lunes, 18 de agosto de 2014

¿Cucharita o cucharón?



	
¿Qué esperaba yo de él?
Tenía nervios.
Ya venía desde hace rato nerviosa. 
Y si bien me imaginaba más o menos todo, estaba muy nerviosa.
Patrick, ese francés que conocí en el Aeropuerto un mes atrás, hoy conseguiría lo que tanto buscaba:    a mi. 
Me caía muy bien, más allá de la fama de soberbios que dicen que tienen. Pero su manera tan divertida de hablar en español, me seducía como nadie. Su estilo entre bohemio y millonario hacía que,              cada vez que caminábamos juntos, muchos se den vuelta para mirarlo. Y a él más que a mi. 

No es "lindo". Tiene una sonrisa atrapante. Y el pelo, que es un caos, pero con onda.
Yo estaba como jefa de promotoras para Vulva, el perfume con olor a vagina que se puso de moda     el  verano pasado. Y Patrick era el dueño de esta empresa.
Llegó a Carrasco para la presentación formal, aunque en Punta del Este ya se vende desde Enero         pasado.
Los representantes locales quisieron causarle la mejor impresión y me mandaron a mi para recibirlo...    jaja...ya sé que suena a agrande, pero de verdad confiaban mucho en mi.

Vio el stand, que por cuestiones de este bendito Uruguay pacato, oculta bastante de que se trata.        Cualquiera que pasa por delante imagina un perfume y nada más.                                                       Pero los que saben se acercan y huelen. Y es tremenda la respuesta que provoca.
El asunto es que yo sabía como era Patrick, y apenas lo vi, lo reconocí. Él se hizo el gil y se acercó         como uno más. Gran ventaja saber quien te encara. Porque con esos datos agarré y me mandé de una,        poniendo toda la carne (cuando digo carne, me refiero a carne, jaja) al asador y lo maté.
No fue necesario mucho diálogo. Él enseguida mostró ser un dandy...y sin entrar en detalles                me invitó a salir...
Tuvimos un par de encuentros formales, donde lo acompañé a sus galas y también me lució.                Sin embargo se mantuvo distante en las despedidas. No mostró la típica calentura de tantos hombres  que conocí. Y eso, si bien lo celebro, un poco me transmitió la ansiedad a mi...esa hermosa sensación   de decir que odias a alguien cuando te deja, digamos, a temperatura un poquito elevada...

Pero hoy si.

Ya, hablado de frente, quedamos en que algo esta noche, pasa. Por eso lo que te cuento de los nervios.Cuando las cosas se dan como se suelen dar, ni tiempo a pensar demasiado, ni tiempo a los nervios. 
Y Patrick me estaba empezando a ronronear diferente...decir aquello de mariposas en el estómago es  demasiado, pero tal vez unos gusanitos empezaban a surgir...nunca se sabe ¿no?

Mis amigas siempre se quejan de que hago las narraciones demasiado explicativas y largas, pero es    que, en este caso, corresponde.

Él paraba en el Sofitel de Montevideo...nunca había estado, pero desde afuera luce imponente, y           carísimo... O sea que para estar ahí, lujo total: el vestido negro de breteles finísimos y espalda desnuda, al fin, tendría el ámbito más acorde. Una cena con los representantes de varios países de Sudamérica  era la excusa, ya que Patrick apenas daba unas palabras al inicio y después nos íbamos a su suite.
Antes de despedirse de todos y recibir un aplauso larguísimo lo vi charlar con unos de los mozos.         Imaginé que pasaba por encargar un Champagne algo así. Sin embargo a los pocos minutos, volvió el  hombre con algo envuelto en una servilleta. Algo que al preguntarle que era no me lo quiso.
Temprano en casa, me puse su perfume y noté al subir al taxi que es realmente fulminante...Patrick lo     olió apenas ´me vio y lo tomó como un gesto agradable hacia su logro más impactante pero que me   dijese "¡como hueles a Vulva!" me desorientó. En otra ocasión me hubiese ofendido, creo, o                 avergonzado, pero en este caso era un hermoso piropo...

Ya en el ascensor nos besamos con mucho ardor...sabía muy bien como morderme la nuca y generar   esos escalofríos que me enloquecen. Sus manos estaban calmadas. Lo noté cauto en cada abrazo,        en cada gesto. Y otra vez me llenó de desesperación. No me suele pasar esto, ya que las previas son  muy breves. Estaba experimentando algo nuevo por donde ni me lo imaginaba.
La suite, de no sé cuantos metros cuadrados, era más grande que mi casa. Semejante salón, con mesa para veinte ocupaba sólo una parte. Cuadros inmensos, de museo sobre paredes con tapizados           antiquísimos evidenciaban claramente el nivel del lugar. Cuando entré al baño me perdí en mil reflejos  de espejos monumentales. Grifería dorada, bañera para un ejército....todo a lo bestia...hermosísimo.
Ya un poco más relajados, después de besos y mimos, me miró de frente para hablarme:

-¿Quieres sentir una experiencia diferente? ¿te animas a jugar?

Me quedé callada, esperando más detalles que no aportó. Primero brindamos con champagne y luego tomó mi silencio como aprobación y sacó de un bolsillo la servilleta que traía del comedor.
Oí ruido de metales chocando entre sí y un poco me asusté. ¿Qué tendría en mente? ¿Será un loco y yo estoy allí a su merced? Si grito acá seguramente nadie me escuchará...
Apoyó "eso" sobre la mesa y se acercó con una sonrisa de labios cerrados. Ya delante mío, después deun tierno beso, deslizó uno de los finos breteles. Luego el otro. Instintivamente amagué sostener lo        insostenible. 
Agarró cada una de mis manos con sus manos entrelazando dedos y para alzarme los brazos bien alto.Con un leve sacudón la seda se deslizó hacia el suelo. Sentí el roce en toda mi piel. Mis pezones          mostraban una leve rigidez. Me volvió a besar y nos abrazamos. Solo, se alejó hasta el extremo de la   gran sala y salió al balcón. Estuvo unos segundos mirando la vista al río y la rambla, con mucho           movimiento de autos. Yo no sabía que hacer. Se dio vuelta y me llamó.

Con movimientos muy lentos caminé solo vestida con una tanga y tacos altos. El ruido al pisar               retumbaba en todo el salón. También tenía un collar tipo lazo, dorado, con una pequeña esfera en un   extremo.   Y aros similares. El pelo, casi suelto. Sentía el extremo acariciándome la espalda al caminar.
Dudé en salir, en exponerme. No era un piso muy alto y la vereda se veía ahí nomás. Había movimiento y la posibilidad de ser vista un poco me incomodaba. A él eso no le importó. Me estiró la mano para   acercarme. Sobre la baranda misma me abrazó para besarme en el cuello. Mi espalda desnuda daba   hacia la calle. Allí una de sus manos la recorrió toda de arriba a abajo, sumergiéndola por debajo de la bombacha, para afirmarse con fuerza en mi cola, que por la fina tira trasera estaba tan desnuda como  todo el resto. 
Se apartó levemente siguiendo la recorrida de su mano, para primero rodear la cadera hasta llegar a  mi entrepierna por delante después. 
Sentí dedos finos y largos mojarse en un río de miel. Jugó apenas con mis labios y me produjo un         temblor divino. 

-¿Cucharita o cucharón?
-¿Qué? 
-Elegí: ¿cucharita o cucharón?

A la mente me vino aquello que preguntaban de chica, y se contestaba con "Te doy un pisotón!"
No podía entender a este francés con un ¿acertijo? así...además de tonto e infantil no tenía lógica en     esta situación. Todo era muy absurdo.

-No sé...elegí vos...

Entramos, mientras él reía seguramente por mi cara de desorientada total. 

-Vamos a jugar... Recuéstate en la mesa. Ya vuelvo.

Me paré una de las sillas forradas en terciopelo negro para luego sentarme sobre la mesa de haya,     aquella de para veinte, para mi sola. Se acercó con una manta y una almohada, que acomodó para que estuviese más cómoda. Me acosté estirando las piernas hacia una de las cabeceras. Una gran lámpara, con decenas de focos me encandilaban obligándome a cerrar los ojos.
Oí de nuevo el tintineo de metales y lo relacioné con aquello de cucharitas o cucharones sin hallarle       lógica. También sonidos de vasos y otros ruidos más que no reconocí. Sentía mi piel erizada, mezcla    de los nervios y la leve brisa del río. Quise verme como en una fotografía, para tratar de imaginar el     espectáculo: una mina en bolas, arriba de una mesa gigante, lujosísima, al borde de un ventanal hacia    la costanera más linda de Montevideo. 
Ahora vendrán los veinte comensales, pensé, y yo seré su manjar. La idea activó una parte morbosa y   no me desagradó. Reí.

Patrick se acercó con una bandeja y todo un arsenal de cosas. Se sentó en la cabecera misma, y estiró  sus brazos para alcanzar mi tanga y sacármelo muy lentamente. Creo que tardó como dos minutos.      Fue excesivamente lento. Yo sentía el elástico recorrer cada milímetro de las piernas. Era evidente que  disfrutaba de mi ansiedad. Y curiosamente otra vez espasmos muy sensuales que juraría se                  evidenciaron en mi concha, lubricándola en abundancia.

Cuando terminó de sacar la minúscula prenda, me tomó de los tobillos y -gracias a la manta- me         deslizó hasta él. Mis piernas ahora colgaban del borde, y mi intimidad mayor estaba a pocos               centímetros de su cara y boca. Sentí un aliento cálido justo allí. 

-"Bo clitó" 
-¿Perdón?
-Ah, si..disculpa...decía "beau clito"... Bello clitoris, en francés.
-Ah....bueno....gracias.... ¿O debo decir "Mercí"?

No contestó. Escuché su encendedor. Y el vaso con hielo... "¿Este se pone a fumar y tomar mientras me mira el bo clitó?" pensé.

-Ahora tu vas a recibir una de las experiencias sexuales más delicadas y exquisitas. Pido que por favor   relajes tu cuerpo y mente. Es fundamental que brindes tu confianza y disfrutes. No te haré daño.           Aunque creas que si, no te lastimaré. Pero será muy intenso y saborido...
-Sabroso.
-Si, si...sabroso...

De pronto sobre ambos pezones me apoyó lo que supuse eran dos cucharitas. El éxtasis con el que ya venía cargándome, hizo que aquel contacto me hiciera estremecer. No sabía que sentía sobre mis        pechos. Era algo nuevo, desconcertante y embriagador. Quise resoplar pero no pude. Aquellas             cucharas solo me tocaban mínimamente. Era fuego y llamas en mi cuerpo, aunque no...era...era algo      complicado de explicar... unos segundos y las cambió por otras. Ahora de nuevo esa explosión             sensorial. 
Grité parecido a un orgasmo, o a un dolor, o a una alegría...no tenía forma de explicarle a mi razón lo  que sucedía. Gemí varias veces y temblé toda. Al mismo tiempo, con la punta de la lengua, me rozaba   el clítoris hinchadísimo, y su aliento caliente acrecentaba todo. En un alto de mis gritos que imagino      estruendosos, recién allí, me dijo algo.
Yo temblaba...era parecido al post orgasmo, pero era distinto. Como no llegaba a concentrarme en lo  que me decía tuvo que repetirme.

-Estimada: la revolución de sentidos tiene su explicación. Apoyé en uno de tus pechos, de tus pezones,  una cuchara congelada por hielo, y en la otra una calentada por mi encendedor...Así reacciones            contrarias confundieron tu cuerpo. Luego las he invertido...el remolino que has recibido es producto de aquello, tensiones encontradas que te alejan de la realidad y la experiencia se  acrecienta. 
-Wow! No puedo hablar...me tiembla todo...¿pero no tuve orgasmo? ¿O si? Por un instante creí tener el mejor de mi vida...pero....¿si?                                                                                                              -Jajaja...no...aún no te lo he brindado...pero no falta tanto...

Ahora cambió las cucharitas por unas mas grandes. Me acercó otro almohadón para estar mejor          incorporada y ver así lo que hacía en mí. Bajó con un control remoto la intensidad de la lámpara del      techo y solo me distraje un instante con la luna a pleno, que justo pasaba por el medio del ventanal. 

Sacó una de las cucharas de la hielera y la otra la entibió con su encendedor. Verlo me dio un poco de miedo, pero como ya sabía lo que se sentía, no dudé. Ahí recordé porque me pedía confianza.             Si, tenía que tenerla, sin dudas.

En este caso apoyó ambos cubiertos boca abajo, es decir con su la parte cóncava tapando hasta la      aureola inclusive. Lo increíble es no ser capaz de distinguir cual era la caliente y cual la helada, y que     en la cabeza se te mezclen todos los cables. Era tremenda esa sensación, que nunca más olvidaré.       Grité, cerré los ojos y luego me mordí labios hasta hacerlo sangrar. Temí desmayarme, ya que mi         conciencia estaba en otro nivel. Recuerdo haber gritado desesperada y que mi entrepierna hubiese      meado. 
Delicioso es poco. Excitante como nunca. 

De golpe sentí que empezaba a jugar con sus dientes en mis labios vaginales y quise mirar. 
Ahí tomó otra cuchara mediana y me la metió en la concha, con la parte cóncava hacia el frente.           Con su dedo la empujaba hacia mi punto G con mucha fuerza. Oriné creo, o tuve una eyaculación          supongo, al momento en que sumó su lengua en mi clítoris.
Tuve el orgasmo más sensacional que se pueda imaginar. Mis pezones eran piedras. Quería que una     tenaza los apriete, los arranque, que una verga de tres metros me parta al medio, quería gritar con mil voces. Estallé retorciendo mi columna vertebral. Fue increíble todo el cúmulo, la batería de sensaciones. Explotaron mil fuegos, todo junto. Indescriptible...tanto que ahora mismo al contarlo tengo estertores  maravillosos sin tocarme...

Lo siguiente que recuerdo es la luz del amanecer sobre mi cara. Estaba en medio de una cama gigante, de acolchados blancos y mullidos. Me despertó el ruido de las rueditas del carrito con el desayuno.      Patrick, solo vestido por un pantalón largo de pijama, lo traía hasta la cama. Su sonrisa era perfecta. 

-Bonjeaur ma jolie poupée...
-Mmmm, buen día...¿mi...? ¿mi qué dijiste?
-Ma jolie poupée...mi linda muñequita...
-Mercí... Ufff, cómo dormí...no me gusta comentar lo que pasó, es como que me da vergüenza, pero...  por Dios! Fue increíble....gracias!

Patrick se sonrojó. No pensé lograr aquello, en una persona tan segura de si misma. 
Me levanté dolorida por todo lo que viví la noche anterior. Y así desnuda, sin pudores, salí al balcón...   Patrick me siguió y cuando me alcanzó me abrazó por detrás. El río reflejaba un cielo celeste, perfecto, diáfano...la brisa me erizó...y otra vez un beso cálido y tierno me acurrucó en él. 

-¿Cómo es que se te ocurren cosas así? Tenés que estar muy loco...de por si bastante loco también	para crear el perfume que hacés... ¿se puede saber de donde sacás la materia prima para ese extracto?-Jajaja...experimentando ma jolie...en la búsqueda del mayor placer femenino...¡eso!                              Y descubrí que en la vida al placer hay que recojerlo en cucharitas de donde brota, y ponerlas en un      frasquito, así, como éste y podría asegurarte que el concentrado tuyo es el mejor.

Jorge Laplume

lunes, 11 de agosto de 2014

Ventajas de la ropa interior decididamente fea.


Me presento: Soy Mariana, casada, de unos treintipico largos. Dos hijos: Nicolás y Walter, que son grandes y ya no viven con nosotros.
Trabajo como Asistente de dirección de una empresa.

Y seguramente a muchas de ustedes esto les pasó...Llega la Navidad o el Año Nuevo y hay obligada reunión con familiares que uno dice querer mucho en esa ocasión en que nos reunimos anualmente pero el resto del tiempo casi ni los recordamos.

Sin embargo, para ser sincera, los encuentros que imaginamos insoportables y eternos muchas veces nos sorprenden y se convierten en una máquina del tiempo transportándonos a hechos anteriores, donde una era más jóven, más impulsiva, más soñadora.

Y esas charlas, repetidas pero honestas, casi sin querer, nos devuelven energías que nos hacen ver donde estamos paradas. A veces el balance es mucho mejor de lo que imaginábamos.

¿También les pasó como a mí, de tener una tía especial (Eulalia en mi caso)?
Es aquella tía que, hermana de papá o mamá, nunca se decidió a casarse. Siempre tenía escusas tan importantes que le evitaron darle compañía a un hombre de por vida.
Suelen ser gordas, buenas cocineras, o maniáticas por alguna cosa y, delante de todos, siempre de buen humor. Algunas sufren en su soledad lo que no pudieron ser, pero se reavivan cuando se juntan con otras de su misma generación y empiezan a sacarle el cuero a lo que venga. (o a la que venga, je)

Ella es la que siempre me regala ropa interior con un par de características:
Son talles inmensos, de encaje de dudosa calidad y decididamente fea.
Muchas veces he ligado bombachones espantosos que ni puedo entender para que los fabrican. Otras, unos tangas que poco tienen de tanga, pero son, eso si, rojo carmesí estridente, obviamente para desearme buena suerte en esas fechas y así evitar cualquier desgracia.

Alguna vez ligué conjuntos enteros, donde el corpiño se parecía más a una yerbera y azucarera que a una prenda íntima.

Así y todo yo vivo agradeciéndole a Eulalia sus regalos. Ella no sabrá jamás -a menos que lea esta nota- que ha hecho un importantísimo aporte a mi lujuria sexual.

Varias veces la idea de jugar a ser abordada por un desconocido me repercutió en la cabeza. Y la relación con Martín estaba encaminada hacia un camino nuevo, donde juntos comenzamos a disfrutar de nuestra sexualidad de manera más libre y natural.
Recuerdo la vez que planeamos un encuentro, que para los ojos de cualquiera, fue casual.

Él, a la salida de una reunión de negocios, iría a tomar algo con potenciales clientes. Yo, haciéndome la desconocida me lo cruzaría allí. Iba vestida con un impermeable beige y botas altas. Y debajo un conjunto muy especial. Nada más. La adrenalina de estar casi en bolas me humedecía la entrepierna cada vez que lo pensaba. Rogaba no tener motivo para, ni siquiera, sacarme el nudo del cinturón del tapado.
Me acerqué a la barra y casi sin querer lo rocé. Él me descubrió y enseguida comenzó a mirarme, desnudándome con la mirada. Yo sabía claramente que esa era la forma de mirar de Martín, inconfundible, pero pude abstraerme y hacerme la desconocida.
Sus compañeros comenzaron a reír y a hacer apuestas sobre si me levantaba o no.
La burla era para desacreditar sus dotes de galán, asegurando que así, con el estilo que estaba usando, no podría tener éxito jamás. Me hablaba al oído sobre cualquier cosa: me preguntaba sobre los chicos, si había cerrado bien el garage y cosas así, a lo que yo le contestaba con risas y tonos muy orgásmicos.

Los otros seguían con los chistes típicos de varones donde siempre piensan que son ellos los que consiguen lo que quieren.
Yo me hacía la interesante, y para calentar más el asunto empecé a mirar lascivamente a uno de sus acompañantes.
Imagino que la imagen de mina interesante que tenía al entrar ya se convirtió allí en la de un gato carísimo.

Mi marido hizo un alto. Me abrazó por la cintura y se jugó sobre terreno más que seguro seguro.

Me pidió que los deje solos por un instante, que debía decirle algo importante a su cliente y que ya me llamaba...Bussiness, mi amor...aguantá un cachito y ya estoy sólo para vos.

Me alejé unos metros para tomar mi trago sola, pero algo escuché:

-Si esta mina me da bola, cerramos el negocio sin chistar. -le dijo al mayor del grupo- Se firma todo y listo. Y me voy con la morocha a cojérmela como se merece.

-¿Y si no? Mirá que me miró mucho a mi -dijo quien yo me le había insinuado- ¿Y si me da bola a mi? Conmigo ninguna se resiste...No se agrande compañero... Tu no sabes cuales son mis atributos...

-Si te da bola a vos, te la llevás...la entrego derrotado...¡Te la llevás vos! ¡Y encima al contrato le hago un descuento del 50%!

Todos se quedaron sorprendidos. Era demasiado. Semejante seguridad en su persona, tanta fe, era de un verdadero winner. Yo escuchaba como distraída.

Luego me llamó, me invitó otro trago y comenzamos todos a charlar.

Asumo que fue muy aburrido. Ninguno decía nada interesante. Martín de manera sutil empezaba a acariciarme las piernas. Eso, parece, un poco lo celó al otro, que ya no se bancaba perder así como así. También había un poco de alcohol extra en su sangre, por lo que se envalentonó.

Se levantó y con cierta violencia me agarró de un brazo y me arrastró hasta él. Era mucho dinero en juego, pero creo que lo que más le dolía era su machismo herido.

La sorpresa de Martín fue muy grande. No se había imaginado una resolución así. Tanto que estuvo a punto de explicar el juego.
Yo sin embargo me sentía bien, dueña de la situación, así que lo miré y guiñándole un ojo dije en voz alta:

-¡Epa! Parece que acá hay un hombre que sabe pelear por lo que quiere! Me encanta eso!
¡Fuerte! ¡Con ganas de hacer gozar a una dama! Me parece que perdiste...

El tipo, que se llamaba Joaquín y era español, sintió que tocaba el cielo con las manos...y empezó a tocar otra cosa también. Si bien arrancó con delicadeza con sus manoteos, sentí una mano importante en mis gluteos, y me acomodaba bien pegado a su miembro creciente.
Martín estaba nervioso, incómodo... amé verlo tan preocupado por mi, pero de mala que una puede ser, lo incité un poco más...

-Martín...¿Martín era tu nombre, no? Andá por ahí a buscar alguna otra chica...me parece que Joaquin no me va a soltar...

El resto de sus babosos compinches empezaron a vociferar como tontos un “uhhhhh!” dirigido a mi pareja, que fortalecía el ego de quien me aprisionaba.

Martín estaba mal. Temía que el juego terminara de manera peligrosa. Pero yo estaba segura. Y le insistí: traé a aquella rubia y vemos quien elije a quien...

Era conciente que un poco jugaba con fuego, y que ahora era yo la que estaba acercándome a un borde desconocido. Pero para no llamar la atención él fue tras un gato-gato, que se adivinaba a un kilómetro. Maite, la rubia en cuestión, fue mucho más directa y enseguida vio que por allí pasaba el negocio.

No hubo que explicarle demasiado y ya enseguida, una calienta pijas profesional y cuentapropista como ella sabía mucho más que yo como desenvolverse en una situación así.

-A vos no te conozco...no solés parar por acá...¿que seguridad tengo que esto no es una emboscada? Estoy harta de los canas que revolotean para llevarnos por ahí! -me encaró apenas pudo-

-Mamita... hay pijas para todas... hay negocio para todas...tranqui...-expresé en un lenguaje tan poco habitual en mí como bastante creíble.

Ahora uno de los tipos empezó con aquello de “¡Que se besen, que se besen!” que siempre me pareció prepotente y pajero.
Dudé, ya que nunca había tocado con mis labios, labios de una mujer, pero temía hacer perder la apuesta de Martín, así que, cerré los ojos y lo hice.

La rubia me metió la lengua hasta el fondo. Y un poco más. Los tipos aullaban desaforados. Apenas abrí los ojos vi a Martín con cara desconocida, entre desencajada y feliz...no sabía que hacer, ni que decir...

Ahora fui yo la que le devolví a la rubia mi lengua dentro de ella.
No puedo negarlo: se sintió rico e invasivo. Era dulce su lengua y un poco me excitó.
Un poco bastante te diré.

El español me llevó de nuevo a su dominio y empezó a decirme cosas terriblemente ordinarias en la oreja. Al principio susurraba, pero a medida que se entusiasmaba, diciéndome lo que me iba a hacer, su vozarrón era inundaba el aire. Los finales de las frases los escuchaban todos, entonces palabras como culo, coger, mierda, y leche sonaban de manera más que elocuente.

Prometía hacerme gritar hasta morir, y que con su ánguila gigante hasta me abrigaría como para usar de bufanda, decía ufanándose...
También que nadaría con su lengua en mi concha jugosa hasta que yo le ruegue ser penetrada.
Y que se yo cuantas cosas más... Ordinario, pero caliente.

Mientras tanto la rubia boludeaba con Martín y empezaba a toquetearlo mal...Mal para mí, claro. Ella no estaba en el juego y avanzaba como correspondía...y un poco me incomodó...¡bastante!

Los otros tres tipos se fueron yendo y quedamos solos los cuatro. Ya se estaba decidiendo para donde ir, en en el auto de quién y cosas así cuando decido irme al tocador y la “invito” a la rubia para arreglarnos.

Ahí en el baño, apenas entramos, cierro la puerta con violencia, la agarro de frente y le explico todo:

-Mi amor: Martín es mi marido...es un pobre pelagatos que en realidad ni sé muy bien porqué sigo con él. En cambio el español, Joaquín, es uno de los empresarios millonarios más grandes de Europa. Se baña en guita. Y la gasta como nadie. Nosotros necesitamos que nos firme un contrato. Es una oportunidad única.
Y pienso que a vos te vendrían bárbaro unos cuantos miles de euros fáciles, como los que tiene el gaita de sobra.

Así que ahora vas “¡y me lo robás...!” No se cómo, pero me lo ponés bien al palo, como para que se olvide de mi. El resto es todo trabajo tuyo...además te aseguro que a mi marido no solo no le vas a sacar un peso, sino que encima yo lo mato... y también a vos después ¿cerramos trato?

La rubia se quedó pasmada, tan pálida que le tuve que prestar mi rubor, porque con el de ella no alcanzaba. Poco a poco le volvieron los colores. La explicación que le di fue tan práctica como lógica.

Para que encima muestre un signo de piedad y compasión, antes de salir me abrí el impermeable, le mostré mi ropa interior y le consulté amablemente:

-Además...¿a vos te parece que vestida con este corpiño y esta bombacha espantosas puedo cojerme a alguien? No..¿no?

-¿Pero porque tenés eso tan feo? ¡es horrible!Vos sos muy linda, bien arreglada...besas maravillosamente...¿porque?

-Es una larga historia...mejor cortamos acá. Y ¿sabés que? te merecés otro beso, divina...

Y ahí mismo la estrolé contra el secamanos, al lado del espejo.
Repito: me gustó esto de besar féminas...

Cuando volvimos a la barra la rubia hizo su tarea con exquisita maestría.
Me lo quitó con tanta clase que el gallego quedó más caliente que una pava.
Ya ni se acordaba de todo el amor que minutos antes me había jurado. Y ante su decisión yo me “conformé” con Martín.

Obviamente firmaron el contrato según lo establecido, ya que mi marido se “levantó
a la mina que quería”, ja! Después de los saludos y un brindis final volvimos felices a casa.

Apenas entramos, revoleé mi impermeable por el aire para que mostrarle lo anti sexy que tenía puesto debajo: el conjunto que me había regalado Eulalia en la Navidad pasada.

-¿Con eso querías seducir al español? ¿porqué algo tan feo? Imaginate al gallego viéndote con “eso” Menos mal que todo salió bien...es espantoso!

-Bueno, si no te gusta, sacámelo!

La persecución que comenzó allí fue de los juegos previos más excitantes que recuerdo. Corrí por toda la casa. Pero el, con su tranco largo, me alcanzó en seguida. Yo le gritaba como si fuese un intruso queriendo aprovecharse de mi, de manera poco creíble por culpa de las risotadas que eso me generaba. Me manoteó teta, cola, y lo que podía. El bombachón se estiraba pero no se rompía. En un forcejeo un bretel saltó y media teta quedó afuera. Y por culpa de sus manotazos ya tenía el cazón metido en el medio del culo.
Mientras tanto el , y como podía, se iba desnudando . Era divertido verlo correr con medias pero con el pito al aire, sacudiéndoselo de un lado al otro.
Pidió un alto para reponerse y comerme a besos tiernos por un momento.
Pero de pronto, se transformó, y mientras yo me acomodaba de nuevo la ropa apareció con la cuchilla de la cocina en la mano...juro que me asusté.

Haciéndose el asesino serial se acercó intimidante y con mucha habilidad fue rozándome con el frío filo de acero...despacito, yo quieta, sentí estremecerme. Su objetivo se abría paso al rasgar la tela de la bombacha. Mi concha quedaba ahora al descubierto, solo apenas cubierta por colgajos de tela de algodón de mala calidad.

Luego fueron mis pechos. Ahora la tensión estaba allí. Pezones duros de ansiedad sexual empezaron a asomar con las perforaciones que hacía. Con los dientes arrancó parte de la tela. Sentí dientes cerca de mis pechos, y la punta del cuchillo apenas dibujando el contorno. No me lastimó en lo más mínimo, pero el miedo siempre estaba. Ahoraos mirábamos en silencio. Estaba sufriendo y al mismo tiempo saboreando un sentimiento diferente. Miré hacia abajo y vi que su verga estaba al máximo. Me toqué la concha y mi lubricación también estaba a punto. Chorreaba a mares.
Muy extraño pero delicioso. Muy raro.

Cortó el bretel que quedaba con violencia, de un golpe y arrancó el resto del corpiño hacia abajo. Mis tetas saltaron libres. La verdad deseaba que me las apretara, fuerte, hasta un mordisco anhelaba.

Dejó el cuchillo sobre la mesa y se lanzó a comerme y besarme los labios de la concha como nunca.

Luego yo devolví gestos y mimos. Le chupé su miembro con ansias. Recorría con la lengua toda su extensión. Con la mano le cerraba el prepucio y miraba su gesto de placer. Lo llevé bien cerca del punto máximo del no retorno. No quería hacerlo acabar allí. Deseaba que su pija me perfore, me haga gritar hasta el fin.

Me recostó sobre la mesa de la cocina tirando al suelo una frutera repleta.
Seguíamos con miradas raras. Aún había mucha tensión en el aire. No le fue difícil entrar en mi.
Abierta de piernas al máximo yo misma lo estaba rogando...Fueron varios empellones, aferrado al mismo tiempo a ambas tetas. Se sentía colosal. Yo era de él, pero sabía que también allí, él era mío. No lo dejé salir muy pronto. Quería que eso durara eternamente. Gritamos casi al unísono.
Un resoplo gigante marcó el cierre del juego.

Volvimos a reponer energía y ya allí pudimos hablar de la experiencia.

Fue al cuarto y volvió con nuestras batas de baño. Ahora ya estábamos tomando un té donde minutos antes me cumplió una fantasía peligrosa.

Rompí el silencio:

-Después de todo, no era tan feo lo que me regaló Eulalia...le tengo que contar que lo usé...