-No lo puedo creer. Otra vez, como una tonta, cometiendo el mismo estúpido error.
¿Cómo hago? O mejor dicho… ¿Qué hago mal?
El dolor era auténtico. La expectativa puesta en alguien también. Neyda esta vez tenía verdadera sensación de haber elegido correctamente. Creyó -como una niña, dirá después- en una promesa simple, pero atractiva.
Se sentó a revisar su correo, ahogar penas con desconocidos de Facebook… y pasar en limpio en el Word una especie de balance. Era habitual que descargase su ira o sus alegrías a través de relatos protagonizados por un personaje inventado. Ella, que no se sentía a gusto exponiéndose de veras, lograba con esta especie de máscara, ver la opinión de sus contactos.
Su relato - o el de su alter ego- había comenzado la noche anterior, inquieta por una ansiedad real de concretar sueños de mujer completa. Pero Jazmín, tal su princesa de papel, al igual que ella, se había vuelto a equivocar. En su muro confesaba que “esta vez todas las previsiones habían sido tomadas, y sin embargo reconozco ahora que fueron en vano, principalmente aquella que afirmaba lo de jurarme un “nunca más” con hombres de determinada características, porque ya más de lo mismo una y otra vez, me había dejado tan angustiada que ni salir de shopping me reinsertaba en mi plácido mundo interior.”
Releyó lo que estaba a punto de publicar, y antes del click final, la tentó la tecla Suprimir.
El cursor titilaba nervioso, hasta parecía que arrítmicamente, mientras pensaba en borrar y reemplazar lo recién escrito.
Quería ser mucho más concreta en ese pequeño comentario. Pero nada de lo que pasaba por su cabeza, la seducía.
Al fin se decidió a borrar todo y listo, de atrás para adelante.
Los caracteres andando marcha atrás, desaparecían a ritmo de tren eléctrico, devorando letras y espacios. Hasta que casi sin querer, de pronto, levantó el dedo que lo activaba. Se quedó leyendo la frase que ahora tomaba forma. Y sonrió.
- A ver: “esta vez todas las previsiones habían sido tomadas, y sin embargo reconozco ahora que fueron en vano, principalmente aquella que afirmaba lo de jurarme un “nunca más” con hombres
La sonrisa se convirtió en risa tímida al principio, y en carcajada divertida después. Mientras seguía leyendo una y otra vez, jugaba con su pelo, tratando de imaginarse en una situación como la que la pantalla le desafiaba.
-¿Y por qué no? - se dijo a sí misma en voz alta- ¡Eso! ¿Y por qué no? Al fin y al cabo últimamente…
Lo que pensaba que debería llevarle un buen rato un auto convencimiento para animarse a una audacia que jamás había ejercido, se convirtió en casi un recitado de ventajas y conveniencias sobre una supuesta relación lésbica.
Decidió publicar el comentario, y por un rato, olvidarse del tema. Su tarea convencional de mujer multifunción la llevaba a no desatender su vida cotidiana.
Solo Marita sabía de su personaje en la red. Inevitable fue la sorpresa al ver lo que estaba posteado. Apenas leyó, le mandó un mensaje al celular: “Neydy, te comiste un párrafo en Face… fijate, tal vez se colgó algo cuando lo subías. Un beso. Marita.”
Al leerlo, en el supermercado de la otra cuadra de la casa, volvió a sonreír, imaginando que efecto estaría produciendo en los cientos de seguidores que ella tenía. Pensó primero en devolver el mensaje, explicando que se trataba de un juego. Pero segundos después cerró su celular y lo apagó.
Recién la mañana siguiente, mientras se duchaba, y al verse desnuda en el espejo del baño, recordó lo que había hecho. Si bien periódicamente subía acotaciones disfrazada en otra personalidad, no solían ser de las más comentadas. A lo sumo varios “me gusta” le daban una sensación de, mínimamente, haber sido leída. Su sorpresa la dejó sin aire al ver los doscientos veintitrés post a su ¿inocente? declaración.
Frases de todo tipo, confesiones de amor incondicional, hombres que querían una oportunidad de redimir al género masculino, viejas -supuso- que la defenestraban, chicas que la felicitaban, muchachos que se conformarían con ser espectadores… Mensajes variados pero sin mayores compromisos. Excepto uno.
-Permíteme presentarme. Soy la persona que buscas. Si me solicitas amistad, la tendrás. Y algo más.
Un escalofrío le recorrió la espina dorsal. Algo que no supo definir, le hizo pestañear diferente. Una oferta con doble sentido que era muy difícil de rechazar. El nombre de Mumy, no le decía mucho, incluso le llevaba a desconfiar. Sin embargo se imaginó que, como no era ella la titular de la cuenta, sino su otro yo, la invitó.
-Hola! ¡Qué rapidez! Soy Mumy.
-Hola… No, es que justo estaba con la computadora prendida y… ¿Mumy de que nombre viene?
-Jajaja… del mismo lugar de donde viene el tuyo… Jazmín, jajaja…
-Bueno, si… ¿Por qué me escribiste?
-Primero, repito, creo que soy lo que buscas. Segundo, siento que estás absolutamente desorientada. Y tercero… Mejor eso te lo digo en persona…
-Ehhh que apuro el tuyo… Si todavía ni siquiera…
-¿Apuro? Si ni siquiera yo te dije donde y a qué hora aún?
Durante un rato más de lo normal, las dos se quedaron sin escribir palabra. Se sabían conectadas. Conectadas en más de un sentido.
-Ok, Mumy… ¿Dónde y a qué hora?
-En casa, a las tres de la tarde… ¿te va? Te mando mail con mi dirección.
-Ok.
-Ehhh, ¿ni siquiera un beso?
-Si, claro, claro… un beso.
Neyda se quedó realmente preocupada. Fue demasiado de golpe un supuesto cambio de preferencias. Reconocía también que se sentía excitada por el encuentro. Su mañana pasó a ser eterna. Sus dos hijos, ya grandes, la solicitaban poco, y rara vez pensaba en ellos ante una salida con posibles pretendientes. Pero esta vez, a una velocidad de un rayo, proyectó –sabía que sin ningún sustento lógico- que pensarían ellos de una mamá con otra mujer. Casi como un perro que se sacude su pelo, ella trató de manera similar alejar esos pensamientos, absurdos al menos por ahora.
A las tres menos cuarto ya estaba en la vereda de enfrente a su destino. Una casa de dos plantas, con un jardín a la entrada. Blanca y reluciente. El primer aspecto le agradó. Imaginó la morada de una chica sola, tal vez arquitecta o artista. El clima era cálido pero amenazaba una lluvia inminente. Neyda se había arreglado especialmente, aún convenciéndose que eligió como casi al descuido. No sabía bien si otra mujer la miraría con ojos de…¿de que?
En seguida trató de controlar cualquier indicio de discriminación que, si bien no solía tener, podría aparecerle de repente. Odiaría romper algo que tomaba de regalo apenas lo recibiese.
Tenía amigas lesbianas, inclusive sabía de rumores de que una de sus hermanas, que desde hacía años vivía en la capital, lo era. Sin embargo, con ellas, jamás había entrado en detalles sobre costumbres sexuales. Muy segura de su orientación, respetaba, sin demasiados análisis, a los demás.
Cuando Mumy abrió la puerta, Neyda se llevó una impactante sorpresa. Era muchísimo más bella que lo que en su deseo había imaginado. La primera impresión le trajo recuerdos de haberla visto antes en la ciudad. Por su parte, la anfitriona, fue la primera en comenzar con los cumplidos.
-Wow… ¡que bonita hembra! Te hacia diferente… Claro! La foto del Face es de Jazmín… y Jazmín no existe… Muy linda. Ah! soy de centroamérica, por eso algunos modismos... si no entiendes, me consultas...
-Este… ja! No sé qué decir… obvio que vos también sos muy linda… Es una situación rara… ¿me saco la ropa?
-¿Qué? Ja ja ja… ¡Que chévere eres! No, no… me hacés reir… Si yo no malinterpreté tus escritos, no es precisamente sexo lo que vienes a buscar… o no únicamente, mejor dicho… y si bien me encantará desnudarte, eso no lo pongo en dudas, prefiriria que hablemos…
-Ufff , gracias… No sabés el respiro que me dás… Yo pensé que… no, nada… ¿tenés algo fresco para tomar?
La charla empezó a relajar a las dos mujeres. Mumy también se sentía al principio observada como en un microscopio. Recorrieron temas desde hijos, abuelas y madres pasando por la diaria lucha por la supervivencia. Hasta que las dudas de cada una de ellas llegó a tocar temas más humanos, más vitales.
-Entonces fue que jugaste a escribir lo que escribiste… ¿tan mal te ha ido con los hombres? Yo no los quiero en la cama, pero me manejo bastante bien. Se asustan un poco por mi condición… tiene miedo de que si están conmigo los viole metiéndole algo en el pompis... culo... aquí le dicen culo.
-Jaja… si… me imagino… No, el tema es que debo ser yo. No es la primera vez que me subo a una ilusión y que todo esto de mujer que tengo, y que luzco feliz, reconozco, me juega en contra. Muchos me buscan como amante, hasta como asesora espiritual… una vez me dijeron que soy como un bastón para los rengos… y soy más débil que muchos, porque… perdoname.
-No, pues que te entiendo… llora, te hace bien. Descárgate, pareciera que tienes un nudo hace harto tiempo.
-Me siento muy sola, Mumy. Como madre ya terminé. Los chicos están grandes. Me quieren, si… pero no me necesitan. El padre, bien gracias… desaparecido. Reclamarle que se haga cargo de lo que le corresponde me agobia.
Entonces un día, no entiendo ya porque ni como, siento que debo salir a la luz de nuevo: me arreglo, me pongo algo lindo, me tomo unas margaritas, y salgo a la vida…
-Y caes en la cuenta de que ya no hay hombres…
-Psí… algo así. Tuve muy lindos revolcones, algunos muy dulces y románticos. Pero ¿y yo? ¿Y todo lo demás que soy? ¿Mis ganas de hablar… o mejor dicho, de ser escuchada, de que mis proyectos tomen forma, de mirar adelante a la par de alguien que te quiera? Me siento vacía. Y odio, verdadero odio, me da como él o ellos, se levantan lo mas campante, o ni siquiera te escriben para preguntarte cómo estás… Entonces, listo. Esta puerta, aquí abajo, se cerró para siempre, pienso. Ahí, en este maldito agujero, está mi culpa.
-Epa! Lo tienes mucho más pensado de lo que yo me lo imaginaba. ¿Haces terapia?
-Hice, si… pero esto son noches en vela, escribiendo. De ahí nace Jazmín, de un blog que nunca creció y ahora con lo del Facebook reintenté. Quiero contarle a alguien que… no sé… por ejemplo, que amaría con tener un estudio, un atelier, para pintar… y que esa persona, si me quiere bien, me aliente, disfrute con mi alegría… O… no sé, perdoname… tal vez vos pensaste que esto era otra cosa… me siento tan avergonzada… Me parece que mejor será irme y pensar seriamente en volver con mi sicóloga.
-No, jajaja, no… me encanta que te desnudes… no, no, quiero decir que te transparentes conmigo. Relájate. Recién dijiste que te gusta tomar margarita… espera que te voy a preparar algo mucho mejor.
Después de sentir que se quitó una tonelada de encima, Neyda, se descalzó y dobló sus dos piernas para sentarse sobre ellas en un mullido sillón. Mumy apareció con dos tragos coloridos y sus respectivos sorbetes.
-Lo inventé yo. Lo llamo “Sin semen”
-¿Perdón? ¿y por qué así?
-Porque lo voy a imponer… ya me imagino cuando sea un trago famoso, y las chicas disfruten “Sin semen”por la vida… Un tipo les pregunte que desean, y ellas digan “lo mejor es Sin semen”
-Jajaja, sos muy divertida… Me encanta el nombre… Pero… antes de probarlo… ¿tiene acaso sabor parecido a…? No, no dije nada…yo hablo y la embarro.
-Jajaja, no sé… hace mucho que yo soy casi adicta al “Sin semen” jajaja… Dime tu… jajaja
La tarde se convirtió en noche. Una obligada recorrida por la casa, mostrándole las habitaciones hizo que la escala en el guardarropa de Mumy, las detuviera un largo rato sentadas en una cama gigante.
-¿Y vos? Todavía no me saco del asombro el porqué te gustan las chicas y no los chicos.
-MMM, la verdad pues es que es difícil de explicar. Desde chica, rodeada por tres hermanos varones, o era bien nena o era medio marimacho. Pero salí así: bien nena, pero mujeriega como ellos. En el colegio, me acuerdo, me excité, por primera vez, con una profesora. Me sentí rara. Porque era una sensación distinta. Ella tenía algo en la cara que me atraía. De cuerpo, al contrario de como muchos creen, no me importaba demasiado, aunque si era bien atractiva. La veía y me humedecía. Pero a partir de ese día empecé a pensar. ¿Acaso me estaré convirtiendo en algo prohibido? ¿Una enfermedad? Imagínate que no tenía con quien hablar. Pero de pronto, mi papá, algo que jamás me hubiese creído, me llamó. “Andan diciendo cosas raras de ti…” me encaró. Pero, sorprendentemente, fue él el que mejor me aceptó. Y ahí comencé a vivir una vida nueva. Le debo mucho de mi aceptación.
Un extrovertido y natural “¡Uy, qué lindo vestido!” fue el comienzo de otra parte de la charla. Un inmediato “¡Pruébátelo!! le siguió.
Como con vergüenza lógica Neyda se dio vuelta para sacarse el que tenía puesto. Dudó por un instante si debería consultarla sobre donde quedaba el baño para hacerlo. Pero un soplo de audacia ya la tenía ahí, solo en una mini bombacha, delante de la que ella había imaginado al comienzo sería una voraz come mujeres.
-Estás temblando. ¿Tienes frio? –preguntó Mumy ciertamente desorientada- Ah, no… ya sé… perdón… disculpa… me voy…
-No, no… quedate. Es… raro… nunca me desvestí delante de otra chica.
-Por eso, no tengo drama en irme… Aunque me quedaría, jajaja…
-Si, quedate. Ya se me pasa.
Varias prendas se probaron, desde veraniegos soleros, hasta ropa de noche. Por momentos ambas se reconocieron como adolescentes buscando que les quedaba mejor, cual les hacía mejor cola, cual le marcaba menos algunos rollitos. Con un vestido extremadamente al cuerpo, fue necesario pedir ayuda. Mumy se encargaba de acomodarle unas mangas infinitamente largas.
-Y ahora, permitime, las amigas las tienes que acomodar así… permiso, jajaja
-Cuando la mano de Mumi rosó apenas la piel cálida de Neyda, un escalofrío recorrió su cuerpo. Mumy lo notó, y al ver que no hubo resistencia, repitió el gesto. Una tímida mujer lo recibió aceptando con un suave mordisco de labios. Tiró la cabeza para atrás y emitió un leve gemido.
Mumy solo sonreía. Se sabía muy buena para las lides del sexo con pares. Despacio, aún cuando ese vestido azul brillante ni siquiera estaba puesto del todo, se lo fue sacando. Una manga primero, la otra después. Como quien desenvaina un arma filosa, fue bajando con sumo cuidado, esa tela que envolvía una joya. Ambos pechos quedaron expuestos. Su dueña, instintivamente, procuró en tapárselos con ambas manos, cosa que a Mumy le causó gracia.
-No te rías. Decime… ¿Qué pensás hacerme?
-Eh? ¿Qué que pienso hacerte? Ok… te cuento… Primero voy a besar esos hermosísimos pezones que tienes, voy a jugar con mis labios, hasta que se te pongan duritos, tal vez los muerda un poqui…
-Ok, ok, ok… no me digas más. No me hables… y hacelo.
-Jajaja… eres divertida. Pero puedo seguir contando, así no te quedas con una idea equivocada de…
-¡Basta, por Dios! Dale.
Las dos chicas se recostaron en la cama. Neyda se acurrucó de costado, lo que le permitió a Mumy acariciarle una espalda de ensueño. A poco de bajar hasta su trasero, descubrió un tatuaje. Una clave de sol.
-Y esto? El tatoo digo…
-Ah… Me gustó… del otro lado tengo otro distinto… si querés verlo…
-Ok… te queda lindo, me gusta… lindo culo, muñeca…
-Gracias.
Una caricia que crecía de superficie y de temperatura. Recorridos secos al principio, tomaron humedades que brotaban como manantial. Una mano investigó huesos pélvicos hasta llegar al pubis. El origen de la vertiente de miel empapó una mano que poco a poco se transformaba de calma en indiscreta, de pausada en desesperada. Jugueteó con labios carnosos. Hasta que de pronto Neyda detuvo todo de golpe.
-¡Pará! No puedo seguir así…
-¿Qué pasó? Está bien, si no querés…
-No, si que quiero, pero me muero por besarte. Me estás volviendo loca. Besame por favor.
Se unieron con urgencias indomables. Boca con boca, lengua con lengua… Se alejaron apenas unos centímetros para tomar conciencia de quienes eran, y volvieron a juntarse con pasión.
-Muero por sabe que sabor tiene una concha… Nunca me imaginé que diría esto, y así…
-Jajaja… ok… pruebala, es toda tuya… pero…
-¿pero?
-Dejame guiarte… estás demasiado ansiosa… y, si no te molesta, desearía gozar, acabar con tu lengua, en tu cara… ¿puede ser?
-Dios! ¡Las cosas que estoy escuchando hoy, no me las voy a olvidar más! Enseñáme todo…
Como maestra y alumna, llegaron un par de veces al paraíso. Mumy explotó con esa lengua novata, que llegó a husmear lugares profundos e inequívocos puntos de placer. Apretó pechos ajenos, besó pezones extraños. Rendida como hacía rato no lo estaba, se aprestó a recibir recompensa. Agotada por la excursión a esa intimidad femenina, se abrió de par en par a sentirse mujer de otra mujer. Ya no luchaba nada en su interior, todo era dejarse llevar.
Y viajó. Lejos, a grito de agonía, para volver a nacer segundos después. Y otra vez a volar. Fueron varios estertores los que la volvieron poco a poco a sentirse terrena. Sentía extraños dolores muy adentro, como si de músculos poco usados se tratara. Los pechos reconocían ahora hasta marcas de dientes y uñas. Pero era más fuerte el sentimiento de agradable paz que la incomodidad de las dolencias.
-Jamás había estado en el cielo como recién. No sabía que tanto placer alguien me podía dar.
-Bueno, gracias por la parte que me toca. Pero fuiste tu la que se buscó. Te buscaste y entregaste a ti misma. Ese es el mayor premio. Tu clítoris –muy sabroso por cierto- está desde siempre ahí. Yo te lo hice con ternura, pero tu te abriste… eso está aquí… -decía Mumy señalándose la sien-
Quedaron rendidas. Apenas se cubrieron con largas remeras para ir a comer algo.
Cerveza y pizza del delivery fue el menú, “como los hombres cuando se juntan a ver el partido” sentenció Neyda. “¡Si, pero si me das a elegir, yo prefiero este agotamiento!”
Un rato más tarde se despidieron. La experiencia debería ser brevemente resumida, para que, en esos tres renglones diarios de su personaje, no defraude a tantos seguidores. Jazmín estaba a punto de cambiar una acotación en su perfil de usuario de Facebook: Allí donde decía “Me interesan” des clickeó la palabra Hombres.
¿Guardar cambios? -preguntó metódicamente la página-
Click.
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