viernes, 3 de diciembre de 2010

Mi tormenta perfecta


No me imaginaba que pudiese suceder. Al menos hoy. Y menos así.
Había sido una mañana de mierda. Y eso que fui a la oficina con buena onda. Pero no. Fernández se encargó de joderme todo el tiempo. No voy a negar a esta altura de la vida que cuando me estoy por indisponer me pongo mucho más sensible. Eso no es novedad. Pero desde que cierta vez con Pablo, de pesado que se él se puso, quiso si o si coger cuando yo estaba con el período, y más allá, lo reconozco, que a mí me daba como un poco de asco manchar algo o que a él le parezca sucio -si, ya sé, tal vez son cosas mías- desde esa vez, te decía, me di cuenta que, no sé si por hormonas o porque, en esos días el sexo es muy pero muy bueno. Y a pesar de tener la vagina hinchada, y puede doler, si él es delicado logro unos orgasmos terribles. Quedo muerta como nunca.
Después de Pablo no pasaron muchos más por mi cama (ni por la de otro, ja!) pero ninguno se animó a hacerme el amor en esas circunstancias a pesar de mis humildes solicitudes: les daba asco a ellos… ¡uno me confesó que se imaginaría sacar la pija toda ensangrentada como si yo se la hubiera cortado con un cuchillo! ¡Pobres,debe ser horrible pensar eso!
El tema es que a raíz de esas experiencias, en “esos días” como decía mi abuela, mi cabecita estaba más cachonda que de costumbre, y por eso también hoy me vestí así.
Tampoco de trola, eso que se entienda. Mini de jean azul y un buzo con capucha, también azulcito. Si, debo reconocer que la mini es corta. Sí. Tal vez un poco exagerada como para ir al laburo. Y para colmo, con el calor que hacía esta mañana, un buzo era como mucho también. Claro que para mis ratones  -me causa gracia hablar como hombre-  no me puse nada abajo. Ni remerita, ni tanga ni corpiño. Nada.
Pero nadie lo sabía. Quizás se me podían notar los pezones marcando el buzo, como mucho. Eso hoy día es bastante normal.
O la cara de cosquillitas que me hacía el roce de la tela con ellos.
Eso sí.
Pero la idea era estar como mimosa con mi cuerpo. Nada más. Lo juro, aunque alguna no me crea.
Pero el pelotudo de Fernández se la pasó relojeándome mal. Una se da cuenta cuando el chabón mira copado y cuando mira pajero. Se pasan de boludos.¿¡Como pueden ser tan básicos!? Y mirá que me encanta que me miren con ganas. Me hace sentir linda, sexual, viva. Pero hay un punto en que se van al carajo. ¿Tan difícil es la sutileza? No te digo "tratame como una reina, como una lady si estoy vestida así", pero, ¡la puta, mové un poco la cabeza y seducime…!  aunque sea con palabras cercanas a lo ordinario… hasta eso lo entiendo y me lo banco… pero cuando se le empieza a caer la baba… es too much…
Y dicho y hecho. Una y otra vez amagó con bajarme el cierre del buzo burdamente. Una y otra vez se tiraba al suelo delante de todos (y todas) para mirarme el culo. Y decía chistes más obvios que no sé quién… ¡si hasta Jorge Corona era un literato al lado de él!
Y me hartó. Lo paré en seco mal. Me hizo sentir incómoda. Lo sexy que me sentía, lo tiró a la mierda. Y estaba linda, lo sé. Y de buen humor.
Mirá: en la parada del taxi, cuando llegué al trabajo -vestida así tampoco voy en bondi, obvio- (además me encanta ver como el taxista se vuelve loco mirándome las piernas con el espejito haciéndose el boludo, dándome charla con cualquier cosa, con tal de ver algo más) te decía que me bajé, y lógico que, típico de nosotras, es inconsciente, hice el movimiento, la acción de estirarla, de “plancharla” con las manos. Y ahí estaba él. Castaño claro, ojos verdes, musculosa suelta. Lindo. Barbita de un par de días. Como para foto de perfume 212 o algo así. Me miró.Y, te juro, sabía mirar.
Sí.
Sabía.
No puedo explicar pero seguramente me entendés. Me recontra desnudó con la mirada. La boca apenas entreabierta, en gesto de “te como, pero de a poquito”. Un bombón.
Juraría, porque estaba sentado a una de las mesas de la calle de un mini barcito, que me vio hasta el alma. Con pollera tan corta, apenas abrí la puerta y giré, sentí esa brisita característica en la vagina. Decí que la mini es bastante estrecha y no permite abrirme de par en par como esas faldas hindúes, que si no, lo tengo comiéndome ahí mismo.
Pero el pibe me cogió lindo solo con ese gesto. De mi entrepierna fue directo a mis ojos y noté la profundidad de ellos. Apenitas una mueca tipo “ups” mezcla de “discúlpame, no era mi intención espiarte” y de “’¡qué buena que estás! ¡Te garcho acá mismo!”
En cambio el nabo de Fernández, que no es para nada feo tipo, se mandaba con la pajereada… No sé… ¿en serio pensará que con esa actitud va a conseguir algo? Capaz que hay minas que eso les sacude… a mí no.
Te contaba que era un día de merd… hasta que, de vuelta a casa, en la parada del taxi, estaba él. Si. Créeme. Después me contaría – ¡uy, ya te deschavé que estuve charlando, soy una boluda!- bueno… me contó que me siguió y se bancó hasta que yo saliera… un dulce… desde las nueve de la matina hasta las seis, que justo hoy salí como una hora más tarde, también por culpa del boludo de Fernández.
Y me encaró con clase. O yo estaba, digamos, entregadita… si… debe ser eso.
Me dijo: “Está lindo para caminar, te acompaño”
Eso.
No sé si fue muuuuy creativo, pero me gustó.
“Dale” le dije. Solo después de un par de cuadras atinó a empezar a hablar y a rodearme con su brazo como si fuésemos novios. Me recorrió una cosquilla re linda, y nerviosa. Me contó que estudiaba medicina pero lo que más amaba era hacer surf en el mar. Que tenía novia, pero que ella no lo entendía… y ahí, lo sabemos, no fue nada original, pero no me importó… Tantos otros se me acercaron alguna vez con esa onda de pollitos mojados, que uno más, y  encima que este estaba como para comérmelo, que no me jodió esa obviedad.
Cuando estamos cruzando la plaza se larga la tormenta de mi vida. Era bastante probable después de tanto calor. “¡Y vos me dijiste que estaba lindo para caminar!” le recriminé sonriendo.
En un par de metros -un poco más, a decir verdad- estábamos empapados. Y ahí se me para de frente, me frena y me dice que me abra el buzo.
-¡Estás en pedo! Llueve, no hace frío pero hay una brisa, y me voy a resfriar.
Insistió, te diría un tanto denso. Que quería verme bien mojada y sacarme una foto.
Entonces no tuve más remedio que decirle que abajo estaba en bolas.
-Ya sé. Me di cuenta hoy a la mañana. Por eso. Mejor todavía… me está volviendo loco pensar en cómo deben estar esas tetas empapadas… y que te las secaría como sea, con la lengua…
Y bueno… cachonda como venía por lo de las hormonas y eso, y que en la plaza no había ni el loro, porque todos corrieron a resguardarse, agarré y de un saque me abrí el buzo.
¿La verdad? Una sensación hermosa. Sensual sensual. Mis pezones eran dos piedritas de duros que estaban. No los toqué, pero los sentía. Y el agua corriéndome por las curvas, un paraíso.
¡Ja! En bolas en medio de la ciudad… imaginé alguna de las cámaras de vigilancia de la ciudad, saliendo por TN como reflejo del temporal y me reí a carcajadas.
Me sacó bocha de fotos. Pero no me tocó. Ni se acercó. Raro. Creo que yo esperaba que algo intentara, y no sé que hubiese hecho.
Después, antes de dejarme en casa, tomamos un café justo abajo. Le dije de subir, de secarse y eso… pero dijo que no. Obvio lo mío tal vez… Dijo que tal vez mañana o pasado… y que me prepare porque deseaba desnudarme como nunca nadie lo hizo. Me habló con una delicadeza que me empapó toda. ¡Tenía una humedad tremenda! Que deseaba que me pusiese un vestido pegado al cuerpo, preferentemente con cierre por la espalda, (no tengo, pero creo que mi amiga Mariana tiene uno negro) con una tanguita de hilito en la cola, o de cadenita… (¡Si! ¡tengo!) y que el llevaría champagne y dos copas. No dijo más.
Te juro que esta noche no voy a dormir. Seguramente juegue un ratito conmigo pensando en él. Y lamente que como una tremenda boluda no tengo ni su nombre ni mail ni teléfono. ¡Por Dios, que no se arrepienta!  Y juro también que muero por ver las fotos que me sacó. Y que me haga lo que quiera… para que te voy a mentir. Hacía mucho que no me sentía tan bien tratada, con tanta clase, y con mucho respeto de parte de alguien que, como me dijo antes de irse, lo que más deseaba ahora era “recontra cogerme”.
Espero pronto escribir una segunda parte de mi tormenta perfecta...

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