martes, 16 de noviembre de 2010

Cierro los ojos y te vuelvo a ver

 

Desnuda.
Te levantaste y te fuiste.
Me queda esa imagen de una espalda eterna.
Desnuda, ahí mismo, decidiste seguir la vida.
Apenas recién eras otra, tensa y explosiva.
Dos mujeres en una misma.
Entregada a todo y lista para lo que sea.
Así te recuerdo.
Cierro los ojos y te vuelvo a ver.
Del pudor al desenfreno.
Del desenfreno a lo cotidiano, como si nada.

Me quedó un sabor a más… pero me lo diste cuando te ibas.
Recuerdo que me sentí halagado, y que yo poco pagué.
O no te importó, o ese, para vos, era el trato.
Yo quería más pero solo por cortesía.
Estaba lleno, y cuando decidiste ser la otra, me lo diste.

Desnuda, vacía de toda carga mundana.
Distinta a otras, y conocedora de todas las reglas.
Esos pasos que diste, hasta que volviste a ser la que eras,
te alejaron mil kilómetros.
No es la plata, ni nada… es tu valor invalorable, tu esencia.
Aposté y te perdí.

Sabía, lo sabía acá en el pecho,
que no era fácil sacar lo que llevás adentro.
Y alguna vez creí haberlo conseguido, pero después…
Perdí tu voz, tu aroma, tus sueños… hasta tu masaje tierno…
Charlas profundas y de almas de colores.
Podíamos todo.
Dar y recibir.
Fuerzas mutuas y comprensiones escasas.

Yo entendía tu idioma.
Pero no lo hablaba.
Vos mis locuras.
Y jugaste a ser parte.
Meteme en tu tierra, te pedía.
Me olvidé como era, vos sugeriste.

Poco y nada nos complacimos,
pero a mí me sirvió bastante.
Sin lágrimas, sin rencores, imaginé.
Pero te perdí… aunque nunca pensé ganarte.

El mío no era un deseo normal.
Era saber como te iba.
Algún lugar común, alguna muletilla.
También soñar con alguna fantasía.
Juro que  varias veces te desconfié,
pero quise seguir sabiendo.
El mío no era un deseo normal.
Eran ansias de verte como vos querías.

Talvez a la vuelta de la esquina
una tarde te encuentre.
Y me cruce, juntas, con las dos mujeres.
Vestida y siendo esa mujer que siempre deseas.
Y te confesaré todo lo que te extraño.
Y que sé que no soy y que lo supe siempre.

No sufras, no me siento herido.
Reconozco que solo una cosa me duele.
Sentir que por un instante como nadie te tuve,
Sentir que una parte de mi se ha perdido.


Jorge Laplume

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