¿Qué esperaba yo de él? Tenía nervios. Ya venía desde hace rato nerviosa. Y si bien me imaginaba más o menos todo, estaba muy nerviosa. Patrick, ese francés que conocí en el Aeropuerto un mes atrás, hoy conseguiría lo que tanto buscaba: a mi. Me caía muy bien, más allá de la fama de soberbios que dicen que tienen. Pero su manera tan divertida de hablar en español, me seducía como nadie. Su estilo entre bohemio y millonario hacía que, cada vez que caminábamos juntos, muchos se den vuelta para mirarlo. Y a él más que a mi.
No es "lindo". Tiene una sonrisa atrapante. Y el pelo, que es un caos, pero con onda. Yo estaba como jefa de promotoras para Vulva, el perfume con olor a vagina que se puso de moda el verano pasado. Y Patrick era el dueño de esta empresa. Llegó a Carrasco para la presentación formal, aunque en Punta del Este ya se vende desde Enero pasado. Los representantes locales quisieron causarle la mejor impresión y me mandaron a mi para recibirlo... jaja...ya sé que suena a agrande, pero de verdad confiaban mucho en mi.
Vio el stand, que por cuestiones de este bendito Uruguay pacato, oculta bastante de que se trata. Cualquiera que pasa por delante imagina un perfume y nada más. Pero los que saben se acercan y huelen. Y es tremenda la respuesta que provoca.
El asunto es que yo sabía como era Patrick, y apenas lo vi, lo reconocí. Él se hizo el gil y se acercó como uno más. Gran ventaja saber quien te encara. Porque con esos datos agarré y me mandé de una, poniendo toda la carne (cuando digo carne, me refiero a carne, jaja) al asador y lo maté. No fue necesario mucho diálogo. Él enseguida mostró ser un dandy...y sin entrar en detalles me invitó a salir... Tuvimos un par de encuentros formales, donde lo acompañé a sus galas y también me lució. Sin embargo se mantuvo distante en las despedidas. No mostró la típica calentura de tantos hombres que conocí. Y eso, si bien lo celebro, un poco me transmitió la ansiedad a mi...esa hermosa sensación de decir que odias a alguien cuando te deja, digamos, a temperatura un poquito elevada...
Pero hoy si.
Ya, hablado de frente, quedamos en que algo esta noche, pasa. Por eso lo que te cuento de los nervios.Cuando las cosas se dan como se suelen dar, ni tiempo a pensar demasiado, ni tiempo a los nervios. Y Patrick me estaba empezando a ronronear diferente...decir aquello de mariposas en el estómago es demasiado, pero tal vez unos gusanitos empezaban a surgir...nunca se sabe ¿no?
Mis amigas siempre se quejan de que hago las narraciones demasiado explicativas y largas, pero es que, en este caso, corresponde.
Él paraba en el Sofitel de Montevideo...nunca había estado, pero desde afuera luce imponente, y carísimo... O sea que para estar ahí, lujo total: el vestido negro de breteles finísimos y espalda desnuda, al fin, tendría el ámbito más acorde. Una cena con los representantes de varios países de Sudamérica era la excusa, ya que Patrick apenas daba unas palabras al inicio y después nos íbamos a su suite. Antes de despedirse de todos y recibir un aplauso larguísimo lo vi charlar con unos de los mozos. Imaginé que pasaba por encargar un Champagne algo así. Sin embargo a los pocos minutos, volvió el hombre con algo envuelto en una servilleta. Algo que al preguntarle que era no me lo quiso. Temprano en casa, me puse su perfume y noté al subir al taxi que es realmente fulminante...Patrick lo olió apenas ´me vio y lo tomó como un gesto agradable hacia su logro más impactante pero que me dijese "¡como hueles a Vulva!" me desorientó. En otra ocasión me hubiese ofendido, creo, o avergonzado, pero en este caso era un hermoso piropo...
Ya en el ascensor nos besamos con mucho ardor...sabía muy bien como morderme la nuca y generar esos escalofríos que me enloquecen. Sus manos estaban calmadas. Lo noté cauto en cada abrazo, en cada gesto. Y otra vez me llenó de desesperación. No me suele pasar esto, ya que las previas son muy breves. Estaba experimentando algo nuevo por donde ni me lo imaginaba. La suite, de no sé cuantos metros cuadrados, era más grande que mi casa. Semejante salón, con mesa para veinte ocupaba sólo una parte. Cuadros inmensos, de museo sobre paredes con tapizados antiquísimos evidenciaban claramente el nivel del lugar. Cuando entré al baño me perdí en mil reflejos de espejos monumentales. Grifería dorada, bañera para un ejército....todo a lo bestia...hermosísimo. Ya un poco más relajados, después de besos y mimos, me miró de frente para hablarme:
-¿Quieres sentir una experiencia diferente? ¿te animas a jugar?
Me quedé callada, esperando más detalles que no aportó. Primero brindamos con champagne y luego tomó mi silencio como aprobación y sacó de un bolsillo la servilleta que traía del comedor. Oí ruido de metales chocando entre sí y un poco me asusté. ¿Qué tendría en mente? ¿Será un loco y yo estoy allí a su merced? Si grito acá seguramente nadie me escuchará... Apoyó "eso" sobre la mesa y se acercó con una sonrisa de labios cerrados. Ya delante mío, después deun tierno beso, deslizó uno de los finos breteles. Luego el otro. Instintivamente amagué sostener lo insostenible. Agarró cada una de mis manos con sus manos entrelazando dedos y para alzarme los brazos bien alto.Con un leve sacudón la seda se deslizó hacia el suelo. Sentí el roce en toda mi piel. Mis pezones mostraban una leve rigidez. Me volvió a besar y nos abrazamos. Solo, se alejó hasta el extremo de la gran sala y salió al balcón. Estuvo unos segundos mirando la vista al río y la rambla, con mucho movimiento de autos. Yo no sabía que hacer. Se dio vuelta y me llamó.
Con movimientos muy lentos caminé solo vestida con una tanga y tacos altos. El ruido al pisar retumbaba en todo el salón. También tenía un collar tipo lazo, dorado, con una pequeña esfera en un extremo. Y aros similares. El pelo, casi suelto. Sentía el extremo acariciándome la espalda al caminar. Dudé en salir, en exponerme. No era un piso muy alto y la vereda se veía ahí nomás. Había movimiento y la posibilidad de ser vista un poco me incomodaba. A él eso no le importó. Me estiró la mano para acercarme. Sobre la baranda misma me abrazó para besarme en el cuello. Mi espalda desnuda daba hacia la calle. Allí una de sus manos la recorrió toda de arriba a abajo, sumergiéndola por debajo de la bombacha, para afirmarse con fuerza en mi cola, que por la fina tira trasera estaba tan desnuda como todo el resto. Se apartó levemente siguiendo la recorrida de su mano, para primero rodear la cadera hasta llegar a mi entrepierna por delante después. Sentí dedos finos y largos mojarse en un río de miel. Jugó apenas con mis labios y me produjo un temblor divino.
-¿Cucharita o cucharón? -¿Qué? -Elegí: ¿cucharita o cucharón?
A la mente me vino aquello que preguntaban de chica, y se contestaba con "Te doy un pisotón!" No podía entender a este francés con un ¿acertijo? así...además de tonto e infantil no tenía lógica en esta situación. Todo era muy absurdo.
-No sé...elegí vos...
Entramos, mientras él reía seguramente por mi cara de desorientada total.
-Vamos a jugar... Recuéstate en la mesa. Ya vuelvo.
Me paré una de las sillas forradas en terciopelo negro para luego sentarme sobre la mesa de haya, aquella de para veinte, para mi sola. Se acercó con una manta y una almohada, que acomodó para que estuviese más cómoda. Me acosté estirando las piernas hacia una de las cabeceras. Una gran lámpara, con decenas de focos me encandilaban obligándome a cerrar los ojos. Oí de nuevo el tintineo de metales y lo relacioné con aquello de cucharitas o cucharones sin hallarle lógica. También sonidos de vasos y otros ruidos más que no reconocí. Sentía mi piel erizada, mezcla de los nervios y la leve brisa del río. Quise verme como en una fotografía, para tratar de imaginar el espectáculo: una mina en bolas, arriba de una mesa gigante, lujosísima, al borde de un ventanal hacia la costanera más linda de Montevideo. Ahora vendrán los veinte comensales, pensé, y yo seré su manjar. La idea activó una parte morbosa y no me desagradó. Reí.
Patrick se acercó con una bandeja y todo un arsenal de cosas. Se sentó en la cabecera misma, y estiró sus brazos para alcanzar mi tanga y sacármelo muy lentamente. Creo que tardó como dos minutos. Fue excesivamente lento. Yo sentía el elástico recorrer cada milímetro de las piernas. Era evidente que disfrutaba de mi ansiedad. Y curiosamente otra vez espasmos muy sensuales que juraría se evidenciaron en mi concha, lubricándola en abundancia.
Cuando terminó de sacar la minúscula prenda, me tomó de los tobillos y -gracias a la manta- me deslizó hasta él. Mis piernas ahora colgaban del borde, y mi intimidad mayor estaba a pocos centímetros de su cara y boca. Sentí un aliento cálido justo allí.
-"Bo clitó" -¿Perdón? -Ah, si..disculpa...decía "beau clito"... Bello clitoris, en francés. -Ah....bueno....gracias.... ¿O debo decir "Mercí"?
No contestó. Escuché su encendedor. Y el vaso con hielo... "¿Este se pone a fumar y tomar mientras me mira el bo clitó?" pensé.
-Ahora tu vas a recibir una de las experiencias sexuales más delicadas y exquisitas. Pido que por favor relajes tu cuerpo y mente. Es fundamental que brindes tu confianza y disfrutes. No te haré daño. Aunque creas que si, no te lastimaré. Pero será muy intenso y saborido... -Sabroso. -Si, si...sabroso...
De pronto sobre ambos pezones me apoyó lo que supuse eran dos cucharitas. El éxtasis con el que ya venía cargándome, hizo que aquel contacto me hiciera estremecer. No sabía que sentía sobre mis pechos. Era algo nuevo, desconcertante y embriagador. Quise resoplar pero no pude. Aquellas cucharas solo me tocaban mínimamente. Era fuego y llamas en mi cuerpo, aunque no...era...era algo complicado de explicar... unos segundos y las cambió por otras. Ahora de nuevo esa explosión sensorial. Grité parecido a un orgasmo, o a un dolor, o a una alegría...no tenía forma de explicarle a mi razón lo que sucedía. Gemí varias veces y temblé toda. Al mismo tiempo, con la punta de la lengua, me rozaba el clítoris hinchadísimo, y su aliento caliente acrecentaba todo. En un alto de mis gritos que imagino estruendosos, recién allí, me dijo algo. Yo temblaba...era parecido al post orgasmo, pero era distinto. Como no llegaba a concentrarme en lo que me decía tuvo que repetirme.
-Estimada: la revolución de sentidos tiene su explicación. Apoyé en uno de tus pechos, de tus pezones, una cuchara congelada por hielo, y en la otra una calentada por mi encendedor...Así reacciones contrarias confundieron tu cuerpo. Luego las he invertido...el remolino que has recibido es producto de aquello, tensiones encontradas que te alejan de la realidad y la experiencia se acrecienta. -Wow! No puedo hablar...me tiembla todo...¿pero no tuve orgasmo? ¿O si? Por un instante creí tener el mejor de mi vida...pero....¿si? -Jajaja...no...aún no te lo he brindado...pero no falta tanto...
Ahora cambió las cucharitas por unas mas grandes. Me acercó otro almohadón para estar mejor incorporada y ver así lo que hacía en mí. Bajó con un control remoto la intensidad de la lámpara del techo y solo me distraje un instante con la luna a pleno, que justo pasaba por el medio del ventanal.
Sacó una de las cucharas de la hielera y la otra la entibió con su encendedor. Verlo me dio un poco de miedo, pero como ya sabía lo que se sentía, no dudé. Ahí recordé porque me pedía confianza. Si, tenía que tenerla, sin dudas.
En este caso apoyó ambos cubiertos boca abajo, es decir con su la parte cóncava tapando hasta la aureola inclusive. Lo increíble es no ser capaz de distinguir cual era la caliente y cual la helada, y que en la cabeza se te mezclen todos los cables. Era tremenda esa sensación, que nunca más olvidaré. Grité, cerré los ojos y luego me mordí labios hasta hacerlo sangrar. Temí desmayarme, ya que mi conciencia estaba en otro nivel. Recuerdo haber gritado desesperada y que mi entrepierna hubiese meado.
Delicioso es poco. Excitante como nunca.
De golpe sentí que empezaba a jugar con sus dientes en mis labios vaginales y quise mirar. Ahí tomó otra cuchara mediana y me la metió en la concha, con la parte cóncava hacia el frente. Con su dedo la empujaba hacia mi punto G con mucha fuerza. Oriné creo, o tuve una eyaculación supongo, al momento en que sumó su lengua en mi clítoris. Tuve el orgasmo más sensacional que se pueda imaginar. Mis pezones eran piedras. Quería que una tenaza los apriete, los arranque, que una verga de tres metros me parta al medio, quería gritar con mil voces. Estallé retorciendo mi columna vertebral. Fue increíble todo el cúmulo, la batería de sensaciones. Explotaron mil fuegos, todo junto. Indescriptible...tanto que ahora mismo al contarlo tengo estertores maravillosos sin tocarme...
Lo siguiente que recuerdo es la luz del amanecer sobre mi cara. Estaba en medio de una cama gigante, de acolchados blancos y mullidos. Me despertó el ruido de las rueditas del carrito con el desayuno. Patrick, solo vestido por un pantalón largo de pijama, lo traía hasta la cama. Su sonrisa era perfecta.
-Bonjeaur ma jolie poupée... -Mmmm, buen día...¿mi...? ¿mi qué dijiste? -Ma jolie poupée...mi linda muñequita... -Mercí... Ufff, cómo dormí...no me gusta comentar lo que pasó, es como que me da vergüenza, pero... por Dios! Fue increíble....gracias!
Patrick se sonrojó. No pensé lograr aquello, en una persona tan segura de si misma. Me levanté dolorida por todo lo que viví la noche anterior. Y así desnuda, sin pudores, salí al balcón... Patrick me siguió y cuando me alcanzó me abrazó por detrás. El río reflejaba un cielo celeste, perfecto, diáfano...la brisa me erizó...y otra vez un beso cálido y tierno me acurrucó en él.
-¿Cómo es que se te ocurren cosas así? Tenés que estar muy loco...de por si bastante loco también para crear el perfume que hacés... ¿se puede saber de donde sacás la materia prima para ese extracto?-Jajaja...experimentando ma jolie...en la búsqueda del mayor placer femenino...¡eso! Y descubrí que en la vida al placer hay que recojerlo en cucharitas de donde brota, y ponerlas en un frasquito, así, como éste y podría asegurarte que el concentrado tuyo es el mejor.
Jorge Laplume
lunes, 18 de agosto de 2014
¿Cucharita o cucharón?
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