miércoles, 13 de noviembre de 2013

Sentir la libertad.


Eso le dije.
Cuando el tipo de la agencia de viajes empezó a preguntarme cosas para poder asesorarme sobre lo que buscaba, le dije eso: Sentir la libertad.

Vivo acorralada. Si ya sé...estoy harta de los comentarios que hacen alusión a que uno vive como vive porque en definitiva lo quiere, lo acepta... pero....

Si! también se toda esa cantinela del “pero”... Pero es que no es fácil...Y basta porque agarro y termino todo acá...ya sé también lo de “nada hay fácil en la vida” y bla bla bla.

El tema es que, como decía Serrat, harto de estar harto, me cansé...Mejor dicho, en mi caso, harta. Y rubia, más o menos flaca, de unos treinti tantos y no me preguntes más.

¿De que puede estar harta una belleza como vos?” Se animó Víctor a preguntarme a la salida del trabajo.
De salames como vos” estuve a punto de contestarle, pero me contuve. Después de todo mañana y pasado y pasado y pasado tendré que seguir soportando tus acosos entre infantiles y babosos. Entonces mi respuesta fue mucho más del tipo “cambiemos de tema” que de confesión.

-De cosas...cosas...que se yo!
-Y ¿que tipo de cosas? Si se puede preguntar...
-No, no se puede preguntar...cosas nomás.
-Mmmm, que pena, porque resulta que tengo una especial cualidad para...
-Basta Victor...si querés saber, una de esas “cosas” sos vos. Chau!

Y desde ese día no volví al trabajo.
O sea que ahí surgieron montañas de levantadas en peso de mi vieja, de algunas amigas, de parientes...
Listo... directo a la agencia para hacer efectivo y concreto el cambio. Buscar un karma nuevo, uno cero kilómetro.

Y llegamos al punto del tipo preguntándome y yo contestando aquello de la libertad.

No es fácil y te explico porque: después de los treinti es como que una empieza a ser consciente de determinadas limitaciones. Propias y del afuera. Ya no soy una pendeja y el Kolleston empieza a visitarme cada vez más seguido. Por otro lado, como si no alcanzara que una empieza a asumirlo, el entorno es sádico e hiriente. Comentarios como “estás muy bien para tu edad” duelen. Y si encima estás sola como la última albóndiga del plato, que nadie se anima a agarrar por miedo a que esté helada, más duele todavía.

Seguramente si estás en una situación parecida me entendés. Sino, imaginate...digo que te imagines todo lo que en este momento me dirías para, supuestamente, levantarme la autoestima y te advierto que todo eso es en vano...

¿Desahuciada? No, ni ahí. No estoy tan mal sola, pero cada tanto alguna cosquilla de mimos extraño. Un compañero, un mate y si, también alguna linda revolcadita como las de las pelis... pero en general la sobrellevo. Y no es teatro: pienso que ahora entrar en el tema de la convivencia y la tolerancia (de que el otro no sea tal cual como yo deseo), es un rollo que no tengo ganas de afrontar.

Si, si la abuela viviera me haría un sermón sobre que debería ser más dócil, menos exigente y que al fin y al cabo “en la vida estamos para sufrir” Ay! Me acuerdo cuando la Nona decía eso y a mi se me ponían los pelos de punta. Y se la discutía a la vieja...mal. Me salía algo de adentro totalmente intolerante. Hasta que aparecía mamá con eso de “dejala, ella es de otra época” que peor me ponía.

Ojo, mamá no se alejó demasiado de ese modelo. Digamos que papá fue mucho más canchero y la -perdón por el término, pero no me sale otro- domesticó bastante. Él era un romántico. Una especie de galán del cine de antes. Si hasta tenía un bigotito al estilo de aquellos actores. Y a ella la fue llevando lentamente para que se aleje de ese arcaico paradigma.

¿Pero que pasó? Mea culpa: creo que inconscientemente busqué algo así, como mi viejo. ¿Complejo de Edipo pero al revés?¿Electra era? Bueno, después de unos cuantos intentos caí en ser una más de las que acuñaron esa horrorosa frase de “ya no quedan hombres”

Bueno, si quedan, quedan en otro lado, porque acá, mirá que reviso hasta abajo de la cama y no, nada, che.

Y acá estoy. En Playa del Bajo Negro, en Punta del Papagayo. Un lugar insólito del que jamás había escuchado que existiera. Un lugar de mar calmo, aguas transparentes como un cristal y donde la libertad se siente.

Llegué sola. No le conté en detalle a nadie de donde queda este paraíso. Quería, dentro de ese deseo de libertad, no involucrar a ninguna persona allegada. Que cuando pregunte alguien por mi alcance con decirles: Se fue.

Mi llegada al aeropuerto de Lanzarote fue tal cual lo tenía previsto: una mujer sostenía un cartel con mi nombre y ella misma me llevó en un auto hasta el hotel. Durante el viaje hablamos sobre lo que hacía, que me llevó a elegir Papagayo y algunos datos sobre restoranes o playas recomendadas.
Al cabo de unos minutos ya eramos como amigas: ya había tenido contacto poco tiempo atrás con gente del mismo lugar que venía yo y por ende su listado de “no de dejes de ir a” no difería mucho de los turistas anteriores.

Acá sentirás la paz” me dijo Charmine. Si es eso lo que anhelas, lo tendrás. Pero debo advertirte que no todos soportan esta quietud...si te sucede, tengo una alternativa”

Mi idea de paz era tan pero tan grande que desistí de pleno a un plan B.

-Perfecto, lo mio es servicio y tengo la obligación de ofrecértelo -dijo un tanto seria.

Mi habitación -si se puede llamar así a un espacio sin puertas ni ventanas convencionales, donde solo una leves cortinas al viento me separan del afuera, era un monumento a la naturaleza. Si bien había hospedajes más tradicionales, este me maravilló a tal punto que, lo juro, no creí que fuese real cuando lo miraba en la web antes de salir hacia aquí.
Cañas sostienen las mínimas estructuras y al techo de paja. Una bañera de piedra está integrada al mismo ambiente y ubicada en una especie de terraza sobre un mar que es un escenario donde el sol de cada atardecer hace su show unipersonal.

Los primeros días fueron a toda sorpresa. Sorpresa de boca abierta y ojos grandes. Nunca había sentido esa paz, quedarme maravillada por sonidos de la naturaleza, colores y hasta aromas. Al principio me costó despegarme de los hábitos mundanos, y si bien hice caso a “nada de celular ni de compu”, un poco pendiente de los horarios estaba. Fue recién en la tercera tarde cuando apareció de nuevo mi guía original, Charmine. Caminando por unas hermosas calles empedradas me la crucé en un puesto de frutas.

-Ey! ¿como estás pasando su estadía?
-Bien, maravillada... lamento pensar cada tanto que esto son solo vacaciones.
-No, no...haces mal...no son vacaciones...no hay que verlo así... las vacaciones tienen un final...y esto es un principio...¿acaso no hay algo de eso en lo que estás buscando?
-Si, es cierto...pero...
-No hay pero que valga... acompáñame...voy a adiestrarte en algunos pequeños placeres.

Me tomó de la mano y prácticamente me arrastró por aquella peatonal. Al mismo tiempo que iba esquivando puestos de venta de las cosas más diversas, rebobinaba en mi mente cuando había sido tan confidente con Charmine para que sepa tanto de mí. En el trayecto del aeropuerto al hotel habíamos hablado de cosas menores, pero ella, evidentemente me había sacado la ficha mucho más.

Entramos a un local bastante moderno de telas y vestidos con estilo hindú. Ella iba agarrando cosas de distintas mesas y ante mis consultas solo se ponía el dedo índice sobre los labios a modo de “shhh”.
Me empujó a un vestidor y entrando conmigo me intimó:

-No puede ser que lleves tres días en este paraíso y aún no vistas como una de nosotras...¿que es ese jogging aburrido? ¡quítatelo!

La miré sonriendo. Esperaba a que se retire para desvestirme y probarme algo de lo que había dejado apoyado en un banquito de bambú.

-¡Ah no! No me voy a ir...vamos! He visto a otras mujeres sin ropa! Es más, hay playas donde no usamos nada de nada!

Con cierto pudor fui bajándome los pantalones. Ella no me miraba. Se puso a seleccionar cual sería la primera prenda.

-La remera y el soutien también...quiero verte envuelta en esta tela...¡mira que colores! ¡siente la suavidad!

Mi vergüenza fue desapareciendo al comprobar que ella no estaba expectante de mi desnudez. Me ayudó con aquel pareo que era realmente bello. Debo confesar que sentí un escalofrío cuando sus yemas me rozaron los pechos mientras anudaba de manera misteriosa ese trapo convirtiéndolo en un vestido de gala. Se notaba su habilidad para hacer nudos y formas muy originales. Nuevamente me tocó sopesando mis pechos con la intención de acomodarlos debajo de esa seda.
Se sentía rico. La tela, el roce, incluso sus manos. Luego de probar dos o tres sentenció:

-Si, este te queda perfecto...y no sabes lo que es caminar con esto mientras la brisa descubre cada curva tuya...¿tienes aún la parte inferior de tu bikini? ¡saquémosla! Estoy viendo que eres una mojigata... aquí sentirás sensaciones nuevas...

Salir de allí, percibiendo que estaba desnuda debajo de esa transparencia tan grande. Me incomodé por varios minutos. Mis pezones estaban semi duros: la un leve viento, aunque cálido, ya hacía sus efectos. Y al caminar, estoy convencida de que mi entrepierna, más de una vez, quedó al descubierto. Intenté en vano sostenerla para no quedar tan expuesta.

-¡Por favor! Vive la libertad! Mirá -dijo al tiempo que en casi mitad de la calle se alzó su túnica blanca de gasa hasta el cuello- yo tampoco tengo ropa interior, siento la naturaleza en mi rincón más femenino...y nadie se asusta ni dice nada... eres lo que eres, no lo que te pongas encima.

No tuve más remedio que acatar su, casi, orden. Igual sentí que todos me miraban.
Llegamos a mi habitación. En el camino Charmine había hecho un alto en un local para comprar algo que mantuvo en secreto.
Una vez sentadas mirando el mar, sacó de una bolsa de papel una botella de champagne y un frasco grande.

-Ahora, mi estimada, esa bañera te espera. Aquí tengo espuma de baño con los aromas de nuestras praderas...son altamente erotizantes...quiero que empieces con un baño relajante, y luego...¡masajes!

Sumergirme en aquella tina mientras aún el sol pegaba de lleno sobre mi cuerpo fue una de las delicias más grandes de toda mi vida. La espuma dibujaba formas más voluptuosas que las que yo ya tengo. Charmine se encargó de refregarme sus dedos entre mis cabellos en un masaje particularmente desestresante No hablamos. El sonido del mar y algunos pájaros con su canto melodioso me hacían sentir como en un sueño...

De pronto, algo adormecida, me sobresaltó alguien golpeando las palmas en son de avisar de su ingreso.

-Si, pasa Edgar...estamos aquí, en el balcón.

Sumergida debajo de la espuma, ocultándome, pregunté quien era ese tal Edgar.

De pronto lo tuve casi a mi lado. Era alto, moreno de piel muy oscura y con una sonrisa de dientes perlados. Musculoso y con pareo debajo de una cintura muy marcada, se presento:

-Hola...Charmine me dijo que aquí necesitaban un masaje... bien... soy tu masajista...

-Ah...hola... Charmine...¿podemos hablar un instante?
-Si, claro... Edgar, prepara todo que ya la llevo. Dime...
-No...es que no se bien que decir...¿un masaje? ¿te parece? No se si debo... tampoco se los valores...¿porque te preocupas tanto de mi?

Volvió a hacer el mismo gesto que hizo en la tienda de poner su dedo índice sobre los labios. Me tomo de una mano, luego de la otra, y como si de un bebe se tratara, me secó con una toalla mullida, con aroma a rosas. No dejó lugar sin hurgar secándome toda. Otro escalofrío sentí cuando al secarme la nuca me dio un cálido y suave beso en mi cuello, por debajo de la oreja.

Así, desnuda me acercó hasta una camilla amplia, donde Edgar estaba esperándome pero de espaldas. Lo vi en pose de rezo. Alzaba las dos manos y casi murmurando brindaba algo similar a una plegaria. Hizo un gesto parecido a la señal de la cruz y me encaró. Yo estaba ya acostada boca abajo cubierta por una delicada franela. Mi cuerpo estaba relajado y ansioso al mismo tiempo. Charmine se sentó sobre un almohadón gigante.
Las manos de Edgar eran una experiencia incomparable. Sus dedos apretaban acariciando, sentía dolor agradable. Mis músculos, mis tensiones fueron dando tregua. Sentía nudos que sabía exactamente a que parte de mi vida correspondían, eran una agenda de sufrimientos y malestares...toda mi vida estaba en ese mapa...mi vida dolorosa, aclaro. Después de la espalda hasta mis glúteos -¡que hermosos son los masajes en la cola!-y pies me pidió que me de vuelta. Charmine miraba con una sonrisa calma.

Sus masajes ahora comenzaban en los dedos de los pies e iban subiendo muy lentamente por el interior de mis muslos. No voy a mentirte: de mi entrepierna comenzó a brotar aquella típica miel que tanto me gusta. Los grados de excitación competían con la temperatura que, producto del sol, ya inundaba el cuarto. Era todo amarillo rabioso. Charmine se incorporó y notó la transpiración de mi cara. Con una toallita de papel me secó la frente...

-Tengo mucho calor -llegué a decirle.
-¿Te destapo?

Ni llegué a asentir que me dejó plena de desnudez ante la humanidad de este moreno. Cuando lo miro, instintivamente, para ver como me estaba mirando él a mi, noto que ya no tiene su pareo puesto. Un miembro flácido pero importante colgaba lo mas campante.
No dije nada... nada de todo lo que por mi cabeza pasaba.
De pronto sus dedos ya no ocultaron la delicadeza de no tocar zonas íntimas... comenzó a recorrer decidido pero suave mis empapados labios.
Su mano subía y bajaba para encontrarse justo en la puerta de mi ensueño. Apenas con un dedo rodeaba la entrada de mi vagina, mezclando mermeladas con aceites... y tuve un espasmo inédito... no fue orgásmico sino de placer contenido... un mmmm brotó de mi boca. Charmine, quien ahora me contenía sosteniéndome los hombros rió alevosamente.

Edgar siguió con su tarea de acompañar el crecimiento insospechado de un clítoris abandonado hace tiempo. Lo sentía latir. Necesité extender mi brazo para encontrarme con una verga...era deseo de tocar, de agarrar esa masa cilíndrica de carne tibia. Y a mis dedos le costaron rodearla por completo.

Y ahí si una andanada de sacudones fueron el inicio de orgasmos repetidos y cada uno más intenso. Charmine seguía aferrada a mi por los hombros. Anhelé pedirle que me apriete o bese los pezones, pero no podía hilvanar palabras claras. El moreno sumergió ahora sus anchos labios, y una lengua sensacional me penetró como nunca... Charmine disfrutaba... y yo gocé tres veces más.
Y ya bastante satisfecha pregunté si podía sentir esa pija muy dentro mío. Era lo que me faltaba.

Charlote, sorprendida, me miró sin saber bien como decirme algo...Y se lanzó: me explicó que no se suele terminar la sesión de masajes con penetración vaginal.

-Es que esto no es sexo... es masaje intenso, algo característico aquí.

Me morí de vergüenza. No sabía que decir...ella me estaba brindando un servicio “típico” y no lo supe ver...era como ir a comer comida china y cuando te dan los palitos pedir cuchillo y tenedor. Una falta de respeto de mi parte. No supe que agregar.

De pronto Charmine se acercó a Edgar y, en un dialecto inentendible por mi, le dijo algo.

-A ver...aquí tenemos una regla... y contemplando eso Edgar está dispuesto a cumplir lo que deseas.
-No, no...todo bien, lo mío fue desubicado, perdón, perdón – explicaba mientras trataba de taparme.
-No hay inconvenientes. Edgar...adelante...

Charmine se acercó y con una pequeña toalla cubrió mis ojos. Yo estaba todavía justificándome cuando comencé a sentir dos manos poderosas adueñándose de mis pechos. El aceite aún permitía que se resbalen mágicamente esos dedos entre toda la teta hasta mis pezones. Pellizcos allí y nuevamente esos deliciosos escalofríos. Ahora su lengua dibujaba con saliva sobre mis pliegues. Y comencé a volar. Tal cual me sucedía cuando me hacía reiki, naranjas y azules dominaban mi mente...eran sinfines de túneles directo al alma. Y de pronto la sabrosa realidad de vibrar con un falo enorme perforándome la concha. Sentía a la perfección los bordes de la cabeza rozando una piel viva. El tamaño, que tantas veces subestimé, me hacía relamerme... imaginaba una visión imposible, desde dentro de mi vagina, viendo en mi mente como ese tronco se abría a su paso, y mi canal resistiendo con placer empapado de jugos.

Fueron embestidas largas, desde que entraba hasta la base donde nacía la bolsa de sus pelotas. Llegué a tocarlas, infladas a más no poder. El cielo estaba ahí...a instantes..y si bien no soy de orgasmo vaginal, el placer era altamente intenso. A punto de explotar Charmine tuvo su única participación en esta ceremonia: con la yema de un solo dedo acompañó el estallido jugando mi clítoris. Hacía círculos perfectos, conocedora de lo que es tener un botón tan especial.

Fallecí y volví a nacer una y otra vez... si dijese que tuve cien orgasmos no creo exagerar...fueron menos, obvio, pero valieron por mil. Los estertores de mi masajista se notaban hasta en el sacudir de sus pectorales. Cabeza atrás gimió exhausto... y después de eyacular siguió con energía unos segundos más. Y comencé a palpar la relajación.

-Amiga...¿sintió la libertad que tanto ansiaba? Le recuerdo que este es el comienzo... ahora descanse que mañana nos espera un lugar muy exclusivo: la playa nudista del Papagayo... ¿quería libertad? Mañana conocerá un poco más de su nueva vida.

-Charmine... Me intriga saber que fue lo que le dijiste a Edgar cuando pasó lo que pasó...
-Una máxima de nuestro lugar: un cliente de nuestro hotel, jamás debe quedarse con las ganas... Satisfacción asegurada es nuestro slogan.


























jueves, 19 de septiembre de 2013

Los shorcitos. Parte 1















Hacía frío.

Demasiado para esa época del año.

Sin embargo, hay cosas que, cuando se me cruzan por la cabeza, no me importa nada.

Encima llovía. No mucho, pero era insistente.

Todo empezó -o terminó- el día que había visto esos shorcitos en la vidriera del negocio que queda abajo, pegado a mi oficina, no veía el momento de usarlos. Los compré el mismo día que cobré el sueldo, apenas bajé, antes de ir a casa. Quería sorprenderlo a Martín. Mis piernas enfundadas en esos pantaloncitos y yo subida a los zapatos de plataforma que me regalé el mes pasado lo tendrían que excitar muchísimo.

Y me quedaban geniales.

Probé un par de poses y me fotografié frente al espejo del cambiador del negocio. Estuve a punto de mandárselas por teléfono. Pero me aguanté.

Pero el muy hijo de puta me cagó. El forro me cagó.

No voy a decir que me sorprendió, porque siempre fue muy así, al borde, jodiendo, haciéndose el canchero, boludeandose a las pendejas. Pero, hasta donde supe, el juego llegaba hasta ahí. Es más, bastante mina con onda era yo con él, jugando también con eso, diciéndole "mirá el orto que tiene esa hija de puta" o preguntándole si alguna que estaba por ahí tenía más lolas que yo.

Y el juego, obvio, me llevaba directo a ganar. Si por alguna casualidad la "otra" estaba mejor, le cortaba el rostro, y me ofendía (o me hacía la ofendida) y lo tenía arrodillado a mis pies.

Y era lindo Martín.

Lástima que me cagó así. Soy tolerante, comprensiva, muy llevadera pero forrearme, no. Y te juro que si la cosa se hablaba hasta estaba la chance de perdonarlo. Chance muy remota, es verdad, pero no soy necia tampoco. Pero fue demasiado.

Fue muy fuerte.

Yo llegaba a casa, con mis shorcitos en la bolsita. En el ascensor abrí la puerta entre medio de dos pisos trabándolo y me desnudé ahí mismo. Quería, en un rapto de locura total, aparecerme, en casa y de golpe, así. Me miraba en el espejo del ascensor y temblaba de calentura. Metí mi mano entera por debajo de la tanguita y sentí la humedad de una concha depilada. Guardé el resto de la ropa en la mochi y desparramando el pelo para tapar como al descuido las tetas, estaba lista.       Esa tarde hacía mucho calor y ya venía transpirada del trabajo, lo que el sudor le agregaba un brillo más interesante a mi cuerpo.

A paso firme, con tremendos zapatos pisando fuerte por el pasillo me lancé orando - y no- que no saliese nadie de ninguno de los departamentos vecinos. Ese riesgo más cachonda me ponía. Intentaba imaginar alguna excusa coherente por si me viesen, pero ninguna era creíble. Llegué a la puerta, toqué el timbre y esperé. Se demoró en abrir. Y cuando vi que consultó quien era por la mirilla, ya no me gustó un carajo. Me puse un tanto loca, empecé a putear para que abriese. De golpe, cuando lo hace, lo veo, envuelto en una toalla, con cara desencajada.

No soportaba ni un segundo para saber porque hija de puta me había cambiado. Y mi sorpresa fue total. No era ninguna conocida. Pero sabía perfectamente quien era. Ver a tu novio ahí, así, te nubla toda. Jamás iba a imaginar que podría estar con otro tipo. Y con un tipo conocido encima, como lo era mi profesor de gym. Ambos hiper varoniles, siempre atrás de cuanta mina se les presentara, divinos totales, estaban cogiendo en mi cama. No sé si me jodió más que fuese con un tipo que con otra mujer, pero creo que sí. Porque si era una yegua la destrozo criticándole todo, analizando, para mi ego, que ni tuviera ni un pelo mejor que yo. Pero con un tipo...que tiene pija....que tiene músculos, barbita....me daba odio, bronca y hasta cierto rechazo.

Muda -raro en mí- les pedí que se fueran. Quería insultarlo, basurearlo, pero no sabía bien que decir. Quería estar sola para pensar. Él tampoco podía explicar nada. Al rato, mientras imágenes de Martín chupándole la pija a mi profe me invadían la cabeza, tocándose, acariciándose me vinieron sensaciones extrañas. Tantas veces me encontré abierta de mente, diciendo que no me joden los gays o las lesbianas, que si son realmente felices y fuese su elección hay que dejarlos ser y hasta felicitarlos, ya que en este mundo bla bla bla... Pero de pronto me di cuenta que nunca había ahondado a este nivel. Yo me quedaba en la imagen del beso entre dos del mismo sexo, que podías ver por ahí o en la tele o dos chicas jugando, que era mucho más común hoy día, pero nada más.

Y me desacomodé.

Dije antes que me había cagado. Me refería a la mentira, al no contar como uno es.

Después....después que hiciese lo que quiera. Pero yo, sabiendo como soy, necesitaba algo más que la cabeza fría. Algo más que el duelo. No es ni venganza ni rencor. Es, si querés, calentura...tanto de capricho como de concha. 
Y me la tenía que sacar. Por eso lo del principio de todo, lo de la tarde de frío y algo de lluvia. Salí con mis shorcitos, tacos y campera con sed de revancha, de borrón y cuenta nueva.

Varias veces Claudio, el pibe que trabajaba con Martín en su distribuidora, se me había insinuado. Y la verdad que era impactante. Más de una vez le había dicho a Martín que de no estar con él, le hubiese dado calce a sus levantes. Tenía esa mezcla de todo lo que nos cae bien, pero por sobre todo, me hacía reír con sus absurdos. Había también, en sus ojos azules, un dejo de melancolía que me intrigaba. Nos conocíamos bastante, ya que cada vez que iba a buscarlo a Martín y no estaba, Claudio me daba charla. Y encima, haciéndose el galán varias veces me piropeó, agregando al instante que yo para él tenía bigotes, era gorda y fea, manteniendo ese "código" que suelen decir que hay entre amigos.

Una vez, por supuesto error, nos saludamos sin saber quien le ponía el cachete a quien y terminamos en un "casi pico". No fue ni un pico siquiera, pero nos miramos unas milésimas más de lo habitual apenas nos rozamos. Pero no nos dijimos nada. Lo llamé, le dije que estaba mal, que necesitaba un hombro, el de un amigo. Se ofreció de inmediato y coordinamos. Nos encontramos en la boca del subte. Él tenía que ir no se adonde y le dije que estaba todo bien, que me alcanzaba con caminar con alguien. Yo, un tanto mojada por la garúa, llegué y él ya estaba allí con un paraguas. Me miró y sonrió. Clavó inevitablemente su mirada en mis piernas.   Y cada vez que lo descubría mirándome era muy evidente que lo atraía mucho.

Tuvimos que apretarnos bastante en un vagón a punto de explotar de gente. "Viajar así es de inhumanos" le dije casi al oído. "Yo te protejo" susurró mientras se ponía detrás de mí, evitando que un tipo de saco y lentes me clavara el codo en el hombro con la intención de seguir leyendo el diario y agarrarse del pasamanos al mismo tiempo. Un maletín me perforaba la rodilla. Y una señora con una bolsa parecía querer extirparme el riñón, seguro para venderlo en el mercado negro.    

Le pedí a Claudio que me sostuviese porque sentía que me iban a tirar al suelo y aplastarme todos..."Bastante pisoteada me siento hoy, como para sumarle este trato" pensé. De pronto empecé a sentir su mano fuerte sobre mi panza y el hueso de la cadera. Alcancé a moverme para tantear si era la mano de mi protector. Al confirmarlo, llevé su mano un poco por debajo de mi ombligo. Se sentía linda, cálida....y curiosa. La acompañé para que se deslizara apenas por debajo del pantaloncito. Era un juego pícaro en un lugar tan público como prohibido.             Su agrado, de estar nada menos que ahí, se notó en una aspiración breve pero amplia. Me miró serio, pero al instante brotó una sonrisa cómplice. El traqueteo del tren era irregular, lo que sumado a las detenciones y mayor caudal de pasajeros estación por estación, hizo disimulable mis temblores vaginales. No nos hablábamos. Es más, al poco rato ya teníamos la misma cara de nada que portaba agotada el resto de la gente. Sus dedos se entretenían en mi concha, separando y abriendo mis labios. Arqueaba -supongo- sus dedos para no rozarme el clítoris. Amagaba meter la punta de su dedo índice en mi agujerito. Era una delicia. Deseaba mimos. Si, ya sé, mimos un tanto pasados de mambo, pero ahí, yéndome de mi conciencia, era fascinante.  

Quería más: Una mano en mis pechos, besos en el cuello o hasta un falo duro entre medio de los cachetes de mi cola, pero todo eso era imposible allí. Sabía que no iba a sentir un orgasmo porque no estaba permitiéndome eso en la cabeza. Una puede delirar, pero también manejamos cosas mejor que los varones. Estaba entre el juego de su mano ahí abajo y en el control de pasajeros que subían y bajaban. Así y todo, algunos espasmos cortos llegaron a hacerme morder los labios. El tipo de lentes, con su codo en mi hombro, me apretó más, de golpe, ante una frenada violenta. Ahí exhalé lo que fue un mini goce disimulado de dolor. Me pidió perdón y reí sin poder explicarle. Era para agradecerle más que para disculparlo. De tanto mete y saca el tema se estaba pasando de agradable a incontrolable e insostenible y entonces, muy a mi pesar, saqué su mano de ahí, tratando de que no se notara. Me di vuelta para decirle que bajásemos ahí mismo, fuese la estación que fuese. Me pidió que aguante dos estaciones más, que me quería llevar a un lugar.

Un poco más calmados, en la calle, llovía más que antes. Yo debería ser la única tan mojada por dentro como por fuera. Mis piernas, totalmente expuestas al agua, tenían piel de gallina. Sin embargo me sentía perfecta agarrada en la cintura por un brazo firme. Quería algo y quería todo. Él también. Pero de golpe, cuando mi cabecita me llevaba a pensar en un cuarto de hotel, o en el baño de un bar garchando furiosa, me paró en seco.

-Acá. Entremos...un chocolate caliente. Asi charlamos un poco.

Amor y odio. Odio y amor. Amo y odio a los que maldita y deliciosamente saben manejar así las temperaturas de una mina. Y ahí estaba yo... con mi chocolate hirviendo, y ardiendo yo de caliente.. ¿Que pasó después? Te lo cuento más tarde.







Los shorts. Parte 2







Después del chocolate, de charlar un rato y miradas y risas cómplices, me preguntó si me animaba a acompañarlo a un lado.

-¿Animarme? ¿adonde me querés llevar? Creo que bastantes muestras de animarme te di hoy.  
          -Mmmmmsí, pero esto es distinto. 

           -Y dale. Me entrego con total confianza.-le dije riendo.

Hizo una llamada un tanto críptica, mencionó mi nombre, esperó una aprobación y salimos. A un par de cuadras entramos a una vieja casona de San Telmo. Era el taller de dibujo y pintura donde él iba. Esa tarde había trabajo de modelo vivo y ya habían empezado.

Ingresar en un salón y ver a unos diez o doce estudiantes, hombres y mujeres, sentados en derredor de una chica desnuda, sosteniendo un jarrón blanco fue como de otra época. No sabía que eso se seguía haciendo. Es más, pensaba que era un lugar común de historias o chistes de pintores del siglo pasado.... Me senté en un costado y miraba como la observaban. Ella, una chica de unos veintitantos, estaba en otro mundo. No se la veía participar. Hasta juraría que podría tener audífonos escuchando música. Cara de "acá estoy, en bolas, sosteniendo un jarrón espantoso, para esta manga de pajeros que me miran pero no me hacen nada" Reí en vos alta al pensar lo que pensaba. Ahí ella me descubrió. Me sonrió.

-¿Vos no me dibujás? -preguntó. 
¿Yo? Jajaja, noooo...soy un queso dibujando
 -Ahhh....venís para posar....buenísimo...porque a mi se me parte la cabeza...¿Me reemplazás?
-¿¿Que?? Nooo, ni en pe...

Un "chist" general cortó mi alocución muy poco educada. Pero ella siguió:

-Dale. Perdón a todos, tengo que ir al baño. Me duele la cabeza. Y vos vení que te digo algo.

Los alumnos saben que esto es así. Agradecen que alguna va y se queda en pelotas. Por ende no se les ocurre reclamar nada cuando se va. Más allá de su paga -ínfima- es totalmente libre.

-Mirá...¿cual es tu nombre? Mirá...es así...te sacás todo, te pones una bata, agarrás el jarrón o lo que te pidan y listo. Nadie te dice o hace nada. No se dan cuenta que sos una mina. Para ellos sos arte. Te juro que me tengo que ir. Y la guita que te den, quedátela. Igual te digo, la paga no es buena.

Y se fue.

Así nomás.

Loca, totalmente ida como soy a veces, ahí estaba ahora, sosteniendo un ramo de flores mustias, recostada sobre un sillón, con las patas semi abiertas.
Un solo comentario me hicieron, y sonó raro...
-Que bueno al fin tener una con la entrepierna depilada...hace rato que no practico dibujar labios vaginales.

Le respondí con una sonrisa suponiendo que podría ser un halago hacia mi persona, aunque no estaba del todo segura.La adrenalina se convirtió en embole. Pasaban los minutos y yo los -y las- miraba y ninguno/a ni un cachito de perversión, de lascivia en su mirada, de sexo....nada! Yo era una mesa, un florero sosteniendo flores de plástico.Hasta que Claudio -que resultó ser el profesor y no un alumno- lo notó y se acercó. Creo que lo hizo con ganas de entretenerme y de jugar a ponerme nerviosa.Con un puntero fino empezó a marcarle a sus discípulos distintas partes de mi anatomía. Desde la cabeza hasta mis pies. luego fue llamando a algunos para que vean de cerca los puntos a corregir.

-Matías, vení, mirá...ves la axila...no es como vos la ves... Fijate, la sombra te da el volumen. -decía mientras me tocaba con la punta de un palito. -igual que la sombra del pecho. En este caso ella tiene mucho busto, por eso se forma esta sombra, pero... permiso -dirigiéndose a mi y levantando mi teta para que quede menos caída- si el pecho es más pequeño, cambia...¿ves?

El alumnito estaba más anonadado por la explicación tan elocuente de mi amigo, que de mí...Ni notó que tenía una hermosa teta a un par de centimetros....una teta de verdad, de carne y hueso...bueno, de hueso no...Luego llamó al fanático de los pliegues vaginales.
Temblé.
-¿Que parte se te complica Eduardo? -Es que, yo he visto varias mujeres, y son todas muy diferentes...no sé como dibujar una, digamos, y perdón, mujer de concha standard... -Jajaja...te entiendo...bueno...ella es, comentarios al margen, una vagina muy interesante para dibujar...mirá acá, en cuanto a la forma, a la morfología de sus labios, de la disposición del clítoris y hasta de la distancia de aquí a aquí, que semi oculta su ano. Otras tienen esta parte más grande, impidiendo ver esto de acá...¿entendés? 

Ante semejante análisis quedé pasmada. Inmovil, cual una estatua, me maravillaba por tener ahí todo eso que estaban diciendo. 

-Y este punto, en esta mujer, es especialmente importante -decía marcando la base de mi clítoris- porque aquí está la esencia del alma sexual de cada mujer. -Ok maestro, ¿pero puedo separar más el labio inferior? Se encima justo ahí y no se ve del todo bien...-Ok, te entendí...yo te lo acomodo. eso lo hago yo... respeto por la modelo te voy a pedir.-Si maestro, perdón...voy a mi tablero.

Mediante un permiso que no esperó consentimiento, Claudio agarró uno de mis labios y lo separó hacia afuera. El escalofrío me recorrió la médula llegando a hacerme respirar profundo. 

-Se cae. Si, se cae... Su forma es así. Salvo que....

Claudio se acercó a mi oído y me susurró:

-Mirá... Una manera de que ese labio quede levantadito es si lo pego...-¿Que?-Pará... -siguió hablándome con su lengua rozándome el lóbulo de la oreja- Si logramos que te salga un poquito de tu juguito, lo unto con el dedo y queda perfecto...¿ok?-Ahhhh -dije minimizando lo que pretendía- ...pero yo no estoy mojada.-Por eso es que te estoy hablando al oído, metiéndote la lengüita así y así, mmmmm ...y diciéndote que cuando se vayan todos....¿estará un poquito mojada ahora?

No faltó que me diga más. Tuvo "pegamento" como para diez conchas.Una vez que terminó el horario de esta clase, uno a uno se fueron acercándose para despedirse y saludarme. Una de las chicas me dio un piquito y otra me pidió permiso para tocarme una lola. 

Ambiente raro el de los artistas.

Claudio fue a cerrar con llave y cuando volvió me estampó un beso de película. Yo, a medias vestida con una bata y él con un delantal manchado de todos colores. 

-Quiero pintarte!-Dejate de joder! Vení y seguí besándome...-No, no..dejame pintarte, pero pintarte el cuerpo.- me dijo mientras me arrastraba a la fuerza.

Recostada sobre un sillón de cuero, viejo y roto, comenzó, con distintos pinceles a hacerme figuras sobre las tetas. Ellas eran el centro de una especie de mandala. Guardas aztecas iban del medio de mi pecho hasta el ombligoLa caricia de la pintura fría endureció mis pezones. Un punto rojo sobre cada uno resaltaba aún más su punta. Luego bajó haciendo serpenteos azules y ocres sobre los brazos. Parecían venas. Pintó soles en cada una de mis rodillas y se ubicó sentado frente a mi vagina.

Tomando un pincel ancho, sin pintura, se lo humedeció en su boca y me hizo la caricia más sublime que jamás haya sentido sobre mi concha. Yo miraba su dedicación, su suavidad...recorría los pliegues, peinando con esas cerdas todo rincón de mi humanidad más poderosa. Nuevamente mojaba el pincel y bien empapado en su saliva comenzó a dibujarme el clítoris. Amo mi clítoris. 

Sentí y veía como se hinchaba... Escalofríos desconocidos me invadieron. Ahora ya directo de su boca brotó la saliva que volcó sobre toda mi entrepierna.           Los puntos rojos de mis tetas pedían pinzas más que dedos. Fue una mano mía a una de ellas y su otra mano a la otra. El rojo que invadió mis yemas de tanto apriete parecía sangre. Y era una imagen exultante de dolor pasional irrefrenable. Quería más. El pincel cada vez estaba más mojado, ahora gracias a mis propios fluídos. Jugó con el manguito de una espátula a insinuar que me la metía en la cola, aguardando mi aprobación. Cuando lo hizo sentí como mi esfinter latía contrayéndose sobre esa madera. El sístoles y diástoles de un orgasmo a punto de llegar me llevaban al cielo. Miré al techo y vi eso, cielo...azul, puro, que se iba convirtiendo en violáceo y luego fucsia...y una especie de mandala como la que dibujó en mi pecho, abriéndose hacia un túnel donde iba cayendo...o volando... al ritmo de espasmos sublimes. Él me estaba comiendo toda. Su lengua entraba y salía, cada vez más mojada. Luego desparramaba mi miel por todos los bordes. La espátula ahora la expulsé de tanto latir. Ahí él apoyó una yema de sus dedos y fue hermoso el contacto de mi piel con su piel. Le agarré la cabeza desde la nuca para que se sumerja hasta la explosión final. 

Fue violenta, gritada, ahogada en gemido y placer. 

Temblaba y volvía a agitarme. Un orgasmo que fueron seis intensos y varios remezones.... Agarré su miembro y le pedí que me lo metiera. Yo ya estaba satisfecha, pero quería que acabe con lo mismo que yo: con mi carne. Después de salivarlo y ponerlo un poco más duro con tareas manuales, me abrí tanto que fue solo deslizarse dentro de mi. Miraba su cara y sentía el mismo placer que él, lo mismo que segundos antes me había regalado. De lento se convirtió en veloz, en salvaje. Yo, que empezaba a relajarme, con cada embestida percibía la forma de su glande rozando mi interior. Su cabeza tenía un borde que se refregaba por las paredes interiores de una concha aún en carne viva. Me dio mucho goce... Goce de labios mordidos hasta sangrar. 

En su cara "veía"como el semen iba recorriendo tramo a tramo sus conductos hasta donde debía regar. Era una cuenta regresiva. Cinco, cuatro, tres... Me hubiese encantado tener el dominio de cerrar ahí mismo una compuerta intermedia, hacerlo rogar y abrirla apenas después. Pero ya era el turno de Dos, uno, cero!! Y eyaculó. Tanto esperma brotó que hasta salió de mi agujero. Habrá sido más de lo habitual. Se sacudió varias veces hasta que empecé a sentir que su pija se ablandaba. 

Una vez afuera, me encargué hábilmente de sacarle hasta la última gota. Rendido, desahuciado, sin alma, quedó desparramado mi artista. Me vestí con mis shorcitos, y él seguía ahí. Era una víctima producto de ser abusada... La que tenía bigotes, la gorda y fea, se lo cogió como nunca. Me saqué las ganas de usar esos pantalones como tanto quería. Pero también ¡como me cogió él a mi, por Dios!! 

Ah! La semana que viene empiezo mi taller de pintura. 

(Y cuando no quiera pintar, poso...para mi, la paga si es muy buena)




Jorge Laplume

jueves, 29 de agosto de 2013

Que nos van a enseñar!!

Empezó como un chiste. Veíamos como en Face muchas chicas se sacaban la "autofoto" frente al espejo del baño y pensamos con Cande boludear con eso.

Aclaro: no somos dos pendejas. Candelaria y yo, Marisa, somos grandes, las dos estamos en pareja y ella, a diferencia mía, tiene un hijo.

No vamos a decir la edad. No somos viejas pero tampoco tenemos ni ahí el cuerpo de esa odiosas e impecables muñecas tersas que solo el tiempo las convertirá en lo que somos nosotras. Y mucho peor, seguramente. (Muy malo mi comentario, lo sé...jejejeje)

Tampoco estamos tan mal...por eso que nos animamos al chiste. En Ibiza hice desnudo total el año pasado y no desentoné para nada, como si sucede con esas viejas millonarias que se les cae todo y no se avergüenzan de nada.

Y Cande es una hija de puta: ojalá yo tuviera ese culo... Muy flaca, poca lola, pero tremendo traste.

Seguramente el limoncello ayudo a la audacia.... Y si vos pensás que el grado de alcohol de esa bebida es ínfimo, bajate botella y media al sol y después me contás...

Estabamos en su casa, charlando en un balcón colosal, en un penthouse digno de una película. En remera sin mangas y short de jean yo y con un mini vestido algo andrajoso ella. "De entrecasa" me dijo.

Con la tablet entramos a uno de esos grupos de pendejas que, como mujer adulta, ya pensamos que subir fotos ahí, en esas poses, son una clara llamada a lo más básico del instinto animal de los hombres. Pensamos en sus madres, y en que diferente era "insinuarnos" para nosotras. Cosas típicas de mujeres grandes.

Sin embargo, después de esa impresión inicial, el atractivo pasó por otro lado. Ya pesaba una especie de tentación por hacer algo que nunca habíamos hecho y tal vez, a futuro, fuese cada día más difícil.

-¿Y si nos sacamos nosotras una foto así?
-¡Estás en pedo!
-¡Dale! no te digo mostrando el culo como esta... Me decía al tiempo que me señalaba a una rubia de no más de veinte años, con una bombacha metida hasta la médula.
-¿Pero para qué?
-...........
-Ja! ni sabés por que hacerlo?
-Para pavear un rato... Dale! Vení, vamos al espejo grande del living...

Casi sin entender porqué la seguí. A medida que entrabamos hasta un salón gigante, con puertas ventanas que comunicaban con ese balcón, Cande se descalzó, lanzando sus zapatillas a cualquier lado.

Se puso delante del espejo y con su BlackBerry empezó a hacer muecas tan típicas como odiosas.
Habrá sacado ocho o nueve fotos mostrando la lengua, abriendo lo ojos como huevo fritos, mostrando un hombro hasta que de golpe se detuvo. Me miró y se volvió directo hasta su notebook. Escribió en You tube "Músca sensual para desnudarse" Mientras lo tipeaba me fui enterando de su objetivo.

Empezó a sonar algo un tanto remanido, de saxo y violínes, pero que cargaba, inevitablemente, el ambiente de dudosa sensualidad. Pero servía.

Pensé que era momento de levantar campamento, meter mis cosas en la cartera y mandarme a mudar. Ella estaría un tanto caliente y eso se respeta. Me acerqué a despedirme y sorpresivamente, mientras ponía mi cachete para saludarla, una mano apretó fuerte "mi otro cachete", el de más abajo.
Me eché para atrás con gesto de no entender nada. Y allí intentó darme un beso en la boca, sin soltarme la cola.

Instintivamente me negué. pero ella insistió... con los ojos abiertos, yo podía ver como ella, sin mirarme, disfrutaba esa conexión que jamás habíamos tenido.

No sé bien como me relajé. No sé porque una parte mía, racional, me negaba a esa experiencia, pero otra, más sensorial empezaba a disfrutarlo. Solté la cartera que aún sostenía con una mano y casi sin querer la rodee con mis dos brazos por la cintura.

Su lengua quería más. ya no alcanzaba con ese roce o choque de labios. Fue extraño abrirme para que esa carne tan femenina hurgase por primera vez mi boca. Raro y delicioso. Ahora sus manos en mi cola no me molestaban, sino al contrario, ayudaban a que la unión de los cuerpos fuese más intensa.

-Siempre dijiste que yo tenía un lindo culo...agarramelo...con confianza...

Su frase terminó en una risa franca. Dudé, pero ya menos que el "no al beso", y mis manos acompañaron un resoplo de placer. Era como si mis dedos descubrían una forma firme pero mullida, viajando desde una cadera angosta hasta dos semiesferas admirables... poco a poco llegaron hasta una raya que seguramente terminaría en una concha húmeda. Pensé en eso, y me estremecí. Curioso, pero real. Estaba pensando ya, a micro instantes de tocarla, en su humedad vaginal...Muy curioso de mi parte. Muy sensual era todo.
Casi al descuido mi dedo rozó el ano desnudo y me sobresalté.

-¿No tenés bombacha?
-No.
-¿¿Cuando te la sacaste??
-No tenía. Cuando salgo al balcón con este remerón, no me pongo... es largo y me tapa.
-Pero yo no me di cuenta antes...
-No, no tenía...Pero tampoco me estuviste mirando, creo...¿o si?
-No! no...pero se te nota cuando no tenés bombacha...
-Ay mamá...perdón... ¿tanto te preocupa? ¿querés que me ponga una de esas como usaban las abuelas?
-Pará...Cancherita...No me digas mamá que tenemos la misma edad...no te hagas la pendeja...y no, no te estaba mirando, pero tu cola siempre llama la atención. Todos la miran...¿Me vas a decir que no sabías?
-¿Ah si? ¿Por eso me la estás agarrando tan fuerte? Me gusta.
-Sos guacha...pero te digo que así como tenés buen culo, no tenés tetas como yo...y eso si te mata de envidia, jajaja

Su risotada rompió el murmullo con que estábamos hablando y se separó de mi con una clara intención.

-¿Ah si? ¿buenas lolas decís tener? A ver...pelá!

Estaba tan segura que por ahí pasaría la cosa, así que sin decir ni mu, me saqué la remera y el corpiño juntos de una vez. Mis pechos rebotaron al sentirse libres. Mientras aún todavía desenmarañaba las prendas de mi cabeza y mi pelo ella ya estaba metiéndose uno de mis pechos en su boca mojada. Me estremecí por la sorpresa tan inmediata y por el cosquilleo típico que sentimos cuando una lengua nos toca allí...
La fui acompañando para que nos tiremos en un sillón espumoso, donde nos sumergimos con ganas.

Era también la primera vez en bastante tiempo que alguien me chupaba las tetas o algo. Y, a decir verdad, no hay como la delicadeza femenina al hacerlo. Ojo, me encanta cierta salvajada masculina, pero ella sabe como gusta más, sin tener que explicarle nada: ¡es mujer!

Más allá de su cautela, de su paso lento pero firme, la excitación se adueñó de nosotras. Mi mano ya quería sentir la famosa humedad que tan loco pone a los hombres. Esa hermosa sensación de que la mano calza perfecto en la entrepierna de una dama. y que en la palma, clítoris y labios jueguen acariciando.

Y debo reconocer que es una hermosa sensación para la que lo brinda. Tal vez recibiéndola no sea tan erótico como lo es para el o la dueña de la mano. No es mas que poner la mano. Pero a nivel ratones, se siente que una está ahí, ahí mismo, cubriendo la entrada de los cielos.

Su humedad la sentí como una mezcla viscosa y dulce. Le pregunté si podría saborear. Y se lo pregunté con inocencia, no queriendo quemar alguna etapa del desarrollo de su sueño.

-Si, por favor! meteme toda la boca...
-Bueno, si lo pedís así...

Apenas la rocé, su bocanada de alma saliendo la sentí tanto como si fuese mía. Era rica al tacto de la lengua. Fue irrefrenable el deseo de insertar uno o dos dedos en su agujero maravilloso. Su concha era muy parecida a la mía..labios grandes, clítoris que se endurecía y un agujerito de la cola mínimo. Las mujeres, si bien "tenemos lo mismo" solemos ser bastantes diferentes en la contextura vaginal, pero Cande y yo podríamos haber sido gemelas con respecto a eso...

La fui llevando...ella es bastante histérica en el goce: quería ya, todo de golpe. Y ahí soy muy distinta...tengo una cierta carga de masoquista me parece, ya que un poquito el sufrimiento de estar al borde y retroceder me enloquece.

Si bien la "locura" fue idea de ella me tomé el atrevimiento de manejar la situación, como si fuese experta. Era increíblemente excitante dejar apoyada la yema de uno de mis dedos sobre el orificio del culo y sentir como "latía" mientras mi lengua la hacía viajar. Pensé en como apretaría a un miembro si estuviese allí insertado y un chorro de mis jugos me bajó de golpe.  Luego de un espasmo largo le pedí un vibrador, el que fuese de su agrado. Estaba convencida que debería tener una linda colección, conociéndola como la conozco.

Apareció con uno doble, largo. La propuesta era que al mismo tiempo yo también me inserte una punta y ambas juguemos al entra sale...Lo había visto en películas, pero nunca en vivo y menos aún en mi concha.

Primero volví a comérmela y llevándola al séptimo cielo con mi lengua y dedos...Jugar con su botón mágico es, lo asumo, lo reconozco y lo describo, algo delicioso. No sé si por eso en sí o por el complemento del éxtasis que los gemidos y arañazos que Cande le agrega a cada orgasmo. Es una reina.

Quedé casi tan satisfecha como ella...bueno...no tanto...

Ahora mi concha conocía su lengua, sus dedos y la punta de un grueso porongón que un poco me hizo ver las estrellas...luego, la fricción medida, a ritmos que una mujer desea, y acompañada de lambetazos llenos de saliva me abrieron el pecho al medio... sentí salir de mi, morir, explosiones de luces y furia de colores inundaron desde el bajo vientre hasta los pelitos de la nuca. Pies estirados para alcanzar lo que es inalcanzable. Esta vez, a manos y lengua de ella, no pude jugar con mi placer del punto del no retorno...Sucumbí con violencia, arqueando la espalda y entregándome a ese falo eterno, que no terminaba de acomodarse en mi profundidad más rica. Lo sentí al tope, y hí miré para ver como Cande hacía lo mismo con ella. La imagen, el golpe visual, que si bien como mujeres que somos, nunca es tan impactante como para los hombres, en este caso me mató. Era tremendo...

Tenía a otra mujer, una hermosa y querida mujer, insertada con un virtual miembro mío, rozándonos piernas y manos. La vibración, no tan intensa como la anterior, pero altamente reconfortante, llegaba tras cada furiosa embestida que ella hacía en ella misma.

No tardó en acabar, dejándome a mi una sensación puramente extraña pero dulce como la miel. Acompañé su furia con mimos intensos que yo mismo me regalé en el clítoris y pellizcando pezones.

Y de pronto la nada. Con los ojos cerrados sentí un abismo. No podía volver en mí, aunque estaba totalmente conciente. Abrí los ojos y la vi bella y plena.

Así, abatida y todo, llegó a manotear su celular para sacar varias fotos. Las primeras, de ambas conchas casi tocándose, unidas por un mastil rugoso eran burdas y bastante fuera de foco. Una de ellas, la que nadie podría llegar a identificar de que se trataba, tenía hermosa armonía de diagonales.

-Esta, que no se entiende mucho, va para mi foto de portada en Face.
-Estás loca! ¿como vas a poner una concha en Facebook...
-Primero: no es una concha...¡Son dos! Segundo: es MI concha y TU concha, que no son poca cosa, y tercero: cada vez que escriba ahí o vos veas mis coments, recordarás este maravilloso instante de nuestras vidas. Y ahora si, lo que falta.

Se incorporó. Nos sacamos ese palo empapado de jugos mutuos y nos besamos como corresponde. El click de la cámara delató a la foto "que faltaba".

Esa imagen  no la publico ni ella ni yo. La tengo en una carpeta oculta. Y no se si algún día verá la luz.

Por lo pronto, después de semejante locura, charlamos de nuevo en el balcón, cerveza de por medio.
Ahora abrigadas con un buzito en una tarde que se hacía noche,  "estas dos veteranas que se la sabían todas",  nos quedamos sorprendidas pensando lo que hoy unas pendejas de Facebook nos enseñaron a gozar.