jueves, 19 de septiembre de 2013

Los shorcitos. Parte 1















Hacía frío.

Demasiado para esa época del año.

Sin embargo, hay cosas que, cuando se me cruzan por la cabeza, no me importa nada.

Encima llovía. No mucho, pero era insistente.

Todo empezó -o terminó- el día que había visto esos shorcitos en la vidriera del negocio que queda abajo, pegado a mi oficina, no veía el momento de usarlos. Los compré el mismo día que cobré el sueldo, apenas bajé, antes de ir a casa. Quería sorprenderlo a Martín. Mis piernas enfundadas en esos pantaloncitos y yo subida a los zapatos de plataforma que me regalé el mes pasado lo tendrían que excitar muchísimo.

Y me quedaban geniales.

Probé un par de poses y me fotografié frente al espejo del cambiador del negocio. Estuve a punto de mandárselas por teléfono. Pero me aguanté.

Pero el muy hijo de puta me cagó. El forro me cagó.

No voy a decir que me sorprendió, porque siempre fue muy así, al borde, jodiendo, haciéndose el canchero, boludeandose a las pendejas. Pero, hasta donde supe, el juego llegaba hasta ahí. Es más, bastante mina con onda era yo con él, jugando también con eso, diciéndole "mirá el orto que tiene esa hija de puta" o preguntándole si alguna que estaba por ahí tenía más lolas que yo.

Y el juego, obvio, me llevaba directo a ganar. Si por alguna casualidad la "otra" estaba mejor, le cortaba el rostro, y me ofendía (o me hacía la ofendida) y lo tenía arrodillado a mis pies.

Y era lindo Martín.

Lástima que me cagó así. Soy tolerante, comprensiva, muy llevadera pero forrearme, no. Y te juro que si la cosa se hablaba hasta estaba la chance de perdonarlo. Chance muy remota, es verdad, pero no soy necia tampoco. Pero fue demasiado.

Fue muy fuerte.

Yo llegaba a casa, con mis shorcitos en la bolsita. En el ascensor abrí la puerta entre medio de dos pisos trabándolo y me desnudé ahí mismo. Quería, en un rapto de locura total, aparecerme, en casa y de golpe, así. Me miraba en el espejo del ascensor y temblaba de calentura. Metí mi mano entera por debajo de la tanguita y sentí la humedad de una concha depilada. Guardé el resto de la ropa en la mochi y desparramando el pelo para tapar como al descuido las tetas, estaba lista.       Esa tarde hacía mucho calor y ya venía transpirada del trabajo, lo que el sudor le agregaba un brillo más interesante a mi cuerpo.

A paso firme, con tremendos zapatos pisando fuerte por el pasillo me lancé orando - y no- que no saliese nadie de ninguno de los departamentos vecinos. Ese riesgo más cachonda me ponía. Intentaba imaginar alguna excusa coherente por si me viesen, pero ninguna era creíble. Llegué a la puerta, toqué el timbre y esperé. Se demoró en abrir. Y cuando vi que consultó quien era por la mirilla, ya no me gustó un carajo. Me puse un tanto loca, empecé a putear para que abriese. De golpe, cuando lo hace, lo veo, envuelto en una toalla, con cara desencajada.

No soportaba ni un segundo para saber porque hija de puta me había cambiado. Y mi sorpresa fue total. No era ninguna conocida. Pero sabía perfectamente quien era. Ver a tu novio ahí, así, te nubla toda. Jamás iba a imaginar que podría estar con otro tipo. Y con un tipo conocido encima, como lo era mi profesor de gym. Ambos hiper varoniles, siempre atrás de cuanta mina se les presentara, divinos totales, estaban cogiendo en mi cama. No sé si me jodió más que fuese con un tipo que con otra mujer, pero creo que sí. Porque si era una yegua la destrozo criticándole todo, analizando, para mi ego, que ni tuviera ni un pelo mejor que yo. Pero con un tipo...que tiene pija....que tiene músculos, barbita....me daba odio, bronca y hasta cierto rechazo.

Muda -raro en mí- les pedí que se fueran. Quería insultarlo, basurearlo, pero no sabía bien que decir. Quería estar sola para pensar. Él tampoco podía explicar nada. Al rato, mientras imágenes de Martín chupándole la pija a mi profe me invadían la cabeza, tocándose, acariciándose me vinieron sensaciones extrañas. Tantas veces me encontré abierta de mente, diciendo que no me joden los gays o las lesbianas, que si son realmente felices y fuese su elección hay que dejarlos ser y hasta felicitarlos, ya que en este mundo bla bla bla... Pero de pronto me di cuenta que nunca había ahondado a este nivel. Yo me quedaba en la imagen del beso entre dos del mismo sexo, que podías ver por ahí o en la tele o dos chicas jugando, que era mucho más común hoy día, pero nada más.

Y me desacomodé.

Dije antes que me había cagado. Me refería a la mentira, al no contar como uno es.

Después....después que hiciese lo que quiera. Pero yo, sabiendo como soy, necesitaba algo más que la cabeza fría. Algo más que el duelo. No es ni venganza ni rencor. Es, si querés, calentura...tanto de capricho como de concha. 
Y me la tenía que sacar. Por eso lo del principio de todo, lo de la tarde de frío y algo de lluvia. Salí con mis shorcitos, tacos y campera con sed de revancha, de borrón y cuenta nueva.

Varias veces Claudio, el pibe que trabajaba con Martín en su distribuidora, se me había insinuado. Y la verdad que era impactante. Más de una vez le había dicho a Martín que de no estar con él, le hubiese dado calce a sus levantes. Tenía esa mezcla de todo lo que nos cae bien, pero por sobre todo, me hacía reír con sus absurdos. Había también, en sus ojos azules, un dejo de melancolía que me intrigaba. Nos conocíamos bastante, ya que cada vez que iba a buscarlo a Martín y no estaba, Claudio me daba charla. Y encima, haciéndose el galán varias veces me piropeó, agregando al instante que yo para él tenía bigotes, era gorda y fea, manteniendo ese "código" que suelen decir que hay entre amigos.

Una vez, por supuesto error, nos saludamos sin saber quien le ponía el cachete a quien y terminamos en un "casi pico". No fue ni un pico siquiera, pero nos miramos unas milésimas más de lo habitual apenas nos rozamos. Pero no nos dijimos nada. Lo llamé, le dije que estaba mal, que necesitaba un hombro, el de un amigo. Se ofreció de inmediato y coordinamos. Nos encontramos en la boca del subte. Él tenía que ir no se adonde y le dije que estaba todo bien, que me alcanzaba con caminar con alguien. Yo, un tanto mojada por la garúa, llegué y él ya estaba allí con un paraguas. Me miró y sonrió. Clavó inevitablemente su mirada en mis piernas.   Y cada vez que lo descubría mirándome era muy evidente que lo atraía mucho.

Tuvimos que apretarnos bastante en un vagón a punto de explotar de gente. "Viajar así es de inhumanos" le dije casi al oído. "Yo te protejo" susurró mientras se ponía detrás de mí, evitando que un tipo de saco y lentes me clavara el codo en el hombro con la intención de seguir leyendo el diario y agarrarse del pasamanos al mismo tiempo. Un maletín me perforaba la rodilla. Y una señora con una bolsa parecía querer extirparme el riñón, seguro para venderlo en el mercado negro.    

Le pedí a Claudio que me sostuviese porque sentía que me iban a tirar al suelo y aplastarme todos..."Bastante pisoteada me siento hoy, como para sumarle este trato" pensé. De pronto empecé a sentir su mano fuerte sobre mi panza y el hueso de la cadera. Alcancé a moverme para tantear si era la mano de mi protector. Al confirmarlo, llevé su mano un poco por debajo de mi ombligo. Se sentía linda, cálida....y curiosa. La acompañé para que se deslizara apenas por debajo del pantaloncito. Era un juego pícaro en un lugar tan público como prohibido.             Su agrado, de estar nada menos que ahí, se notó en una aspiración breve pero amplia. Me miró serio, pero al instante brotó una sonrisa cómplice. El traqueteo del tren era irregular, lo que sumado a las detenciones y mayor caudal de pasajeros estación por estación, hizo disimulable mis temblores vaginales. No nos hablábamos. Es más, al poco rato ya teníamos la misma cara de nada que portaba agotada el resto de la gente. Sus dedos se entretenían en mi concha, separando y abriendo mis labios. Arqueaba -supongo- sus dedos para no rozarme el clítoris. Amagaba meter la punta de su dedo índice en mi agujerito. Era una delicia. Deseaba mimos. Si, ya sé, mimos un tanto pasados de mambo, pero ahí, yéndome de mi conciencia, era fascinante.  

Quería más: Una mano en mis pechos, besos en el cuello o hasta un falo duro entre medio de los cachetes de mi cola, pero todo eso era imposible allí. Sabía que no iba a sentir un orgasmo porque no estaba permitiéndome eso en la cabeza. Una puede delirar, pero también manejamos cosas mejor que los varones. Estaba entre el juego de su mano ahí abajo y en el control de pasajeros que subían y bajaban. Así y todo, algunos espasmos cortos llegaron a hacerme morder los labios. El tipo de lentes, con su codo en mi hombro, me apretó más, de golpe, ante una frenada violenta. Ahí exhalé lo que fue un mini goce disimulado de dolor. Me pidió perdón y reí sin poder explicarle. Era para agradecerle más que para disculparlo. De tanto mete y saca el tema se estaba pasando de agradable a incontrolable e insostenible y entonces, muy a mi pesar, saqué su mano de ahí, tratando de que no se notara. Me di vuelta para decirle que bajásemos ahí mismo, fuese la estación que fuese. Me pidió que aguante dos estaciones más, que me quería llevar a un lugar.

Un poco más calmados, en la calle, llovía más que antes. Yo debería ser la única tan mojada por dentro como por fuera. Mis piernas, totalmente expuestas al agua, tenían piel de gallina. Sin embargo me sentía perfecta agarrada en la cintura por un brazo firme. Quería algo y quería todo. Él también. Pero de golpe, cuando mi cabecita me llevaba a pensar en un cuarto de hotel, o en el baño de un bar garchando furiosa, me paró en seco.

-Acá. Entremos...un chocolate caliente. Asi charlamos un poco.

Amor y odio. Odio y amor. Amo y odio a los que maldita y deliciosamente saben manejar así las temperaturas de una mina. Y ahí estaba yo... con mi chocolate hirviendo, y ardiendo yo de caliente.. ¿Que pasó después? Te lo cuento más tarde.







Los shorts. Parte 2







Después del chocolate, de charlar un rato y miradas y risas cómplices, me preguntó si me animaba a acompañarlo a un lado.

-¿Animarme? ¿adonde me querés llevar? Creo que bastantes muestras de animarme te di hoy.  
          -Mmmmmsí, pero esto es distinto. 

           -Y dale. Me entrego con total confianza.-le dije riendo.

Hizo una llamada un tanto críptica, mencionó mi nombre, esperó una aprobación y salimos. A un par de cuadras entramos a una vieja casona de San Telmo. Era el taller de dibujo y pintura donde él iba. Esa tarde había trabajo de modelo vivo y ya habían empezado.

Ingresar en un salón y ver a unos diez o doce estudiantes, hombres y mujeres, sentados en derredor de una chica desnuda, sosteniendo un jarrón blanco fue como de otra época. No sabía que eso se seguía haciendo. Es más, pensaba que era un lugar común de historias o chistes de pintores del siglo pasado.... Me senté en un costado y miraba como la observaban. Ella, una chica de unos veintitantos, estaba en otro mundo. No se la veía participar. Hasta juraría que podría tener audífonos escuchando música. Cara de "acá estoy, en bolas, sosteniendo un jarrón espantoso, para esta manga de pajeros que me miran pero no me hacen nada" Reí en vos alta al pensar lo que pensaba. Ahí ella me descubrió. Me sonrió.

-¿Vos no me dibujás? -preguntó. 
¿Yo? Jajaja, noooo...soy un queso dibujando
 -Ahhh....venís para posar....buenísimo...porque a mi se me parte la cabeza...¿Me reemplazás?
-¿¿Que?? Nooo, ni en pe...

Un "chist" general cortó mi alocución muy poco educada. Pero ella siguió:

-Dale. Perdón a todos, tengo que ir al baño. Me duele la cabeza. Y vos vení que te digo algo.

Los alumnos saben que esto es así. Agradecen que alguna va y se queda en pelotas. Por ende no se les ocurre reclamar nada cuando se va. Más allá de su paga -ínfima- es totalmente libre.

-Mirá...¿cual es tu nombre? Mirá...es así...te sacás todo, te pones una bata, agarrás el jarrón o lo que te pidan y listo. Nadie te dice o hace nada. No se dan cuenta que sos una mina. Para ellos sos arte. Te juro que me tengo que ir. Y la guita que te den, quedátela. Igual te digo, la paga no es buena.

Y se fue.

Así nomás.

Loca, totalmente ida como soy a veces, ahí estaba ahora, sosteniendo un ramo de flores mustias, recostada sobre un sillón, con las patas semi abiertas.
Un solo comentario me hicieron, y sonó raro...
-Que bueno al fin tener una con la entrepierna depilada...hace rato que no practico dibujar labios vaginales.

Le respondí con una sonrisa suponiendo que podría ser un halago hacia mi persona, aunque no estaba del todo segura.La adrenalina se convirtió en embole. Pasaban los minutos y yo los -y las- miraba y ninguno/a ni un cachito de perversión, de lascivia en su mirada, de sexo....nada! Yo era una mesa, un florero sosteniendo flores de plástico.Hasta que Claudio -que resultó ser el profesor y no un alumno- lo notó y se acercó. Creo que lo hizo con ganas de entretenerme y de jugar a ponerme nerviosa.Con un puntero fino empezó a marcarle a sus discípulos distintas partes de mi anatomía. Desde la cabeza hasta mis pies. luego fue llamando a algunos para que vean de cerca los puntos a corregir.

-Matías, vení, mirá...ves la axila...no es como vos la ves... Fijate, la sombra te da el volumen. -decía mientras me tocaba con la punta de un palito. -igual que la sombra del pecho. En este caso ella tiene mucho busto, por eso se forma esta sombra, pero... permiso -dirigiéndose a mi y levantando mi teta para que quede menos caída- si el pecho es más pequeño, cambia...¿ves?

El alumnito estaba más anonadado por la explicación tan elocuente de mi amigo, que de mí...Ni notó que tenía una hermosa teta a un par de centimetros....una teta de verdad, de carne y hueso...bueno, de hueso no...Luego llamó al fanático de los pliegues vaginales.
Temblé.
-¿Que parte se te complica Eduardo? -Es que, yo he visto varias mujeres, y son todas muy diferentes...no sé como dibujar una, digamos, y perdón, mujer de concha standard... -Jajaja...te entiendo...bueno...ella es, comentarios al margen, una vagina muy interesante para dibujar...mirá acá, en cuanto a la forma, a la morfología de sus labios, de la disposición del clítoris y hasta de la distancia de aquí a aquí, que semi oculta su ano. Otras tienen esta parte más grande, impidiendo ver esto de acá...¿entendés? 

Ante semejante análisis quedé pasmada. Inmovil, cual una estatua, me maravillaba por tener ahí todo eso que estaban diciendo. 

-Y este punto, en esta mujer, es especialmente importante -decía marcando la base de mi clítoris- porque aquí está la esencia del alma sexual de cada mujer. -Ok maestro, ¿pero puedo separar más el labio inferior? Se encima justo ahí y no se ve del todo bien...-Ok, te entendí...yo te lo acomodo. eso lo hago yo... respeto por la modelo te voy a pedir.-Si maestro, perdón...voy a mi tablero.

Mediante un permiso que no esperó consentimiento, Claudio agarró uno de mis labios y lo separó hacia afuera. El escalofrío me recorrió la médula llegando a hacerme respirar profundo. 

-Se cae. Si, se cae... Su forma es así. Salvo que....

Claudio se acercó a mi oído y me susurró:

-Mirá... Una manera de que ese labio quede levantadito es si lo pego...-¿Que?-Pará... -siguió hablándome con su lengua rozándome el lóbulo de la oreja- Si logramos que te salga un poquito de tu juguito, lo unto con el dedo y queda perfecto...¿ok?-Ahhhh -dije minimizando lo que pretendía- ...pero yo no estoy mojada.-Por eso es que te estoy hablando al oído, metiéndote la lengüita así y así, mmmmm ...y diciéndote que cuando se vayan todos....¿estará un poquito mojada ahora?

No faltó que me diga más. Tuvo "pegamento" como para diez conchas.Una vez que terminó el horario de esta clase, uno a uno se fueron acercándose para despedirse y saludarme. Una de las chicas me dio un piquito y otra me pidió permiso para tocarme una lola. 

Ambiente raro el de los artistas.

Claudio fue a cerrar con llave y cuando volvió me estampó un beso de película. Yo, a medias vestida con una bata y él con un delantal manchado de todos colores. 

-Quiero pintarte!-Dejate de joder! Vení y seguí besándome...-No, no..dejame pintarte, pero pintarte el cuerpo.- me dijo mientras me arrastraba a la fuerza.

Recostada sobre un sillón de cuero, viejo y roto, comenzó, con distintos pinceles a hacerme figuras sobre las tetas. Ellas eran el centro de una especie de mandala. Guardas aztecas iban del medio de mi pecho hasta el ombligoLa caricia de la pintura fría endureció mis pezones. Un punto rojo sobre cada uno resaltaba aún más su punta. Luego bajó haciendo serpenteos azules y ocres sobre los brazos. Parecían venas. Pintó soles en cada una de mis rodillas y se ubicó sentado frente a mi vagina.

Tomando un pincel ancho, sin pintura, se lo humedeció en su boca y me hizo la caricia más sublime que jamás haya sentido sobre mi concha. Yo miraba su dedicación, su suavidad...recorría los pliegues, peinando con esas cerdas todo rincón de mi humanidad más poderosa. Nuevamente mojaba el pincel y bien empapado en su saliva comenzó a dibujarme el clítoris. Amo mi clítoris. 

Sentí y veía como se hinchaba... Escalofríos desconocidos me invadieron. Ahora ya directo de su boca brotó la saliva que volcó sobre toda mi entrepierna.           Los puntos rojos de mis tetas pedían pinzas más que dedos. Fue una mano mía a una de ellas y su otra mano a la otra. El rojo que invadió mis yemas de tanto apriete parecía sangre. Y era una imagen exultante de dolor pasional irrefrenable. Quería más. El pincel cada vez estaba más mojado, ahora gracias a mis propios fluídos. Jugó con el manguito de una espátula a insinuar que me la metía en la cola, aguardando mi aprobación. Cuando lo hizo sentí como mi esfinter latía contrayéndose sobre esa madera. El sístoles y diástoles de un orgasmo a punto de llegar me llevaban al cielo. Miré al techo y vi eso, cielo...azul, puro, que se iba convirtiendo en violáceo y luego fucsia...y una especie de mandala como la que dibujó en mi pecho, abriéndose hacia un túnel donde iba cayendo...o volando... al ritmo de espasmos sublimes. Él me estaba comiendo toda. Su lengua entraba y salía, cada vez más mojada. Luego desparramaba mi miel por todos los bordes. La espátula ahora la expulsé de tanto latir. Ahí él apoyó una yema de sus dedos y fue hermoso el contacto de mi piel con su piel. Le agarré la cabeza desde la nuca para que se sumerja hasta la explosión final. 

Fue violenta, gritada, ahogada en gemido y placer. 

Temblaba y volvía a agitarme. Un orgasmo que fueron seis intensos y varios remezones.... Agarré su miembro y le pedí que me lo metiera. Yo ya estaba satisfecha, pero quería que acabe con lo mismo que yo: con mi carne. Después de salivarlo y ponerlo un poco más duro con tareas manuales, me abrí tanto que fue solo deslizarse dentro de mi. Miraba su cara y sentía el mismo placer que él, lo mismo que segundos antes me había regalado. De lento se convirtió en veloz, en salvaje. Yo, que empezaba a relajarme, con cada embestida percibía la forma de su glande rozando mi interior. Su cabeza tenía un borde que se refregaba por las paredes interiores de una concha aún en carne viva. Me dio mucho goce... Goce de labios mordidos hasta sangrar. 

En su cara "veía"como el semen iba recorriendo tramo a tramo sus conductos hasta donde debía regar. Era una cuenta regresiva. Cinco, cuatro, tres... Me hubiese encantado tener el dominio de cerrar ahí mismo una compuerta intermedia, hacerlo rogar y abrirla apenas después. Pero ya era el turno de Dos, uno, cero!! Y eyaculó. Tanto esperma brotó que hasta salió de mi agujero. Habrá sido más de lo habitual. Se sacudió varias veces hasta que empecé a sentir que su pija se ablandaba. 

Una vez afuera, me encargué hábilmente de sacarle hasta la última gota. Rendido, desahuciado, sin alma, quedó desparramado mi artista. Me vestí con mis shorcitos, y él seguía ahí. Era una víctima producto de ser abusada... La que tenía bigotes, la gorda y fea, se lo cogió como nunca. Me saqué las ganas de usar esos pantalones como tanto quería. Pero también ¡como me cogió él a mi, por Dios!! 

Ah! La semana que viene empiezo mi taller de pintura. 

(Y cuando no quiera pintar, poso...para mi, la paga si es muy buena)




Jorge Laplume