jueves, 2 de diciembre de 2010

Te tuve ahí.

Te tuve ahí.
Te tuve ahí, a centímetros de la palma de mi mano.
Te tuve ahí, al borde del abismo mismo. Al borde del placer.
Lucha injusta entre el éxtasis de mi ardor y la lógica de tu pecado.
Formas, curvas, texturas…  y sabores y aromas infinitos, que desacreditaron méritos de toda fantasía. Más poderosa que lo más poderoso. Más real que cualquier ilusión.
Vibré nervioso con miradas profundas, lenguas ansiosas y desesperación de amar.
Estúpido consuelo el de quedar con mucho por descubrir, con paisajes para investigar.
Como si un tesoro hubiese hallado.
Y fue así que te encontré, donde creí que ya nada mágico habría. Fresca, tierna y con hambre de paz.
Eternidades efímeras de rozar piel contra piel, sembrar temblores para acumular vanidades precisas y evidentes.
Y merecidas.
Saber que te tuve ahí y sin embargo te administré. Como un moribundo aún en su agonía más extrema recibe extraño don divino, iluminado por una fe desconocida, con firme propósito de extender dichas y fechas; de firme deseo de tener por quien vivir. De que eso sea más y más.
Temí devorarte desesperado y mirar el vacío después. Sin saborear como anhelo, como siento que debe ser.
Deseo verte.
O morir.
No hay planes alternativos. Saber que te tuve ahí, marcó una luz en el sendero. Señales sobre tu ser que no pasan inadvertidas.
Estás.
Muestra perfecta de tu perfección.
Lo vi en tu cara. Tu mirada me dijo mucho más.
Extraño juego de promesas mudas. Y sueños de imposibles milagros.
Tenerte sin tenerte. Que mueras sin morir. Llevarte al borde de la locura y que mi mano firme te sostenga para seguir dándote más y más.
No te fuiste. Estás muy cerca. Soy yo el que te retiene, te empuja y te vuelve a cobijar.
Deseo verte .Y elevarme. Ahora ya sé que estás. Que puedo amarte como nunca. Como nadie. Como jamás.
Mostraste ternura, audacia, y comprensión. ¿Acaso  existe más para dar…?
Te tuve ahí y te deje partir.
Incomprensible juego de libertad. Solté para que vuelvas. Para volver. Para más.
Un dolor hay en mí. Confundido con haberte hecho feliz.
Ignoro albedríos… soy ciego a predicciones de ternura. No sé que es el amor.
Creí llevar las riendas de un bravo corcel, guiarlo por oasis necesarios. Mano amiga, calor de piel, fantasías perdidas en viejas cajas de cartón.
Todo estaba ahí… y supiste que era vital.
Asumimos emociones controladas. Tonta madurez de los que no pueden volar.
Pero no puedo dominarlo más. El animal escapa brioso, ávido de galopar…
Sentir el viento de frente para compartir con el  sudar de la agitación.
¡Por todos los cielos! Te tuve ahí, al alcance de mis sentidos. De fundirnos, gritar y desvanecer.
Pido a quien sea creador de este sufrimiento, que sirva el regalo que di… pido al paraíso tenerte otra vez.
Al alcance de la palma misma de mi ser.


No hay comentarios:

Publicar un comentario