lunes, 23 de abril de 2012

La historia que no escribí




-¡Por Dios, que tenga más de dieciocho! O mejor: más de veinte…

Pensar que cuando elegí sentarme en esta mesa, justo con vista a la playa, imaginé que por fin iba a poder escribir sin distraerme. En esta primavera engañosa, donde todavía se sienten los resabios de un invierno vacío de toda emoción, apareció ella. Si quisiese parecer poeta pondría “como un ángel”, cuando en realidad todas las imágenes que me sugirió fueron pecaminosas y hasta demoníacas.

-Si… tiene más… segurísimo…

Ya el hecho que esté con su amiga, comiendo un helado con el frío que todavía hace afuera, me la pintó como de personalidad rebelde, de que quiere helado ahora y no le importa un carajo que haga frío o esté, no sé, nevando, ponele.

Encima, en bici… va y viene con el pedal, para adelante y para atrás. Un poco, solo un cuarto de vuelta…y te doy otro dato más: es bici de varón, o sea con caño… ¿Y a que va todo esto, pensarás vos? Que le gusta el caño… No, pará… no me malinterpretes… digo eso, porque, con una minifalda de jean toda desteñida, con esas piernitas… piernas, dije piernas…violetas de sangre helada, mientras habla y chupa el helado, franelea con ese bendito –y muy masculino, creo yo- caño.

-Veintipico… parece pendeja, lo sabe y lo explota… no cabe duda…es así…

Ahora juega con su pelo tan largo como lacio… castaño claro, casi rubio, pero no es rubio…No sabe si hacerse un rodete o no. Lo retuerce con una mano, lo sostiene un par de segundos, se lo suelta y vuelta a comenzar el ciclo.
El helado le gusta mucho, se ve. No el vasito. Veo que sumerge una lengua joven, ágil, hasta el fondo, sin morder la galletita del recipiente.
Ríe, abre los ojos grandísimo, ahora la boca, como sorprendida por alguna confesión de su compañera. Estalla en una carcajada fresca, donde sus dientes lucen a pleno.

-¿Llegará a los dieciocho, la turra?

Que ganas de… de pedirle los documentos y sacarme la duda. De saber si los ratones tendrían que lidiar con algún conflicto legal, si serían fáciles de sobornar alegando no conocer reglamentaciones vigentes. Acá, lo asumo, me auto condeno como algo –solo algo- mayor que ella. ¿Mayor o de ideas arcaicas?
Sigue con el pelo, pero ahora se decidió a hacerse una colita con un elástico. Con el juego de refriegue sigue, también, y hasta te diría que un poco más intenso. Cambió de posición y ahora puedo ver, apenitas, una inocente bombacha blanca. Aunque nunca una bombacha es inocente, tampoco, por más blanca que sea. Es solo una manera de decir.                                

El helado se terminó, ya no hay tanta risa.

Es evidente que el tema de conversación llegó a donde ella no quería. Explotó en un llanto silencioso, y se tiró prácticamente encima de su amiga en búsqueda de un abrazo contenedor. Es sincera. Al cabo de unos segundos solloza apenas un poco más calma. Ahora el sol entibia mi mesa incluso a través del vidrio que es una vidriera a una historia rara. El abrazo sigue. Ya no va y viene contra el caño, pero la posición la mantiene. Se separan y se seca con la manga del buzo. Juega con la capucha y ahí se vuelve a soltar el cabello. Y ríe como con un poco de vergüenza.
Me descubre.
Hago como que miraba para ningún lugar, como que estaba recorriendo la nada y justo las miradas coincidieron. Miro el cursor titilando en medio de una “hoja” absolutamente desolada. Ni una letra como para retomar lo que supuestamente estaba escribiendo. No se me ocurre nada para escribir.
Siento su mirada clavada en mí. Aguanto hasta de mirar con el rabillo de los ojos. Se me hace dificilísimo. Empiezo a escribir algo. Quiero que piense que estoy concentrado en algo importante. No resisto más y giro decidido para volver a mirarla, que sea evidente. Tampoco es un delito ni nada parecido, después de todo.

Pero ya no está.

El mar volvió a tener olas, sonido, espuma… la playa recuperó la arena. Todo, con su presencia, había desaparecido.
Me sentí muy mal por unos diez o quince segundos. Me vino como la sensación de no haber vivido. O peor, un Borges, con su “no fui feliz” y el peor de los pecados que un hombre, bla bla, bla…
Fui feliz. Lo soy ahora, frente al mar, escribiendo… o intentando escribir. Alcancé bastantes metas… pero esta nena, esta mujer me desacomodó las fichas…
¿Cuánto la conozco? Nada.
¿Cuánto me conoce? Nada.
¿Qué tenemos en común, temas de conversación, intereses mutuos? Supongo que ninguno.
¿Entonces? ¿Qué me produjo como para sentir esa electricidad? ¿Para qué me inmovilice durante ese rato? ¿Qué fue aquello que motivó a todas mis respuestas lógicas frente a incógnitas siempre absurdas a la hora de la atracción? ¿O es acaso la más absoluta nulidad creativa que me sobrevuela desde hace rato la que trata de encontrar escapismos para no escribir lo que sé que tengo para escribir?
Miro de nuevo para afuera y me sorprendo al ver que ahora la bicicleta, la misma, está atada al poste próximo a la entrada. Busco casi desesperado con la mirada. No la veo. Pero debería estar cerca.
Una moza se me acerca tan silenciosa que me sobresalté.

-Perdón, no quise asustarte. Sé que hace rato te tendría que haber atendido. Me pasé demasiado afuera tomando helado… Estoy entrando tarde, lo sé, pero como el dueño no me vio… No le digas, plis… Uy ¡Qué vergüenza! Vos acá esperando que alguien te de bola y yo afuera con una amiga… Es que en esta época del año no viene casi nadie, y me re colgué… ¿Qué te traigo?

Era mucho más linda viéndola de cerca. Comprendí que era inevitable que le hubiese visto esa blanca bombacha porque la pollera era muy corta. Y ella también lo sabía, porque más de una vez tironeó como para estirarla en vano. Parecía menos rubia que cuando estaba a la luz del sol. Las piernas ahora tenían un color más ¿lógico?... Todavía mostraba signos de las lágrimas. Y le quedaba hermosísimo… más allá que seguramente para ella eso fuese quizás una  muestra de algún dolor.

-¿Que quiero? Eh… Ja! Si te pudiera decir…
-Dale, pedí… que hoy si no tenemos, te la invento.

Me venían ganas de pedirla desde la mano, y otras partes más, hasta la vida entera… o su teléfono o, modernizándome y preguntarle por si está en facebook o tiene twitter… pero decidí empezar por clásico café con un par de medialunas.

-Ya te las traigo. ¿No querés mejor un alfajor? Las medialunas son de ayer… Ah! y te digo que sí, yo también te estaba mirando todo el tiempo…
-¿Todo el tiempo? ¿Allá afuera, con la bici?
-Ajá… todo el tiempo.
-¿Y el llanto? ¿Algo jodido?
-¿Jodido? No, para nada que valga la pena demasiado… cosas de minas.
-Ah, ok…si te puedo ayudar…

Se fue a buscar mi pedido sin siquiera contestarme. Me quedé mirándola y me dedicó un par de sonrisas. El mar salpicaba la costanera con fuerza.

-Tomá… dos alfajores…uno va de regalo.
-Mmmm, que buen servicio! Ok, mejor guardo los dos y los comemos juntos después, cuando salgas de acá.
-Rapidito el tipo ¿eh?… dale… encontrémonos en la plaza a las ocho, así me das tiempo de ir a casa.
-A las ocho…y me mostrás el pueblo.

El resto del día pasó lentísimo. En el cuarto de la posada la señal de internet iba y venía de manera insoportable. Decidí escribir mi informe en vez de discutir con Zabaletta que me reclamaba desesperado en la oficina…después de todo estaba perfecto no tener señal.
Cuando a las ocho menos cuarto llegué a la plaza ella ya estaba ahí.

-Uy, ¿Quién estaba más ansioso de los dos? –fue lo primero que ella me dijo, incluso antes del ¡Hola!
-La verdad que si… tenía ganas de encontrarte de nuevo. Perdoname ¿Cuántos años tenés?

Estaba “arreglada para salir” como decía mi abuela. La temperatura había bajado bastante y entonces ahora un jean fue lo que la vestía. Sus ojos marrones iluminaban ese rostro joven. Un pullover de lana gorda, con cuello tipo polera destacaba aún más los rasgos aniñados.

-¿Qué? ¿Le querés pedir permiso a mi mamá para salir conmigo? -consultó riendo con boca generosa- ¿O te preocupa otra cosa?
-No, nada… solo que… nada… ¿adónde me vas a llevar? No conozco nada.
-Hay un vecino del pueblo que cocina en su casa pero es una especie de restó. Tiene una contra y un par a favor.
-Las malas primero.
-Es caro, y me conoce…o sea que de intimidad, digamos que poca.
-Ajá…lo de caro, déjamelo a mí… si no está muy loco con lo que cobra, yo pago… y lo de la intimidad…y bueno…vamos a cenar después de todo. ¿Y la buena? ¿Qué cocina rico, supongo?
-Jaja, no…eso no es…Si, cocina bárbaro… la buena es que es mudo…o sea que lo que vea, no lo puede contar… salvo que escriba, como vos…pero no… pero los mudos no me caen, es como que miran más de la cuenta.

Su presencia era hiperactiva. Me miraba pero al instante estaba moviéndose y descubriendo otras cosas. Su constante preocupación por el pelo me excitaba pero al mismo tiempo me exasperaba. Tenía ganas de divertirse y yo estaba en plan lento, temeroso. De pronto se soltó el pelo de golpe y mirándome fijo con cara de enojada largó una casi exigencia.

-Nada del mudo. Vamos a casa.

Quedé helado. Su gesto impulsivo me desorientó, más allá que era su manera de ser, era evidente.

-No sé… ¿a tu casa? Pero… ¿querés que compremos algo antes?
-Tengo todo. –su seriedad casi de funeral para esa respuesta fue demasiada para controlarla por más de cinco segundos. Estalló en una risa contagiosa.
-Bueno, dale.

La caminata hasta esa cabaña con techo a dos aguas se hizo en silencio. Ella iba más rápido que yo, y se movía incitante… avanzaba unos pasos y se daba vuelta para verme y hacer alguna morisqueta. Por instantes pensé que esa noche sería insufrible, más allá de mis ratones. Cuando llegamos y saludó a Tito imaginé un tío grandote y violento, y que como un inocente había caído en alguna red de ladrones.
Tito era su bóxer. Grandote con cara de boludón.

-Uff, que lindo cuando la casa está calentita. En invierno acá hace unos fríos tremendos. Pero el calor de un hogar a leña me encanta.

Estiró los brazos para sacarse la polera de lana gordita. Debajo tenía un corpiño de encaje, negro, que aprisionaba dos pechos perfectos. El jean solo se lo desabrochó.


-¿Te jode que me quede así un rato? ¿Hasta que me entibie? Mirá que este corpiño muchas minas lo usan en la playa o para bailar… quiero decir que es como tener ropa, pero si te jode me pongo otra cosa.
-Nop. Todo bien… va a ser inevitable que te mire las tetas más de la cuenta, obviamente, pero si eso no te jode a vos…
-No, estoy acostumbrada! Ser mina es un ejercicio para eso…más viviendo en el mar. Vivo casi en bolas en el verano. La vez pasada en el bar estaba con el delantal y sin nada abajo… No se me veía casi nada, salvo cuando levantaba los brazos, ponele… ¡Se llenó el local! Fue el día que más propina me dieron…pero las viejas chotas de acá le avisaron al alcalde y casi me meten presa. Por eso ahora pregunto.
-Por mí, si querés quedarte en bolas, todo bien…
-Jaja, si, terrible hijo de puta vos… No, así estoy bien, gracias, jajaja

Los spaghettis a una salsa indescifrable estaban muy buenos. La charla, gracias al tinto, se hizo más floja, menos “de compromiso”. Me confesó su obsesivo deseo de largar ese pueblo y dedicarse a lo que le gusta pero en donde fuese valorada.

-Escribo cosas. Para mujeres. Digamos que hot… Espero ahora que una revista me confirme para una columna.
-Ah! mirá que bien…-respondí atragantándome con una miga de pan-
-Y no soy lesbi. Lo aclaro porque cada vez que digo “para mujeres” me ponen esa cara que pusiste vos. Amo lo que soy y por eso me encanta relatar nuestras fantasías, los sueños, y alguna que otra experiencia…
Me volví a sorprender. Analicé lo que venía sucediendo y supuse que todo esto me convertía en un conejito de indias para sus estudios.
-Y ya que te tengo acá, te voy a preguntar de todo.
-Sí, entiendo: soy un experimento yo.
-No, para nada… tampoco te voy a extirpar nada. Aunque… jajaja –río otra vez de manera franca- podría extraerte algo…información…o… jajaja
-Pará… servime más vino, sentémosos por allá y preguntá

La charla pasó por todos los niveles. Fue interesante tener una anfitriona tan curiosa sobre “que le vemos” o “que pensamos” de tal o cual cosa. La parte emocional, la referida a los sentimientos la dejaba con la boca abierta. Cuando yo le confesaba que cosas me pasaron cada vez que me separaba de una novia, o si fantaseaba con formar una familia, o como le explicaba lo que el amor era para mí, parecía que le hablaba en chino. Ella por su lado develó algunos misterios femeninos que siempre me carcomían la cabeza. Y de esos temas, fuimos pasando a los otros.

-Decime con sinceridad: Tratá de sacarte la paja mental que tienen siempre: Mirame la tetas… ¿Qué pensás?
-Jaja…bueno…lo primero es “¡Que par de tetas!”
-Si boludo… eso me lo han dicho inclusive… ¿pero que pensás?
-Eso.
-¿Nada más?
-Si, que están buenas, son excitantes… que más… que dan ganas de apretarlas, de contenerlas en mis manos… ¿más? Que incluso chuparlas un poco… Si me extralimito decime…
-Ja! Si no dijiste nada… ¿pero si están gordas? ¿Si corresponden al resto del cuerpo? ¿Si están caídas, flácidas?
-Nop.
-Ajá. Ves tetas y pensás “tetas”.
-Si.
-Y con el culo debe pasar algo parecido, supongo…
-No sé… a ver –dije con cierta sorna que no llegó a interpretar como algo gracioso-
-Estoy hablando en serio. ¿Y con la concha? No me digas “linda concha” porque linda, no es… dejame de joder…cuelga piel por los costados, es medio deforme…
-Es que para nosotros es linda. Da ganas de tocarla, de chuparla, de sentir entre los dedos su humedad, de meterse adentro, jugar con esos labios, y si podemos comertela, el sabor… comerla dije, eso es mutuamente excitante.
-¿Pero a vos te excita en serio comerla?
-Una vez leí algo que capaz te sirva: algo que dice que si el tipo te ama, lo del sexo y eso, “va mucho más allá de un orgasmo” Ver la cara, sentir la vibración de tu compañera, sentirte, es algo de acá adentro, -le decía mientras le marcaba el medio del pecho, a la altura del esternón- … ¿cómo decirlo? Sentirse “dueño” de un regalo que le estás dando. Esencia de la vida, algo más vital, más energético, que una eyaculación, que un espasmo. Una desconexión a lo mundano, a lo terrestre… ¿Hiciste yoga alguna vez? Bueh, algo que pasa por ahí, por la profundidad del ser…Es medio complicado expresarlo en palabras, pero es algo más o menos así. Eso es al menos lo que yo siento cuando quiero brindar amor -no me lo confundas con estar enamorado- Ese amor de dar un placer genuino, que no lo inventó nadie de los humanos, que no es una mercancía. Si eso, te decía, puede estar en una relación, de manera absolutamente liberada de egoísmos, eso es puro. “Santo” me animaría a decir.
-Uy, ¿pero no te fuiste al carajo? No creo que eso exista.
-Sí, existe: Ejemplo bien boludo: ¿Alguna vez le hiciste una paja a un tipo a cambio de nada? Nada de nada para vos, eh… ¿O un tipo que te la haya hecho a vos solo por regalartela?
-¿Nada a cambio? Uy, pocas veces…Sí, me acuerdo…a un novio que tuve… era lindo verlo gozar.
-Bueno…eso es pensar en el otro. Decí que se confunde mucho en el tema sexo, pero ahí tenés una prueba. Y si eso sale natural, si te sale regalarle eso, podés confiar en que ese regalo salga después en pareja. Estamos en el mundo de hoy muy egoístas… queremos estar bien y está bueno, pero se piensa muy poco en que esté verdaderamente bien el otro. Y si… nos fuimos al carajo.

Su cara estaba hermosa. Todo el talento que ella suponía tener para escribir de esos consejos se lo hice añicos con estos pensamientos un poco más profundos. Su teoría de tetas, culo y concha quedó complicada.

-Pero ¿y el atractivo físico? ¿A vos no te calienta eso?
-Sí, más vale…y me encanta… pero a veces viene tan regalado que el regalo importa poco. Me encanta descubrir, desenvolver, oler, saborear, tocar… que esa magia lleve una carga de la otra. ¿Viste cuando en un negocio te dicen si te lo envuelven o lo llevás así nomás?
-“¿Lo llevás puesto?” incluso te dicen a veces. 
-Si, jajaja, pasa eso…Bueno, yo soy un romántico, antiguo según parece. 
Amo el envoltorio, y conocer cada detalle… hoy el juego del sexo y todo eso pareciera ser algo más de la industria del usar y tirar.
-Me dejaste helada. Yo imaginaba que eso de la liberación, de romper con los esquemas y las sutilezas era un logro importante para transparentar todo. Una especie de “Me gusta y le doy” y que con eso se ganaba autenticidad. ¿Para que tantas vueltas? Y que todo lo demás era arcaico y falso… Interesante que sea como vos decís que es…
-No, pará… No digo que sea así…y esto es mi manera de verlo. Aparentemente mi visión es la de un viejo choto, porque hoy por hoy pasa por el otro lado.

No terminé de decir la última palabra que ella se me estaba lanzando sobre mí. Fue inevitable responder a su abrazo con uno mío. Sentí de su parte algo extraño. Mezcla de falta de afecto sincero y algo también de calentura producto de mi perorata… Era lindo, sexualmente hablando, confieso para no quedar como un hipócrita, sentir su cuerpo pegado al mío. El calor de su piel, sus pechos firmes contra el mío.    Se separó como para mirarme a los ojos y noté nuevamente lágrimas como en el bar. No dijo nada. Tímidamente, temiendo que yo la rechace, acercó sus labios a los míos. Fue breve.

-Perdón, soy una boluda. Todo lo que dijiste, todo lo que me explicaste y actúo como una trola. Pero me salió. No es calentura física… te lo juro. Es…es… ¿cómo explicarlo?
-Ternura. Sentí eso… todo bien.
-Si! Ternura. Sos muy tierno. Y hace rato que no siento eso de un hombre. No lo tomes a mal, pero me vino la imagen de mi viejo al abrazarte. Lo extraño.
-Ja! Me jubilaste de un saque, nena… Pero entiendo lo que decís. Es clarísimo al ver como hoy día se tratan los jóvenes. Tranqui, yo no pensé en que fueses mi hija, jajaja… pensé en lo linda que sos… y, dicho de manera sensual, lo turra copada que sos… “turra mía” dijo  el Polaco Goyeneche…
-¿Quién?
-Nadie…un amigo mío… turra y pendeja encima, eso lo digo yo…jajaja

El resto sucedió de manera rara. Había un halo de “¿todo esto está bien?” en cada cosa que pasaba. No voy a negar que yo imaginaba que tarde o temprano íbamos a terminar encamados. Por eso me sentía incómodo. ¿Era la idea? En mi mente erótica, si… en la otra, en la de sentir lo que uno hace, la de dejar huella, la de tratar al otro como me dice mi interior, se confundía. Su aroma, su pelo ahora enmarañado, su ropa interior desacomodada mostrando un aire felino, salvaje, hambriento alteraba mis hormonas. Su esencia, que brotaba como risa transparente, como brillo auténtico de sus ojos, me enamoraban perdidamente.
No deseaba hacerle daño. Sobre todo emocionalmente. A mil fantaseaba con recorrer cada milímetro de todo su existir, de punta a punta saborearla con los cinco sentidos. Y ella actuaba con reservas. Había deseo en ese lugar. Ardíamos de deseo. Atinó a desabotonarme la camisa mirando con atención mi reacción.       
Accedí con una mueca. Y allí se abrieron las compuertas del delirio. Me desnudó en instantes. Me quedé disfrutando como lo hacía.




Luego, delante de mí, se puso de espaldas y comenzó a bajarse el jean con mucha lujuria, sensual, erótica  como pocas. 


Al cabo de demasiados minutos para mi gusto, exhibió un orto perfecto, con una tanga sumergida ocupando un lugar que yo ambicionaba. Su cola era gloriosa. Se sacó la bombacha y al darse vuelta tapaba su entrepierna con una mano. El corpiño seguía en su lugar. Era imagen para fotografiar y hacer poster. Y detrás de ella el fuego crepitaba iluminando su cuerpo de un amarillo anaranjado… Casi no había más luz, salvo un farolito que impedía que su rostro quedase a oscuras.



Comenzó a acariciarse el clítoris y alternativamente hundía uno o dos dedos en una concha que se percibía mojada. Yo sentado frente a esta maravilla, le regalaba cabeceos de mi pija producto de la excitación en progreso. La sentía bombear sangre para ponerse acorde a lo que presenciaba. Me gustaba dar ese espectáculo. Me gustaba que ella lo mirase.                        Se acercó a mi sillón y se acomodó con sus piernas sobre los apoya brazos, poniendo su concha entera a la altura de mi boca ansiosa. Saboree jugos y carnes impregnadas de esa miel única. Por momentos podía ver su cara de goce, y las contracciones de su pelvis empujaban esa intimidad contra mi lengua.
Gritó con audacia, con libertad. Se separó confesando que estaba a punto de algo grande, pero no deseaba caer rendida así.                                          Chupó de mi verga de manera maestral, recorría desde mis testículos hasta la punta suavemente, pero con perfecto sincronismo con mis primeros espasmos. Su dedo jugaba en mi cola, produciendo escalofríos encontrados. Sentía brotar mi líquido que inmediatamente pasaba a su lengua. Me puso a punto de perforarla. No deseaba nada más en ese instante.                                                                                                 Cambiamos de posición. Apoyando la cabeza sobre sus dos brazos en la mesa del living, me ofreció su cola a pleno. Sus tetas, ahora liberadas, caían bailoteando con ganas. Le pedí alejarme un instante, para verla, así, abierta de piernas en una pose tan guarra como elegante, tan burda como exquisita. Me regaló un par de pellizcos en esos pezones rígidos y fue signo de que esperaba mi entrada.


Fue delicioso deslizarme en ella. Mi pija parecía saborear, relamerse con sus jugos. Quise ser eterno, recorriendo ese canal como si fuese más extenso de lo que era. Entrar y salir de su concha, al ritmo de sus jadeos me hacía creer que le estaba, finalmente, otorgando la magia del encuentro. Una relajación diferente, que un poco la llevaba a un punto de inconsciencia celestial.                                                                                                               Su mano y mi mano se encontraron en el clítoris ávido de liberación. Y sus gritos se mezclaron con los míos. El punto del no retorno ya hubo sido superado…solo faltaba la explosión.


Mis estertores hicieron que el vaivén dentro de ella fuese más largo que lo normal. Y sentí su risa espontanea. Desfachatada. Feliz. Como si supiese que deliro cuando una mujer ríe en ese momento de sumo amor.


¿Amor dije? Palabra compleja, mal usada tantas veces.                                 Si, ahora la amaba. Era mi amor eterno. No era un análisis ni lógico ni racional. La amaba apasionadamente. Su risa me mostró con autenticidad como era ella. Ella era así.

Al día siguiente, ya caminando por la calle, de la mano, hablamos de todo. Me sentía diferente, pleno, con el pecho ancho. Empezaba algo diferente.

-¿Cuántos años tenés? ¿Más de veinte?
-¿Con cuántos años vos te sentís? Eso es lo que vale. Yo me siento muy bien. Con una linda edad. Nunca en la vida me sentí mejor. Esa es mi edad. Y la disfruto.
-Ok, ok… es una buena respuesta… pero rebobinando, si no conocías al Polaco Goyeneche eso quiere decir que…
-Dame un beso y cállate… 





domingo, 15 de abril de 2012

A la luz de la luna





-¿Te parece? ¿Y si nos ve alguien?
-No hay nadie, son las once de la noche… abril…no hay nadie en la playa
-Si, si…eso lo veo…pero…Ok… ¿La luz de la luna no nosilumina demasiado?,
-¡Raquel!
-Ok, dale…pero vos primero.

Era una linda aventura la de meternos desnudas en el mar y de noche. El día había sido largo, después de yirar y yirar hasta encontrar la casa que una amiga nos prestaba por una semana.
Cuando nos había dicho que estaba alejada del centro, tanto Raquel como yo habíamos pensado que eran diez o quince cuadras de la calle principal y no a más de cinco kilómetros como estaba. Encima, ponerle como nombre “Marysol” a la cabaña frente a la playa no era lo más original para que se destaque del resto de las casas en alquiler…¡Ocho casas en todo el balneario se llamaban igual! Cuando en el pequeño y humilde mostrador de información turística de la terminal nos dieron esa cantidad, jamás pensamos que sería la última en descubrir…


Bueno, el tema es que nuestro primer día de desintoxicación nos lo pasamos mochila al hombro caminando de aquí para allá. Y ahora si, después de ventilar esa cueva, de poner las cosas que desesperadamente pedían ir a una heladera, nos cambiamos ¡y a la playa!
Apenas tocams la arena ambas coincidimos en que es increíblemente sanador pisar desnuda la naturaleza. Yo, con mi trabajo –gracias a Dios eso antes que nada- en una casilla del peaje de Pando, entre Montevideo y Maldonado, y Raquel trabajando en una en la farmacia del barrio, estamos como esclavizadas a ese encierro. Esta semana, y totalmente fuera de temporada, para nosotras es como ir a Tahití. Ambas sin hombres en estos momentos, por casualidades similares, coordinamos para hacer frente al ofrecimiento de este paraíso un tanto desabitado.


Juntas y solas era la primera vez que salíamos. Desde chicas, desde el liceo que nos conocíamos pero nunca habíamos pegado una relación tan estrecha. El hecho de haberse mudado hizo que le sea más habitual pasar por el peaje. Y yo cada vez que necesitaba ir a la farmacia, empecé a ir a verla a ella. De ahí a que nos juntáramos a hablar de todo, fue inevitable.


Yo le contaba de mis enamorados de diez segundos, de aquellos que recuerdan mi nombre e incluso algunos que me regalan chocolates o me dejan el vuelto para mí. Ni tiempo de levante tenemos por más bombón que sea el conductor, ya que siempre hay un auto atrás desesperado y apurado, abriéndose paso a bocinazos. Ella me contaba que le pasaba seguido eso de hombres que todavía hoy les da vergüenza pedir forros y dan vueltas y vueltas hasta decírselo. Pero que también están de los que alardean como si se les notara en la cara algo que quieren disimular. Y ni que hablar de los compradores –compulsivos- de viagra. Si, todas las charlas, tarde o temprano, algo de hombres y sexo hablábamos.
Tener la playa solamente para nosotras dos nos daba una sensación tremenda de seguridad, de llenarnos los pulmones de energía, de sentir el calorcito del atardecer en la piel. Después de dos -miserables- sandwichitos de pan lactal y jamón, y de quedarnos mirando la luna casi sin hablar, fue que le propuse meternos al mar.


-Dale… no hay nadie… mirá: ¡¡¡Ahhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhhh!!!! -grité eufórica.
-Shhhh, para loca… te creo que no haya nadie, pero si gritás, capaz que nos escuchan…
-¡¡¡Siiiiiiiiiiiiiii, gritoooooooooooooooo fuerteeeeeeeeeee… quiero sacar todo lo que tengo adentrooooooooooooooo… aca estoy maaaaaaaaaaaaaaaaar… Y me voy a meteeeeeeer desnudaaaaaaaaaaaaaaaa…!!! Agua salada en mi conchaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!!!
-Jajaja, estás loca vos… A ver…voy a gritar yo: ¡Ey!
-Dale! Eso no es gritar…grita así: ¡Estoy feliiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiiz de estar acaaaaaaaaaaaaa!
-Buenooooooooooooooooooo…!!!



La luna, hay que reconocerlo, es una luz impresionante para iluminar cuerpos desnudos. No soy de las que miran mujeres, pero Raquel tenía, desnuda, unas formas perfectas que nunca sospeché viéndola vestida. El azul destacaba curvas y pliegues de manera muy sensual. Yo me miraba y tampoco estaba mal más allá que siempre me veo rellenita. Le pedí que me sacara fotos, pero así, sin flash. Después, cuando terminen estas vacaciones, lamentablemente tendré que borrarlas, porque si mi hermano agarra la máquina, flor de despelote que se me arma. Pero tenía su onda posar primero con poses sensuales y poco a poco irnos a lo porno directamente. No había mucha luz pero nos reíamos viendo que ordinarias podíamos llegar a ser.
Entrábamos y salíamos del mar permanentemente. Sentir el agua tibia golpear mis tetas o inmiscuirse en la entrepierna comenzó a excitarme. Le pregunté a Raquel, desfachatadamente, si le pasaba algo parecido, si sentía cierta sensualidad.




-Mmmmsé… me da vergüenza decirlo, porque pensé que me pasaba a mí y no a vos, pero si… está bueno…
-Jajaja…vení, dame un beso.- Le dije cagándome de risa, como dcen los varones cuando juegan a que se van a besar entre ellos y no lo hacen ni ahí… Yo no imaginé jamás cual sería su reacción.




Se acercó sin dudar. Hasta creo que estaba esperando que al fin se lo pidiese. Yo no estaba preparada para eso, pero no dudé en recibirla. Apenas solo tocó sus labios con los míos, un escalofrío me sacudió. Nos separamos mirándonos fijo, serias, entre asustadas y curiosas.  Al cabo de un instante ya estábamos lengua con lengua enredados sobre la arena.
Nunca había apretado una teta. Al hacerlo, al encontrarme con esa experiencia táctil de como mis dedos la contenían, descubrí, por primera vez, el valor de ese deseo tan masculino. Era mezcla de apretar una esponja, o una pelota semi inflada, percibiendo que estás regalando un mimo íntimo… interesante sensación, nada comparable a cuando yo misma me agarro mis lolas. Ella hacía algo bastante parecido con mis glúteos. El sabor salado de su boca me hacía salivar bastante, sin embargo no dejé de inspeccionarla comiéndole sus comisuras. Y la boca toda.


-Jamás pensé que esto fuese tan rico. –dijo riendo estruendosamente. Y luego comenzó a gritar como antes no lo había hecho.- ¡¡Estoy por cojerme a una mujer!!
Más allá del juego, yo no me había puesto a pensar en eso. Hasta ahí era solo picardía, besos calentes y tocar tetas. La sola idea de su mano o “algo” de ella en mi concha me frenó.
-Mirá Raquel… en realidad no sé si…
-Callate y vení al agua…¡ya!
-Esperá, no quiero lastimarte, pero…
-Vení ya al agua boluda… vení que vi una luz.




Giré violentamente la cabeza hacia donde ella estaba mirando y un haz de linterna fue inconfundible. Me lance de lleno al agua tratando de quedar lo más pegada a ella, y que el mismo movimiento de las olas disimule nuestra presencia.
La luz fue creciendo, haciéndose más intensa a medida que quien portaba esa linterna se acercaba. Daba la impresión de estar revisando la playa, como buscando cosas que la gente pudiese perder. Nosotras habíamos dejado el tupper algo alejado del recorrido de este hombre, pero nuestras bikinis estaban ahí nomás.




-Boluda…¿Qué hacemos?
-Callate y confiemos en que siga de largo.




El color blanco de mi tanga se reflejó como espejo ante la luz de la linterna. El se agachó y pudimos ver su cara de extrañeza convirtiéndose enuna de  turra picardía. Murmuró algo que no llegamos a escuchar. Luego siguió iluminando la arena y encontró el resto: los dos corpiños y la bombacha –carísima- de Raquel.




-¡La puta que lo parió! Que no se la lleve que todavía ni una sola cuota me entró de esa malla todavía…
-Estúpida… creo que esto es más complicado que el pago de la tarjeta…




Con sus “trofeos” en la mano continuó su búsqueda. Ahí descubrimos que lo acompañaba un gran perro, que venía más lento oliendo cuanto encontraba a su paso. Nosotras seguíamos los vaivenes de las olas, agarradas una a la otra. Estábamos temblando de pánico.
Y de pronto el hijo de puta del perro es el que nos descubrió. Nos vió, ladró y se lanzó como para rescatarnos. Ahí el tipo iluminó su camino, sorprendido y ¡zas! encontró dos minas en bolas donde y cuando ni en sus pajas más fantasiosas pudo haberse imaginado.
Salimos tapándonos lo que podíamos… descubrí que prefería evitar que me vea las tetas antes que la concha, ya que mis dos brazos aprisionaban a mis mellizas. Raquel en cambio tomó la postura del “ya fue” y caminaba como si nada, esbozando una sonrisa tramposa, como para seducir a quien podría ser un asesino.
El chico -era joven, viéndolo de más cerca- estaba más asustado que nosotras. Si bien al principio no nos sacaba los ojos de encima, y no dejaba de encandilarnos, cuando fue consciente del regalito del cielo, pidió perdón y se dio vuelta.




-Pe…pe…perdón… no quise… Uy, que vergüenza…ustedes estaban ahí, y  yo…
-Todo bien… mi nombre es Raquel… ¿me pasarías mi malla, por favor?
-Uy, si… es que las vi en la arena y… ya me voy… ustedes sigan…o hagan…eh… chau…
-Pará, pará… tampoco te vamos a morder…¿Cómo te llamás?
-Esteban. Vivo allá, en la lomada, pero cuido una casa y salí a caminar con Toto, mi perro…bueno, me voy…
-No, no, noooo…vos no te vas nada… ¿acaso no te gusta lo que viste? –lo apuró Raquel, que no perdió excitación pese al susto.
-Si, dale, quedate con nosotras y nos contás cosas del pueblo, de la gente de acá, que se yo…-sumé charla ante el desconocido mientras acomodaba mis tetas en los triangulitos de tela.
El pobre chico, que tenía apenas diecinueve años era un púber para nuestros treinta y pico… Sin embargo su interés estaba bien marcado debajo de sus bermudas, donde, como le dije, parecía que llevaba otra linterna.
-Mira, casualmente Raquel y yo estábamos descubriendo sensaciones nuevas…nosotras, por ejemplo nunca habíamos estado con otra mujer, tocándola así, y así, y así… ¿te gusta? ¿Y vos… habías estado con dos chicas al mismo tiempo?




El muchacho, entregado, por timidez o por oportunismo, solo se dejó caer sobre la playa y apenas contestaba con monosílabos. Mientras yo me ponía de rodillas y empezaba a jugar con la arena seca dejándola pegada sobre mi cuerpo mojado, Raquel le sacó la larga linterna (“Uy, que larga que es” le dijo a modo de comentario burdo, a lo que Esteban inocente, le contestó “si, llevaba seis pilas grandes, era de mi papá”) y empezó a rozarse el clítoris con la rugosidad del objeto.


-¿A vos te parece que me entrará esto? Veamos…








Raquel, empapada como estaba de sus propios jugos, abierta de piernas de par en par, empezó a deslizar el negro y frio metal dentro de su vagina. Yo, mientras tanto me dediqué a bajarle el pantalón a nuestro espía y contemplar su otro objeto largo y grueso. Al ver como crecía su excitación por semejante show, comencé a chuparle una pija fresca y lozana. Raquel, de concha profunda evidentemente, gozaba metiendo y sacándose el largo tubo, gimiendo de tal manera que aceleró incluso mi propia excitación. De pronto, muy concentrada en mi tarea, Esteban me avisa que no da más, que está por explotar. Ahí decido dejarlo en reposo, y jugada por jugada, me zambullí a compartir el orgasmo de mi compañera… o mejor dicho a efectivizarlo, gracias al aleteo de mi lengua en el botón mágico. Fue una sensación inesperada, ver de tan cerca el hermoso instante de su acabada, sintiendo en la palma de mi lengua su sabor celestial.


-Ey, ¿Y yo? –dijo Esteban con una carita que me dio pena, sentado dándole masa a su pito mientras las dos caíamos exhaustas, ella por su polvo y yo por mi lengua ávida…
-Ahí voy, dije mientras me sacaba arena de la concha, cosa de prepararme para su ensartada. 


Apenas pude me senté sobre él y lo cabalgué como desesperada. Mientras Raquel, detrás de mi jugaba con uno de mis pechos con una mano y el clítoris con la otra, para delicia extra mía y del pibe.






Yo alcancé un orgasmo intenso, con el bonus de gozar mirando el mar a la luz de la luna. Grité fuerte pero con paz. Era algo tierno e intenso al mismo tiempo. Estuvo impecable. Su esperma brotó, y gritó con voz aguda y fuerte. No habrían sido demasiadas las veces que alguna mujer lo cogía así. Una sabe y eso se nota. Después de bañarme por dentro, sentí chorrear todo sobre la arena. Quedamos tendidos, abrazados, con el único abrigo del perro que se acurrucó a nuestros pies.
Al cabo de un rato, Esteban se comprometió en ocuparse de nosotras, paseándonos por los distintos puntos de interés y sitios históricos del pueblo. “Quiero ser su guía” –sugirió. Raquel, mientras se relamía aún saboreando sus propios jugos, poniendo cara de nada, para responderle.




-Mmmm, Sabés que nos encantaría, lo que pasa es que no tenemos con qué pagarte. Y queremos conocer todo lo que nos puedas mostrar ¿Aceptas un canje?