jueves, 29 de agosto de 2013
Llegó en bicicleta.
Su cuerpecito no mostraba la verdadera edad. Mullida pero firme gracias a esa continua obsesión por el gym redondeaba sus formas.
Màs de una vez me contó aquello que al principio le causaba gracia y tiempo después odiaba: lo de mostrar el documento para certificar que era mayor de los dieciocho.
Ya tenía veintitrés y sin embargo el rostro aniñado perduraba.
Debería reconocer que las trenzas y ciertos estilos los conservaba para hacer uso (y abuso) de esa condición.
Era raro: tener sexo con ella era raro. Yo le pedía que se comporte como una de su edad. No sabía que tendría que hacer, pero era una verdadera loba en la cama con cara de cachorrita. Y la turra jugaba. Y en ese juego se aprovechaba.
No era como las que se hacen las nenas. A esas las detesto. No va conmigo esas espantosas fantasías. Ella no...ella es yegua, loba, gato salvaje...pero cuando la mirás, es cara de inocencia.
Si te la cruzás en la calle o la acompañás al cine nadie podría creer que sea capaz de atarte a la cama, vestida de latex negro con pinzas en sus pezones.
Ella es así.
Rebelde y angelical...azucar pimienta y sal decía esa milonga de los ochenta.
Provocadora, está jugando a franelearse el asiento de la bici. Mirá el mar y me mira. El mar y yo. Yo y el mar. Juega con un clítoris imagino húmedo. Se pasa la engua por los labios y me habla como si nada. Como si nada no... Está gozando pequeños espasmos pero controla su voz. Me habla y solo distingo el éxtasis por un parpadeo acelerado que le deja por instantes los ojosen blanco.
Juega.
Y yo no puedo ocultar mi excitación. Con disimulo me roza el pantalón. Y creo estallar. Se lo digo y me advierte.
Llega gente y con la bici va por un nuevo orgasmo. Protesta tontamente sobre el porque de la falta de caño en los modelos para mujeres. "El asiento está un poco alto" confiesa.
Un tipo se sienta cerca. Y lo desafía: "¿cuantos años dice que tengo, señor?"
Él la mira refregarse en el asiento y menos años le da...
Ella ríe ante los catorce que arriesga. Su nuevo orgasmo está por llegar y ya le cuesta disimularlo. Lo esconde mezclado con un "jaja...catorce no me habían dicho ni cuando tenía catorce"
El último "catorce" fue en realidad un " catooooooooooooooor" imposible de hacer pasar po nada. Su bocanada de alma tal como si fuese una eyaculación vocal era evidente. La cabeza tirada para atrás y el temblor en las piernas.
Yo quería cojerla ahí mismo, en la rambla, sin importarme nada. Su seducción pura invitaba solo a la lujuria. Imaginaba esa entrepierna tan mojada como fuese posible, inundada de miel pegadiza y delirante.
La llevé hasta uno de los cambiadores que quedaron del verano. La bici trancó la posible apertura, ya que el gancho original no estaba.
El shorcito, sin bombacha abajo, lo corrí hacia un costado, permitiendome llegar con mis dedos a ese oasis. Jugar con sus pliegues y ver como reacciona su cara es único. Ella expresa sin pudor el orgasmo en cada mueca. Y eso me enamora más de toda su sexualidad. Alzando una pierna, pude penetrarla con justeza. El Ahhhhhhh profundo endureció mi pija aún más. Me clavaba las uñas en la espalda empujándome contra una lona que de afuera parecería estallar.
Fueron intensas estocadas hasta que estuve a punto de acabar dentro de ella. Lo percibió en el momento justo y se separó de mi.
Quedé incómodo, deseando la explosión final. Se agachó, puso sus 2 tetas a la altura de mi verga caliente y en, a lo sumo tres succiones furiosas, alcancé la gloria con sus labios. Mi leche brotó de su boca empapando en musculosa blanca, que ahora se pegoteaba marcando dos pezones aún rígidos.
Un beso extraño selló el final de la apurada batalla.
Agotado, quedé semidesgarbado vistiendome como podía. Ella al salir dejó la puerta abierta y una mujer llegó a verme e intuir lo que había sucedido.
Me esperó acomodada de nuevo sobre su bicicleta. Creí que nuevamente se estaba franeleando. Y así lo hacía, mientras veía el sol caer.
Me acerqué por detrás, la rodié con mis brazos mientras besé un cuello desnudo, con todo su pelo metido dentro de una gorra azul.
-Me voy, en casa me deben estar esperando...
-No te hagas la nena, no lo sos...
-Jaja...tenés razón, ya soy una vieja...
-Tampoco eso... Sos lo que sos, por eso te amo...no juegues para hacerme sentir mal...
-¿Chás chás en la cola a la nena? Dale... Me lo merezco...
-Si...eso si... Andá para casa
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