miércoles, 27 de abril de 2011

Yo quería darle un regalito.


Especial.
Como para que lo recuerde durante todo este tiempo que vamos a estar separados.
Entonces saqué la más hembra que llevo dentro y me preparé como nunca. Realmente quería ser una yegua como yo imagino todo hombre sueña con estar alguna vez. Me anoté en un curso de streap tease, me compré esa lencería que siempre anhelé pero por mi figura no tan perfecta siempre me negaba y me di una sobre dosis de videos hot  de Red Tube ( te lo recomiendo) para saber bien hasta dónde puedo llegar.
Estaba “extrañamente” excitada para este encuentro. Y lo de “extrañamente” es porque si bien nos conocemos hace tiempo, y que intimamos hace un rato largo ya, jamás sentí perder la pasión que siento por él. Aunque, debo reconocerlo, es él el que siempre me sorprende. Más de una vez me descubrí pensando en cómo es posible que siga tan caliente conmigo a pesar de que cojerme ya no sea novedad.
Llegué a su casa, nos saludamos y le dije de pasar al cuarto ya que traía varias cosas en un bolsito. Pero ahí mismo ya me cambió los planes: Me pidió que vaya al baño, que tenía lista la bañera con sales y espuma.¿ ¡Como negarme!?  Entonces ahí mismo, entre vestida y desnuda nos comenzamos a besar delicadamente. Me metí saboreando cada gota. El agua estaba a punto, casi casi como yo… Por algún momento temí en relajarme demasiado con esos mimos al cuerpo, y pensaba en cuanto me quitaría energía para cabalgar sobre él… ¡pero a disfrutar se ha dicho!
Cuando terminé, con él mirándome todo el tiempo, y charlando de todo un poco, con él de punta en blanco y yo en bolas (cosa que me encanta…) me dijo que debería cerrar los ojos, ya  que tenía que vestirme con algo, pero yo no debería ver.
No podía arruinarle un juego evidentemente tan preparado, donde encima la que estaba gozando era yo misma… asi que cerré los ojos y ante mi sorpresa, no sentí el deslizar de seda o gasa transparente, o roja… ni siquiera unos finos breteles… no. Me puso, estimo, una remera. No distinguí nada. Si noté que era larga, que me tapaba inclusive la cola. O sea, nada sexy…
Me siguió rogando que no mire, y ahora lo que me hizo fue taparmelos con algo muy oscuro. Me confesó que no era por desconfianza de que los abriera sino por simple descuido. Y el chiste era ese.
Y se alejó de mí.
Al menos eso percibí.
Me imaginé como se vería eso desde afuera y me excitó: Desnuda, parada en el medio de un cuarto de baño inmenso, con los ojos absolutamente tapados, y sin saber que me iba a pasar. De pronto siento su mano por un tobillo, y la sugerencia de seguir parada pero con las piernas más abiertas. Quería verme así. Reconozco que mi concha empezaba a humedecerse de manera, digamos, interesante.
Habré estado así unos treinta segundos nomás, con él delante, diciéndome cosas hermosas. De pronto me dijo de salir de allí. Hicimos ese trayecto yo muy abrazado a él, sobre todo para no caerme. No fuimos al cuarto. Me dijo que en su estudio tenía todo preparado.
-“¿Todo preparado? ¿Qué es TODO?” 
-Ya vas a ver… o mejor dicho, vas a sentirlo.- me contestó.
Despacio me acomodó sobre un sofá. Apoyé la cabeza en un gran almohadón pero bastante erguida. Me abrió las piernas una a cada costado y ¡me las ató! con un suave pañuelo a otro lado, a unas sillas supongo. Después hizo lo mismo con las manos, muy cerquita de mis pies.
Si en el baño me imaginé verme, ahora hubiese pagado por ese espectáculo que yo sería.
Y así, sin demasiada verborragia aburrida, se puso a un lado y me empezó a besar…perdón, a comerme a besos. Sin tocarme nada al principio, y muy poquito después. Sus manos trepaban por los tobillos acariciando suave pero decidido. Su lengua me inundaba la boca, pidiendo más y más. Mis pechos no sabían aún lo que era todo esto. Encima me las imaginaba tan tapadas que él se estaría perdiendo la erección de mis pezones. Cuando apenas rozó el clítoris, casi al descuido,  sentí eso que solo lo sabemos cuando está a punto caramelo.
Hablamos poco. Mucho ruidito de gemidos y el clich clich de mis jugos en sus dedos.
De pronto paró de golpe. Mal.  Pensé que había pasado algo. Parecía molesto. Fue feo. Dijo que así no podía seguir, o algo así.
Y acto seguido sentí sobre mi piel el frio metal de unas tijeras gigantes, como de sastre. Hizo un corte sobre el cuello de aquella remera y de un jirón la desgarró en dos, produciendo que mis tetas apretadas saltaran para los costados.
¡El escalofrío que eso me produjo, mamita! Ese cambio tan violento –sin violencia, aclaro- me sacudió por todos lados. Ahora si estaba a su merced total. Otra vez quise imaginar esa foto.
Y me chupo como desesperado, exprimiéndome una y otra teta. Mordisqueando los pezones, llenándolos de saliva, apretándolos con los dientes. Mini orgasmos era mí estado permanente.
Hasta que, en una nueva –y agradable- sorpresa, me deslizó un vibrador (quiero creer, salvo que haya sido una fruta o no sé qué, pero estaba muy bueno) en la concha más lubricada que nunca.
Me lo hacía entrar y salir maravillosamente al tiempo que seguía chupando y apretando mis tetas. Alternaba besos en pecho y boca, boca y pecho. Y el vibrador no paraba de entrar y salir.
Supongo que el masaje que recibió mi punto g fue tan intenso que por eso sentí terribles ganas de mearme. Se lo dije y de la manera más natural me incitó a hacerlo, que había puesto una toalla, que no pasaba nada, que esperaba que sucediera y sobre todo que estaba convencido que no era pis, sino mi propia eyaculación producto del “traqueteo” del punto g. Y que si no era con vibrador, con su pija difícilmente lo produzca.
Y si.
Sentí por primera vez eyacular. (Después leí y vi que todo lo que me había dicho era científicamente confirmado. Y también  decía que no era nada fácil llegar a ese tipo de orgasmo).
Él en su locura, lo había logrado.
Bueno, sigo. Después de semejante sacudida, siguió y siguió, pero ahora con el manjar que es para él chuparme la concha toda, metiéndose todos los labios dentro de su boca; y para mí con lo más hermoso que es cuando juguetea con la punta de su lengua con el clítoris.
Y una no es de fierro. Llegué a un orgasmo eterno. Exploté en pedazos, debería decir. Y cuando me empezaba a relajar, yo ciega total, recibí ahí un pito duro como estaca, de un movimiento brusco. Me dejó por un instante sin aire, creo que al borde de sentirme inconsciente. Y empezó a bombear, una, dos, cinco, diez veces… no sé cuantas hasta que abrió una compuerta de esperma calentita que me hizo volver a gritar gracias a su salvaje grito.
Y estuvo un ratito adentro, como a él le gusta, aunque yo no daba más.
Se alejó en silencio. Yo quedé otra vez ahí. Así. Atada de pies y manos. Vendada. Con una remera arrancada. Abierta ordinariamente de piernas. Chorreando sexo perfecto. Bien perra me sentía. Y sonriendo raro. Feliz.
Volvió. Me desató. Sin sacarme la venda de los ojos me abrazó y me dijo que lo acompañe hasta la habitación. Ahí me recostó sobre la cama y me acurrucó con una frazada peludita. Me dijo que volvía al rato. Y yo me dormí como un bebé.
Cuando desperté, tenía al lado mío una bandeja con un termo con agua  caliente, una taza, sobrecitos de té, café, azúcar y unas facturitas deliciosas. Y una nota.
“Mi amor: pensé que desayunaríamos juntos, pero parece que tuviste una noche movidita. Me tuve que ir, el avión no me esperaba, ja… pronto nos encontraremos y me darás vos un regalo a mí, supongo. Para que no me olvides tan rápido, te dejé algo grabado en la compu del estudio. Después escribime y decime que te pareció. Te amo más que a nadie y como nadie en el mundo”
Cuando terminé de llorar por todo lo que lo iba a extrañar, me levanté así, desnuda, solo envuelta en esa frazadita peluda. No podía aguantar de ver que mensaje me había dejado.
No era exactamente un mensaje, aunque sí. ¡Que mensajito por Dios! Mientras me hizo el amor como me lo hizo, filmó todo. Ahí pude ver todas esas “fotos” que tanto imaginé:  me vi gozar, gemir, estirarme y sacudirme. Reconozco que me super excité. Si hasta me toqué un poco viéndome. Nunca me supuse tan gata en el momento del orgasmo. ¡Y como grito, jajaja! Y su cara de devoción por mí. Es un santo. Y yo una reina… Y su satisfacción al verme enloquecer! ¡Como se muerde los labios mientras me penetra con los dedos… Y su cola en primer plano, contrayendo los glúteos,  cuando me coje al final… Wow!
Y pensar que, como dije al principio de la historia, yo quería darle un regalito.