martes, 15 de marzo de 2011

Tengo un problema.

Me gustan las mujeres con tacos altos. Estilizan y dan sensualidad. Pero me encantan cuando están en sandalias chatas, simples… como que van descalzas, casi rozando la calle.

Me gustan las mujeres en esas minis muy minis.  Estás ahí de percibir lo prohibido, de espiar, de recibir un regalo. Pero me encantan las polleras largas, de grandes tajos, que solo por casualidad muestran piel, imaginando todo lo que uno podría descubrir.

Me gustan las mujeres sin corpiño, donde los pechos libres transparenten puntos de placer, mostrando libertad de goce. Pero me encantan esos sostenes armados, sensuales, que las realza, como armadas para la guerra.

Me gustan las mujeres sin bombacha. Desafiantes, “desfachatadas”, que no les importa nada. Pero me encantan los culottes, que las viste como ofreciendo esa cola al que la admire.

Me gustan las mujeres depiladas. Acrecienta el sabor, invita a recorrer oralmente todo. Pero me encantan las que enmarcan su tesoro con delicado recorte. Como si decoraran un pastel.

Me gustan las mujeres morochas, de ojos verdes. De mirada desafiante. Para sumergirse. Pero me encantan las rubias, de ojos celestes, donde algo garantiza la diversión.

Me gustan las mujeres con formas de modelo. Proporciones de estereotipo. Excitantes. Pero me encantan las que no se desviven por el gym y simplemente viven la vida.

Me gustan las mujeres vestidas super femeninas, con escotes, talle al cuerpo, y curvas marcadas. Pero me encantan las que optan por ese look reo, hasta varonil, con esa deliciosa desprolijidad erótica.

Me gustan las mujeres maquilladas, de piel imposible y labios fuego. Perfumadas para matar. Pero me encantan las que cargan su propio ardor y aroma. Y de eso se valen para todo.

Me gustan las mujeres seguras de sí mismas, que saben lo que quieren y lo buscan. Pero me encantan las que se hacen las inocentes, pidiendo ayuda para aprender “todo”.

Me gustan las mujeres que dicen lo que quieren. Indican y manejan el momento. Pero me encantan las que quieren aprender y se convierten en incondicionales alumnas.

Me gustan las mujeres que tienen ese arsenal de lencería para la pasión. Saben jugar con ellas. Pero me encantan las que se calzan un camisetón de futbol americano, soquetes y nada más. Prácticas.

Me gusta las mujeres que son mujeres, orgullosas de su sexualidad. Pero me encantan las que buscan descubrirse, curiosear hasta conocer su íntima femineidad.

Me gustan las mujeres que toman la iniciativa. Buscan dar lo mágico que tienen. Pero me encantan las que necesitan ser acurrucadas, protegidas con ternura.

Me gustan y me encantan… y creo que ese es mi problema.



Nota: Cabe aclarar que en varios casos, también me gustan las opciones intermedias, que no he mencionado. Ja!



lunes, 14 de marzo de 2011

¡Taxi!



-Hola… Marcelo T de Alvear y Uriburu… por Avenida Córdoba estaría bien…
-Perfecto… ¿Anda de viaje?
-Si…por unos días… vengo de Uruguay…
-Uy! Uruguay…mire lo que son las casualidades… ¿Qué somos hoy? ¿Domingo? Si…el jueves fue entonces… Yo soy muy cuidadoso con las minas… pero el jueves este… No, este jueves no, el lunes resulta que… ¡Hay que estar arriba del auto! Bueh! Le cuento: uno junta leche acá sentado… sábado y domingo, que está más vacía la ciudad, estamos girando por todos lados…y se te junta… Y la bruja en casa no entiende esto que nos pasa a los hombres… entonces, antes del quilombo, no la jodo…
-Claro…lógico… No me bajó la banderi…
-Entonces el lunes estaba atento… siempre aparecen los lunes… bah, están todos los días, pero los lunes es como que salen más…
-¿Ah si? ¿Hay muchas?
- Si, por todos lados… uno ya las juna al toque… le decía…que volvía por Belgrano y la vi… No era una de esas, no señor, era una señora bien… linda… vestidita, maquillada…¿Cómo le diré? ¡Elegante! ¡Eso! Y no era fato… yo estaba en el semáforo y la vi… Y ella se dio cuenta pero se hizo la boluda… le toqué bocina así… un toque corto, y se dio vuelta… Agarró, miró antes de cruzar y se acercó al coche.
-Ah! bien ahí… buen levante… fíjese que la banderita del taxímetro no…
-No señor… no era un levante…ella estaba esperando un taxi… y vio que yo estaba libre y aprovechó. Me dijo que la lleve a Flores… Y si… ahí le dije el chiste y se cagó de risa…
-Perdón… ¿cuál chiste?
-Eh, maestro… no me va a decir que no conoce el de la diferencia entre Flores y Floresta…
-Ah! si… claro… ¡“esta”!, si, si…es viejo…  ¿y se rió?
-Sí, le dije…se re cagó de risa…y eso que era medio fifí… Bueno…no se la voy a hacer larga… Charlamos, de todo un poco, y le digo: “¿sabés que sos muy simpática? ¿no querés que vayamos a tomar un café y alguna otra cosita? Es aburrido manejar todo el día un tacho…” y agarra y me dice que si… pero que quería saber qué era eso de “otra cosita”…
-Ja! Pero que bien… guachita la señora… yo le decía que cuando subí no bajó la…
-Y agarra y me dice: “venite acá atrás que te hago algo”, ja! Y yo no…. en el coche no. El coche es el laburo… Fuimos a un telo… Bueh! No voy a andar contando cosas, porque no es de hombre contar eso, pero resulta que yo siempre cuando llego a casa, ya de costumbre, llego de noche, cansado, dejo la billetera en la mesita de luz. Y acá también…
-Uh! Me imagino.
-Resulta que ella se está vistiendo y le digo que me aguante que voy al baño. No tenía mucho de guita…era lunes… ciento treinta, ciento cuarenta pesos tendría… Y estoy en el baño y me digo: ¡La puta madre, a ver si me afana! Salgo… la miro serio y como quien no quiere la cosa, así de refilón veo que hay guita, que no me la choreó y me quedo tranquilo…
-Ay…se pasó de cuadra…era en la anterior…ahora retome por…
-Uh, perdone, pero contando me distraje… Bueh… la llevé de nuevo hasta Belgrano, que se tenía que encontrar con el marido, y eso… y chau.
-Ah, bueh! Muy lindo… en la esquina… y ahora vamos a ver cómo hacemos porque…
-Espere, que no terminó la historia ahí… La dejo, se sube otro pasajero, así como usted, y lo llevo unas cuadras nomás…me paga, le voy a dar el vuelto y encuentro cuatrocientos cincuenta mangos… pero si yo tenía ciento treinta, no podía ser… Entonces ahí me dije: esta mina se equivocó de billetera, acomodó la guita y se equivocó y la metió en otro lado…
-¡Claaaaaro! Un pensamiento muy lógico el suyo…A cualquiera le puede pasar…  ¿entonces? Me tengo que bajar…
-Si, si, ya va… Si, a cualquiera se le puede escapar una liebre, como usted dice. Entonces agarro y la llamo al celular… -me dio el celular, para llamarla cuando el dorima no esté-  y le digo: Mi amor…te equivocaste de billetera y pusiste plata en, en, en…
-Si, dale! ¡en la billetera equivocada…! me tengo que bajar…
-¡eso! En la billetera equivocada… eso le dije… y agarra y me dice: “no… es lo menos que podía hacer por haberme hecho sentir tan feliz” Ja! ¿puede creer? ¡Hay gente honesta! ¡Honesta y agradecida! Eso.  Ahora la tengo que llamar el martes, que si esta el tipo, quiere que pasen un par de días para ponerse bien, limpita, con ganas… Uy! ¿sabe una cosa? No le bajé la banderita cuando subió…
-¡Nooooo! Pero, que macana… Ni me di cuenta…
-¿Cuánto pagó la ultima vez por este viaje?
-¡Que se yo, hace seis meses que no volvía a Buenos Aires! Tomá quince pesos…
-Si, dame quince que está bien… Que tenga una buena tarde…
-Ah! una cosa sola… empezó a contarme esto cuando le dije que yo venía de Uruguay… ¿Qué tiene que ver Uruguay? ¿es uruguaya la mina?
-¿Uruguaya? No… que yo sepa no… ¿Por qué? ¿Usted la conoce?

Nota: Hacía mucho que no me encontraba con una “historia de taxistas” Si bien hice una adaptación, acomodando algunas cosas, casi todo es una “historia real” Bueno… “real” es una manera decir…Lo cien por ciento auténtico es que… ¡no bajó la banderita!




sábado, 12 de marzo de 2011

Voy a empezar al revés.



Parado, desde el balcón de la habitación, verte tendida así en la cama, me resulta maravilloso.  Ese sueño al que colaboré al haberte llevado, te dejó inmóvil. 
La locura de pasión que hace un rato atrás desplegaste contrasta con ese cuerpo estáticamente perfecto. Pasión inquieta, manos y lenguas desesperadas, abrazos del alma.
Afuera, luces y sonidos mundanos ignoran lo que nos sucedió.
Desnuda, apenas envuelta en unas sábanas livianas, te disfruto como una obra de arte. Con una incorrecta soberbia me enorgullezco de haberte agotado. 
Trato de ser lo más simple en un tonto y básico análisis racional: Sos decididamente linda. Despierta o dormida. Sos un furioso volcán y la paz más calma.


No puedo dejar de mirarte. 
Todavía mantenés partes de tu piel erizada del calor que mi piel estimuló. 
Se te ve cansada pero entera. Diría feliz. Y siento, en el pecho, que fui parte. Te dejaste llevar y sin embargo  fuiste vos la que marcó el camino.
¡Qué difícil es comprender todo lo que siento! Cuerpos ávidos de vibración, de espasmos incontrolables e incontrolados… besos, caricias y abrazos. Dudo al razonar lo irracional.  No pretendo hacerlo. Pero es más fuerte que yo: Deseo apretarte, acurrucarte, comerte, saborearte mucho más allá de haber entrado en vos…  confundo humedades con sentimientos, placeres físicos con el más profundo amor… El leve roce de tu mano en mi cuerpo activa reacciones muy adentro mío. 
No pretendo adueñarme de tu poder. Pero te convertís en imprescindible.


El desnudarte, palpar tus formas milímetro a milímetro, gozar con tenerte y hacerte mía, es de esas cosas que no querés que nunca terminen. Todo en vos me genera esa mezcla entre lo corpóreo y lo celestial, entre lo humano y lo mágico. A ese pacto jamás previsto, donde nuestros cuerpos unidos explotaron de pasión, le añado la misma ternura que me das con tu mirada. No sos una más… sos diferente, y lo siento de manera distinta.
Podría decir que la lujuria que desplegaste, la audacia hasta burda, si se quiere, no me la esperaba. Tal vez la soñé en mi más inconfesable deseo. Me revelaste sentirte libre, y así te sentí. Una invitación a violar reglas, dejando fuera lo que “está bien” y lo que “está mal”. Y en tu salvaje manera de abrirte me inundaste de transparentes ganas de mí.
¡Qué increíble sabor tenés! ¡Qué delicioso recorrido por donde entré! Efímero y eterno el momento en que tu alma se ligó a la mía. ¡Quiero más! Y seguir pegados por nuestras mieles, sudores y pasión. Una y otra vez violencia divina para llevarme al cielo.
Ahora, parado, te veo y dudo mucho si no sos un sueño. Un ángel piadoso que escuchó mis plegarias de amor. Me lanzaría de nuevo a la aventura de comerte a besos, pero temo que estalles como pompa de jabón.
Con mi mente fotografío cada parte de tu ser. Hago un esfuerzo de retener el estado de breve inconsciencia a la que me llevás. Tan bueno para que se repita semejante acción, parece imposible.
Es que sos imposible.
Y sin embargo estás aquí.
Le gritaría al mundo cuanto te amo. Estallaría de emoción confirmar que eres mía.
Sin embargo, sos tuya. El don lo tenés vos.
Yo solo soy un simple admirador.
Te pido un último deseo:
Dejame tomarte de la mano. Quiero ir con vos.