jueves, 30 de enero de 2014

Naked day



No tenía una fecha exacta, pero cuando decidíamos que fuese determinado día, nada ni nadie lo podía cambiar. Muchas veces coincidía con el fin de algunos trabajos complicados, otras veces con la ola de calor, o, incluso, para algún aniversario nuestro.
El tema es que el "naked day", cuando se estipulaba, se respetaba.

Había surgido como un chiste, después de que había leído un cuento erótico en un blog. Realmente me había puesto hot una historia sobre un hombre y una mujer que pasan una tarde, ambos, con el torso desnudo, a modo de apuesta, sin que pase nada sexual. Se lo conté a Marcos y, obviamente, en seguida se subió a la moto.

Esta jornada del "día desnudo" era muy estimulante para los dos.
Y poco a poco fuimos perfeccionando todo.
Lo que empezó como una boludez fue tomando forma de algo serio, responsable de uno para con el otro.
Y si bien últimamente a nivel sexual estábamos medio fríos,  el naked day nos transformaba.
Era clave para ese día cancelar todos los compromisos posibles, aunque, si algo surgía de manera inevitable, la consigna era la de resolverlos desnudos, fuese lo que fuese. No era fácil hablar por teléfono con mamá mientras Marcos jugaba con mis pezones. Ni tampoco atender a alguien del correo disimulando haber salido de la ducha. No era fácil, repito, pero la adrenalina nos permitía cualquier cosa.

El "Día Desnudos" pasó De ser un día al año a varios por semestre.
Y de un rato -por más que se llamara "day"- a toda una jornada, con distintas etapas.

Así, una de las últimas veces, lo empezamos en un resto-bar de Puerto Madero. Él llegó temprano, antes del mediodía, y se puso a hablar con gente desconocida de la barra. Al rato llegué yo, con onda muy busca. No llegaba a parecer un gato, pero estaba cerca, algo más delicada.

Yo lo miraba deseándolo, y esa era una señal. Él apostó a que me levantaba, contra la opinión de sus compañeros. Como ninguno me conocía, dejó que primero alguno de ellos intentara abordarme, ante su mirada muy malvada.
Uno de ellos se acercó y le seguí el juego un rato, entusiasmándolo bastante, hasta que intentó tocarme como al descuido. Ahí le di salida y le dije que solo me interesaba el otro, (o sea Marcos) y que con él era capaz de hacer cualquier cosa.

Cuando el frustrado volvió al encuentro de los otros y le dijo lo que le dije, Marcos rió mientras me miraba lascivamente.

Se levantó, le dijo algo a sus compañeros y noté que la mitad lo envidiaba y  la otra mitad le deseaba impotencia y fracaso.

Manteniendo los roles, ya en una mesa y ante la mirada de casi todos, haciéndome la comehombres, abrí mi tapado mostrando por un instante que no llevaba nada debajo. Debe haber sido la primera vez que, aunque sea por breves segundos, me desnudé en público. Estaba tranquila, ya que Marcos era el que me conquistaba y protegía.

Después de almorzar allí, la tarde y noche en casa fueron furiosa. Desnudos desde que entramos, nos dimos tiempo para ducharnos, quedarnos en la cama un buen rato, merendar en el living siempre jugando mucho uno con el cuerpo del otro. Fue una de las jornadas donde más sexo tuvimos, además de estar cachonda toda la tarde, hasta mientras preparábamos panqueques.

Su última sorpresa fue muy extraña. En otro de los "naked day" y cuando ya habíamos cumplido con todo lo que correspondía, es decir, estar en bolas haciendo de todo y estimulándonos de a ratos, hasta garchar con muchas ganas, me mostró lo que se había comprado: una hidrolavadora.

Cuando la enchufó y me mostró la fuerza de esa máquina, en el jardín de casa, le advertí que ni en pedo me tocaba con ese chorro. Rió. Dijo que obviamente sabía que eso podría perforarme y que la idea era otra.

Se puso detrás de mi -desnudos los dos en medio de un patio cerrado- y me pidió que pasase la manguera por entre mis piernas para agarrar con la mano el pico lanza agua. Era muy bizarra la imagen de manejar esa manguera como si fuese una pija enorme meando hasta mas de 5 o 6 metros.

Igual aún no entendía demasiado su idea, por más  de que lo tuviera por detrás abrazándome.

De pronto me explicó que era lo que yo tenía que hacer: era usarla, si, como lo hacía, pero apoyando la manguera sobre mi clítoris.

Parada, con él detrás, acariciando mis tetas, en cada apretada del gatillo de la hidrolavadora, la vibración intensa -muy intensa- de esa manguera gorda y negra, me acercaba a un orgasmo diferente.

Mis piernas empezaban a temblequear, y la fuerza que tenía que hacer para gatillar y mantener cierta puntería para no mojar ni romper lo que no debía, se encimaban con mis deseos de cerrar los ojos y disfrutar.

Apuntaba a cualquier lado y aflojaba la presión, deteniendo de manera abrupta el camino al cielo.

A cada andanada de placer aflojaba la tecla, quedando más al borde del éxtasis, mientras ahora él chupaba mis pezones, que estaban duros como piedras.

Luego de varias aproximaciones al delirio, y ya sin fuerzas saqué energía de donde no tenía con tal de acabar esa deliciosa locura. La manguera vibró como nunca, y casi cabalgando sobre ella, quería sentir todo, bien profundo. Grité como si me estuviesen matando.

Y algo así era.

Sentí mis líquidos rebalsar de una concha ya de por sí mojada por agua que corría desde el pico que sostenía con mi mano temblorosa hasta allí el punto de todo placer, que estaba al rojo vivo.

Exploté y los fuegos artificiales siguieron revoloteando en mi cabeza por un rato.

Tirada en el suelo, abrazada a un hombre que amo, celebré otro "naked day"


La vez siguiente le devolví yo el regalo: me llevó su tiempo, pero salió perfecto.
Mi idea era comerme su pija casi de manera literal y para eso preparé las cosas.

Luego de la carga erótica de estar desnudos haciendo de todo, le pedí que se entregara por completo. Lo acosté sobre la mesa de la cocina, que es larga pero no muy alta y lo cubrí, de los pies hasta el cuello con un telgopor. Luego un viejo mantel por encima.

Su cara era de sorpresa total, mirándome sin entender.
Tanto la supuesta mesa como el mantel dejaban salir su miembro por un agujero.

Pero todavía faltaba lo mejor.

Estuve varios días trabajando a escondidas para esto, con sus herramientas. Agarré una vieja madera y con la caladora le di forma redonda, idéntica a uno de nuestros platos, logrando un círculo perfecto. Luego, y a modo de utilísima, con una de las mechas grandes y su taladro eléctrico, perforé el centro. Lijándolo le dejé todos los bordes suaves.  Lo pinté de blanco y luego,una linea tratando de recrear la guarda plateada. Quedó perfecto. Mi gran duda era sobre el tamaño del orificio por donde debería pasar su pene, ya que si lo hacía muy chico, podría herir su sentimiento de que yo lo imaginaba pequeño. En cambio Si el agujero era enorme, además de bailar ahí dentro, también podría ofenderlo, por razones similares, de que yo anhelo algo grueso ...uff, que complicados son los hombres para con su ego!

También quería que la medida lo ajustase bastante, para que no se saliera en medio de nuestro juego.

Cuando terminé de "poner la mesa" cubiertos y copa de plástico incluidos, ocurrió algo maravilloso. La presión, en la medida justa del aro del plato de madera, hizo que su miembro, ante tamaña excitación, creciera muchísimo, quedando terriblemente duro...no se muy bien como explicarlo, pero verlo tan, pero tan rígido me mojó en ese instante. Un fierro tan firme como cuando era adolescente.

Añadí algo de comida al plato, decorando su maravilloso falo. Elegí postre, para que el helado de frutas y el chocolate combinaran a la perfección con su máxima intimidad.

Era increíblemente delicioso deslizar la cuchara mezclando algo frío con su carne tibia. Disfrutaba mirándolo a los ojos mientras comía. Comí pacientemente, jugando con su deseo. Debajo de una montaña de sabores asomaba un glande apetitoso, como la famosa frutilla del postre. Nunca esa frase estuvo tan bien aplicada.

Dejé de lado los modales y cual si fuese una moribunda ante su única posibilidad de supervivencia, me abalancé  para saciarme sobre el plato directamente con la boca. Era un manjar acompañado de los sonidos de sus gemidos inequívocos de placer.
Mi lengua recorría el tronco de arriba a abajo, sacándole hasta la última gota de fluidos de lubricación mezclados con frutilla al agua y tramontana.
Pero como la "mesa" se me empezó a mover, tuve que aferrarme al plato bien fuerte. El resto de los elementos cayeron desprolijamente, pero con el postre no podía permitirme eso.

Sin haberlo planeado, descubrí que subir y bajar el plato, le generaba mayores espasmos, acrecentando sus movimientos masturbatorios, mientras que a mi me encantaba ver como su roja cabeza quedaba hinchada cada vez más a punto de explotar.

El último bocado, metiéndome su maravillosa verga hasta lo profundo de la boca, desbordó de esperma cálido y sabroso. Un grito largo y repetido demostraron el final de la velada. Esa leche mezclada con cremas roció un plato más que afrodisíaco. Hermoso espectáculo, sin dudas.

Sin mayores movimientos, agotado, su pija fue reduciendo de tamaño hasta que salió sin problemas del plato que me serví.

Fue una cena diferente donde ambos quedamos plenamente satisfechos.

Se acerca una nueva edición de un "naked day" y ya estoy excitadísima. ¿Con que me sorprenderá esta vez? De por si, yo tengo una idea que lo volvera loco.

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