martes, 19 de julio de 2011

Nuevas Amigas

Hace 3 años publiqué una novela policial: La Clave de la Vida. En ese relato de más de cuatrocientas páginas, un capítulo se lo llevó una relación muy particular entre Magda, la inocente protagonista de origen muy humilde, y Pato, una ex modelo publicitaria con mucha experiencia en la vida. En determinado momento, coinciden en un lujoso hotel de Miami. Ambas estaban interesadas en conocerse más. Y pasaba esto:






Pato, después de darse una ducha rápida, se apareció delante de Magda vestida solo con un conjunto de ropa interior negro, de encaje, completo hasta con guantes, y medias sujetas por portaligas. Se paró delante de una única espectadora impaciente. A la lámpara del velador la habían tapado con un pareo anaranjado, lo que invadía todo el cuarto de un tono cálido, evitando los efectos de una luz dura, que marcan sombras abruptas. El tema de Cristina Aguilera ya sonaba en el I-Phone con parlantes -que había comprado para Nacho el día anterior-, cuando empezó el show.
Pato era especialista en streap tease. En el auge de su carrera había visitado distintos cabarets, acompañando a galancitos incipientes que buscaban ser fotografiados con chicas de moda para ser tenidos en cuenta por las revistas del momento.
Era parte del juego. A veces le tocaba ser servicial, y en otros momentos le devolverían favores para ser ella la destacada. Extraño método del “hoy por ti, mañana por mí”.
En una ocasión, la vedette Mimí Love, le ofreció subir al escenario en una obra de teatro de revistas, al saber que estaba entre el público. Y la simple idea de mostrarle a la platea que ella estaba allí, se convirtió en un inesperado show erótico.
Cuando quedó solo vestida con una mínima tanga una ovación se paró para aplaudirla. La exhibición era lo suyo. Seductora extrema, que sin embargo rechazó las tablas para afianzarse en su carrera de modelo. La provocación la manejaba con maestría e inocencia. Cierta vez, visitó le Exposición Rural invitada al stand de Pepsi.
Ella era la imagen de una nueva campaña de esa marca tanto en televisión como en gigantes carteles de vía pública. Y ese día fue vestida desde el cuello hasta los pies con un catsuit azul de una lycra muy fina. Estaba desnuda estando vestida. La parte racional de los que la miraban no podía objetar nada, pero la emocional decía otra cosa. Un rato después llegaron dos agentes de la comisaría veintitrés, ubicada al frente mismo del predio de Palermo. El motivo era una denuncia de tres mujeres diciendo que estaba incitando al sexo, la prostitución y la promiscuidad.
Era difícil de evaluar, pues nada se le veía y nada tampoco hacía con su cuerpo, y sin embargo ella era la lujuria en persona.
El finísimo género strech le marcaba cada uno de sus pliegues naturales. Tanto la forma redondeada de sus pezones como los labios vaginales se le adivinaban a la perfección. Era evidente que no llevaba ninguna prenda debajo. Un chico vociferaba que “¡Abajo de la ropa está desnuda!”, algo que a Pato le causó gracia.
El color azul disimulaba su casi desnudez, pero no podía impedir el clima de excitación que emanaba e inundaba el aire.
La policía, que no le sacaba los ojos de encima, solo le sugirió que sea más recatada ante la presencia de algunas personas, que podían sentirse incómodas ante ese espectáculo.
Era una Diosa.


En el cuarto del hotel, los acordes musicales acompañaban cada uno de los movimientos donde, prenda por prenda, ella se las quitaba.
Los guantes larguísimos fueron usados como cuerdas para atarle las manos a Magda al respaldo de la cama. Las medias serían entonces para sujetar sus piernas, después, claro, de ayudarla a desvestirse totalmente. Era una X gigante, expectante en medio de la cama.



Después de dejarla así, atada de pies y manos a su total dominio,  Pato siguió con el baile hasta que quedó completamente desnuda. Magda vio un brillo húmedo en la entrepierna de su amiga, y se sobresaltó. Allí sintió entonces que ella también estaba mojada.
Con una suavidad por momentos exasperante, Pato la fue besando. Primero en las piernas, desde los dedos hasta el ombligo, pasando por alto su zona púbica. Luego se detuvo en la cara, orejas, cuello y boca. Besos profundos, saliva con saliva, excitaron a una Magda que recibía de lleno la ternura sexual de otra mujer. El punto siguiente, dedicarse a saborear sus pechos. 

Con labios, lengua y pequeños mordiscos, acompañados de manos desesperadas.
Un gemido extraño brotó de Magda.
Sensaciones nuevas.
Increíbles.
Espasmos de un cuerpo que dejaba de ser individual para ser ahora compartido.
Como no se decían nada, más fuerte sonaba la respiración. Hasta los latidos acelerados de ambas podrían distinguirse.


El pecho de Magdalena resultó ser obsesión. Y si bien disfrutaba ser lamida así, deseaba más. No se animaba a pedir, solo a recibir sin reclamos, hasta que no lo soportó y rogó.


-¡Por favor besame, tocáme, voy a explotar!
-¡Epa, muñequita! ¡Tan tranquilita te veía!, pensé que te estabas quedando dormida…
-¡No hables y bajá!

Apenas la lengua se acomodó en esa rosada carne tibia, apenas recorrió de arriba a abajo la humedad de esos labios, Magda gritó como nunca antes lo había hecho. Fueron varios y breves orgasmos, cada uno más agradable que el otro. No podían contarlos, porque los gemidos de ambas lo impedían, confundiendo cuando empezaba el de una y terminaban los de la otra, porque Pato estaba tan fuera de sí que ya había comenzado a acariciarse ella misma mientras jugaba con el sexo de Magda, hasta alcanzar el punto más alto del placer.
Quedaron rendidas, tiradas en la cama, dormidas un rato.
Magda seguía atada, desnuda, hasta que el sol se asomó y le pegó en la cara. Pato se levantó apenas un poco antes y se quedó mirándola parada, de espaldas al gigantesco ventanal. El calor del sol en su cuerpo ya le indicaba como sería el día. No le importó mostrar su belleza desnuda a quien la viera desde la calle o alguna otra ventana. En silencio sacó un par de fotos con el celular de Magda. Y ella misma se fotografió ordinariamente.



Llamó al servicio de cuarto para pedir del menú, el desayuno más completo que hubiese. Discutió porque le explicaban que ya había pasado la hora para ese servicio en la habitación. Lo convenció diciéndole que iba a ser generosa, que le daría algo por el favor.



Cuando el encargado llegó, lo recibió desnuda, y le pidió que se lo lleve al cuarto.
El muchacho, al ver a Magda así, emitió un sonido de sobresalto tan agudo que ella se despertó.
Se saludaron de manera ridícula, muy brevemente, excusándose mutuamente, hasta que el chico salió casi corriendo, incómodo pero agradecido, sin levantar la cabeza.
Mientras la de la insólita idea reía a carcajadas en el living, pensando que era una propina más que suficiente, Magda no paraba de insultar.


-¡Pato, te voy a matar! ¡Boluda, desatáme que te mato! ¡Dale!





No hay comentarios:

Publicar un comentario