lunes, 11 de julio de 2011

Tu veneno




Tendrían que verme… o conocerme, mejor dicho.
Soy, lo que mis amigas llaman, una Lady.
Si, ya sé que suena presuntuoso y es verdad que a muchas les caigo pedante. Juro que no hago nada para que sea así… Algunos dicen que es la cuna… pero no me siento para nada así. Aunque, lo reconozco, me encantaaaaaaaaaaaaaaaaaa!
Y si… desde chica me han inculcado lo de ser muy señorita, el vestidito prolijo, la ropita de nena muy cuidada, todo de primeras marcas… ¡Si hasta salí a los cinco años en una publicidad de revista Para Ti!
El tema entonces, y de hombres vamos a hablar, es que, como corresponde a semejante condicionamiento, mis “noviecitos” fueron chicos bien, de hermosos, largos e importantes apellidos… Y, que se yo… normal… alguno mejor que otro… pero mi cabeza siempre viajaba por otros lados. Cuando podía cambiaba las chatitas por zapas de básquet, dejaba chuflines por vinchas re locas y los jeans super rotos dejaban esa polleritas delicadas.
En realidad tenía un bolso en la casa de Karen, para cambiarme cada vez que salía de casa. Mi gorra de Beisbol, infaltable.
Si, rolinga se le decía… Estaba bárbara. Los chicos que a mí me gustaban se morían al verme llegar.
Bueno…no sé si se acuerdan… ¿les suena Poison? No, no fueron tan conocidos como los Rolling Stones o Deep Purple ni mucho menos, pero si los buscan en You Tube algún tema seguro que reconocen…
El tema es que mientras Patricio me hacía de novio (el hijo del abogado más importante de Olivos) -yo tendría unos veinte años creo- soñaba con uno de los músicos, Brett,  de pelo rubio y lacio envidiables hasta para una modelo de shampoo. El poster que tenía escondido, del lado de adentro de mi placard, de revista Pelo, me enloquecía… Tan lindo… todo transpirado al final de un recital, con esa carita de nenito… Mirá, me acuerdo y todavía se me eriza la piel…



El día que papá nos dijo que nos íbamos a Brasil de vacaciones, a Río, creo que tuve mi primer orgasmo solo con el pensamiento. Si bien había escuchado a mamá, en secreto coordinar cosas del viaje, hasta que juntos no lo informaron, con los pasajes en mano, no me quería ilusionar. Y nunca hubiese sido más perfecto ¡maravillosa casualidad! Poison estaría tocando en aquella edición de Rock in Río.
El viaje -mi primera vez en avión- salir del país, el hotel casi sobre el mar y todo el espíritu carioca no se comparaba con mi tremenda ansiedad de esperar, irónicamente, el día del regreso: justo esa noche era la del show, y yo no podía perderme la posibilidad de estar cerca de mi sueño imposible.
No voy a irme en detalles de lo que fueron esos catorce días en el país de la zamba y, por esos años, los creadores de las tangas filho dental… Todo maravilloso… estábamos negras del sol y felices.
Ah, encima si bien soy hija única, no iba a ir sola: logré todos los permisos y me acompañó Georgina, una de mis BFF (best friends forever, ja!) así que la pasamos genial.
El tema era convencer a papá y a mamá de quedarnos un día más. En realidad era solo ocho horas más, pero significaba cambio de avión y todas esas cosas.
Y no lo habíamos logrado. Ya estaba decidido y reservado el vuelo de vuelta.
Por lo tanto, en un acto de locura total, -si hoy uno de mis hijos me hace eso, lo mato-  nos escapamos dos días antes. Desaparecimos en Río. Dormimos en la playa. Nos metimos en lugares inimaginables. Pedimos plata en la calle. Si, si…totalmente desquiciadas.
Ahora lo recuerdo y me siento mal. Pero habernos colado en el hotel donde paraban los Poison, disfrazarnos, dormir de a ratitos en turnos para que no nos agarren y todas esas locuras fueron inolvidables.
Y así y todo, increíblemente, no pudimos ver el recital.
Justo en el momento en que nos preparábamos a ir nos descubrieron. Habíamos sobornado a uno de los plomos de la banda con mi Rolex. (Que jamás recuperé, que boluda!)
Fue increíble la habilidad de Georgina para embarullarles todo a los del hotel, hablando en no sé qué idioma y haciéndose la chiflada. Así me dio posibilidades y tiempo hasta que ellos, regresaran del Maracaná.
Y así fue. 
Yo estaba con musculosa y  mini short de jean. Con supuesta astucia de mi parte, un rato antes y para seducirlo más a mi Brett, me mordí la remera para tajearla un poco en el escote, así mis tetas cumplirían la función de que él se fije más en mí antes que en las otras desesperadas que seguramente habría.


Bastante tarde, después del show llegaron. Me abalancé sobre mi amor, sobre el sueño de toda mi vida y no lo solté. No era la única. Una veintena de mocosas insolentes me lo querían sacar… pero el amor es más fuerte diría Fito unos cuantos años después.
Bueno… entrar en detalles no es del todo ético, aunque  no puedo ocultar que su cuerpo transpirado, el pelo mojado de la breve pero intensa lluvia de verano.
Recuerdo como antes de arrancarme la musculosa, (mi idea de facilitarle el trabajo había servido) me baño en cerveza. Apenas entramos a una habitación gigantesca, y delante del resto de la banda y otras minas más, sopesó mis tetas como para tantear la calidad de lo que estaba a punto de consumir. Llegué a entender que le gustaba y que era mucho más tetona que las otras chicas. Me llevó a un cuarto y ahí me desgarró la remera del todo, de un golpe seco. Mis pezones se pusieron más duros  por  el roce de las heladas botellas de cervezas con las cuales me mojó… Mi breve short duró poco tiempo en su lugar, sin embargo la bombacha de la bikini no me la llegó a sacar. Sin decir una sola palabra, supongo que para no ocasionar problemas en el hotel, fue tan salvaje como la edad y el alcohol lo motivó. Recuerdo cada marca de su piel, jugar con su cuerpo, saborear cada milímetro… Cuando miré su miembro, al máximo de su tamaño, de piel fresca y joven, me asuste, imaginando que podría terminar desgarrada. Aquello era un sueño de película. Solo jadeos y gemidos. Intensos y nuevos. Nunca nadie antes había saboreado mis jugos. Era neófita en muchas cosas y estar con alguien que ya había practicado de todo a raíz de su loca vida, a mí me llevó a paraísos que nunca más visité con tanta adrenalina.
Un rato después, llamó a alguien de su equipo. Imaginé que pensaba compartirme. No me gustó demasiado, pero intuía algo extraño. Como no entendía lo que hablaban (solía escaparme de las clases de Inglés y ahora lo estaba lamentando) solo me asustaba como reían al tiempo que me miraban.
Me agarró de la mano, me dio una campera para que me ponga -¡aún la tengo!- y nos fuimos hasta la limusina que los llevaba de un lado a otro. 
No sé -ni me importó- por donde fuimos o si alguien nos vio, pero ahí, con la fuerza de un animal, me perforó   por ambos lugares posibles. 


El resto son recuerdos que aún vibran en mí.
Tal vez ahora lo pienso y quitándole la audacia y locura de la adolescencia, debería decir que tuve un Dios aparte. Y del cielo, donde mi amor me había dejado, bajé violentamente por el sopapo de mamá, que si bien se alegró de verme viva, me quería asesinar por el susto que se habían llevado. Georgina se comportó como mi verdadera amiga del alma, negando todo todo el tiempo.
Uno, lo sé, no debe vivir de recuerdos, sin embargo, cuando hoy agarré el Clarín, tuve el segundo orgasmo mental -sin tocarme- de toda mi vida: el mes que viene, Poison toca en Velez. 



Gracias a la persona que me inspiró para crear este relato.Así lo imaginé yo.

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