domingo, 10 de octubre de 2010

Amor a control remoto




En aquel almuerzo al que me invitaste, después de ver el menú, o –mejor dicho- la lista de precios, pensé que te habías vuelto absolutamente loca.
Estabas muy linda. Arreglada para una ocasión especial.
Lo era, sin dudas. Vos linda, y la situación muy particular.
Me halagó que me tomaras del brazo para entrar en un claro símbolo de tu orgullo por mostrarme. Si bien me movía bien entre esa gente, algo me hacía sentir de visitante. Uno a uno fuiste saludando a muchos conocidos y presentándome, y allí sentí como flechas miradas femeninas asesinas.
Estabas particularmente eufórica. La copa de bienvenida, me acuerdo, te duró tres segundos. Y si no me apuraba, te terminabas el mío también.
Recuerdo que si me hubieses dado a elegir la mesa, tal vez me decidía por alguna, alejada, cerca de los cortinas que daban al parque. El sol del mediodía era cálido y muchas parejas todavía caminaban sobre esa alfombra verde.
-No. -dijiste- Hoy quiero que te concentres en mí. Si querés después jugamos a ver a las otras mujeres y sacarles el cuero. Por eso, hoy vamos a aquella mesa.
Señalaste la del medio del salón. Expuesto como desnudo me sentía ahí. Muy a mi pesar, acepté. No sabía que te traías en mente.
La entrada y el plato principal, muy ricos, (nunca había comido ostras) transcurrió casi sin contratiempos. Excepto el tiempo extra que tomamos para elegir el vino (“acorde” a la ocación, dijiste) (?) Todo sucedió de manera normal.
Antes de pedir el postre decidiste que era el momento para hablarme de algo en especial. Me asusté, pensando que toda esa escenografía, me iba a poner en protagonista de algo inesperado. No fue así. Bueno, no de la manera que me imaginaba.
-¡Feliz cumpleaños! –gritaste fuerte.
-¿Qué decís, loca? No es mi cumpleaños, si yo cumplo el…
-Callate. –susurraste- Seguime la corriente.
Y empezaste a cantar cada vez más fuerte esa horrible canción, sabiendo, (claro que lo sabías) que me sentía espantosamente observado.
Poco a poco, en  cuestión de segundos, todos me estaban felicitando y abrazando.
Tuve que mentir sobre mi signo (no tenía la menos idea, de que signo serían los nacidos ese día) y sobre qué cosas ya me habías regalado.
Me salvaste, diciendo que el presente más importante no lo había recibido y lugares comunes como esos.
Parte de tu plan, el del champagne gratis, por ejemplo- un Mumm bien helado- se cumplió a la perfección.
Después gentileza de torta y masas.
Debo reconocer que, después de toda esa incomodidad de ser centro de atención de perfectos desconocidos, me saqué el sombrero felicitándote.
-Todavía falta.
-¿Qué? ¿El café también de arriba?
-No salame… el regalo.
-Ah… ¿viene con regalo y todo?
-Si. Tomá.


Me empujo sobre la mesa, hasta mis manos una cajita negra, afelpada, con un ganchito dorado. Parecía que se trataba de un reloj o algo así.
-¡Pero estás loca! Esto debe ser carísimo.
-Si no sabés que es… Abrilo primero…  Pero si, es caro.
-Ni siquiera es mi cumple hoy, y yo no te traje nada.
-Abrilo. Lo vamos a compartir.
Reconozco que eso de “Lo vamos a compartir” un poco me desilusionó. Si bien minutos antes no esperaba nada, la cajita como regalo, me entusiasmó. ¿Por qué compartirlo? ¿No era para mí?
Abrí lento como para que no se desarme ni rompa nada. Suelo ser medio torpe y temía que con una apertura violenta el contenido volase por el aire.
-Ajá… ¡qué bien! Pero… ¿qué es?
-¿No te das cuenta?
Agarré ese plástico negro, sin indicaciones, con extraña curiosidad. Lo giré y solo vi un botón rojo en el medio. “On” y “off” decía. Instintivamente lo prendí.
-Apagalo, por favor. –me pediste-.
-¿Un control remoto es esto? ¿de qué?
-Apagalo por favor y te explico.
En ese momento se acercó un hombre, que decía recordarte de una conferencia no sé de dónde. Te paraste educadamente y hablaste de temas que ignoraba y no me interesaban por varios minutos.
Yo me quedé con esa cajita, tratando de buscarle el sentido. Empecé a prender y apagarlo, buscando con la vista si algo, alguna otra parte del regalo se activaba. Me levanté con muy poca convicción que podría ser el llavero electrónico de un auto… pero no. Además sería demasiado.
Cada tanto te miraba para ver si habías terminado con ese plomo, justo en lo mejor de la charla. Seguías hablando, aunque mirándome de manera extraña.
Reías de manera exagerada. Me llamó la atención, porque me recordaba otros momentos tuyos, íntimos.
De pronto se me pasó una idea muy loca: ¿Acaso este viejo te está diciendo ordinareces y se las estás festejando? ¿justo en mi cumpleaños? Bueno, en lo que les hicimos creer que lo era…
-Por favor, mi amor, acercate que te quiero presentaaaaar a… a… a… ¿me devolvés el cosito? Ya.
Me aproxime, saludé, y desafiante te lo mostré con intriga.
-¿Querés esto? -Dije un tanto fuerte- Mire caballero: mi novia me acaba de hacer un regalo y ahora me lo quiere sacar… ¿le parece que se le hace esto a un cumpleañero?
-No, yo creería que no… ¿Qué es lo que le regaló? ¿Se puede ver?
-No! –saltaste-
-Si, ¿Por qué no? Mire… parece un  control remoto de algo. Lindo… pero no dice nada.
-¿No es de un portón de garaje?
-¿Me regalaste un garaje? A ver si se abre algo…
-No, claro… -opinó el señor mayor- es ridículo regalar un garaje… ¿y un auto?
-Ya probé cerca de la calle… decinos, ¿qué es?
-¿Me lo dás y te expliiiiico? Pero a vos sooooooolo.
Tu tono seguía siendo raro. Estabas particularmente tensa, como cuando me confesabas que no aguantabas el pis. Te movías incómoda, pero, diría, hasta ¿feliz?



De un manotón me lo sacaste. Y lo apagaste.
Me miraste como con bronca y alegría, si es que ese gesto existe.
-Sentate. ¿Todavía no sabés que es? ¿Cuántas veces me dijiste que soñabas con una guía para entenderme, una especie de manual de instrucciones, ya que soy, según vos, taaan complicada…?
-Si, es verdad… ¿y esto que tiene que ver? No es un manual.
-Algo es algo, cielo. Con eso en tus manos, tenés el control remoto de mi amor.
Tarde unos segundos hasta que entendí. Tu cara pícara explicó el resto.
-¿Un vibrador tenés puesto? ¿Y a control remoto?
-Shhh, no grites… Si. Y vos dale que dale prendiendo y apagando me llevaste a dos orgasmos increíbles… ¡pero estabas por cualquier lado en vez de mirarme!
-¡Que hija de puta! Sos genial…jajaja… Por favor dámelo, te lo ruego.
-¿Para qué? Dame unos minutos… es… fuerte…
-¿Ah si? Dejame ver… Amo la tecnología…
-Ok, pero vamos yendo, mejor…quiero sacarme esto un poco…
-No, mi amor… hoy es mi cumpleaños y me acuerdo que cuando era chico y me hacían regalos… papá siempre se acordaba que me la pasaba horas con un mismo juguete “hasta que se acabaran las pilas”.

                                                                                                                    Jorge Laplume

2 comentarios:

  1. Agradezco a Mariana Herreros, que con su talento en diseño, hace que esta mis relatos luzcan tan atractivos. Sos un sol.

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  2. de nada Jorge,es particularmente desafiante ...y Vos sabes que los desafíos a mi me compelen hacia adelante ..así que mil gracias por compartir conmigo todo tu talento y darme tanta "licencia creativa "...ademas formamos un buen equipo de trabajo que espero y deseo se prolongue por años ...y el Sol...el sol sos Vos ..yo la Luna.jajajaj besos

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