-No, te digo que no.
-Dale, una vez…
-No, basta, es una asquerosidad.
-No! ¿Por qué? Una sola vez y te juro que no te jodo más.
-Pero… ¿Por qué vos querés eso? ¿Qué tiene de lindo?
-No se, pero quiero verte mear, nada más.
-¿Vas a seguir insistiendo? ¿No me vas a dejar en paz?
-Efectivamente.
A ninguno de los dos les importaba demasiado la fiesta que sucedía afuera de ese baño. La casa de Juliana, como encuentro del cumpleaños de su prometido Tommy estaba a pleno.
Tanto baile, cervezas y cachondeo generalizado ayudaban a que nadie se diera cuenta que ninguno de los dos faltaba en el salón.
-Está bien.
-Gracias.
-Pero un poco nomás, ¿eh?
-Si, si, dale.
-Bueno, pero esperá que me concentre. No es fácil con alguien mirando.
Ana se acomodó en el inodoro con las piernas bastante abiertas como para dejar que Matías tenga la mejor vista.
Ella cerró sus ojos y comenzó a orinar. El ruidito del líquido contra el agua de la superficie del retrete era continuo. Hasta que dejó de sonar. Ana, sorprendida, miró para abajo y vió que él había metido su mano para interrumpir el chorro tibio y amarillento.
-¿Pero, que haces? ¿Estás totalmente loco?
Ella no pudo terminar de protestar porque Matías se encargó de acomodarse para, al mismo tiempo meterle con ansiedad la lengua en su boca, dándole un beso húmedo y pasional.
No se resistió y saboreó esa mezcla de salivas. De golpe, abrió los ojos bien grandes, sin poder despegarse de ese beso. Lo miró raro.
Ella seguía orinando pero ahora la mano de él estaba acariciando el orificio de salida. Estalló en un gemido de placer que jamás había sentido.
Después de un orgasmo increíble y absolutamente desconocido, se separó con violencia, lo alejó de ella aún agitada y lo increpó.
-¿Y vos? ¿No querés hacer pis?
-¿Yo? No se si pueda… esto está tan duro que así no sale.
-Dejame a mí… acercate a la pileta que con agua fria te lo bajo.
El chorro helado primero endureció más una pija ya de por sí muy preparada para lo que deseaba, pero a medida que el agua aflojaba las tensiones en su cabeza, aflojaba la irrigación sanguínea que la endurecía.
-¿Ya está? ¿Está lo suficientemente blandito?
-No se.
-Si no sabés vos, querido…
-Dale, ponele onda… meame la concha.
Ana se despatarró adentro de la bañera torpemente. En su acomodada, arrastró la cortina, cuyo barral cayó estrepitosamente. Fue inevitable la carcajada por una situación tan difícil de disimular.
Se subió la falda casi por arriba de la cintura, y con uno de sus pechos afuera, y el pelo revuelto le insistió:
-Dale, meame. Piyame toda, la concha, las tetas…
-Pero ¿y el vestido?
-Que carajo me importa el vestido, dale que estoy re caliente.
No era fácil manejar la puntería. El primer chorro pegó en una teta y después si dio de lleno en un clítoris hinchado.
Un par de golpes de nudillos en la puerta los hicieron detenerse.
-Chicos… sabemos que están ahí. Dale, apurensé y la siguen después. Estamos por cantarle el Happy Birthday a Tommy. ¿Pueden hablar? Chicos…
Ana no temía más a nada. Ya estaba en un camino y quería conocer la llegada. Matías, en cambio pensaba, como de pronto, de una simple curiosidad todo se fue de madre. Ella, que no le importaba ya nada las apariencias, dio un paso más.
-Juli, pasá… está abierto.
La dueña de casa dudó. Por un instante pensó en ignorarlos y volver al living. Pero después se interesó en querer saber que pasaba realmente ahí adentro.
Miró para un lado y para el otro, y al ver que todos seguían abocados en el festejo, bajó el picaporte y entró.
Su cara de sorpresa no era para menos: su mejor amiga, dentro de una bañera vacía, con las piernas colgando afuera, desnuda en gran parte y totalmente desarreglada.
Matías, parado, con el pantalón y boxer por los tobillos, con una importante verga entre las manos.
-¡Quedate, Juli! Seguro nunca viste algo así. Dale, loco, que me está empezando a doler la espalda.
El chorro de orina salió despedido con mucha fuerza, impactando toda la intimidad de Ana, quien se sacudía con leves espasmos.
Le gustaba, si bien no sabía por que, y acompañaba esa ducha con una paja enérgica. Juliana se acercó como con temor para ver más de cerca. Y tan cerca tenía esa pija que no dudó en agarrarla y manejarla ella, como manguera sobre su amiga.
-¡Que excitante que es esto! Es como si yo tuviera pija. Tomá!
-Agarrámela más fuerte, sacudila… se la re banca.
-¿No te duele si la estiro así? ¿Y si la muerdo?
Sin importarle que él aún seguía desagotando se la metió entera en la boca, y le pis le brotaba por las comisura de los labios. Como desesperada, Ana se incorporó y exigió ella también un poco.
La verga ya empezaba a tomar otra forma, más rígida gracias al juego de “un poco vos, un poco yo”, de las dos chicas.
Matías no pudo soportar más, aunque hubiese deseado que ese momento dure una eternidad.
El esperma brotó violento contra la cara de las dos chicas, quienes, totalmente fuera de si, empezaron a chupársela una a la otra…
Martín miraba obnubilado. Era el paraíso. El beso final entre las dos, lo llevó al séptimo cielo.
Minutos después, a punto de soplar las velitas, Tommy se acercó a su novia para darle un tierno beso, y no pudo aguantar preguntarle:
-Che, tenés olor a ... ¿vos te measte encima?
-Mi amor… te veo y me piyo…
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