viernes, 11 de julio de 2014

Debut mundial.



-Dale que no hay nadie...
-No. ¿y sin nos ven?
-¿Quién? No ves que no hay nadie?

Era muy extraño estar en una playa brasileña como esta y que esté absolutamente desierta. Apenas a lo lejos se escuchaban algunos gritos. La idea de llegar por esta fecha era intentar ver partidos del mundial pero sin conseguir las entradas previamente. Pero lo realmente interesante era volver a estar juntos, solos, con Marcos, como antes de tener hijos. Muchos nos estimulaban, pero también temíamos aburrirnos. 


-Dale! En pleno partido de Brasil todos están o en la cancha o frente a la tele.


Nunca había hecho topless, menos aún nudismo total. Siempre me ronroneó por la cabeza intentarlo pero no se dio. Ahora, a una edad mayor, los ánimos de probar van decayendo. Y eso que sigo manteniendo un cuerpo aceptable. Una MILF, según me han dicho, o sea una "mamita digna de darle masa" para decirlo de manera elegante... 

Marcos, por su parte, vive diciéndome cosas lindas de mi cuerpo, pero yo -como toda mujer que se precie de tal, ja- dudo permanentemente sobre mi estado...

Igual bikini me pongo y se banca. 


Desaté el nudito de la espalda y me quedé en lolas tapándome apenas con mis brazos cruzados.

Reconozco que se sentía lindo, pero no se si por la comodidad de dejar mis pechos libres o por la audacia que estaba ejerciendo. Seguramente fuese por las dos cosas.

De a poco me fui soltando y las ganas de meterme al mar crecían. Cuando recibí el primer toque de una ola sobre las tetas me quedé mirando como mis pezones se endurecían y un escalofrío me invadió. Marcos, unos metros más atrás, no paraba de sacar fotos. Fotos que luego intimaré a que sean borradas para evitar todo riesgo...imaginate si alguno de los chicos agarran el celular y ven a su madre así!! Moriría de vergüenza!


Era una sensación hermosa que ahí lamenté no haber experimentado antes, cuando tantas veces tuve oportunidad y la pacatería incrustada desde que nací me lo impidió. Varias amigas me lo habían dicho, pero no me imaginaba haciéndolo. Aparte lo asociaba a que Marcos estaría encima tocándome y con su pija parada a la vista de todos. Cosas que una fantasea...


-Ahora la bombacha! -gritaba el desaforado como si estuviese en la cancha exigiendo una tarjeta roja.

-Pará! no grités así!

Mirando a nadie, empecé a bajarme, dentro del mar la parte de abajo de la bikini. Cuando estaba agachándome para agarrarla, una corriente cálida se deshizo entre mis labios y clítoris. Si antes había tenido un escalofrío en mis pezones, ahora la sensación era mucho más erótica. Le pedí a Marquitos que se acerque para darle mi ropa y así nadar libremente. Cuando venía se sacó él su bermuda y quedó tan desnudo como yo. Me gustó verlo acercarse con un miembro flácido pero interesante balanceándolo de un lado a otro. Juro que miraba para todos lados temiendo escuchar un silbato que nos advirtiera a riesgo de terminar presos.


Me abrazó y el sentirnos piel con piel volvió a estremecerme. Mientras agarraba su aún blandito choricito entre mis dedos miraba la imponente ciudad que nos enmarcaba. Estábamos completamente desnudos donde no se podía, pudiendo ser descubiertos muy fácilmente. Ahí me di cuenta que había olvidado esa adrenalina, como cuando sos muy joven y sabés que estás descubriendo la maravilla del sexo.

Su mano jugando en mi concha ya mezclaba mar y miel. Lo sentía claramente. 

-Recordá mi problema -decía con seriedad.

-¿Te sentís mal? ¿Querés que salgamos?
-No, no, ahora no...digo por la hipertensión.
-Ah, ¿estás nervioso por ser descubierto...o por estar conmigo? No te creo...
-Digo porque lo que me voy a comer después, que esté muy salado...

Siempre me hace reír cuando menos lo espero. Inevitablemente mi cabeza hizo un flash a esa situación y me relamí los labios con placer...¿y su pija? ¿También quedará "condimentada a gusto" como dicen las recetas?


Seguimos entrando y saliendo del mar, estableciendo un recorrido no muy extenso ya que no contábamos con más que la duración del partido. Era muy loco caminar en bolas, besándonos al tiempo que me manoseaba a más no poder. Entre tetas, culo y concha ya no sabía como hacer. Yo parecía demasiada mujer para sus escasas dos manos y una boca. Estaba eufórico por tenerme así. 

Yo por momentos lo arrastraba usando su pija como correa. Me reí tanto como hacía tiempo no lo hacía.  Y pasó: no tuvimos noción del tiempo. Ni del primero ni del segundo.

De golpe una muchedumbre a grito ensordecedor e inmersa en los colores brasileños invadió las playas de manera sorpresiva. Nos metimos bien dentro del mar, lamentando no tener la ropa a mano, que había quedado en una solitaria sombrilla bastante lejos de donde estábamos.


No supimos que hacer para salir dignamente de allí y yo no tuve mejor idea que acercarme a una chica que nadaba más alejada del grupo eufórico.


-Ey, garotiña...tenemos un problemiño...


Se acercó mirando sin entender. 


Meu chico y eu estamos sin roupa, desnudiños... ¿Podrías vocé ayudarnos? -dije en un absurdo portugués con la intención de sonar más inocente en busca de su solidaridad.


Sin decir nada se fue en busca de otras dos chicas. Llegaron con una gran bandera "verde amarella" con la cual nos envolvieron juntos. Una de ellas aprovechó para manosearme muy ansiosa. Luego salimos del mar rodeados por ellos a los saltos y festejando un resultado que desconocíamos. 


Así zafamos, en una montonera muy erótica, y llegando hasta una gran carpa.

Al fin, mientras nos relajábamos, planificábamos como salir de allí.

De pronto las tres chicas entraron, corrieron la cortinita y se abalanzaron sobre Marcos. No supe que decir ni hacer. No se me ocurrió ni protestar ni impedir nada. Mi marido me miraba con cara de sorpresa aunque tampoco evitó nada. Una se metió su pito en la boca y comenzó a chuparlo con intensidad. Otra le acariciaba las bolas con mano y lengua. La tercera, le besaba el cuello. Luego esta salió y volvió a entrar. Se acercó a mi y me dio un beso enorme, comiéndome la boca. En la oreja me susurró: "eu tenho um presente pra vocé"


La cortina se corrió de nuevo casi como un telón y un grandote vestido solo con una mínima zunga entró. 

Metió su mano por debajo y dejó expuesta una manguera negra que un poco me asustó. Estaba floja,  pero su meneo le comenzó a dar una forma y tamaño más que importante. 

Miré a Marcos y vi que él vio al morocho, pero no podía ni hablar. Yo no pretendía consultarlo, ya que si él estaba disfrutando de un cielo descomunal, me correspondía a mi también una cuota de locura similar. 


Marcelo, tal como educadamente se me presentó, me agarró con sus enormes brazos, producto seguro de mucho pero mucho ejercicio. Me sostuvo de las piernas dejándome colgando, con mi concha justo en su boca. Yo empezaba a ver todo al revés. Pero eso duró segundos ya que cerré los ojos y lo que vi fueron las  estrellas. Temía aquello de que "se me fuera la sangre a la cabeza" como tantas veces le he advertido a mis hijos, pero dado el orgasmo que estaba sintiendo con su lengua, imaginé que esa posición no era tan mala después de todo. Luego me giró y me apoyó sobre una endeble mesita plástica abriéndome las piernas. Mi concha, se exponía a su gusto. Con los dientes abrió el envoltorio de un forro que no sé de donde sacó, y se lo colocó con una sola mano.


Me contorcioné para ver a Marcos y vi que justo estaba saliendo de una morocha con su verga durísima y entrando dentro de la única rubia del trío. Cambiaban de roles, y a la que él había estado cogiendo ahora le comenzaba a chupar las bolas. 


Y de pronto sentí una espada, larga y filosa. Creí que me desgarraba con violencia. Mantenía un ritmo donde movía sus caderas en un vaivén acelerado. Tuve espasmos muy intensos. 

Soltó mis piernas y se abalanzó sobre mi, aprisionandome las dos tetas con tremendas manos. Parecían globos que buscaba hacer estallar. Sin dejar de moverse lo acompañé para lograr el éxtasis con mi mano en el clítoris. Llegamos casi juntos a un orgasmo insólito, yo gritando sin medir consecuencias.

Marcos explotó más que otras veces, empapando a las tres chicas, gracias a sus manos y bocas. Ahora él emitió una exhalación profunda. 


No notamos cuando los cuatro se fueron dejándonos solos, cubiertos cada uno, con camisetas con el diez y el nombre de Neymar.


Marcos se negaba a ponérsela, pero no tuvo más remedio. La más grande se la quedó él, para quedar más tapado.


Ya caminando por las típicas veredas blancas y negras, la sola idea de que una brisa me dejaría expuesta a pleno delante de tanta gente me volvió a cachondear.

Hablamos poco mientras nos dirigíamos al hotel, pero rompí el silencio.

-Con tanto clima mundialista, tanta fiesta, tanto festejo...no sé si pensar que recién ganamos por goleada o nos dieron flor de baile...pero te quiero tanto tanto, que quiero darte la revancha...

-La necesito, tengo que demostrarte que soy un habilidoso y como la meto adentro...
-Mmm, ¡que jugador que sos! 

Difícilmente podamos olvidar este tan particular debut mundialista...


Jorge Laplume