Comunico con suma satisfacción que mi siguiente relato es el ganador del Concurso organizado por Diseño en Lencería Sexy de Alta Gama "Dolce Diva" y el restaurante afrodisíaco "Te mataré Ramirez".
La premisa era darle continuidad al comienzo de una historia proporcionada por los organizadores, el cual su texto aparece en amarillo. A partir de allí, mi fantasía.
A todos los que me eligieron, muchísimas gracias...
Buenos Aires tiene un encanto particular. Simplemente tiene tantas caras como el Carnaval de Venecia. Es como recorrer un laberinto lleno de misterios en dónde todo puede suceder.
El barrio de Palermo es un buen ejemplo de cómo se mezclan el pasado y lo actual. Los bares proliferaron en casonas antiguas y talleres, y donde antes los inmigrantes italianos se acostumbraban al castellano, ahora las lenguas juegan el juego de la seducción con los fuertes acentos de los sajones y las suaves vocales de los latinos.
Paseando por la noche, me cuelo entre las fiestas de estos antros. Me invitan tragos, me cuentan de sus aburridas vidas de ciudad, llenas de números, pantallas y desafíos. Los rechazo con una rápida sonrisa. A lo lejos, en la barra, los colores verdes y rojos de los licores se mezclan. Un diestro barman me mira de reojo mientras bate la fórmula para un extraño que me mira. Sus ojos me cautivan. He encontrado mi próxima presa…
-Hola... ¿puede ser lo mismo que el caballero?
Mi sola interrupción hizo que ambos se miren entre si sorprendidos. Lo primero que imaginé fue que pensaron algo así como "¿Quien es esta metida? ¿No se da cuenta de quién soy yo?
No me importó demasiado. Ellos tampoco sabían quien es Ornella. Mi desafío fue más allá: apenas me lo sirvió, un tanto a regañadientes, se lo devolví porque que estaba muy liviano, y que debería agregarle más vodka. Y en un acto de insolencia total lo desacredité diciéndole que ese trago no se prepara de esa manera.
Me di media vuelta y rumbé hacia la puerta.
No había hecho tres pasos cuando una mano fuerte me agarró del antebrazo. No me gusta nunca ese gesto de autoridad, pero en este caso desistí de resistirme y giré para comprobar si era quien suponía que era.
-No te vayas.
-¿Ah no?... ¿Usted es Ramírez, el que todos quieren liquidar?
-Jajaja... Algo así, eso dicen las malas lenguas...
-Mmm, ¿malas lenguas? entonces paso...no me tienta
-Ah, apostás fuerte chiquita... mirá que conmigo podés perder...
-Chiquita no... Soy Ornella... Y puede ser... pero lo que si sé es que conmigo seguro ganás... Y mucho.
-Sentate, charlemos... esto en un rato es un quilombo y voy a tener que estar atento a todo.
-Por si te quieren matar...
-No hablemos más de eso, no soy yo exactamente cuando... Dejá: mejor decime... ¿porque estás acá? ¿No será que vos viniste a matarme?
-Depende como te guste morir... seguro que oíste lo de la "petit morte"
-Sí, claro... si es así, me entrego... soy tuyo.
Todo se orientaba para un final más que promisorio. El misterioso Ramírez no estaba nada mal... su aspecto de hombre poderoso le transmitía una extraña seducción, mezcla de violento y salvaje pero con mucho estilo. Pero de pronto uno de sus "hombres" se le acercó y le dijo algo al oído. Su sonrisa controlada se transformó en mueca adusta. No era una buena noticia la que le habían traído. No podría jurarlo pero todo me dio a entender que respondió, susurrando, algo así como "Mátenlo". Tal vez hayan sido ideas mías, pero la reacción de su asistente, mostraba como que esa fuera la orden.
Increíblemente volvió hacia mí como si nada hubiese pasado con una sonrisa de oreja a oreja. Hizo un gesto con los dedos y dos mozos se acercaron inmediatamente.
-¿Que querés cenar? Es mi invitación, y te cuento que acaban de comprobar que tenías razón en que el trago estaba mal hecho. Al barman acabo de darle salida definitiva...y además, lo reconozco, invitarte a cenar es una trampa para que no te puedas ir tan rápido de mi vista. Todo lo que quiero lo consigo con mucha facilidad, sin vueltas, y después chau, a otra cosa, pero vos sos distinta... deseo halagarte, me has demostrado personalidad...tenés estilo. Va conmigo.
Como al descuido bajé la cabeza con mi copa en mano como para que no sepa bien como me había caído el cumplido... Disimuladamente, como solo nosotras sabemos hacerlo, desabroché un botón de mi camisa de seda y así dejé al descubierto parte de mi soutien rojo intenso. Sabía que era una diva con ese conjunto, y que apenas el me mirara el bretel y parte de mi pecho, caería como un insecto. Misterioso poder que algunas tenemos. Reconozco que alguna lencería ayuda.
Al cabo de un rato mis formas asomaban un tanto alevosas, pero la tenue luz del restaurant no lo convertía en nada burdo. Al contrario. El ambiente se estaba cargando de un intenso clima. La música motivaba a un vaivén sensual mientras nos deleitábamos con unas ostras.
Demás está decir que todo lo que esa noche saboreamos fue la mejor cena de mi vida. Yo imaginaba que el mote de afrodisíacos de algunos restaurantes eran un simple y puro mito. Aquí era real. Calores muy intensos me subían y, sobre todo, bajaban, por todo mi cuerpo. Su interesante charla, de inteligente humor, demostró que es un amplio conocedor sobre como seducir y como conquistar a una mujer...Yo un poco a la defensiva me había planteado estar durante la velada. Pero un verdadero caballero como él, también sabía como mirarme, desnudándome en cada pestañeo. El vino, un chardonay cosecha 73, colaboró como los dioses.
Cuando me levanté para ir al baño del lugar, lo único que quería era comprobar cuan mojada estaba en mi ropa interior. Estaba estrenando ese conjunto tan especial, un can can italiano de Dolcediva, y tan chiquita era la bombacha, que tenía miedo de estar chorreando el salón. Sentada en el inodoro comprobé que mi humedad era intensa. El deseo de que Ramírez me avance también.
Y allí sucedió: rara vez me agarran con la guardia baja. Los que me conocen saben que es extraño que a Ornella la madruguen.
Pero esta vez, seducida por todo lo vivido hasta ahí y mientras me acomodaba el portaligas, justo en el instante donde mis manos levantaban esas eternas medias negras, Ramírez irrumpió de golpe, cerrando con llave.
Mi primera reacción fue de miedo. Es una situación complicada para una mujer, aunque inevitablemente también pensé en lo que allí sucedería. Fue un instante de zozobra .
Imaginé su accionar violento: que se tirara encima y de pronto me arrancaría todo, y sobre el lavatorio de tan lindo baño, me perforara con su enorme verga.
Sin embargo, conocedor de la psicología femenina hizo algo muy interesante que habló muy bien de él: mezcló el salvajismo de la situación con la delicadeza de hacerme sentir como una reina...Difícil aunque sabroso... sin embargo el corpiño me lo arrancó como el mejor...primero los botones de la camisa saltaron por todos lados y mis pechos quedaron rebotando por la fuerza del tirón. Creo que un espasmo inesperado, producto de lo sorpresivo, más su beso intenso, que abrió mi boca a fuerza de una potente lengua. Fue un beso pasional y apasionante. Largo y profundo... me reí solo de recordar el diálogo inicial de las malas lenguas...nunca nada tan errado
Quedé en colaless y portaligas. Noté que mi belleza, no puedo negarlo, lo congeló por varios segundos. Aproveché ahí mismo a aflojarle el cinturón y bajarle los pantalones. Su miembro se moldeaba sobre la tela del bóxer. Estaba muy excitado y yo deseaba intensamente saborear entera esa carne caliente.
-No ofreciste esto en el menú cuando cenábamos.
-Perdón, pero yo lo considero parte del postre, como yo comer tu concha jugosa, y esa parte de la carta no la habías visto aún.
Alternativamente nos comimos los sexos el uno al otro. Manejaba con maestría el don de ponerme a mil jugando con mi botón preciado. Yo saboreé sus mieles previas, y sé que lo hago muy bien. Esa enorme verga entraba y salía de mi boca por mi iniciativa personal y gracias a sus manos también, ayudándome al acariciarme el pelo. Yo al mismo tiempo no pude contenerme en jugar con mis labios y clítoris.
Ya quería que ingrese en mí, que me haga suya como nadie, pero también quería darle mi show. Cuando lo dejé al borde, me alejé, me subí arriba de la mesada grande, y le dije que solo mire, sin tocarse siquiera.
Con solo esas medias y una bombacha totalmente desacomodada, hice un baile único, al tiempo que deslizaba mis dedos por debajo del raso. Era muy fácil entrar gracias al manantial que de allí fluía.
Tuve un par de orgasmos incontrolables. Las piernas se me doblaban gracias al estado de inconsciencia al que estuve a punto de caer. Ramírez notó que mi punto de ebullición era inminente. Le pedí -le rogué creo- que por favor me penetre urgentemente. Tanto él como yo no teníamos ningún tiempo de control como para resistir más. Apenas entró, en tres o cuatro movimientos violentos llegamos casi al mismo tiempo al paraíso... o a nuestro infierno... Me inundó él a mí, pero yo me encargué de empapar por fuera esa maravilla hecha pija. Intenso, profundo, colosal.
Quedamos tirados desprolijamente en un baño de revestimiento lujoso. Apenas un rato después su miembro revivió.
Fue apenas un movimiento instintivo... y ahí se me ocurrió preguntarle si alguna vez le había puesto nombre, porque sabía de hombres que hacían eso. Mientras yo me volvía a poner mi conjunto de Dolcediva, que hacía perfecto juego con mi cara de lujuria total, me contestó:
- Ramirez. Él es Ramirez... Yo no... Yo soy Miguel Fernández...
-¿Ah sí? Mirá que interesante... entonces permiso Miguel... Esto es con él... tengo un trabajo para el que vine y evidentemente aún no cumplí.
Agarré su tibio miembro con una mano firme, lo apreté con todas mis fuerzas para ver cuanto reaccionaba y solo a él le dirigí mi amenaza:
-Soy Ornella... y esto no ha terminado, aún estás vivo... Te mataré Ramírez...
jajaja..estuvo muy bueno...felicitaciones..y el premio es...: ¡? Una Ornella te vendria bien , no? Pero desarmada.
ResponderEliminar