segundo de todo eso.
No hay nada más lindo que bajar un bretel, abrir un cierre, un corpiño desabrochar.
No hay nada más lindo que deslizar una bombacha, recostarla y sus piernas abrir.
No hay nada más lindo que hacerlo con los tiempos del momento, donde los dos estemos a gusto.
No hay nada más lindo que respetar su pudor, jugar a la inocencia, rezar por su repentina timidez.
No hay nada más lindo que mirar, oler, tocar, sentir, saborear, todo y en todo sentido.
No hay nada más lindo que recibir trato similar, por deseo de ella, por su curiosa curiosidad.
No hay nada más lindo que recorrer con humedades mías las de ella. Hacerla estremecer y rogar.
No hay nada más lindo que mirar su rostro transformarse, su espalda arquear, que se abre a uno.
No hay nada más lindo que sentir la invitación a entrar en ella y abrazándola con mil manos, gozar.
No hay nada más lindo que amarla, tenerla, llevarla al cielo, y eternamente, ponerla en un altar.
No hay nada más lindo que explotar con su ser, morir de goce, y mirar a sus ojos, y endiosarla.
No hay nada más lindo que prometerle amor eterno y desear bien adentro poder cumplirlo.
No hay nada más lindo que halagarla, por todo lo que ella me halaga.
No hay nada más lindo que me halague, por todo lo que la halagué.
No hay nada más lindo que desear que ese instante sea inmortal.
No hay nada más lindo que seguir abrazados, que su sinceridad por todo, sea real.
No hay nada más lindo que comprometerme a estar con ella, cuando sea y como sea.
No hay nada más lindo que amarte.
No hay nada más lindo que tenerte para que vos me puedas amar.

Ella


Llegaba a casa de hacer fotos para una campaña de jeans.
Hacía mucho calor, tanto que hasta la bombacha tenía transpirada.
Lo que me encanta de estar sola en verano en Bs As es que tengo todo abierto y ahí si corre aire, pero con las persianas por la mitad.
Me acuerdo que me saqué la pollera, los tacos y llegué hasta la cocina mientras me desabotonaba la camisa.
Creo que ella, una muñeca que tenía por vecina, me vio por la ventana del lavadero.
Ese edificio comunicaba espacios comunes demasiado cerca. Yo ya sabía que solía tomar sol en su balcón, y si podía, sin la parte de arriba de la bikini. Más de una vez me descubrí espiándola.
Nunca nos dijimos nada, salvo una vez en el ascensor.
Yo entraba con Héctor, un amigo, y se apuró ella para subir también. Tenía unos jeans tan apretados que los labios se le marcaban perfectamente.
El muy hijo de puta, a la pasada, le acarició el culo, cuando ya estábamos por llegar a planta baja.
Ella reaccionó mal, mirándolo con odio. Obvio.
Y el turro no tuvo mejor idea que endilgarme el hecho a mi... que si bien se lo hubiese hecho con ganas, la verdad era que yo no había sido... entonces me miró desconcertada y me preguntó si de verdad había sido mi mano... Me hice la reboluda: "no se a que te referís" dije como para devolverle la pelota a la cancha de Héctor...
"A ver- me dijo- tocame acá,... yo así voy a saber si fuiste vos" decía al tiempo que me agarraba la mano y me la estampaba en el medio de su hermosa cola.
"No, no fuiste vos... me hubiese dado cuenta, y hasta me hubiese gustado... y vos, boludo, no tenés idea de como se toca un culo...te falta mucho, pendejito"


Y se bajó rumbo a la calle, no sin antes regalarme un piquito insignificante, pero beso al fin.
Miré a Héctor, le agarré su miembro por arriba de los pantalones de gimnasia y lo noté excitadísimo... y le dije, emulando a mi nueva amiga: "Te falta mucho, pendejito"


En la cocina terminé de desnudarme y pararme al lado del ventilador grande. Si ella me veía, mejor, pero yo me hacía la distraída.
¡Amo sentarme de piernas abiertas, apoyando cada pie en una silla distinta, por más que me hayan enseñado mil veces que sea muy ordinario, y sentir el fresquito justo ahí...!
Sé que, como no soy de fierro, suelo terminar jugando, o tirada en el piso o casi acostada en esa silla, con un terrible dolor de espalda, mezclado con orgasmos, te diría, únicos.
Pero ese día no. Esa vez solo me miraba nomás. Hasta que con el rabillo del ojo noté que ella podía verme, desde su terraza, desde mis pies hasta poco más arriba de mi cintura..
Un poco me incomodó, si hasta atiné a cambiar de posición y todo. Pero luego me excité. Comencé a jugar con los pelitos de mi entrepierna.
Eso la motivó. En un arranque de audacia llamó mi atención. Buscó palabras para no ser tan directa, como para no ser obvia si alguien escuchase:
"¿Te ayudo con el pelo?, si querés lavate que te ayudo con el shampoo, y ya que estamos te lo recorto un poco"
Debo decir que, como no la veía, de entrada pensé en una madre que le hablaba a su hija para que le quede bien el pelo después de un baño completo. Repetí esas palabras en mi cabeza ("Te ayudo con el pelo?, si querés lavate que te ayudo con el shampoo, y ya que estamos te lo recorto un poco") y si... terminé por asumir que era eso...
Hasta que, apenas segundos después, evidenció que era dirigido a mi: “Dale, si tenés un pelo relindo, todo enrulado... voy y vas a quedar encantada... te digo: tengo una mano... o dos, si querés..." y rió con mucha picardía.
Medio como si mi depto fuese un conventillo, me salió del alma gritarle un: "Dale, venite, si tenés ganas... te dejo hacer lo que quieras"
La respuesta le gustó y le satisfizo, porque su "Ok, voy para allá" lo dijo entremezclado con risas reales.

Apenas tocó la puerta y la vi, podría haberle dicho que la amaba con todo mi corazón, pero me contuve. Ese vestidito bobo, amarillo intenso, arriba de su piel perfecta, cortito a la altura de un culo irrepetible, sin corpiño ni nada que apriete, con algunas marcas de un sol muy fuerte, me produjeron un escalofrió.
Yo, desnuda, no estaba nada mal al lado de ella. Es que apenas cerré la puerta quedamos las dos, una al lado de la otra ante el gran espejo que tengo en el hall.
Nos miramos en la realidad, y después en esa imagen reflejada, y no tuve salida más boluda que decirle: "Te hacía más petisa que yo... "
Ella, que no se andaba con vueltas, soltó un "Te hacía más linda que yo..." y echó a reir, abrazándome por primera vez, pidiendo perdón, y jurando que solo fue una salida para romper el hielo.
"Dale, vamos a podar ese matorral" decía sin temor a ofenderme... Era directa, y eso me incomodaba un poco, pero, me calentaba... una mina que sabe lo que quiere, pensé.
Ya en la cocina, y con algunos implementos que había traído, me dijo que me ponga cómoda, que ella se ocuparía de todo.
Se sentó en el suelo, en el medio de mis dos largas piernas abiertas de par en par, apoyadas como me encanta, cada pie arriba de una silla distinta, brindándole tremendo espectáculo para ella sola. Ver eso, era una imagen muy fuerte para mi. Pero me fascinaba.
El agua tibia, me humedeció por afuera casi tanto como empezaba a estarlo por dentro. La espuma después fue el primer indicio que sus dedos me estaban tocando. Sentí sensaciones que no quería que terminen jamás.
Cuando la maquinita apoyo su filo sobre la piel, juraría que tuve un orgasmo... chiquito, pero que se evidenció en un pequeño estremecimiento. Ella pareció notar "algo".
"¿Te hice mal? avisame y paro..." arriesgó a decir, sabiendo que no dejaría que abandone su trabajo sin terminar.
"Nop, seguí nomás... es falta de costumbre"
La cuchilla marcaba un surco primero, otro después... de un lado y de otro...
Al llegar bien cerca de los labios, ella me pidió permiso para separarlos, para que el filo no me lastime.
"Haga nomás" llegue a decir. El contacto de las yemas de los dedos pulgar e índice, agarrando ese pedacito de carne tibia, moviéndolo a derecha e izquierda, mientras seguía pasando la hoja, me llevó al cielo. Ahí sentí que una canilla interna reventaba.
 Y brotó un jugo viscoso.
"Ups" dijo ella. "sos muy sensible al tacto... como las touch screen"
"¿Que?"
"Si, no viste esas pantallas, donde por ejemplo... hacés así. -mientras repetía el movimiento- y vas de un lado para otro?
“Ahhhhhh.... si, entiendo... seguí...”
“Bueno, pero yo soy a la antigua... me gusta apretar botones... así…”
Y empezó a jugar conmigo, como si moviera la ruedita de un mousse...,
El grito se escucho varios metros a la redonda. Hasta ella se incomodó, pensando que fue talvez demasiado intenso. “Voy a tener que controlar mis poderes" dijo riendo.
Mi cuerpo no dejaba de sacudirse.
Fue un gemido agudo, con risa desatada después.
Le pedí que hiciese un esfuerzo: que se levante y me acompañe hasta el espejo. Ahí nos miramos y nos gustamos...  Yo solo quise decirle algo antes de un abrazo final.
Y se lo dije: "Sabés algo... dame un beso...aunque, se nota, yo soy mucho más linda que vos, ja ja ja"

miércoles, 15 de diciembre de 2010

Después de la tormenta.

(Segunda parte de “Mi tormenta perfecta”)
Desde que la vi, todo fue diferente. Hoy debería decir que no me la podré sacar de la cabeza nunca más. Esa mañana en la calle, apenas se estaba bajando del taxi, sentí una luz, algo como que me encandiló sorpresivamente. No era una buena mañana mía, y no lo digo por el clima, dado que había un sol maravilloso. Era yo. Ese día estaba todo negro. Es muy difícil en este mundo tan machista, tan “hombres seguros de sí mismo”, de tanta hipocresía en que somos invencibles, podamos expresar libremente como nos sentimos, cuanto sufrimos.
Es un riesgo entre hombres mostrarse así, vulnerables, porque en seguida nos aplican el mote de flojos, maricas y cosas así. Pero a mí eso ya no me importa. Desde que perdí –en realidad la vida me arrancó- a Sole, muchas cosas cambiaron de dimensión.  Y disfruto mucho más inclusive viendo como los demás se matan por nimiedades. Así y todo, te decía, ese día estaba down . Nadie es perfecto, más allá de la teoría de sentir que la tenés clara.
Pero justo levanté la mirada cuando ella abrió la puerta del taxi. Inevitable, porque tenemos como un poderoso imán, dirigir la vista a esos rincones ocultos, o en el caso de ella, no tanto… ¿Qué habrán sido? ¿Un segundo? No, menos… una fracción de segundo… pero enseguida llegué a deducir que no tenía bombacha. Y a partir de ahí, una catarata de deducciones te vienen a la cabeza: que se la olvidó en la casa del novio, que se la regaló al tachero después de un interesante paseo, que no suele usar, pero no se dio cuenta de que se puso una mini muy corta… y cosas así. No llegué a pensar que podría estar  cachonda, que tenía esas ganas hermosas que a todos nos agarran a veces de ser exhibicionistas en gotas, y aún así no solemos animarnos ¡por si nos ven! Jajaja… ironías de audaces de cartón… También está el tema de que estamos gordos, o que nos creemos feos… El asunto es que le vi hasta el alma… ¡y me alucinó! Una mina con cojones así, -por decisión o por negligencia, eso no nos importa en lo más mínimo- merece ser reconocida. Me acuerdo que levanté la vista y vi que me miraba… o mejor dicho, se dio cuenta que le vi todo.
Por algún ADN que desconozco, sé que pongo una carita muy especial cuando me descubren. No quedo como pajero con la baba cayendo y la lengua afuera. Gracias a Dios, me sale solo… ¡Si habré zafado de tantas con ese rostro de nada…!
Y algo en ese cruzamiento de ojos -¡lindos ojos!- algo, te decía, pasó.
La seguí con la mirada hasta que entró a un edificio de oficinas. Pero no me sentía mirándole el culo como solemos hacer. No te voy a negar que la recontra desnudé, para imaginar las formas de la cola, de las piernas, la espalda… pero era más que eso.
Me hice una escapada rápida a la casa del gordo Matías y le pedí la cámara de fotos… estaba decidido a esperarla y fotografiarla cuando saliese…Bueno… te la hago corta: recién pasadas las siete salió. Como se me iba la luz –y gracias a eso, menos mal- la encaré de un saque en vez de seguirla como un boludo hasta engancharla en alguna vidriera y decirle algo. La paré apenas me vio y le dije que estaba bueno para caminar, que la acompañaba. Me sorprendió lo rápido que me dijo que si… yo pensé que iba a sonreír bajando la cabeza y que debería insistir un poco más.
Pero no. Piola aceptó al toque. Muy pero muy buen síntoma.
El tema que a mitad de camino, en la plaza, se larga la tormenta del siglo, con agua como para un año, pero sin viento casi. Y ahí, después de decir dos o tres cosas le digo de las fotos. Se asustó mal cuando le pedí que se abra el buzo. Encima estábamos solos en la plaza. Yo me dije ¡zas! capaz se piensa que la quiero violar y eso, y se va todo al carajo, pero no… Obvio que se negó, lógico, pero tenía cara de que ratones también se hacía. Saqué unas fotos tan sensuales como nunca había hecho. Tenía unas gomas perfectas, que con el agua que le corría, me moría de chupárselas todas.
Unas piernas suaves, que me imaginaba como terminarían en detalle –más allá de ese flash de concha fugaz que me regaló temprano a la mañana-.
Después tomamos algo y obviamente estuvimos a un tris de consumar algo que era ya inevitable en la fuerza del deseo. Pero preferí manejar los tiempos. Como te decía antes, soy otro desde lo de Sole. Quiero saborear los momentos por lo que los momentos valen, y no por el desenlace tan elemental en una situación así. No voy a negar que me hubiese encantado cojérmela ahí mismo, en la mesa del barcito, pero me pareció más erótico incluso, que los dos nos quedemos con un poquito de ganas. Volviendo a casa se me cruzó por la cabeza la paja que me haría para sacarme la leche -en todo sentido- de esa ridícula decisión de postergar el polvo… pero por otros momentos, creí que había actuado como un dandy… y reía pensando en que ella también se podría haber quedado caliente…
Pero eso ya fue como hace un siglo, debería decir. Ahora vuelvo de su casa, después de que pasó lo que tenía que pasar. Le había pedido que se consiga un vestido bien pegado al cuerpo, y si tenía, una de esas bombachas con cadenita en la cola… quería sacarle más fotos, pero también cojerla por todos lados! Eso estaba más que claro.
La pasé a buscar y fuimos a comer a un restorancito muy chiquito de la zona de San Telmo. Había hecho varias fotos para el menú en ese lugar, muy exclusivo… y como era de un viejo conocido, y además como sabía que algún día seguramente llevaría para transarme sí o sí llevar a alguna minita ahí alguna vez, le laburé por canje a futuro, porque sino en la puta vida podría –por convicción hasta religiosa te diría- pagar lo que ahí te cobran. Se llama “El deseo” y te juro que para muchos será siempre eso… un deseo…nada más.
Es miércoles… o mejor dicho, anoche era miércoles. Por lo tanto no había nadie más que nosotros. Ella estaba impresionante. Sus tetas, que ya había visto, a diferencia de otras chicas con que salí, y que me costó más tiempo desnudar, eran esferas divinas, con pezones redondos, que se le marcaban en ese lycra negro. El pelo le caía como cascada. Sus ojos, apenitas maquillados, te daban ganas de zambullirte como si mar fuera.
Me aclaró algo sobre la bombacha. Me dijo que la había llevado, pero en la carterita, y me explicaba que no era así para calentarme más –ya diciéndomelo me excitaba- sino porque la cadenita se le marcaba con el vestido tan ajustado. Y -decía- le quedaba feo.
¡Que querés que te diga! Ojalá existiese una manera elegante de interpretar esta siguiente frase: una hija de puta. Hacía rato que no me calentaba tanto una mina solo con escucharla. ¿Lo hacía de turra, de inocente, de histeriquita, de calentona? No podía deducirlo, pero me daba igual… ¡tan básicos somos!
Comimos muy bien. Charlamos de todo. Me contó de sus glorias y sus fracasos. Yo le conté de lo de las fotos, de cómo me chorearon el equipo y quedé en banda. De todas las expo que hice en Madrid y Barcelona. De cómo desde la muerte de Soledad caí en un abismo terrible. Y que lo del afano en casa me dejó bajo cero. Ella soñaba con otro laburo, porque sobretodo un tal Fernández o Rodríguez, no me acuerdo, la acosa todo el tiempo y su jefe no le da ni cinco de pelota.
Que no se siente linda, aunque sus buenas estrategias sabe que tiene. Que lo que más desea es irse a vivir a un pueblo del interior, a las sierras, y no sabe bien porqué. Pero que esa decisión la alejaría de encontrar al hombre de su vida, y ahí entonces, se caga toda. Entonces baja los brazos y resignada sigue en esa oficina de mierda. Y que lo de salir sin bombacha el otro día fue, para ella, una super aventura…
Era evidente que no podíamos decir que ninguno de los dos la tenía re clara a esta altura, pero al menos teníamos un buen diagnóstico de nosotros mismos.
El champagne soltó el resto. Al cabo de un rato, gracias a lo oscuro del lugar, ya estaba acariciando con una mano, y por encima de ese vestido, partes íntimas, mientras la abrazaba pasándole mi otro brazo por detrás del cuello. Estábamos sentados los dos mirando hacia una calle empedrada desierta, con apenas luces de alguna casa y los autos que pasaban esporádicamente. Creo que nos dimos los besos más húmedos y sabrosos que pudimos. Mi amigo estaba tan cansado, que en un momento me llamó y me dijo que se moría de sueño, que como tenía confianza total en mí, que no haga nada raro y que cierre yo,  y que al día siguiente le devuelva la llave. Me vino bárbaro, porque no tenía ni una moneda para llevarla a ella a otro lado.
Cuando después de esos besos  le dije que estaba totalmente excitado, y que podía comprobarlo tocándome abajo, se frenó diciéndome que ahí no se animaba, porque el chef o los mozos la incomodaban si la veían… entonces le conté que estábamos solos, mostrándole las llaves del restaurant. Como no me creyó, directamente me desnudé en el medio del pequeño salón. Ella estalló. No podía creer que ese fuera el lugar donde haríamos el amor… La invité a que se desnude, poniéndole lo mejor que encontré a mano, que fue un cd de Cristina Aguilera que re va para un streap tease. El tema se llama “Chico travieso” o algo así. Pero antes le pedí que me otorgue el placer celestial de bajarle ese cierre infinito que recorría su espalda desde el cuello hasta un culo monumental.



Me lo hizo difícil, porque para calentarme más, si eso fuera posible,  se movía como un felino en celo. Repito lo que te dije antes: al verla completamente desnuda, solo con esos tacos altos,  comprobé que  tiene un cuerpo alucinante. Una perfección increíble a la vista y a todos los sentidos. Olía suave, a una piel frágil pero sólida. Al tacto de mi mano era terciopelo. Recorrer esas curvas, huecos y llegar a humedades sabor a miel, me llevaba al cielo.
No pude dejarla bailar porque no resistía de comérmela toda ya. Ella insistía en que espere, que no sea ansioso, pero era muy difícil repetir la compostura que había tenido cuando la fotografié con el buzo abierto, en la plaza. El sacrificio ya había sido hecho.
Me abalancé para apretar y poseer todo lo que pudiese. Su cintura estaba construida por alguien que sabía que lo que pretendía de ella: enloquecer a cualquier mortal. La abracé por ahí, levantándola para que con sus piernas se aferre a mí. Nos dimos un beso ordinario, mezclando salivas con ardor. Creo que más que besarla la devoré, y ella mordía mis labios con violencia. Tenía ganas de tirarla arriba de una mesa y abrirla de piernas de un movimiento impulsivo.  Cuando adivinó mi intensión me pidió que quería la penetre en la cocina, en medio de cacharros e ingredientes.

La llevé a upa hasta allí, y sin soltarla vacié una mesada de madera, despejando todo lo que había encima de un movimiento, tirando todo al piso. Cayeron cacerolas, palos de amasar, y coladores metálicos. El ruido fue impresionante. Tanto que nos asustamos nosotros mismos y nos agarró un ataque de risa. La apoyé sobre una tabla de amasar pastas, donde algo de restos de harina se le pegaron en la piel, y comencé a relamer una concha jugosa de labios sumamente suaves. Gritó sobresaltada al sentir el jugueteo de mi lengua. Recorrí todos los pliegues, pero sobre todo me entretuve paseando desde el hermoso orificio de su vagina hasta un clítoris que me maravillaba… le gustaba el roce de mi escasa barba cada vez que subía y bajaba. Me ordenaba lo que debía hacerle, pero yo no le hacía caso. Llegó un punto donde me  pidió que terminase con “este martirio”, que no soportaba más esa constante oleada de pequeños orgasmos, y que quería, al fin, explotar como solía sucederle. Por momentos jugué a volverla loca, hasta que noté que realmente no daba más. Gritó como si la estuviese matando, y a decir verdad creo que virtualmente murió en mi lengua. Confesó -y le creí- que había tenido cerca de cuatro o cinco espasmos tremendos antes del final soñado. Quedó desfalleciente, pidiendo un par de minutos para reponerse y devolverme la gentileza. Me quería atender como una moza. Se levantó, se puso un delantal blanco sobre su silueta encantadora. Las tetas le asomaban de modo divertido y yo se las manoseaba mientras trataba de evitarlo con mucha gracia. Yo pensé que iba a ser un pete convencional, ya que no hay demasiadas variantes sobre eso, pero de pronto cortó todo con un “Tengo otra idea mejor” que me dejó sorprendido. “Yo soy una clienta y decidí que lo que quiero es comer pija”. Me pareció divertido. Pidió que me acostara en la misma mesada donde había yo deglutido su entrepierna minutos atrás. Me tapó con un mantel desde las piernas hasta el cuello, y con una cuchilla hizo un tajo para que asome mi miembro erecto. El filo frío del cuchillo me rozó produciéndome un escalofrío inesperado. Ella lo notó y asustada me miró como para decir que eso no era nada premeditado. Asentí para que se quedara tranquila, que suponía que no tenía en mente cortármela, sobre todo cuando aún no la había probado siquiera. Respondió metiéndose toda mi verga en la boca. Fue una hermosa sensación, creo que inconcientemente deseada desde que la vi bajar del taxi. Jugó a chuparmela como si fuera un fideo grues, hasta que se detuvo y, actuando, protestó que le faltaba condimentar. No sé muy bien lo que agarró, pero me lo distribuyó por todo lo largo de mi pene. De pronto rasgó con los dientes un poco más la tela y se ocupó de que mis testículos también asomaran, para masajearlos y embadurnarlos con algo comestible, porque también eso se comió. Siguió incorporándole condimentos, creo que salsas, queso rallado y cosas así antes de darse unos bocados que me llevaban al éxtasis…  Subía y bajaba con una habilidad increíble, y por momentos se ayudaba con una mano suave y calentita. Le tuve que sugerir que se detenga si quería ser penetrada, porque su “comida” a ella la llenaba, pero yo corría serio riesgo de vaciarme ahí mismo. Juro que por momentos deseaba que se coma todo, que me haga gritar como lo había hecho ella, pero hubiese sido imperdonable no entrar en esa concha que prometía un paraíso desconocido inolvidable.
Obviamente se detuvo ante mi advertencia, diciéndome que ella sería la que no se perdonaría el no tener ese “pedazo de carne” dentro suyo.
Me pidió que la ensarte por atrás, mientras se inclinaba sobre un mueble cargado de frascos de vidrio. En esa posición acariciar y apretar sus pechos era más fácil y mucho más erótico. Las tetas caían y yo solo debía hacer un acto de contenerlas en mis manos, deslizándolas hasta pellizcar un par de pezones deliciosos. En medio de uno de esos movimientos, como al descuido, me metí dentro de una vagina gelatinosa gracias a esos jugos extremos. Me deslizaba con mucha facilidad, a pesar del grosor de mi miembro y de lo estrecho de su canal. Movimientos de ida y vuelta indescriptibles nos hicieron estremecer a los dos. Estaba cojiendo a una mujer maravillosa, hermosa y absolutamente única. Trataba de concentrarme en otra cosa, porque el solo hecho de ver su espalda, apretar sus pechos y ver su perfil divino, gimiendo de gozo, me haría acabar demasiado pronto. Pero era imposible pensar en nada. Tenerla ahí, ver ese culo a la altura de mi pija deseosa de perforarla hasta el fondo, me llevaba a espasmos previos a una erupción de esperma caliente que seguramente la inundaría por dentro. Recuerdo que de manera infantil me disculpé diciéndole que deseaba que ese instante fuese eterno, pero que verla echar la cabeza hacia atrás y estrujar con sus manos el mantelito del mueble, era demasiado, sumado a los temblores que me producía su vagina caliente. “Cuando estés por acabar, agárrame el pelo y tirame fuerte” me pidió. Lo hice. Exploté como nunca, creo. Un racimo de cabellos dorados fueron como crines para dominar algo indomable. Sentí como la bañé al tiempo que ella gritó solidarizándose con mi orgasmo. No me quería separar, pero debí hacerlo, por lógica. Me hubiese quedado a vivir dentro de ella. Cuando nos desacoplamos me regaló una última caricia en mi miembro aún algo rígido, como para sacar hasta la última gota, y volvió a estremecerme.

La cocina quedó hecha un desastre. Nos pasamos un rato, mientras nos vestíamos, pensando que excusa le debería dar a mi amigo por todo lo desparramado. Finalmente decidí que correspondía volver bien temprano y limpiar antes que se entere. Era un muy buen lugar de encuentros eróticos como para perder ese crédito conseguido oportunamente.
Me quiso ayudar a limpiar, pero yo no tenía fuerza ni para levantar un trapo.

Cuando salimos eran cerca de las cinco de la mañana. Antes saboreamos un vino de uvas Tannat, uruguayo, muy suave, para relajarnos más, pero de modo diferente. No suelo hacer comentarios con mi pareja sobre cómo había estado el encuentro en sí. Pero en este caso era imperativo. Ambos coincidimos en comentar que nos había gustado más, que nos había sorprendido. Fue una nueva ocasión de saborearnos mirándonos a los ojos.

Acabo de dejarla en su departamento. Me traje de recuerdo esa bombachita con cadenita que no usó. Me la dio diciéndome que ya que me gustaba tanto, que la próxima vez le avise, así a ese encuentro va sin nada abajo. Lo más interesante es que me dijo que la lleve,  prometiéndome que se la pone para mostrarme como le queda, cuando y donde se me ocurra.


No me conoce. Puedo tener ideas muy extrañas.

jueves, 9 de diciembre de 2010

Desayuno sorpresa


-¡Buen día! A ver si te despertás, que se enfría…
-Uy, si… ¿Qué es eso? ¿Preparaste el café?
-¿Café? Un desayuno como en el Marriot, nena: Café con leche, jugo de naranja, yogur, cereal, tostadas, pan… de ayer… dulce de leche, de frutilla, manteca… mmm, manteca… ¿Qué más? Ah sí… ¡y yo!
-Ah, mirá… vos también venís con el desayuno… El café está caliente, se nota por el humito… ¿y vos?
-No se nota?… mirá mi chimenea…jajaja
-No seas ordinario… venías bien, dulce, romántico… ¡uy! ¡qué olorcito tiene esto!
-¡Vos empezaste! Pero hay una condición…
-¿?
-…que lo tomemos en el balcón, mirando el mar… desnuda.
-¿Por qué siempre venís con cosas raras?
-¿Será porque te amo, tal vez?
-No sé… estoy dormida todavía… hace frío…
-¿Frío? Salió el sol hace rato… mirá el mar… está hermoso. Además no dije nada más… desnuda sentada en unos almohadones…
-¿Y vos también?
-No, yo no… yo te quiero fotografiar. Es una idea que tengo… ¡dale!
-Está bien… nunca sé porque te termino haciendote caso… porque mirá que me hinchás, ¿eh?
-Gracias, serás premiada en el reino de los cielos…

-Me parece más que premiada, que seré preñada, y no en el cielo…. ¡sino acá! ¡por vos! Yo ya me imagino  como termina esta serie fotográfica: cojiendo.
- No sé, no era lo que estaba pensando…
-Sí, claro, seguro… y yo soy, no sé, una madre superiora…
-Bueno, ponele que si… ¿no te gusta, acaso? ¿tan mal lo hago?
-Vení, dame un beso… No, no lo hacés mal… te jodo. Ahora dejame desayunar que no me quiero perder esto, una vez que hacés algo por mi…. Aclaro: sigo jodiendo.

-Ok, pero poné una pierna acá, más abierta.
-¿así?
-Si… dale, tomá… ni te fijes en mi… Ahora úntate un poco de frutilla en la teta… como al descuido.
-Ay Dios! Decí que te quiero…
-¡Eso! Muy bueno… cuando tomes el yogur, que te chorreé por el cuello.
-¡Pero es una chanchada!
-No, no… queda bárbaro… tenés que ver después…. Más, un poco más… Pero mientras, tomá… yo no te molesto. Lo que sí, levantá el brazo derecho, así el pecho se ve mejor… Bien, bien, estás divina. Ahora tirá un poco de cereal, que se te peguen en el pezón, y todo por ahí… ¡Si, re divina!
-¡Pero incómoda! ¿Me dejas tomar primero y después jugamos?
-No, no, es mejor así… ahora el dulce de leche, ponete ahí…
-¿¡En la concha?! Es un asco!... me pegotea todo!
-Dale, después te bañás…
-………..
-Y no te enojes… Así, buenísimo…. Mmm , te los chuparía…
-Si al menos eso… ¿Puedo tomar el jugo? ¿O querés que me meta el vaso el culo también?
-No seas mala, tomá, pero mirame como cuando me mirás para que te la meta,..
-¿Y cómo te miro? Yo no te miro distinto… ¿Cómo?
-Asi, como cerrando los ojitos, y abriendo un poco, solo un poco la boca…
-¿Ah sí? ¿Hago eso? No sabía… ¿Así?
-Sí, mamita, si… No te dije que te toques todavía, pero, dale, está bueno…
-……..
-Bueno, ahora, la tostada, con manteca, la refregás por…
-¿Acá?.... mmm… ¿está bien así? ¿O más?
-Si, pero me parece que se te está yendo la mano… no queda natural…
-¿No? ¿Qué raro? A mí me parece muy natural… vení, limpiame la concha con tu lengua…
-No, pará, que de tu cola todavía no tengo buenas fotos…
-Dale, dejá la cámara de mierda… vení que estoy muy mojada…
-Aguantá, dale, que tenés una luz hermosa, te pega el sol… es un cachito…
-No, no aguanto. Mirá como está esto, por favoooor! Chupame el dedo… dulce de leche con mi jugo… probá!
-Es que ya termino…
-No, ahhhhhh, ahhhhhh, ya termino yo, ahhhhhh, ahhhhhhhhhhhhhhhhhh.
-Pero…
-Pero nada… sos un boludo total… andate. Llevate tu máquina, y toda tus estupideces… Andate, quiero estar sola!
-¡Que carácter de porquería che! Y eso que te preparé el desayuno! Nunca voy a entender a las mujeres….


viernes, 3 de diciembre de 2010

Mi tormenta perfecta


No me imaginaba que pudiese suceder. Al menos hoy. Y menos así.
Había sido una mañana de mierda. Y eso que fui a la oficina con buena onda. Pero no. Fernández se encargó de joderme todo el tiempo. No voy a negar a esta altura de la vida que cuando me estoy por indisponer me pongo mucho más sensible. Eso no es novedad. Pero desde que cierta vez con Pablo, de pesado que se él se puso, quiso si o si coger cuando yo estaba con el período, y más allá, lo reconozco, que a mí me daba como un poco de asco manchar algo o que a él le parezca sucio -si, ya sé, tal vez son cosas mías- desde esa vez, te decía, me di cuenta que, no sé si por hormonas o porque, en esos días el sexo es muy pero muy bueno. Y a pesar de tener la vagina hinchada, y puede doler, si él es delicado logro unos orgasmos terribles. Quedo muerta como nunca.
Después de Pablo no pasaron muchos más por mi cama (ni por la de otro, ja!) pero ninguno se animó a hacerme el amor en esas circunstancias a pesar de mis humildes solicitudes: les daba asco a ellos… ¡uno me confesó que se imaginaría sacar la pija toda ensangrentada como si yo se la hubiera cortado con un cuchillo! ¡Pobres,debe ser horrible pensar eso!
El tema es que a raíz de esas experiencias, en “esos días” como decía mi abuela, mi cabecita estaba más cachonda que de costumbre, y por eso también hoy me vestí así.
Tampoco de trola, eso que se entienda. Mini de jean azul y un buzo con capucha, también azulcito. Si, debo reconocer que la mini es corta. Sí. Tal vez un poco exagerada como para ir al laburo. Y para colmo, con el calor que hacía esta mañana, un buzo era como mucho también. Claro que para mis ratones  -me causa gracia hablar como hombre-  no me puse nada abajo. Ni remerita, ni tanga ni corpiño. Nada.
Pero nadie lo sabía. Quizás se me podían notar los pezones marcando el buzo, como mucho. Eso hoy día es bastante normal.
O la cara de cosquillitas que me hacía el roce de la tela con ellos.
Eso sí.
Pero la idea era estar como mimosa con mi cuerpo. Nada más. Lo juro, aunque alguna no me crea.
Pero el pelotudo de Fernández se la pasó relojeándome mal. Una se da cuenta cuando el chabón mira copado y cuando mira pajero. Se pasan de boludos.¿¡Como pueden ser tan básicos!? Y mirá que me encanta que me miren con ganas. Me hace sentir linda, sexual, viva. Pero hay un punto en que se van al carajo. ¿Tan difícil es la sutileza? No te digo "tratame como una reina, como una lady si estoy vestida así", pero, ¡la puta, mové un poco la cabeza y seducime…!  aunque sea con palabras cercanas a lo ordinario… hasta eso lo entiendo y me lo banco… pero cuando se le empieza a caer la baba… es too much…
Y dicho y hecho. Una y otra vez amagó con bajarme el cierre del buzo burdamente. Una y otra vez se tiraba al suelo delante de todos (y todas) para mirarme el culo. Y decía chistes más obvios que no sé quién… ¡si hasta Jorge Corona era un literato al lado de él!
Y me hartó. Lo paré en seco mal. Me hizo sentir incómoda. Lo sexy que me sentía, lo tiró a la mierda. Y estaba linda, lo sé. Y de buen humor.
Mirá: en la parada del taxi, cuando llegué al trabajo -vestida así tampoco voy en bondi, obvio- (además me encanta ver como el taxista se vuelve loco mirándome las piernas con el espejito haciéndose el boludo, dándome charla con cualquier cosa, con tal de ver algo más) te decía que me bajé, y lógico que, típico de nosotras, es inconsciente, hice el movimiento, la acción de estirarla, de “plancharla” con las manos. Y ahí estaba él. Castaño claro, ojos verdes, musculosa suelta. Lindo. Barbita de un par de días. Como para foto de perfume 212 o algo así. Me miró.Y, te juro, sabía mirar.
Sí.
Sabía.
No puedo explicar pero seguramente me entendés. Me recontra desnudó con la mirada. La boca apenas entreabierta, en gesto de “te como, pero de a poquito”. Un bombón.
Juraría, porque estaba sentado a una de las mesas de la calle de un mini barcito, que me vio hasta el alma. Con pollera tan corta, apenas abrí la puerta y giré, sentí esa brisita característica en la vagina. Decí que la mini es bastante estrecha y no permite abrirme de par en par como esas faldas hindúes, que si no, lo tengo comiéndome ahí mismo.
Pero el pibe me cogió lindo solo con ese gesto. De mi entrepierna fue directo a mis ojos y noté la profundidad de ellos. Apenitas una mueca tipo “ups” mezcla de “discúlpame, no era mi intención espiarte” y de “’¡qué buena que estás! ¡Te garcho acá mismo!”
En cambio el nabo de Fernández, que no es para nada feo tipo, se mandaba con la pajereada… No sé… ¿en serio pensará que con esa actitud va a conseguir algo? Capaz que hay minas que eso les sacude… a mí no.
Te contaba que era un día de merd… hasta que, de vuelta a casa, en la parada del taxi, estaba él. Si. Créeme. Después me contaría – ¡uy, ya te deschavé que estuve charlando, soy una boluda!- bueno… me contó que me siguió y se bancó hasta que yo saliera… un dulce… desde las nueve de la matina hasta las seis, que justo hoy salí como una hora más tarde, también por culpa del boludo de Fernández.
Y me encaró con clase. O yo estaba, digamos, entregadita… si… debe ser eso.
Me dijo: “Está lindo para caminar, te acompaño”
Eso.
No sé si fue muuuuy creativo, pero me gustó.
“Dale” le dije. Solo después de un par de cuadras atinó a empezar a hablar y a rodearme con su brazo como si fuésemos novios. Me recorrió una cosquilla re linda, y nerviosa. Me contó que estudiaba medicina pero lo que más amaba era hacer surf en el mar. Que tenía novia, pero que ella no lo entendía… y ahí, lo sabemos, no fue nada original, pero no me importó… Tantos otros se me acercaron alguna vez con esa onda de pollitos mojados, que uno más, y  encima que este estaba como para comérmelo, que no me jodió esa obviedad.
Cuando estamos cruzando la plaza se larga la tormenta de mi vida. Era bastante probable después de tanto calor. “¡Y vos me dijiste que estaba lindo para caminar!” le recriminé sonriendo.
En un par de metros -un poco más, a decir verdad- estábamos empapados. Y ahí se me para de frente, me frena y me dice que me abra el buzo.
-¡Estás en pedo! Llueve, no hace frío pero hay una brisa, y me voy a resfriar.
Insistió, te diría un tanto denso. Que quería verme bien mojada y sacarme una foto.
Entonces no tuve más remedio que decirle que abajo estaba en bolas.
-Ya sé. Me di cuenta hoy a la mañana. Por eso. Mejor todavía… me está volviendo loco pensar en cómo deben estar esas tetas empapadas… y que te las secaría como sea, con la lengua…
Y bueno… cachonda como venía por lo de las hormonas y eso, y que en la plaza no había ni el loro, porque todos corrieron a resguardarse, agarré y de un saque me abrí el buzo.
¿La verdad? Una sensación hermosa. Sensual sensual. Mis pezones eran dos piedritas de duros que estaban. No los toqué, pero los sentía. Y el agua corriéndome por las curvas, un paraíso.
¡Ja! En bolas en medio de la ciudad… imaginé alguna de las cámaras de vigilancia de la ciudad, saliendo por TN como reflejo del temporal y me reí a carcajadas.
Me sacó bocha de fotos. Pero no me tocó. Ni se acercó. Raro. Creo que yo esperaba que algo intentara, y no sé que hubiese hecho.
Después, antes de dejarme en casa, tomamos un café justo abajo. Le dije de subir, de secarse y eso… pero dijo que no. Obvio lo mío tal vez… Dijo que tal vez mañana o pasado… y que me prepare porque deseaba desnudarme como nunca nadie lo hizo. Me habló con una delicadeza que me empapó toda. ¡Tenía una humedad tremenda! Que deseaba que me pusiese un vestido pegado al cuerpo, preferentemente con cierre por la espalda, (no tengo, pero creo que mi amiga Mariana tiene uno negro) con una tanguita de hilito en la cola, o de cadenita… (¡Si! ¡tengo!) y que el llevaría champagne y dos copas. No dijo más.
Te juro que esta noche no voy a dormir. Seguramente juegue un ratito conmigo pensando en él. Y lamente que como una tremenda boluda no tengo ni su nombre ni mail ni teléfono. ¡Por Dios, que no se arrepienta!  Y juro también que muero por ver las fotos que me sacó. Y que me haga lo que quiera… para que te voy a mentir. Hacía mucho que no me sentía tan bien tratada, con tanta clase, y con mucho respeto de parte de alguien que, como me dijo antes de irse, lo que más deseaba ahora era “recontra cogerme”.
Espero pronto escribir una segunda parte de mi tormenta perfecta...

jueves, 2 de diciembre de 2010

Te tuve ahí.

Te tuve ahí.
Te tuve ahí, a centímetros de la palma de mi mano.
Te tuve ahí, al borde del abismo mismo. Al borde del placer.
Lucha injusta entre el éxtasis de mi ardor y la lógica de tu pecado.
Formas, curvas, texturas…  y sabores y aromas infinitos, que desacreditaron méritos de toda fantasía. Más poderosa que lo más poderoso. Más real que cualquier ilusión.
Vibré nervioso con miradas profundas, lenguas ansiosas y desesperación de amar.
Estúpido consuelo el de quedar con mucho por descubrir, con paisajes para investigar.
Como si un tesoro hubiese hallado.
Y fue así que te encontré, donde creí que ya nada mágico habría. Fresca, tierna y con hambre de paz.
Eternidades efímeras de rozar piel contra piel, sembrar temblores para acumular vanidades precisas y evidentes.
Y merecidas.
Saber que te tuve ahí y sin embargo te administré. Como un moribundo aún en su agonía más extrema recibe extraño don divino, iluminado por una fe desconocida, con firme propósito de extender dichas y fechas; de firme deseo de tener por quien vivir. De que eso sea más y más.
Temí devorarte desesperado y mirar el vacío después. Sin saborear como anhelo, como siento que debe ser.
Deseo verte.
O morir.
No hay planes alternativos. Saber que te tuve ahí, marcó una luz en el sendero. Señales sobre tu ser que no pasan inadvertidas.
Estás.
Muestra perfecta de tu perfección.
Lo vi en tu cara. Tu mirada me dijo mucho más.
Extraño juego de promesas mudas. Y sueños de imposibles milagros.
Tenerte sin tenerte. Que mueras sin morir. Llevarte al borde de la locura y que mi mano firme te sostenga para seguir dándote más y más.
No te fuiste. Estás muy cerca. Soy yo el que te retiene, te empuja y te vuelve a cobijar.
Deseo verte .Y elevarme. Ahora ya sé que estás. Que puedo amarte como nunca. Como nadie. Como jamás.
Mostraste ternura, audacia, y comprensión. ¿Acaso  existe más para dar…?
Te tuve ahí y te deje partir.
Incomprensible juego de libertad. Solté para que vuelvas. Para volver. Para más.
Un dolor hay en mí. Confundido con haberte hecho feliz.
Ignoro albedríos… soy ciego a predicciones de ternura. No sé que es el amor.
Creí llevar las riendas de un bravo corcel, guiarlo por oasis necesarios. Mano amiga, calor de piel, fantasías perdidas en viejas cajas de cartón.
Todo estaba ahí… y supiste que era vital.
Asumimos emociones controladas. Tonta madurez de los que no pueden volar.
Pero no puedo dominarlo más. El animal escapa brioso, ávido de galopar…
Sentir el viento de frente para compartir con el  sudar de la agitación.
¡Por todos los cielos! Te tuve ahí, al alcance de mis sentidos. De fundirnos, gritar y desvanecer.
Pido a quien sea creador de este sufrimiento, que sirva el regalo que di… pido al paraíso tenerte otra vez.
Al alcance de la palma misma de mi ser.