jueves, 7 de octubre de 2010

Seguro



Ella estaba ahí.
Se acariciaba el pelo con la mano derecha.
Y con la izquierda hurgaba en un cajón.
Linda.
De verdad estaba muy linda.
O yo estoy desesperado…
…No, estaba linda en serio…
Más allá que yo esté desesperado por ella.
Al siguiente en la cola no le importaba su belleza, solo quería que la atienda pronto.
No se puso a pensar que ella también tiene vida.
Tiene sus cosas.
Seguro que para venir a trabajar hasta se arregló y todo.
Se habrá bañado, temprano, para despertarse bien.

Y vive sola.
Seguro.
Se nota por la forma de ser, de moverse.
Y porque también me gusta imaginármela así.


Desnuda, bajo la ducha, el agua corriéndole por la espalda, hasta una cola increíble.
Y eso lo sé. Se acaba de agachar y el pantalón se encargó de marcarle bien un trasero fenomenal.
Y encima, gracias a la tela blanca, se traslucía una bombacha tipo culotte.
Con bordados.
¿Broderie se dice?
Encaje.
Eso.
Muy lindo encaje.
Pienso qué palabra esa.
Encaje.
Y el tipo sigue apurándola.
Pero ella decidió no arruinarse la vida por un salame apurado, que no es capaz de sensibilizarse por una hermosura así.
Se la ve relajada.
Talvez hoy bajo la ducha decidió tocarse.
Seguro.
La imagino… con una mano recorriendo esa entrepierna tibia, cerrando los ojos.
O no… talvez parpadeando rapidito.
Gime.
Mucho.
Tiene uno, dos, tres orgasmos seguidos.
Da envidia.
Termina sentándose en la bañera, con agua corriendole por el pelo largo, volviendolo lacio, muy lacio, aunque sea por un rato.
Aún tiene espasmos reconfortantes.
Fue rápido pero intenso.
Juega.
Ve el frasquito de desodorante a tiro de la mano y sonríe.
Lo alcanza y hace como si controlase que nadie la estuviese viendo.
Miro para todos lados y veo que no soy el único que la mira.
Pero nadie con mi deseo.
Con mi desesperación por ella.
Con mi respeto.
Imagino mimarla. Toda.
La llaman por teléfono.
Atiende sin ganas, porque leyó en el celular quien era.
Se le nota cierto rechazo al hablar con él.
Seguro es “él”.
Habla poco, pero lo que habla es de muy mala gana.
Imagino que ella ya no quiere estar más con él.
Seguro que él no sabe tratarla, y ella se cansó.
Lógico.
¿Cómo puede ser que alguien trate mal a esta muñeca?
“Él” es un boludo.
Seguro.

Vuelvo a esta mañana.
La había dejado con el desodorante en la mano, sonriendo con picardía.
Se abre de piernas, bajo una ducha que ya perdía temperatura, pero todavía se mantenía algo tibia.
Con un poco de saliba se lubrica el botoncito mágico, para volver a empezar, y con la otra mano empieza a penetrarse con el frasco de aluminio.
La baja temperatura del envase le produjo un escalofrío…¿O sería por sentir algo firme, largo y sólido en su interior?
Entra y sale.
Varias veces.
Rápido y despacio.
Despacio y rápido.
Gime de nuevo.
Se deshace en placer.
Le debe estar temblando todo.
Que ganas de abrazarla.
Ahora llama al próximo.
El que se acerca, le sonríe.
Y ella le devuelve la sonrisa.
Formal.
Muy formal.
Su tarea es ser educada, gentil.
Es muy profesional en lo que hace.
El tipo no le “cae”. No tiene nada por que “caerle”.
Y hace bien.
Seguro que cuando salió de la ducha, desnuda, se tiró de espalda
en una cama gigante.
Sommier de los caros.
Le gustan las camas grandes para despatarrarse toda.
De la misma manera que le gusta la ropa interior cara.
Seguro.
Le cuesta pero se incorpora abrazada a un almohadón.
Sentada se mira ahí abajo como orgullosa de lo que tiene allí.
Le habla bajito. Le dice algo así como “Vos me volvés loca”, “Como querés que te siga el ritmo”, “¿Estás contenta?”
Y le da una última caricia antes de aprisionarla con ese culotte que tiene ahora.
El corpiño también es lindo.
Hace juego. Y acomoda unos pechos perfectos.
Seguro.
Apenas le veo un bretel, como de raso.
El sweater desbocado, a veces muestra uno, a veces el otro.
Está muy linda.
Voy y se lo digo.
Si.
Ya me toca a mí.
Me  imaginé acariciándola.
Siguiendo con mis palmas esa superficie suave.
Hasta la rugosidad de su entrepierna.
Que se moja en su humedad.
Me excité.
Espero que no se me note.
Me llama con los ojos, apenas bajando la cabeza, como asintiendo, diciéndome que es mí turno.
Y estoy seguro que notó mi excitación.
Seguro.
Me saludó.
Bien.
Diría que muy bien.
La sonrisa era total. Ancha.
Le gusto.
Es evidente.
Seguro.
Acomodo los papeles de mi lado y se los paso por debajo del vidrio.
Hasta las manos son hermosas. Esas manos que hoy tocaron el cielo, el lugar que yo deseo tocar, besar, chupar, llenar.

Tuvo el gesto de completar el saludo nombrándome.
Y mi nombre, en esos labios, es miel pura.
Ahora, a esta distancia, adivino mejor sus pechos.
No hace falta adivinar.
Se ven.
El sweater desbocado es de un tejido bastante abierto.
Como una red.
No, no tanto.
Pero se ve a través de los hilos y nudos.
Pienso ahora en esta otra palabra: Nudo.
La asocio enseguida a “des-nudo”.
¡Ya se que estoy un poco loco!
Lo sé.
Verdaderas tetas.
Firmes.
Tentadoras.
Dan ganas de comprobar cuan mullidas son.
Seguro que hoy ella también tuvo un tiempo para apretarlas.
Tal vez, haciendo el intento, llegó a besarse el pezón.
O los dos.
O las pellizcó.
Seguro.
Tetas de piel satinada. Bronceada.
Es muy sensual. Y lo sabe.
¿Lo sabe?
Si, seguro.
Mientras revisa los casilleros que completé, muerde la birome.
No la muerde, apenas la rosa con los dientes.
Y la empuja para afuera con la lengua.
Y vuelve a dejar que entre otra vez.
Enmarcado con labios carnosos, con brillo de algún sabor.
Frutilla. O chocolate.
Seguro.
Imagino cosas.
Con esos labios es inevitable.
Levanta la vista y me mira.
Ojos perfectos. Mirada dulce. Y pecaminosa también.
¿Cómo hace para ser todo eso en ella sola?
Me devuelve los papeles.
Estoy por decirle algo.
Se lo voy a decir.
Tengo la frase preparada.
Mi momento, por fin…
Pero me gana de mano.
Eso solo me dijo.
Le sonreí.
Di media vuelta y me convencí.
“Mañana vengo y le digo algo”
Seguro.

Jorge Laplume

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