Hacía calor. Eso era absolutamente irrevocable. Sin embargo no pude darme el gusto de sacarme todo, ducharme y etcéteras. Tengo que terminar con una columna para la revista. Me pidieron que escriba algo reemplazando a Garmendia, que se fue de viaje y dejó su habilidad sin hacer. Esa página siempre la escribe él. Él es el de esas historias, el de las experiencias de vida. Y yo, como para quedar bien esperando que me digan queno, que gracias,pero dejá.., me ofrecí, más allá de no tener la menor idea. Y me dijeron que "Dale, buenísimo!"
Y la verdad, no se me ocurre nada.
Cuando llegué a casa, escuche que Marie se estaba duchando. Como siempre, y un poco me molesta, con el baño abierto de par en par. No es que no me guste espiarla sin ropa, sino que muchas veces no vengo solo, sino con amigos o compañeros de la oficina. Tenemos un ambiente amplio y es más fácil tirarnos con unos cuantos almohadones al piso para estar bien distendidos. Los demás, todos, tienen casa o departamentos muy chiquitos.
Marie es realmente hermosa. Creo que en mis mejores sueños de juventud -y no tanto- nunca llegué a fantasear con alcanzar una mujer así. Sin embargo tenemos muchas diferencias.
Después de sacarme el saco azul, el de las reuniones “serias”, ya que hoy encima hubo reunión con el grupo editorial, me serví un vaso de agua helada. El calor era tan intenso que lo que más deseaba era saciar la sed en vez de engañarme con una gaseosa o cerveza. Además no podía permitirme ninguna modorra. Lo que no aparecía era la idea salvadora, ese relato que haga saltar de la silla al que lo lee, como Garmendia solía hacerlo. Pensé en llamarlo a Cuba, donde estaba de vacaciones, para que me ayude. Pero no. Me convencí que tendría que poder.
Cuando al fin una leve punta para mis escritos empezaba a asomar, ella terminó de bañarse. Le grité que yo ya había llegado y que estaba todo bien. Solo le recalqué que no me espere en la cama, porque, seguramente, tendría para largas horas de escritura. Así y todo, hizo oídos sordos y fue a la cocina a servirse algo fresco. Y fue imposible desviar mi atención hacia ella.
Marie decidió pasearse desnuda por todo el loft, y eso que sabe que tampoco me gusta demasiado, porque hay muchos ventanales y alguien la puede ver. Sin embargo, pareciera que en ella hay una perversa y sutil diversión en hacerme enojar. Ahora, eso sí ¿cómo enojarme con esa perfección y tentación que estaba a apenas unos metros? Encima caminaba como si estuviera vestida hasta las orejas, y creo que eso es lo que más me enloquece.
La conocí siendo todo una señora, hecha y derecha… no diría puritana, pero si algo recatada y con elegancia. Pero desde que estamos juntos todo el día, es una permanente gata en celo. Ahí está de nuevo: Les relato y después díganme: Me sirve una copa de champagne, mete los dedos dentro y se los chupa, pasándoselos por los labios. Todo esto sin decir palabra alguna. Repite la acción y ahora intenta poner los dedos en mi boca. Me resisto un poco, no sé muy bien si como siguiéndole el juego del sí y del no que es tan lindo, o porque necesito trabajar de verdad o porque un poco me incomoda que ella lleve el control. Pero hace fuerza para que abra mi boca, y ya no resisto. Se los chupo: el champagne sabe más salado en su piel.
Sigue paseando desnuda. Va y viene. Se acerca a uno de los ventanales y a los pocos segundos escucho bocinazos y algún grito de muchachos desde la calle. No se inmuta. Al contrario: se sienta de piernas abiertas mostrando a nadie y a todos su maravillosa intimidad. Juega, hace que se masturba y grita suave y muy falsamente. Es desafiante. Temo que una banda de forajidos quiera entrar por la fuerza a mi casa.
Estoy, poco a poco cambiando de parecer. Reconozco que me excita y me gusta. Igual está todo bastante oscuro, iluminado sólo por la luz de neón de los carteles de la calle. En cambio, cuando se me acerca es la pantalla de mi computadora la que la inunda de colores variados.
Insisto: Trato de terminar un trabajo, o mejor dicho, de empezarlo... pero no me deja, primero por que verla y disfrutarla me distrae de manera fantástica. Pero tampoco puedo seguir porque cuando amago concentrarme viene y me toma del cabello suavemente y tira mi nuca hacia atrás. Me besa rozándome los labios, apenas.... puedo sentir la punta de sus pezones en mi cuello... ¡Carajo! me excito más todavía... ¡ y quiero terminar el trabajo, necesito terminarlo! Pero con la punta de su lengua, segura y firme, me abre los labios en busca de la mía, impregnándome de su saliva. Por Dios! no deja de besarme y se contornea detrás mío, me acaricia el pecho con ambas manos, mueve sus tetas, refregándolas contra mí....Mmmmm, me encanta... De pronto, sorpresivamente me deja y va hasta el viejo tocadiscos que yo pensé que no funcionaba. Toma un Long play, lo pone con una delicadeza de coleccionista y empieza a sonar un meloso tema como de los años 50. Conoce bien esa melodía. Baila sugestivamente a su ritmo. Me imagino que suele bailarla cuando yo no estoy, sola, pero mostrándose a todos los que pasen por la calle, multiplicándose en los espejos que completan el ambiente. Su profesorado de Gym me obligó a cambiar un poco el estilo del departamento, en pos de que pueda usarlo también como estudio para unas cuantas gordas ricachonas que sueñan infructuosamente con lograr un cuerpo como el de ella.
Vuelve hacia mí y me quita la chaqueta sin mucha suavidad, hasta con una torpeza que genera una sonrisa pícara… desabrocha mi cinturón...Tiene la hermosa habilidad de no tocarme. Todo es una exasperante sugerencia de lo que podría llegar a pasar y que cada segundo estoy más deseoso de que ocurra. Conoce su juego a la perfección, ya que da vueltas en derredor mío al tiempo que mi sexo crece. Ensayo un ¡Basta, tengo que terminar este trabajo esta noche! Gime. Protesta con poca gracia mientras me desabrocha el jean. Inevitablemente me toca sobre el boxer, y se hace la sorprendida sobre mi evidente estado de excitación. Juega, reclama, exige: "¡Dámelo es mío, todo esto lo quiero para mí, lo quiero acá adentro!" me dice mientras su mano alevosamente acaricia una deliciosa concha totalmente depilada. Llego a ver que un par de sus dedos se sumergen donde quiero entrar yo. Intento decir algo pero no se me ocurre nada. Reconozco que un poco se me nubla la parte racional del cerebro. Se sienta sobre mí, con habilidad y hasta una experiencia que me hace dudar de si esta agilidad es solo por sus constantes ejercicios de yoga. Eso fue lo que me llevó a dirigirle la palabra aquella vez. Su habilidad y elasticidad esa vez en la clase abierta que daba en la playa de Necochea.
Saca mi sexo del jean primero y del bóxer después. Yo, a esta altura, la miro, disfrutando sus movimientos... el cabello le cae sobre los hombros, sus ojos brillan con una mezcla de lascivia e inocencia. Se moja los labios con champagne, juega con el líquido sin tragarlo, me lo muestra y hasta intenta pasármelo a mí así, de boca a boca… se muerde suavemente los labios... Está entregada a mí, aunque es ella la que domina toda la situación. Arqueada hacia atrás, delgada y delicada, parece una chica todavía. Tiene gestos que conoce bien, que sabe que me hacen estallar. Ahora trepa en su placer más arriba cuando se acaricia los pezones: gime, se los aprieta y me dice lo lindo que se siente. Me invita –me exige debería decir- a que los muerda con suavidad, “Pareces mi maestra” le digo sonriendo. No acusa recibo, por lo que no estoy seguro de volver a hablar. Ella sigue contorneándose. Es muy ágil y flexible, y con mi cerebro retorcido que ella bien conoce, la imagino chupándose a sí misma y la creo absolutamente capaz… Pagaría para ver eso. Desciende con la lengua por mi cuello, el pecho. De pronto se baja, se pone de rodillas y chupa mi miembro de manera experta y hambrienta.
Ya me olvide del trabajo, me olvide de todo, incluso de quien soy, creo. Le empujo un poco su cabeza hacia mi cuerpo, así mi sexo entra entero en su boca. Yo ya quiero acabar allí, pero no me deja. Cuando nota mi apuro, cuando percibe que estoy tan cerca del punto del no retorno, y donde estoy a punto de explotar en esa boca ardiente, cambia el ritmo y se lo saca de la boca y cambia por lamerme por fuera, despacito mientras me mira con ojos de gata.
Ríe gozando. Me gusta y lo detesto.
Instintiva y salvajemente la tomo por los hombros, y le digo que venga. Reacciona con lo opuesto, alejándose caminando hacia atrás. Se sienta sobre la mesita auxiliar de la computadora, y con su culo tremendo desparrama todos los papeles borradores de mi trabajo. También un vaso plástico con algunas lapiceras. No me importa nada que esas hojas ahora estén un tanto mezcladas. Abre las piernas y me toma las manos. Entrelazamos los dedos, y las lleva hasta su entrepierna, donde con suaves toques me hace notar su íntima humedad. Gime como pocas veces recuerdo haber oído. Sin saber porque, ya que no haría nada al respecto, trato de revisar con la mirada a los amplios ventanales para ver si las cortinas están cerradas, como para que nada de esto llegue a la calle. No llegué a evaluar nada porque ahí mismo la quería hacer mía. Si la escuchan, mejor, pensé. Es una criatura apetecible como el fruto más prohibido, y me fascina y me enloquece.
“Vení” repito. Me mira y sonríe. La atraigo hacia mí y nos besamos con muchas ganas, sin delicadeza, con las lenguas buscándose, deleitándose, sorprendiéndose, una con otra… y la tomo con fuerza para sentarla sobre mí. Se mueve un poco, se acomoda, y deja que entre en ella despacio. Es ella la que en realidad mide los movimientos, hasta quedar toda dentro mío. Es hermoso el momento, la sensación de penetrarla y hermosa es ella. Estiro las piernas, subo la pelvis y me empiezo a mover. Ella me sigue. Dice algo así como que es una danza erótica, al ritmo de esa música melosa que sigue sonando. La verdad, yo no escucho nada, solo que la siento en mi miembro a toda ella. Por momentos me detengo, con ánimos de regular, de auto controlar lo imposible, y nos quedamos mirándonos, saboreándonos, sintiendo la maravilla de complementarnos de semejante manera. Busco culminar sin desearlo de veras, y ya estoy ahí, en la puerta del paraíso al que me ha llevado. Debo decir que no sé muy bien como, logro controlarme, durar, por ella , un poco más. La espero todo lo que puedo. Gime, y mueve su pelvis en círculos, su cabeza y el cabello se agitan. Está despeinada y húmeda por el sudor. Ya está jugando con fuego. No tengo más poder sobre mi inminente estallido. Le aviso que ya estoy, que voy a terminar... y justo antes de que lo haga, sale de mí, desconcertándome... Por un instante la odio.
Pero apenas la veo, entiendo que quiere seguir jugando: Se tira al piso, se acuesta como una Madonna renacentista provocativa y temerosa. Se da vuelta para mostrarme el culo en todo su esplendor.
Separa las piernas y me invita: “vení vos... yo siento mucho placer así”. Coloco una mano por debajo, afirmándome sobre su sexo y al tiempo que busco clavar esa cola divina. Gime más que antes. “Despacio”, se queja.”Un poquito, un poquito más” exclama.
Dos, tres cuatro, cinco embestidas y termino... el liquido cálido y fértil se derrama en su interior... Tiemblo y lo acompaño con un grito silencioso... Es un orgasmo eterno, mágico, celestial. Me quedo aferrado a su pecho, escuchando las respiraciones agitadas. Pero me falta ella. Quiero gozar haciéndola gozar. La doy vuelta y hundo mi rostro en su pelvis. “Solo la lengua” indica mi profesora. Entonces juego agitando su clítoris, donde sé que le gusta. Se arquea y en unos segundos fluye su néctar. Tiene tres envidiables orgasmos que llevaré marcados por sus uñas por algunos días en mi espalda. Tiembla de calor y frío. Se retuerce en estertores que confirman la intensidad. Amo que sea tan sexual. Que no se lo reprima, que muestre su cuerpo sin pudor. Nos quedamos así, con mi cabeza apoyada en su abdomen, mientras ella me acaricia el pelo. “Debe ser un lindo espectáculo visto de lejos” dice.
Nos adormilamos por un momento, agradeciendo esta urgencia de amor espontaneo y pleno.
De golpe se incorpora y me dice: "escribí esto que hicimos… yo solamente te di la idea… escribilo como solo vos sabés… y vas a ver qué mañana en la editorial la directora te va a preguntar cómo es que nunca antes escribiste vos cosas así. Y capaz que hasta le sacás el puesto al forro de Garmendia... Sus historias nunca me calentaron demasiado... seguro que si escribís esto como vos sabés, más de una mina se va a hacer una paja leyéndolas. Vas a ver que se van a calentar lindo, y las minas de la redacción te van a mirar diferente desde ahora. Pero ojo, no te hagas el boludo, ¿eh?: Esta es tu historia, escribila, pero entre vos y yo, ambos sabemos que es un regalo mío, de tu Marie para vos…" Y mientras me da una caricia tierna en la cola agrega "Ah! y le puedo regalar muchas más si se porta bien, alumno…"
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