martes, 19 de julio de 2011

Nuevas Amigas

Hace 3 años publiqué una novela policial: La Clave de la Vida. En ese relato de más de cuatrocientas páginas, un capítulo se lo llevó una relación muy particular entre Magda, la inocente protagonista de origen muy humilde, y Pato, una ex modelo publicitaria con mucha experiencia en la vida. En determinado momento, coinciden en un lujoso hotel de Miami. Ambas estaban interesadas en conocerse más. Y pasaba esto:






Pato, después de darse una ducha rápida, se apareció delante de Magda vestida solo con un conjunto de ropa interior negro, de encaje, completo hasta con guantes, y medias sujetas por portaligas. Se paró delante de una única espectadora impaciente. A la lámpara del velador la habían tapado con un pareo anaranjado, lo que invadía todo el cuarto de un tono cálido, evitando los efectos de una luz dura, que marcan sombras abruptas. El tema de Cristina Aguilera ya sonaba en el I-Phone con parlantes -que había comprado para Nacho el día anterior-, cuando empezó el show.
Pato era especialista en streap tease. En el auge de su carrera había visitado distintos cabarets, acompañando a galancitos incipientes que buscaban ser fotografiados con chicas de moda para ser tenidos en cuenta por las revistas del momento.
Era parte del juego. A veces le tocaba ser servicial, y en otros momentos le devolverían favores para ser ella la destacada. Extraño método del “hoy por ti, mañana por mí”.
En una ocasión, la vedette Mimí Love, le ofreció subir al escenario en una obra de teatro de revistas, al saber que estaba entre el público. Y la simple idea de mostrarle a la platea que ella estaba allí, se convirtió en un inesperado show erótico.
Cuando quedó solo vestida con una mínima tanga una ovación se paró para aplaudirla. La exhibición era lo suyo. Seductora extrema, que sin embargo rechazó las tablas para afianzarse en su carrera de modelo. La provocación la manejaba con maestría e inocencia. Cierta vez, visitó le Exposición Rural invitada al stand de Pepsi.
Ella era la imagen de una nueva campaña de esa marca tanto en televisión como en gigantes carteles de vía pública. Y ese día fue vestida desde el cuello hasta los pies con un catsuit azul de una lycra muy fina. Estaba desnuda estando vestida. La parte racional de los que la miraban no podía objetar nada, pero la emocional decía otra cosa. Un rato después llegaron dos agentes de la comisaría veintitrés, ubicada al frente mismo del predio de Palermo. El motivo era una denuncia de tres mujeres diciendo que estaba incitando al sexo, la prostitución y la promiscuidad.
Era difícil de evaluar, pues nada se le veía y nada tampoco hacía con su cuerpo, y sin embargo ella era la lujuria en persona.
El finísimo género strech le marcaba cada uno de sus pliegues naturales. Tanto la forma redondeada de sus pezones como los labios vaginales se le adivinaban a la perfección. Era evidente que no llevaba ninguna prenda debajo. Un chico vociferaba que “¡Abajo de la ropa está desnuda!”, algo que a Pato le causó gracia.
El color azul disimulaba su casi desnudez, pero no podía impedir el clima de excitación que emanaba e inundaba el aire.
La policía, que no le sacaba los ojos de encima, solo le sugirió que sea más recatada ante la presencia de algunas personas, que podían sentirse incómodas ante ese espectáculo.
Era una Diosa.


En el cuarto del hotel, los acordes musicales acompañaban cada uno de los movimientos donde, prenda por prenda, ella se las quitaba.
Los guantes larguísimos fueron usados como cuerdas para atarle las manos a Magda al respaldo de la cama. Las medias serían entonces para sujetar sus piernas, después, claro, de ayudarla a desvestirse totalmente. Era una X gigante, expectante en medio de la cama.



Después de dejarla así, atada de pies y manos a su total dominio,  Pato siguió con el baile hasta que quedó completamente desnuda. Magda vio un brillo húmedo en la entrepierna de su amiga, y se sobresaltó. Allí sintió entonces que ella también estaba mojada.
Con una suavidad por momentos exasperante, Pato la fue besando. Primero en las piernas, desde los dedos hasta el ombligo, pasando por alto su zona púbica. Luego se detuvo en la cara, orejas, cuello y boca. Besos profundos, saliva con saliva, excitaron a una Magda que recibía de lleno la ternura sexual de otra mujer. El punto siguiente, dedicarse a saborear sus pechos. 

Con labios, lengua y pequeños mordiscos, acompañados de manos desesperadas.
Un gemido extraño brotó de Magda.
Sensaciones nuevas.
Increíbles.
Espasmos de un cuerpo que dejaba de ser individual para ser ahora compartido.
Como no se decían nada, más fuerte sonaba la respiración. Hasta los latidos acelerados de ambas podrían distinguirse.


El pecho de Magdalena resultó ser obsesión. Y si bien disfrutaba ser lamida así, deseaba más. No se animaba a pedir, solo a recibir sin reclamos, hasta que no lo soportó y rogó.


-¡Por favor besame, tocáme, voy a explotar!
-¡Epa, muñequita! ¡Tan tranquilita te veía!, pensé que te estabas quedando dormida…
-¡No hables y bajá!

Apenas la lengua se acomodó en esa rosada carne tibia, apenas recorrió de arriba a abajo la humedad de esos labios, Magda gritó como nunca antes lo había hecho. Fueron varios y breves orgasmos, cada uno más agradable que el otro. No podían contarlos, porque los gemidos de ambas lo impedían, confundiendo cuando empezaba el de una y terminaban los de la otra, porque Pato estaba tan fuera de sí que ya había comenzado a acariciarse ella misma mientras jugaba con el sexo de Magda, hasta alcanzar el punto más alto del placer.
Quedaron rendidas, tiradas en la cama, dormidas un rato.
Magda seguía atada, desnuda, hasta que el sol se asomó y le pegó en la cara. Pato se levantó apenas un poco antes y se quedó mirándola parada, de espaldas al gigantesco ventanal. El calor del sol en su cuerpo ya le indicaba como sería el día. No le importó mostrar su belleza desnuda a quien la viera desde la calle o alguna otra ventana. En silencio sacó un par de fotos con el celular de Magda. Y ella misma se fotografió ordinariamente.



Llamó al servicio de cuarto para pedir del menú, el desayuno más completo que hubiese. Discutió porque le explicaban que ya había pasado la hora para ese servicio en la habitación. Lo convenció diciéndole que iba a ser generosa, que le daría algo por el favor.



Cuando el encargado llegó, lo recibió desnuda, y le pidió que se lo lleve al cuarto.
El muchacho, al ver a Magda así, emitió un sonido de sobresalto tan agudo que ella se despertó.
Se saludaron de manera ridícula, muy brevemente, excusándose mutuamente, hasta que el chico salió casi corriendo, incómodo pero agradecido, sin levantar la cabeza.
Mientras la de la insólita idea reía a carcajadas en el living, pensando que era una propina más que suficiente, Magda no paraba de insultar.


-¡Pato, te voy a matar! ¡Boluda, desatáme que te mato! ¡Dale!





Un ángel

Me desperté y ella no estaba en la cama. Es una sensación horrible eso de extender el brazo, para chocar con una espalda desnuda, o un pecho cálido y encontrar la nada misma. 
Rápidamente traté de recordar si la noche anterior me había advertido de algún madrugón previsto. 
No. 
Nada. 

Además era domingo y nos habíamos acostado tarde.
Recuerdo si que habíamos discutido. Esa estúpida condición masculina que nos caracteriza por embarrar una relación. 
Y odio decir que ella tenía razón. 
Pero la tenía. 
Duele, pero lo reconozco. 
Es que es casi incontrolable que cuando me cuenta algún problema salgo inmediatamente a minimizarlo o a darle mi supuesta solución. 
Y listo, para mí ahí termina todo. Y mirá que me lo ha(n) dicho miles de veces: “Necesito que me escuches”. Y uno, como un tonto, no entiende. Ese “que me escuches y me entiendas, nada más” me retumba en la cabeza. Soy un boludo.
Entonces, al ver la cama vacía, sin ese amor que ella es para mí, me puse a replantear muchas cosas: ¿Cómo halagarla? ¿Cómo meterme en su piel y descubrir todo lo valioso que ella es para mí?
Y así como yo la quiero, sé que ella también a mí. No somos perfectos y eso es lo que pasa… perdón, ella si es perfecta. Algo bien debo haber hecho en la vida, y habrá sido importante, porque para que el cielo me la haya regalado a mí, es una clara muestra que uno debe creer en milagros.
Y si bien tiene su carácter, suele ser abierta y suele “perdonarme” rápido. Si, con esto estoy confesando que más de una vez metí la pata. Pero esta vez era raro. Yo solía disculparme poniendo como escusa que “lo bueno de las peleas, es la reconciliación”, pero mucho no le caía en gracia.

Me levanté y tampoco estaba ni duchándose ni en la cocina. Me temí lo peor: que ya había rebalsado el vaso, que no había retorno.
Sobre la mesa del comedor me había dejado una nota.

“Carlos:

No es la primera vez que pasa esto. Entiendo que tengas problemas, como también, aunque te cueste creerlo, los tengo yo. Para mí es muy difícil tomar esta decisión, pero quiero, necesito, que me entiendas. No soy un juguete ni una figura de adorno. Tengo muchos sentimientos. Y me duele que tanto te cueste comprenderme. Vivo. Y amo. Y no sé si alguien te podrá amar con la pasión y la entrega que yo puedo brindarte. Por eso es que necesito tiempo. Para pensar, para analizar qué es lo que estoy haciendo con mi vida…                                                  


                                                                                                Marcela” 


Me volví al cuarto y lloré desconsoladamente. Putié y maldije mi absurda condición egoísta. Y lo dije a los gritos. Si, gritando para que Dios o quien fuese escuchara mi rezo por una oportunidad más. Tan solo una. Y a voz plena prometí pagar como sea si tenía una última chance de convertir mi entusiasmo, mi alegría de tenerla a ella, por algo menos interesado, por verdadero amor. Puro, de corazón - y de todos los sentidos- abierto a su esencia. ¡Por favor, Marce, volvé!

De pronto, en medio de mi angustia, con los ojos llenos de lágrimas y mi vista nublada, se me apareció delante de mí un ángel. Si, si… un ángel. No hubo relámpagos ni flashes. Me refregué los ojos, secándomelos con la sábana, y pude ver con mejor claridad.





Era hermosa, radiante. Tenía una extraña mezcla de inocencia y picardía. La observé de pies a cabeza. Sus piernas sostenían una pelvis delicada.Completamente desnuda, con su piel apenas rosada. El ombligo era una tentación como para que ahí arranque un recorrido milimétrico hasta llegar a sus pechos. Un corpiño provocador, muy insinuante, que ocultaba sabores inconfundiblemente exquisitos. Su rostro, boca, labios, pelo y esa sonrisa única hacían perfecta combinación con unos ojos llenos de ternura y amor. Hasta alas tenía. 




Se giró para mostrármelas y mi mirada automáticamente descubrió una cola redonda y firme. Difícil era adorar esa escultura sin apetecerla.
Me pellizqué, como hacen en las películas, para comprobar que no era un sueño. Un sueño imposible debería confirmar. Pero no… estaba ahí, a centímetros de todo mi deseo.
Despacio se despojó de sus alitas y se convirtió en pura realidad. Mi alegría era inconmensurable. Exploté de satisfacción al ver que mi pedido al cielo se había concretado. Rocío, no entiendo cómo, ahora estaba allí.
Con mucha clase pero jugando con mi desesperación, fue deslizando un bretel primero y el otro después, en un caliente streap tease de alitas de ese ángel que representaba. De espaldas me  regaló un espectáculo inquietante: La magia de una espalda desnuda con un centro de atracción inconfundible. Sentí que me estaba desafiando a controlar mis instintos. Y lo hice como parte de mi promesa. Era su momento de gloria. Y sentí que lo disfrutaba.
Ahora, ya de frente, sentada sobre la cómoda del cuarto, jugó a mostrarme y ocultarme su maravilloso tesoro..

De pronto se paró y me dijo.

“Escuché todas tus promesas. Estaba escondida en el placard. Imaginé que solo perdiéndome podrías darte cuenta de cómo me duele pelear con vos. Prometiste respetarme, escucharme y comprenderme. Y escuché también lo que estás dispuesto a pagar con tal que yo regrese a vos. Juro que te amo. Mucho. Y sería perfecto que lo entiendas. Doy mi vida por vos, y exijo -si, exijo- el mismo compromiso de tu parte.”
Me quede sin saber que decir. Atiné a explicar algo, a preguntar cosas, pero me interrumpió.
“Hoy nace una nueva Marcela. A partir de ahora, si no querés perderte todo esto que estás viendo -dijo mientras sus manos acariciaban sus partes más deseables- a partir de ahora seré distinta. Porque me quiero. Porque quiero ser yo. Por mí y para mí. Y si estoy bien conmigo, puedo generar más para los demás. Y no hablo de egoísmos. Sino de hacerme valer. Y disfrutar lo que no disfrutaba.






Reconozco, que tenerla ahí mismo, absolutamente a mi alcance hablando enserio, me recontra excitó. Soy incurable, lo sé. No quise que se me note la erección para que no pensase que no la estaba escuchando. Si, la escuchaba y también deseaba lanzarme encima de ella como un lobo hambriento. Pero hubiese jurado que estábamos los dos excitadísimos. Yo en mí lo notaba de manera más que obvia y a ella le brillaba la zona baja del pubis.
“Y ahora… insisto: ¿Querés perderte todo esto? ¿Te parece? ¿valgo tan poco para vos?”
Lo siguiente fue una catarata interminable de besos, caricias, jadeos y mieles. Entré en ella, cientos, miles de veces, creo,  sintiendo un amor renovado. Su delicadeza habitual estaba transformada en lujuria y pasión. Sabía lo que quería y no desperdició forma alguna de solicitarlo. Tuvo unos orgasmos intensos. Y me devolvió sensaciones inéditas: Jamás había sentido su sexualidad de esa manera. Quedamos extenuados, destrozados de placer y amor. No pude despegarme de un abrazo eterno. Y, por si hiciera falta, renové mi compromiso de amarla como corresponde.
-Ja! Más te vale. Esta es la última oportunidad que te doy. Y te la doy porque te amo. Pero por sobre todo me quiero a mí y no soportaría alguna traición o mentira.
-Ok, ok, entendí… serenate por favor… pero tengo una pregunta: ¿Cómo es que se te ocurrió todo esto, el “escarmiento” que me querías dar?
-Primero, recordé algo que varias veces me dijiste: “lo bueno de las peleas, es la reconciliación”.
-Como se suele decir, mi propia medicina, ajá. ¿Y segundo?
-Y segundo, que ya le había echado el ojo a esas alitas de plumas tan delicaditas, y esperaba una ocasión para estrenarlo… ¡Y a vos se te ocurre pelearme!...Pero ¿viste que lindo que es? Me siento tu angelito con eso, soy como siempre soñé…
-Si, impresionante. Nunca te vi tan pero tan hermosa…
-Ah! una cosita más… mañana tenés que pasar a pagarlas, porque justo me había quedado sin plata, ¿dale? ¿si? Te amo.



lunes, 11 de julio de 2011

Tu veneno




Tendrían que verme… o conocerme, mejor dicho.
Soy, lo que mis amigas llaman, una Lady.
Si, ya sé que suena presuntuoso y es verdad que a muchas les caigo pedante. Juro que no hago nada para que sea así… Algunos dicen que es la cuna… pero no me siento para nada así. Aunque, lo reconozco, me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Y si… desde chica me han inculcado lo de ser muy señorita, el vestidito prolijo, la ropita de nena muy cuidada, todo de primeras marcas… ¡Si hasta salí a los cinco años en una publicidad de revista Para Ti!
El tema entonces, y de hombres vamos a hablar, es que, como corresponde a semejante condicionamiento, mis “noviecitos” fueron chicos bien, de hermosos, largos e importantes apellidos… Y, que se yo… normal… alguno mejor que otro… pero mi cabeza siempre viajaba por otros lados. Cuando podía cambiaba las chatitas por zapas de básquet, dejaba chuflines por vinchas re locas y los jeans super rotos dejaban esa polleritas delicadas.
En realidad tenía un bolso en la casa de Karen, para cambiarme cada vez que salía de casa. Mi gorra de Beisbol, infaltable.
Si, rolinga se le decía… Estaba bárbara. Los chicos que a mí me gustaban se morían al verme llegar.
Bueno…no sé si se acuerdan… ¿les suena Poison? No, no fueron tan conocidos como los Rolling Stones o Deep Purple ni mucho menos, pero si los buscan en You Tube algún tema seguro que reconocen…
El tema es que mientras Patricio me hacía de novio (el hijo del abogado más importante de Olivos) -yo tendría unos veinte años creo- soñaba con uno de los músicos, Brett,  de pelo rubio y lacio envidiables hasta para una modelo de shampoo. El poster que tenía escondido, del lado de adentro de mi placard, de revista Pelo, me enloquecía… Tan lindo… todo transpirado al final de un recital, con esa carita de nenito… Mirá, me acuerdo y todavía se me eriza la piel…



El día que papá nos dijo que nos íbamos a Brasil de vacaciones, a Río, creo que tuve mi primer orgasmo solo con el pensamiento. Si bien había escuchado a mamá, en secreto coordinar cosas del viaje, hasta que juntos no lo informaron, con los pasajes en mano, no me quería ilusionar. Y nunca hubiese sido más perfecto ¡maravillosa casualidad! Poison estaría tocando en aquella edición de Rock in Río.
El viaje -mi primera vez en avión- salir del país, el hotel casi sobre el mar y todo el espíritu carioca no se comparaba con mi tremenda ansiedad de esperar, irónicamente, el día del regreso: justo esa noche era la del show, y yo no podía perderme la posibilidad de estar cerca de mi sueño imposible.
No voy a irme en detalles de lo que fueron esos catorce días en el país de la zamba y, por esos años, los creadores de las tangas filho dental… Todo maravilloso… estábamos negras del sol y felices.
Ah, encima si bien soy hija única, no iba a ir sola: logré todos los permisos y me acompañó Georgina, una de mis BFF (best friends forever, ja!) así que la pasamos genial.
El tema era convencer a papá y a mamá de quedarnos un día más. En realidad era solo ocho horas más, pero significaba cambio de avión y todas esas cosas.
Y no lo habíamos logrado. Ya estaba decidido y reservado el vuelo de vuelta.
Por lo tanto, en un acto de locura total, -si hoy uno de mis hijos me hace eso, lo mato-  nos escapamos dos días antes. Desaparecimos en Río. Dormimos en la playa. Nos metimos en lugares inimaginables. Pedimos plata en la calle. Si, si…totalmente desquiciadas.
Ahora lo recuerdo y me siento mal. Pero habernos colado en el hotel donde paraban los Poison, disfrazarnos, dormir de a ratitos en turnos para que no nos agarren y todas esas locuras fueron inolvidables.
Y así y todo, increíblemente, no pudimos ver el recital.
Justo en el momento en que nos preparábamos a ir nos descubrieron. Habíamos sobornado a uno de los plomos de la banda con mi Rolex. (Que jamás recuperé, que boluda!)
Fue increíble la habilidad de Georgina para embarullarles todo a los del hotel, hablando en no sé qué idioma y haciéndose la chiflada. Así me dio posibilidades y tiempo hasta que ellos, regresaran del Maracaná.
Y así fue. 
Yo estaba con musculosa y  mini short de jean. Con supuesta astucia de mi parte, un rato antes y para seducirlo más a mi Brett, me mordí la remera para tajearla un poco en el escote, así mis tetas cumplirían la función de que él se fije más en mí antes que en las otras desesperadas que seguramente habría.


Bastante tarde, después del show llegaron. Me abalancé sobre mi amor, sobre el sueño de toda mi vida y no lo solté. No era la única. Una veintena de mocosas insolentes me lo querían sacar… pero el amor es más fuerte diría Fito unos cuantos años después.
Bueno… entrar en detalles no es del todo ético, aunque  no puedo ocultar que su cuerpo transpirado, el pelo mojado de la breve pero intensa lluvia de verano.
Recuerdo como antes de arrancarme la musculosa, (mi idea de facilitarle el trabajo había servido) me baño en cerveza. Apenas entramos a una habitación gigantesca, y delante del resto de la banda y otras minas más, sopesó mis tetas como para tantear la calidad de lo que estaba a punto de consumir. Llegué a entender que le gustaba y que era mucho más tetona que las otras chicas. Me llevó a un cuarto y ahí me desgarró la remera del todo, de un golpe seco. Mis pezones se pusieron más duros  por  el roce de las heladas botellas de cervezas con las cuales me mojó… Mi breve short duró poco tiempo en su lugar, sin embargo la bombacha de la bikini no me la llegó a sacar. Sin decir una sola palabra, supongo que para no ocasionar problemas en el hotel, fue tan salvaje como la edad y el alcohol lo motivó. Recuerdo cada marca de su piel, jugar con su cuerpo, saborear cada milímetro… Cuando miré su miembro, al máximo de su tamaño, de piel fresca y joven, me asuste, imaginando que podría terminar desgarrada. Aquello era un sueño de película. Solo jadeos y gemidos. Intensos y nuevos. Nunca nadie antes había saboreado mis jugos. Era neófita en muchas cosas y estar con alguien que ya había practicado de todo a raíz de su loca vida, a mí me llevó a paraísos que nunca más visité con tanta adrenalina.
Un rato después, llamó a alguien de su equipo. Imaginé que pensaba compartirme. No me gustó demasiado, pero intuía algo extraño. Como no entendía lo que hablaban (solía escaparme de las clases de Inglés y ahora lo estaba lamentando) solo me asustaba como reían al tiempo que me miraban.
Me agarró de la mano, me dio una campera para que me ponga -¡aún la tengo!- y nos fuimos hasta la limusina que los llevaba de un lado a otro. 
No sé -ni me importó- por donde fuimos o si alguien nos vio, pero ahí, con la fuerza de un animal, me perforó   por ambos lugares posibles. 


El resto son recuerdos que aún vibran en mí.
Tal vez ahora lo pienso y quitándole la audacia y locura de la adolescencia, debería decir que tuve un Dios aparte. Y del cielo, donde mi amor me había dejado, bajé violentamente por el sopapo de mamá, que si bien se alegró de verme viva, me quería asesinar por el susto que se habían llevado. Georgina se comportó como mi verdadera amiga del alma, negando todo todo el tiempo.
Uno, lo sé, no debe vivir de recuerdos, sin embargo, cuando hoy agarré el Clarín, tuve el segundo orgasmo mental -sin tocarme- de toda mi vida: el mes que viene, Poison toca en Velez. 



Gracias a la persona que me inspiró para crear este relato.Así lo imaginé yo.

viernes, 8 de julio de 2011

Reunión de confraternidad

Nota: este relato responde a un desafío de una de las supuestas protagonistas, habitual lectora de este Blog y su fantasía. Algunos nombres fueron reservados y/o cambiados. Y parte de la historia a sido adaptada para mayor comprensión de los lectores.


La que sería una linda reunión de confraternidad, terminó de una manera totalmente impensada… No digo mal… digo impensada… aunque…
Hotel Las Rositas de la ciudad de Rosario. Allí, después de tantas idas y vueltas, al fin podríamos concretar el encuentro de una veintena de miembros de un mismo “club”: Hace más de un año escribo relatos y publico fotos en un sitio erótico. Mi nombre es Verónica y no muchos de mi entorno saben de esta “habilidad” que tengo.
Me definiría como muy abierta en los temas del sexo.

Allí, también, podría conocer en persona a varios colegas de la web. No voy a negar mis nervios y mi ansiedad. Si bien era solo una cena, por mi cabecita corrían algunos nombres que seguramente en sus seudónimos escondían personalidades apasionantes, quienes yo solo conocía por sus escritos y por algún que otro chat. 

Al vestirme para semejante ocasión elegí ponerme unas calzas negras de lycra, una polera negra larga hasta por debajo de los glúteos y botas de cuero, también negras, porque al fin y al cabo es un sitio de temas eróticos y no podía defraudar ni defraudarme ni a mí ni a nadie. Mi cábala, para tener esperanzas de cachondearme un poquito era una bombachita muy especial, una tanga negra…(lo sé, el negro e mi pasión).
No voy a extenderme en expectativas, pero lo cierto es que cuando llegué al hotel, me estaba esperando el gerente, una persona bastante antipática, que ya de entrada, me encaró mal:

-¡Acá no vamos a permitir ninguna reunión de gente promiscua! ¡Este es un hotel serio! Asi que le comunico que a todas las personas que en los últimos días llamaron para reservar por este ¿evento? les hemos anunciado que estaba suspendido.          Cancelamos todo. ¿Quedó claro? Así que si me hace el placer, puede retirarse…


Realmente me quedé –raro en mí- muda. ¿Cómo tomó semejante decisión sin hacerme la más mínima consulta? Me sentí indignada, ofendida, muy pero muy molesta con ese energúmeno. Estuve a punto de hacer un quilombo bárbaro, pero me dije que mejor sería relajarme y pensar.
Di media vuelta y, en vez de salir, me fui para el bar del hotel. Estaba deprimida y desorientada, pero espléndida. Noté como un par de hombres me relojearon de arriba abajo y de atrás para adelante. Estaba linda. Lo percibía.

Hice el arqueo mental de todos los que iban a venir, y seguí sin entender como no pude enterarme antes de todo esto. Nadie me escribió ni para putearme… ¡Cuantos amigos pensarán que fue error de organización! pero ya llegará el momento de descubrir la verdad.

En ese repaso de nombres y perfiles, me llevé una hermosa sorpresa: Ni Laura, ni Pili iban a alojarse en ese hotel, ya que mi predilección por estas chicas me había llevado a pensar de albergarlas en casa. Entonces…

-Hola! ¿Vero? ¿Sos Vero, no? Yo soy Laura…y ella, te la presento, recién la conocí en el lobby del hotel es Pilar… ¡Qué emoción! ¡Sos linda, guacha, eh!
-Hola…si, soy Pilar, pero díganme Pili… Si, pues es que es una sensación extraña, porque pareciera que nos conociéramos desde hace años, hostia! pero no… Y si… muy majas, las dos…
-Bueno, gracias… ¿Qué puedo decir yo? Y me encantan lo que tienen puesto?

Laura, que es de Mar del Plata, tenía un elegante vestido color borravino que marcaba sus curvas y se veía super elegante con unos altísimos stilletos al tono.  Le quedaba pintado, resaltando unos pechos perfectos. Pili, que llegó desde España, Valencia más precisamente, se había puesto un corpiño negro a modo de top, y una falda muy corta. Realmente preciosa. Inevitablemente pensé que esta hermosa gallega –si, ya sé que no debo decirle gallegos a todos los españoles… si hubiese nacido en Galicia, si. Pero me sale solo….lo corregiré- esta hermosa Valenciana y con su modo de hablar tan meloso era atracción para los hombres que ya la escuchaban.

-¿Dónde están los demás? Tengo tanta curiosidad por conocer a….
-Lau, Pili… debo decirles que hubo una pequeñísima catástrofe…
-¿¡Que pasó!? ¿Problemas graves?
-Gravísimos Pili. Se suspendió el encuentro: ¡Me lo suspendieron! El hijo de puta del hotel confundió nuestra reunión con una orgía o no sé qué se yo con qué… Y sin decirme nada, cancelo las reservas de todos. Imagínense como habré quedado con gente de Chile, México, Costa Rica, ¡España!... Y de Argentina iban a venir más de diez… Ustedes se salvaron… bueh! Se salvaron es una manera de decir… porque las tengo como mis favoritas…pero todo esto es una gran cagada. ¿Qué hacemos nosotras tres, solas, así arregladitas, al pedo?

Pili y Laura se miraron extrañadas. Para ninguna de las dos sería fácil pegarse la vuelta a sus hogares. Y si bien estábamos dispuestas a charlar, y conocernos, no estábamos en plan de entablar conversación con unos moscardones babosos que no paraban de mirarnos.
Entonces decidimos sentarnos a tomar algo, y que la vida fluya. Fue muy divertido cuando Pili le pidió al mozo, con su acento, lo que ella deseaba tomar: Whisky con Red Bull, porque le explicó que era lo que solía pedir en el bar de un amigo, allá en Valencia.
Laura, que tenía ganas de cachondear un poco -¡la conozco bastante!- jugó a mostrar, más de la cuenta, uno de los pechos mientras hacía como que elegía mientras miraba el menú. El pobre chico no podía controlar sus ojos… y me imagino la paja que se haría después de imaginarse los pezones de Lau, que yo adivinaba como del tamaño de una moneda de un peso, y que estaban como un capullo rosa, según podía adivinar a través de la fina tela.
Pidió una botella de  champagne bien frio.
Y yo, como suele ser habitual en mis días complicados, decidí simplemente sumergirme en un vaso grande de Coca Cola con mucho hielo… (si, no tomo alcohol).
Al cabo de un buen rato, estábamos las tres un tanto más relajadas. Si el alcohol calma a las fieras, a esos dos bombones como ellas las puso allá arriba.
Escuchar, en vez de leer, esos relatos de mis amigas, o hablar de frente contando milagros y fantasías, además de los inevitables temas cotidianos, me hizo sentir muy feliz de tenerlas. Laura recordó un cuento que yo había publicado, confesándome que cada vez que lo leía, se empapaba de tal manera que no podía evitar tocarse hasta llegar al orgasmo.

-Wow! Te juro que es un halago que jamás había recibido… No sé si decirlo, pero me siento un poquito “¿excitada?” Bueno…perdón, algo así…
-Es que escribís vos tremendo Vero… Tus historias, tu forma de meterme…jajaja…dije meterme y muero por meterme algo…jajaja… ¿Estoy muy loca?

Mientras me lo decía, y veía a Pili con la boca abierta, obnubilada, Laura no con mucho disimulo, se metió la mano por debajo de la falda. Al cabo de unos instantes la sacó y extendió la punta de sus dedos hasta mi cara.

-¿Ves? Mirá… re empapada… Me acuerdo de ese relato y ¡zas! Una canilla… Mirá Pili, mirá…

Lo dicho: Pili estaba con la boca abierta. Y -confesó después que no entiende como sucedió- no tuvo ningún reparo en chuparle ese dedo de miel. Me quedé atónita, mirando para todos lados, pero enfrascada en las caras de estas dos potras que tenía delante mío.
El clima ahí dentro, al cabo del paso de los minutos, se ponía más cargadito. La gente que llegaba a ese bar, que un sábado a la noche era numerosa, pintaban distintas historias: estaban los “busca vaginas”, los que están de trampa, los matrimonios que saben divertirse, los que no tienen idea de por qué están ahí, y mucho gato salvaje… Fueron varias las ocasiones que un fiestero se nos arrimó imaginando su joda, con bestias como éramos esa noche nosotras tres. Y por momentos muy cargoso. Hasta que…

-Pues hombre! Si tanto deseáis que te coja esa verga, pues hagamos un trato.

Pili, desatada total, le respondió así al tipo que por enésima vez le franeleaba su pija sobre el hombro, como si fuese al descuido. Se hartó y digamos que lo gritó tan alto como para que el guitarrista y su batero interrumpan lo que estaban ejecutando.

-Pili, ya está… es un boludo…ya está… nos están mirando todos. –llegué a decirle.
-No amiga mía… -dijo gritando- si el “caballero” quiere, ¡a tomar por culo! Yo se la meneo siempre y cuando, ¡Y prestáis mucha atención! como en los Oktoberfest en Alemania, se bebe aquella jarra entera… pero…
-Vero, hagamos algo para que la gaita se calme… no sé, llamá a alguien del hotel…
-Laurita! Los del hotel no me quieren ni ver… ellos creen que somos unas terribles enfermas de sexo…si llega a venir el gerente y ve esto… ¿te imaginás donde terminamos? ¿Qué pretende esta loca?
-Y decía… sólo si te lo animáis a beber íntegro, pero con la braga de mi amiga Vero sumergida en esa jarra.
-¡Estás completamente loca, Pili…! ¿Qué te dio?
-Es una vieja tradición germana, para ver cuanta virilidad tenían los valientes… A ver si sois hombre o un gilipollas… y Laura y yo, ¡también sumaremos nuestra propia ropa interior!
-No… después dicen que los europeos son más civilizados… Esto nunca lo pasé.
-Las bragas, o  tangas, como le dicen aquí, de estas tres humildes y bellas damas, humedecidas por nuestros jugos sexuales, que ya estan brotando, embebidas en una helada cerveza, a cambio de un poco de acción para esas vergas oxidadas…

Y ahí nomás, se paró arriba de la mesa, y delante de una ovación, se sacó una bombachita negra, para arrojársela al barman de la barra. Y extendió su brazo para invitarme a mi primero y a Laura luego, para hacer lo mismo.
Estar delante de tanta gente, sobre todo hombres con cara de lascivia total, y algunas mujeres que descubrí con ganas de disfrutarlo, me produjo un extraño morbo y placer. Ante el grito de “¡bom-ba-cha, bom-ba-cha!”  hice un espectáculo digno de mis mejores escarceos sexuales… Ya estaba ahí así que me divertí viendo como el grado de excitación de ese público crecía a medida que deslizaba muy sensualmente mi mano por el pubis. Creo que hasta percibí como sus miembros, por debajo de los pantalones, iban cobrando vida. La fui dejando caer a mi prenda, pero no llegué a mostrar nada. Insinuar es más lo mío. Luego Laura desencadenó todo: La tanga de color negra salió con una hermosa violencia, casi como que ella misma se la arrancó… la audiencia pedía más y más…
¡Y se quedó en tetas! Si, se bajó parte del vestido y las bamboleó eufórica.
Todo fue una hecatombe. Quisieron tirarse encima de las tres… vi tipos con los pantalones bajos, mientras el cantinero, lo más enfrascado en su tarea, se encargaba de sumergir MI hermosa bombachita en una jarra gigante. Asumí que difícilmente la recuperaría, ¡tantas historias que tuvimos juntas!
Hasta que llegó el bendito gerente y se pudrió todo en serio.

La cosa es que estas tres -pobres- mujeres terminamos en un callejón de atrás del hotel. Nos echó ese tipo sin el menor respeto. Como si hubiésemos sido ladronas. Tantas veces había escuchado historias “por la puerta de atrás”, pero esta no era “esa” puerta.
Y más allá de lo que pueda parecer, en vez de sentirnos lo peor del mundo, estábamos absolutamente enteras. Y hasta yo inclusive, un tanto borracha. Laura con sus tacos en la mano, Pili llorando de risa y yo mirando de aquí para allá a ver si no había peligros. Ellas no conocen los peligros de Rosario y me sentía responsable por ellas. Me acerqué hasta la calle próxima a ver si veía algún taxi infructuosamente y cuando vuelvo a mis amigas, las encuentro fundidas en un beso apasionado.

-Sos lo más, Pili. Creo que nunca me divertí tanto como esta noche. Y me vuelve loca como decís  “bragas” o “polla”.
-Y tu, Laurita, con esos pechos sabrosos, que dan ganas de mamar. Ven Vero, súmate amiga. Muero por aprisionar entre mis dedos tu trasero… se ve bien bonito.

Y si… Ya la noche estaba perdida. Todas las cosas que me podían pasar, me pasaron. Entonces me dejé llevar. Las tres con nuestras vaginas liberadas al viento, las tres con mucho por festejar. No sé muy bien como mi mano derecha se hundió en la raja de esta española que nos alegró la velada con sus locuras. Sentí entre mis dedos labios muy depilados, suaves, que invitaban a sumergirse en su profundidad. Al mismo tiempo Laura me agarró el cabello por detrás jalándome la cabeza. Apenas abrí la boca la sentí invadirme de manera deliciosa. Saliva y ardor de mi amiguita de chat. Saboreé cada milímetro de su boca ahora con mi lengua. Un escalofrío recorrió mi medula. Pili se arrodilló y debería decir que nunca imaginé lo magnífico que es sentir el rose de labios femeninos en los labios de mi intimidad más mía. Entre las dos me empujaron contra una pared sin demasiadas contemplaciones. Laura ahora había decidido investigar mis tetas, mordiendo con sus hermosos dientes la punta de cada una de ellas. Creí desfallecer. Sentí un placer distinto, tan erótico que casi terminé.
La avidez de Pili, con mucha premura, me hizo llegar al borde mismo del abismo, deteniéndose en el momento exacto que solo una mujer puede conocer, para pedir más paraíso, más cielo. Mis pechos disfrutaban de un masaje intenso, humedecido por el hambre de Laura.
De pronto dos lenguas peleaban por mi posesión. En un juego que lamentaba no poder ver, cada una se apropió de una mitad, y alternativamente mi clítoris se hinchaba más y más ante la boca de una y de la otra. Lo que más disfrutaba era como sus lenguas rozaban cada parte de mi ser y sus dedos entraban y salían de mi orificio, a un ritmo justo, ideal. Supongo que grité, que dije de todo, pidiendo que me lleven al punto final… y así fue hasta que estallé de placer.
Ya casi sin fuerzas, con algún dolor por la postura y por piernas que se me doblaban, anhelaba comer a Laura: No tenía nada de particular mi deseo, solo que tantas veces escribiéndonos cosas calientes, y de pronto tenerla toda para mí, con su entrepierna muy mojada, y con Pili ocupándose de que siga excitada mientras jugaba con su pelo, haciéndola estremecer con la lengua en su oreja, que no aguanté y sin mucha delicadeza probé ese objeto del deseo de tantos que le escriben a diario. Y sus jugos otra vez rebalsaron. Mi cara era un símbolo de su pasión. Fue muy dulce, me llamó “hermosa bebé” como solía hacerlo en los chat. Mi lengua, manos, boca, pedían agritos devorármela, hacerla mía de manera única. Ella, también totalmente depilada como yo, era un manjar. Nobleza obliga, después de hacerla acabar en un primer orgasmo intenso, invité a Pili a que me enseñe la técnica que había usado conmigo, para un segundo estallido inminente.
Juntas, creo que la volvimos loca. Se retorcía de manera inequívoca de estar en la gloria. Lo disfruté viéndola y comiéndola, y ya la estaba envidiando. Nos gritó cosas como “¡Diosas, perversas! ¡Jamás goce de esta manera!”  y, despatarradas en un suelo sucio, donde nuestra ropa parecía simples trapos maltratados, convenimos en que era el momento de devolver gentilezas internacionales.
Pili se acostó, se abrió de piernas y nos invitó a su manjar. Tenía una muy linda figura, donde los pechos, ya sin corpiño, asomaban erguidos. Me atrajo su seno, lleno y duro.  Laura se lanzó directo a su vulva.
Pili nos dirigía de manera original, ya que ella quería que mientras una se la comiera, la otra no dejase de acariciarla,  y se mandó una andanada de términos bien españoles que nos hizo mucha gracia. Nos dijo cosas como “Vero, tuyo es mi coño, follenme”  y “Lau, todos tus dedos, dentro mío, ya!”.

Su orgasmo fue sensacional. Liberó energía como para reavivarnos en el deseo. Tembló ella, el suelo y creo que todo Rosario. La gallega –uy, perdón- sabía mucho de esto. Ya ni lamento haber pagado con mi tanguita semejante ajetreo. Ahora ya estábamos planificando lo que sería en unos minutos un buen baño de inmersión y tal vez un postre donde no falte nada. Y sobre el cuerpo de alguna de nosotras, también. 



Pili propuso cubrir el cuerpo de nata (?), y hacerlo en la terraza. Mientras que Laura imaginaba hacerlo en una confortable y gran cama de agua. 

Tomo distancia y veo que esa noche en aquel callejón, a media luz, estábamos festejando un encuentro muy particular. Y ahí agradecí a mi papá y a mi mamá. Recordé lo bueno de haber recibido una buena educación: Gracias a eso modales que me dieron pude no mandar a la mierda a ese gerentucho de cuarta en el momento en que me quería aguar la fiesta. De haberlo hecho, esta fiesta “reunión de confraternidad” no hubiese ocurrido.

PD: Al día siguiente me enteré que un miembro más de este club también había llegado, pero al no encontrarnos, se encerró en el cuarto de hotel a escribir un relato. Seguramente lo invitemos a cenar… Hay que ver si se anima….