miércoles, 26 de octubre de 2011

MI RELATO NÚMERO 50

Deseaba que justo al año de haber iniciado este blog, escribir algo diferente Saludo aquí los que me estimularon para concretarlo, pero especialmente a una amiga de Bariloche, Mariana Herreros, que fue la que le dio los primeros pasos. 


Y hoy surgió este. Espero que les guste.


Agradezco a tanta gente, de todo el planeta y de los destinos más insólitos que me pueda imaginar, sobre todo féminas, que han aprobado estos relatos. Sueño con publicar los mejores en un libro, pero eso será elección de ustedes. Espero sus comentarios en mi facebook donde figuro como Jorge Laplume, o en el Grupo del Blog de este sitio.
Ah, especial mención a Adriana Macchi, que apenas minutos después de postear este poema en Facebook, armó un video con fotos y lo subió a You Tube. Adjunto el link al final.
Gracias, gracias, gracias.











Mía en Cuatro Pasos.

Deseo desnudarte.

Desnudarte con la mirada, y descubrir la transparencia de tu ser.
Desnudarte con gestos, y que caigan, como prendas, todos tus temores.
Desnudarte con caricias, y que tu piel se exprese con escalofríos.

Disfruto  besarte.
Besarte suave hasta que esa bocanada de alma saliendo, pida más.
Besarte intenso, invadiendo humedades que se mezclen con las mías.
Besarte con ternura, y poder sentir lo unido que hemos estado.

Amo amarte.
Amarte recorriendo tu infinito, descubriendo placeres insospechados.
Amarte al milímetro, y  cada uno de tus poros reciba este don.
Amarte profundamente, hasta explorar los límites de la pasión.

Quiero quererte.
Quererte hasta que te duela mi parpadeo cuando no te ve.
Quererte salvajemente, donde la delicadeza previa suene absurda.
Quererte con abrazos, y que piel con piel, nos tengamos para siempre.







lunes, 24 de octubre de 2011

“MENÚ DEL DÍA:




PESCADO FRITO CON PURÉ
ALMEJAS
RABAS
CASUEL…"

-Che! ¿Casuela va con S o con Z?
-¡Con Z animal! Todos los días lo ponés en el pizarrón…
-Bueh! Si, siempre lo pongo mal…hoy al menos te pregunté… Y sí… no terminé el Liceo…ya lo sabés, ¿y qué?
-Si, Flor, pero si son tres cosas las que preparamos todos los días… Ya podrías aprendértelo.
-Uy, cuidado, habló la genia… soy buena con el vuelto, con los números…vos con las letras…
-Dale, apurate a sacar el cartel afuera que si no nos perdemos los turistas que están llegando. Que con esta temperatura, la playa va a estar llenísima. Y hablando de gente…mirá esos dos papurris que se sentaron en la mesa cuatro… voy yo.
-Andá… desesperada.

-Hola chicos… ¿Qué quieren de mi? De mi restó, digo, jajaja
-Mmmm lo que se ve parece sabroso… Todo es tentador… digo yo… ¿almeja tenés? ¿rica? ¿fresca?
-Eh… si… ¡claro que tengo una almejita… muy fresca… se te haría agua la boca de solo verla… ¿la verdad? No vas a poder sacar la lengua del fondo de la almeja, por el sabor que tiene…
-Ah…bueno, bien ahí… Me interesa mucho tu almeja…tus almejas, claro… dale, traé una picadita, con eso, ponele rabas, miniaturas…y un par de cervezas bien frías…

Dos segundos después estaba en la cocina derritiéndome y no del horno pizzero, la parrilla o por los treinta y cinco grados que hacía hoy a la sombra. Hacía rato que un chico no me ponía tan así solo con tontas palabras. Bah! Esas palabras salieron de la boca de un morocho de ojos verdes, musculoso pero no deforme, con lindo pecho y unas bermudas Rip Curl de las más nuevas. Su amigo, algo más rubio y con un poco de barbita, no estaba nada mal, pero nada que ver al lado de este cielo que deseaba fuese mío.
Le llevé los platitos y las cervezas. Apenas me vio puso cara de protesta.

-Ah!  esperá… no me parece que la cerveza esté tan fría como a mí me gusta… ¿me lo confirmás, plis?
-Si, si, pero te digo que la saqué del fondo de la heladera. Está desde ayer…
-Si, si, te entiendo, dulzura…pero si no pasa la prueba…no la quiero.
-¿Qué prueba?
-Ah, no sabés… bueno… A ver… va con onda y solo para ayudarte… ¿tenés la bikini puesta debajo de esa remera?
-Eh? Ss….si… ¿por?
-Sacátela. Date vuelta, o andá al baño, hacé como quieras, pero sacatelá y dejate solamente la remera, obvio. Si la botella apoyada sobre tus pezones tarda más de veinte segundos en ponértelos duros por el frío… para mi gusto está caliente. La cerveza, digo…

Me miró con una cara tan tierna y casi sin muecas, que yo también, sin dejar de mirarlo a los ojos hice un ridículo malabar delante de él para sacarme el corpiño por una de las mangas de mi camiseta blanca. Apenas mis dos globos se bamboleaban rebotando, aposté a todo o nada.



-Listo. ¿Tenés algún cronómetro? Apoyá la botella cuando quieras.
El frio del impacto inicial me repercutió, no sé cómo, como una flecha directo a mi entrepierna. Al cabo de catorce segundos exactos, mi pezón izquierdo estaba como para perforar la tela. Su mirada alternaba del pecho al reloj y del reloj a mi pecho, que con la condensación de la botella, se transparentaba mucho más de lo que imaginaba.
-¿Y? ¿pasó la prueba? Porque si te quedan dudas, tengo esta otra...  –dije señalándole con mis ojos mi otra lola-.
-No… perfecto. Reconozco que por un momento dudé. Te felicito.




-Gracias… y yo puedo preguntarte algo.
-Si, claro.
-Y vos… como reaccionás al calor. Quiero decir si un día como el de hoy, así, con esta temperatura… ¿se te afloja todo? ¿te queda todo baboso? ¿mustio?

Menos mal que Barbi, escuchando desde atrás de la columna, me manoteó y arrastró hacia la cocina en el momento en que ambos chicos se aprestaban a contestar vaya a saber que guarangada.
-¿Te volviste loca? ¿Sacándote el corpiño delante de la gente? ¡Estás mal, vos!
-Es un juego Flor… sabés que no me gusta que me toreen… se hacia el canchero… ¿conmigo? No, justo conmigo no… además no se me vio nada.

La cara de Flor se transformó. Dejó de mirarme y dirigió su vista por encima de mi hombro. Me di vuelta y un poco me asusté.

-¿Qué hacen? Ojo… Miren que llamo a la policía.
-¿Policía? Pero si solamente estamos cerrando porque entra mucho calor de la calle. Nada más. Por eso corremos un poco las cortinas, para estar más cómodos. ¿Está mal?

Mis ojos no vieron ni violadores ni asesinos. La mirada del morocho me desnudó cuando se mordió el labio de manera pícara. El casi rubio se acercó a mi socia y con una delicada caricia en el pelo, le consultó algo al oído.

-Flor… ¿Qué estamos haciendo? Afuera hay gente queriendo entrar, comprarnos y este chico me está insinuando cosas raras… ¿Qué hacemos, Flor?
-Perdoname… me presento…me llamo Matu, él es Gon. Desde el martes que llegamos a surfear acá y no hay día que cuando pasamos y las vemos, le digo a Gon: ¡Mirá lo que son esas dos divinas! ¡Dos hembrones! Y entre nosotros, ya en confianza, nos imaginábamos como será, digamos, amarlas un rato largo, largo. Pero cada vez que vinimos nos atendía un salame evitando que ustedes lleguen a nosotros.
-Ah! si, Rómulo. Es el dueño. Y como acá suele haber bardo después de un poco de alcohol, a determinada hora nos aleja de los plomos…para que no haya quilombo. ¿así que venían por nosotras? ¿Los dos?
-Si, Gon sueña con vos, ¿Florencia te llamás?
-¿Conmigo? Mirá vos… Si, pero decime Flor. Gracias.
-Y supongo que vos, ¿Matu era? Vos me querés a mí.
-Si y no.
-?????
-Ok, te la voy a hacer directa, somos grandes: Queremos con las dos.

Mi cara, la sentí, cambió de ingenua a asustada. Se me vinieron cientos de imágenes complicadas. Me ví penetrada por varios lados al mismo tiempo y no me desagradó. También pensé en Flor. En Flor mirando. En Flor cogiendo. En Flor comiéndome a mí. Y en ellos tres haciéndome gritar como loca. Yo ya había estado con una chica, y la había pasado muy bien, pero Flor no soportaba esa idea. Nunca había estado con dos chicos al mismo tiempo y odiaba las historias de minas comiéndose la concha.
Temí por un instante lo peor: Que esta boluda reaccione mal y esta fiesta se arruine toda por su culpa.
Pero no.
Conservaba un gesto extraño. Casi de resignación, aunque la comisura de sus labios denotaba cierto relax. Enfermita por algo de sexo distinto, parecía.

-No sé chicos. No los conocemos, estamos en el laburo, es una hora complicada por si aparece Rómulo… Además ella nunca estuvo con dos… Yo diría que es una locura ¿Qué decís Flor?
-Dale. Hagamosló Barbi, hagamosló. Ya.

No tuve ni tiempo para sorprenderme. Mientras Flor aceptaba, se estaba sacando su pareo dejando un par de tetas perfectas al aire. Los chicos se abalanzaron sobre ella dejándome a mi parada como un poste. Mientras uno la acariciaba por todo el cuerpo, el otro empezo a besarla y acariciarle el cabello. 


Luego cada uno se dedicó a cada una de sus tetas. Gon tenía un estilo salvaje. Era evidente que estaba muy caliente con ella. Le costaba mantener la calma. Matu era distinto. Saboreaba por milímetro esa lola blanca pero jugosa. Parados al costado de la barra, Flor se fue acomodando como para apoyarse contra algo. Su cabeza se inclinaba hacia atrás y ronroneaba de manera excitante. Si bien la había visto desnuda en varias ocasiones, jamás la vi gozar sexualmente. Fue inevitable que yo comenzara a masturbarme con esa imagen. Al cabo de unos segundos, ella ya estaba acostada donde yo sirvo las bebidas y ahora había una concha abierta de par en par. Gon le comió la entrepierna de forma exquisita, mientras que Matu no dejaba de meterle la lengua y sus manos por todos lados. De pronto el casi rubio me vio acariciándome.

-Vení. Mientras me saco la bermuda, no quiero que se me enfríe la comida. Manteneme esta almeja caliente, por favor.

Flor, más allá de estar camino al séptimo cielo, escuchó y se incorporó sorpresivamente. Esperé algo así como “ni se te ocurra”. Pero no.
Solo abrió muy grande sus ojos y recorrió toda su boca con una lengua empapada de salivas mezcladas. Y con un leve pestañeo, asintió.
Sumergir mi boca en la intimidad más íntima de mi amiga de la vida fue un espasmo directo. Lo soñé cientos de veces pero nunca siquiera se lo había insinuado. Percibí que los chicos miraban recontra calientes. Regalarle a mi Flor ese paraíso fue lo más.
De pronto una lengua mojada empezó a jugar con mi ano. Creería poder decir que puse los ojos en blanco. Solo esperé a que Flor tenga algo así como un orgasmo, por mínimo que fuese, para no dejarla a medio camino.

-Perdón Florcita… ya sigo, pero no puedo pensar si me hacen esto.

Me agaché como pude y los dos chicos se acomodaron, uno para meter y sacar la lengua de mi cola, y el otro para lambetear mis labios vaginales. De pronto sentí dos manos tibias evidentemente delicadas y femeninas en mis tetas.
Mientras uno seguía con mi clítoris a más no poder, el otro, que ya ni sabía quién era, me ensartó una verga gigante.
Y como supongo que a los chicos no les gusta demasiado tener una pija muy cerca a menos que sea la propia, cambió lugar con Flor.
El orgasmo que alcancé, mordiéndome el nudillo de mi mano hasta casi hacerlo sangrar, mientras Flor, conocedora de la fisiología de un clítoris me chupaba, Matu metiéndome esa maravilla varios centímetros adentro y con Gon mordisqueándome los pezones, con todo eso, fue de los más intensos de mi vida. Juro que creí que me moría.




Luego, casi como rogando, Flor pidió el mismo plato. Desee besarle el cuello, mojarle la oreja con mi lengua, apenas pude. Después, acostada boca arriba yo jugaba con mis dos manos en su rajita y con sus montañitas. Gon entraba y salía sin parar, bien a su claro estilo, mientras que Matu se preparaba para acabar en la boca de mi amiga.
Yo, un poco satisfecha, podía tomar distancia mentalmente como para ver la escena como si fuese una película. Y era lo más bizarro que jamás protagonicé. Me causaba mucha gracia como Flor gemía, casi entre risa y llanto. Pero con una sensación de placer que daba envidia.
Cuando los dos estuvieron a punto, salieron de los respectivos agujeros y los hicimos estallar en conjunto.

Gritaron mucho.

Tanto que afuera se escuchó como algo violento, porque empezaron a golpear los vidrios al tiempo que consultaban sobre nuestro estado.
Cuando Rómulo llegó, advertido por un vecino, ya estábamos mínimamente vestidas. Los dos chicos salieron velozmente entre un montón de curiosos, mientras nosotras los insultábamos a los gritos.

-Y no los queremos ver nunca más, ¿entendieron?… porque sino, ja! ¡la policía!
-¿Qué pasó chicas? ¿Están bien?
-Ay Romulito… no sabés… pidieron de todo, después querían almejas, que las probaban y querían más, que la bebida no estaba fría, que estaba demasiado fría, que le calentemos lo que íban a comer, tomaron mucha cerveza, Uffff, agotador. Se pusieron en pedo y se querían ir sin pagar.
-Y vos nos conocés, Romu… o se quedaban a pagarnos como sea o se pudría todo…Porque si no vos te ibas a enojar con nosotras, ¿no?
-Chicas, chicas… me encanta cuando los empleados como ustedes se ponen la camiseta…. A propósito… ¿y sus remeras? ¿Por qué no la tienen puestas? ¡Chicas! ¡No se escapen!





miércoles, 19 de octubre de 2011

Sandy

Me gusta.
Simplemente eso.
Usar una pollera corta, pero bien apretada. Casi tipo tubo.
Me gusta sentir el roce de mis piernas entre sí.
Y me gusta, sobre todo, ver que provoca algo distinto.



Claro que una pollera amplia, medio gitana, tiene esa sensualidad tan particular de la tela al viento. Es cosquillas y adrenalina de que se me va a ver todo en cualquier momento.

Pero esta, de jean, ajustadita, sé que “mueve”.

Por eso me la puse. El encuentro era especial, pero no informal como para ir de pantalón y buzo. Tampoco el trajecito que uso para entrevistas de trabajo.
Era algo diferente. Llegaba él.

Y él se merecía el juego. Éll sabe jugar muy bien. Y los dos sabemos el reglamento.

Insinuar es la clave. Sin histeriqueos. Pero con cierta sorna.
O malicia, como prefiero definirlo yo.

Puedo ser muy mala a la hora de amar.

¿Contradicción? No. Decía Sor Juana Inés de la Cruz -perdón Madre por involucrarla en esta historia- que “quien bien te quiere, te hará llorar”  Y algo de eso me gusta. Hacer sufrir a un hombre que amo, suma un placer extra a todo lo que vendrá.
Erotismo.
No muchas mujeres lo saben jugar.

Entonces, haciéndome la tonta, es como que elegí esta pollera. Sabiendo perfectamente que él se habrá imaginado en su fantasía de este encuentro, que me apareciese con otra cosa. 

Básicos. Son tan básicos los hombres que he conocido, que me tomaré el atrevimiento de poner todos los gatos en la misma bolsa. Y encima de sentirse defraudado porque no llego casi en bolas.  Y se pone a suponer que me vestí así renunciando a mi supuesta lujuria contenida.

Básicos. 
Lo son. 
Y me encantaaaa!

Camisa blanca. Ni roja, ni negra. Tampoco escotada. Blanca. 
La buena tela permite que apenas, casi como al descuido, se pueda adivinar el soutien que me puse. Algunos, los más ingenuos, dirán: “pobre chica, no se da cuenta que por momentos se le ve el corpiño”
Ja! Tontos.

Pero yo sé qué y porque me puse lo que me puse. Y con eso alcanza y sobra.

Apenas llegué, antes de que el taxi se detuviera, lo vi. Estaba lindo. Aclaro esto porque muchos de ellos no lo llegan a entender: él no es lindo. Pero estaba lindo. La belleza externa, si bien me importa, queda de lado apenas muestra su armonía, su humor, su sagacidad, su educación. También puede ser que no tenga nada de eso y  vea lindo a un hombre tosco y directo. 
Incluso no me jode tanto que tenga algo de pancita como para que se preocupe.

Te decía que estaba lindo. Sabiendo que me esperaba ansioso le dirigí una casi imperceptible mirada a su miembro. Sutil. Casi inexistente. La fuerza de la conexión que ya había entre nosotros hizo que esa milésima de segundo lo halagara en su masculinidad.

Apenas abrí la puerta del coche y apoyé el metro y pico de mi pierna derecha en el suelo, clavando un taco asesino en el asfalto, me estremecí. No sé si fue una brisa real del clima que amenazaba con descomponerse o sus ojos hundiéndose en mi entrepierna.

Si apenas tres segundos antes yo deslicé mis ojos en su bulto por una fracción de tiempo ínfimo, lo de él lo sentí como una meticulosa autopsia. Tal vez tardé más de la cuenta en juntar a mis extremidades. Pero la pollera cumplió función de elástico, para que se cierre el telón de dicho espectáculo con una rapidez atípica. Pero reconozco que el “calor” me llegó bien profundo.

¿Calor? ¿Dije calor? ¿Pero si apenas antes mencioné una brisa?

Él es así. Maneja mi amplitud térmica como la del Sahara. Allí del día a la noche se pasa de los cuarenta y cinco grados a los quince bajo cero. Calentar y enfriar un elemento permanentemente por los siglos de los siglos hizo de las rocas, pura arena.

Conmigo logra cosas muy similares: cuando estoy “fría”, malhumorada, y no quiero nada de nada, toca la ruedita de mi termostato como sólo él sabe hacerlo hasta ponerme al rojo. Y reviento de placer. En clave suele llamarme Sandy (por Sand, arena en inglés).

Me acerqué sin decir palabra. Le llamó la atención la capelina que tenía puesta. Era nueva. Recuerdo que al rato de haberla comprado ya estaba arrepintiéndome de tirar otra vez la plata en cosas que suelo no usar. Pero hoy, cuando abrí el placard, apenas salí desnuda de la ducha, la vi y juraría que me sonrió. Diría que hasta me guiño un ojo...






Después de posar un rato solo con ese sombrero por varios minutos en el espejo del living, me convencí de usarla así. 
No… así no… sino que también con los tacos que ahí mismo elegí acompañar.

-Hola. Estás muy linda… Rara, pero linda… ¿va ese sombrero con todo el resto?
-Hola. Si. Va. –dije y me di media vuelta para acercarme al resto de los comensales-

Y ahí, -y si sos mujer perspicaz lo notás-:  mi cola, redonda, era el centro de atención ahora. No solo de Max, sino de varios gorilas en celo que concurrían al lugar. Y casi como si pudiese hacerlo actuar, una se mueve distinto, como incitando. Lo asumo. Pero con esa clase que nadie te puede “acusar” de nada…

“Cojeme” decía mi culo. Yo lo estaba oyendo clarito. ¿O era mi inconsciente que  ocupó el lugar de la discreción y sutileza que siempre, durante un buen rato, manejan la situación? No tiene importancia. Lo que fuese, para mí, Max lo escuchó. Porque esa sonrisa de bobo que se sacó la lotería lo delataba.

Sin embargo guardó compostura. ¡Lo que le habrá costado! Todo lo hacía con pánico de embarrarla.

No era la primera vez que estábamos frente a frente, aunque si así. Frente a frente. No importa, no vale la pena explicarlo.

Le pedí que nos sentásemos en una mesa luminosa, no quería oscuridad, quería verlo. Y él que goce mirándome… Alto! Aclaración: no es que me crea hermosa, (aunque lo sea, jajaja)… no…acá, sabiendo cuanto me deseaba –si, si, y yo a él, pero no estoy hablando de eso ahora…- sabiendo su deseo, con ternura y afecto quise dárselo. No soy tan mala después de todo… El en un mensaje me había dicho que “si Dios escuchaba sus ruegos” además de estar conmigo, verme y más, anhelaba saborear el dulce hecho de tenerme a mi lado. Si, incluso dijo mostrarme… a lo que, solo para jugar con su temor, le respondí: “¿Mostrarme? ¿Cómo un florero?”

¿Ven? Cuando dije que estaba lindo, lo refuerza con gestos como este.

La cosa es que el vino de uva Tannat, además de unas pastas maravillosas, desacartonaron la charla. Tomé su mano casi de manera natural, como si lo hubiese hecho desde hacía tiempo. Y sentí esa electricidad que solo en momentos muy especiales he sentido. No era un amigo más, sino que se le notaba en el brillo de sus ojos que ansiaba amor. Si, ya sé…ya me lo dijeron las brujas de mis amigas… "lo tuyo es calentura”  Puede ser. ¿Y que? ¿Acaso está mal calentarse con alguien que tiene mirada dulce? ¿Con alguien que destile ese romanticismo que solo estaba en las novelitas rosas como las de Corín Tellado? 
Y si es calentura, es MI calentura…y sé perfectamente  como manejarla.

(¿Lo sé?)

La idea era solamente tener un aprouch, un acercamiento…sacarnos las ganas de sentir nuestros auras… Más vale que tanto él como yo fantaseamos ocultamente con sexo salvaje… Pensé, mientras me ponía esta camisa, que seguramente mañana tendría que ir a la mercería a conseguir botones nuevos, porque me la arrancaría con los dientes. Y yo no me iba a poner en cuatro patas a buscarlos. En esa posición lo que menos hubiese hecho es buscar botones, jajaja…

Su romanticismo era tal, que la locura de encontrarnos, cenar, charlar y nada más me sedujo y la sentí como un gesto de total ternura. Podríamos decir que es un comportamiento de otros tiempos, si… pero hoy, esta noche, me sedujo con ese acto de dulzura. Jajaja…me río imaginando la paja que cada uno de nos haremos en soledad pensándonos mutuamente…

Lo único que hasta ahí calentó el clima, fue cuando, justificándolo con que quería escribir un libro, me preguntó con que compararía, para que él pudiese imaginar cada detalle, como es un orgasmo mío. Excelente pregunta que me dejó pensando un par de minutos. Él, mientras yo trataba de encontrar algún parámetro, me dijo que en su caso, lo veía similar a la adrenalina de inflar un gran globo, mucho, hasta que explote... Y que por momentos mezclaba el deseo del estallido con la habilidad de sacar aire para que el "inflado" dure más. Hasta que era inevitable el estallido.


Una vez, le conté, vi fuegos artificiales. Pero no los normales, sino los mejores del mundo. Era la Mascletá de Valencia, en el 2009. Y le juré que viéndola ahí mismo, no entiendo bien como, sentí que era verdaderamente orgásmica. Y después, preguntándole a mis amigas, me dijeron sentir algo parecido. -


- Poné "mascletá Fallas 2009" en You tube. Eso para mí es un buen orgasmo... Mmmmm, que linda palabra, por favor...









Se quedó mirándome de manera excitante, deliciosa. Y correspondía:
No podía no darle un poco de mi. Se lo merecía. Y me lo merecía.
Mientras saboreábamos el postre, una mousse exquisita, hasta con frutillita y todo,  tiré mi servilleta al suelo. Como un caballero se agachó a recogerla y ahí le di un obsequio abierto de par en par. Se quedó tildado. Yo sin bombacha, sumergí mi cuchara para explicitamente llenarla de mi pura miel que brotaba como manantial. Se incorporó con los ojos salidos de sus órbitas. 








Saboreé apenas un poquito y el resto se lo dí en la boca.
Exploté con un espasmo silencioso sin siquiera tocarme al verlo beber de mi cuchara, beber de mi. El devoró hasta la última gota con una lengua que me imaginé penetrándome.


Nos quedamos solo mirándonos. Él con una risa emocionada. Se tapaba la cara y solo atinaba a murmurar insultos hacia mí. Decía que yo no podía existir, que era una turra, y que mi maldad no tenía límites.
Yo reía con cara de tonta, como de colegiala, de esas mosquitas muertas que como siempre decía mi abuela, eran las peores.

Y poco después nos despedimos.


Fue el primer y más tierno encuentro que tuve con un hombre.
Si… un HOMBRE… y yo, que después de lo vivido con alguno que otro, ya había perdido toda esperanza…


Como siguió la historia, es otra historia.

Max… para quien yo fui Sandy.