Nota: este relato responde a un desafío de una de las supuestas protagonistas, habitual lectora de este Blog y su fantasía. Algunos nombres fueron reservados y/o cambiados. Y parte de la historia a sido adaptada para mayor comprensión de los lectores.
La que sería una linda reunión de confraternidad, terminó de una manera totalmente impensada… No digo mal… digo impensada… aunque…
Hotel Las Rositas de la ciudad de Rosario. Allí, después de tantas idas y vueltas, al fin podríamos concretar el encuentro de una veintena de miembros de un mismo “club”: Hace más de un año escribo relatos y publico fotos en un sitio erótico. Mi nombre es Verónica y no muchos de mi entorno saben de esta “habilidad” que tengo.
Me definiría como muy abierta en los temas del sexo.
Allí, también, podría conocer en persona a varios colegas de la web. No voy a negar mis nervios y mi ansiedad. Si bien era solo una cena, por mi cabecita corrían algunos nombres que seguramente en sus seudónimos escondían personalidades apasionantes, quienes yo solo conocía por sus escritos y por algún que otro chat.
Al vestirme para semejante ocasión elegí ponerme unas calzas negras de lycra, una polera negra larga hasta por debajo de los glúteos y botas de cuero, también negras, porque al fin y al cabo es un sitio de temas eróticos y no podía defraudar ni defraudarme ni a mí ni a nadie. Mi cábala, para tener esperanzas de cachondearme un poquito era una bombachita muy especial, una tanga negra…(lo sé, el negro e mi pasión).
No voy a extenderme en expectativas, pero lo cierto es que cuando llegué al hotel, me estaba esperando el gerente, una persona bastante antipática, que ya de entrada, me encaró mal:
-¡Acá no vamos a permitir ninguna reunión de gente promiscua! ¡Este es un hotel serio! Asi que le comunico que a todas las personas que en los últimos días llamaron para reservar por este ¿evento? les hemos anunciado que estaba suspendido. Cancelamos todo. ¿Quedó claro? Así que si me hace el placer, puede retirarse…
Realmente me quedé –raro en mí- muda. ¿Cómo tomó semejante decisión sin hacerme la más mínima consulta? Me sentí indignada, ofendida, muy pero muy molesta con ese energúmeno. Estuve a punto de hacer un quilombo bárbaro, pero me dije que mejor sería relajarme y pensar.
Di media vuelta y, en vez de salir, me fui para el bar del hotel. Estaba deprimida y desorientada, pero espléndida. Noté como un par de hombres me relojearon de arriba abajo y de atrás para adelante. Estaba linda. Lo percibía.
Hice el arqueo mental de todos los que iban a venir, y seguí sin entender como no pude enterarme antes de todo esto. Nadie me escribió ni para putearme… ¡Cuantos amigos pensarán que fue error de organización! pero ya llegará el momento de descubrir la verdad.
En ese repaso de nombres y perfiles, me llevé una hermosa sorpresa: Ni Laura, ni Pili iban a alojarse en ese hotel, ya que mi predilección por estas chicas me había llevado a pensar de albergarlas en casa. Entonces…
-Hola! ¿Vero? ¿Sos Vero, no? Yo soy Laura…y ella, te la presento, recién la conocí en el lobby del hotel es Pilar… ¡Qué emoción! ¡Sos linda, guacha, eh!
-Hola…si, soy Pilar, pero díganme Pili… Si, pues es que es una sensación extraña, porque pareciera que nos conociéramos desde hace años, hostia! pero no… Y si… muy majas, las dos…
-Bueno, gracias… ¿Qué puedo decir yo? Y me encantan lo que tienen puesto?
Laura, que es de Mar del Plata, tenía un elegante vestido color borravino que marcaba sus curvas y se veía super elegante con unos altísimos stilletos al tono. Le quedaba pintado, resaltando unos pechos perfectos. Pili, que llegó desde España, Valencia más precisamente, se había puesto un corpiño negro a modo de top, y una falda muy corta. Realmente preciosa. Inevitablemente pensé que esta hermosa gallega –si, ya sé que no debo decirle gallegos a todos los españoles… si hubiese nacido en Galicia, si. Pero me sale solo….lo corregiré- esta hermosa Valenciana y con su modo de hablar tan meloso era atracción para los hombres que ya la escuchaban.
-¿Dónde están los demás? Tengo tanta curiosidad por conocer a….
-Lau, Pili… debo decirles que hubo una pequeñísima catástrofe…
-¿¡Que pasó!? ¿Problemas graves?
-Gravísimos Pili. Se suspendió el encuentro: ¡Me lo suspendieron! El hijo de puta del hotel confundió nuestra reunión con una orgía o no sé qué se yo con qué… Y sin decirme nada, cancelo las reservas de todos. Imagínense como habré quedado con gente de Chile, México, Costa Rica, ¡España!... Y de Argentina iban a venir más de diez… Ustedes se salvaron… bueh! Se salvaron es una manera de decir… porque las tengo como mis favoritas…pero todo esto es una gran cagada. ¿Qué hacemos nosotras tres, solas, así arregladitas, al pedo?
Pili y Laura se miraron extrañadas. Para ninguna de las dos sería fácil pegarse la vuelta a sus hogares. Y si bien estábamos dispuestas a charlar, y conocernos, no estábamos en plan de entablar conversación con unos moscardones babosos que no paraban de mirarnos.
Entonces decidimos sentarnos a tomar algo, y que la vida fluya. Fue muy divertido cuando Pili le pidió al mozo, con su acento, lo que ella deseaba tomar: Whisky con Red Bull, porque le explicó que era lo que solía pedir en el bar de un amigo, allá en Valencia.
Laura, que tenía ganas de cachondear un poco -¡la conozco bastante!- jugó a mostrar, más de la cuenta, uno de los pechos mientras hacía como que elegía mientras miraba el menú. El pobre chico no podía controlar sus ojos… y me imagino la paja que se haría después de imaginarse los pezones de Lau, que yo adivinaba como del tamaño de una moneda de un peso, y que estaban como un capullo rosa, según podía adivinar a través de la fina tela.
Pidió una botella de champagne bien frio.
Y yo, como suele ser habitual en mis días complicados, decidí simplemente sumergirme en un vaso grande de Coca Cola con mucho hielo… (si, no tomo alcohol).
Al cabo de un buen rato, estábamos las tres un tanto más relajadas. Si el alcohol calma a las fieras, a esos dos bombones como ellas las puso allá arriba.
Escuchar, en vez de leer, esos relatos de mis amigas, o hablar de frente contando milagros y fantasías, además de los inevitables temas cotidianos, me hizo sentir muy feliz de tenerlas. Laura recordó un cuento que yo había publicado, confesándome que cada vez que lo leía, se empapaba de tal manera que no podía evitar tocarse hasta llegar al orgasmo.
-Wow! Te juro que es un halago que jamás había recibido… No sé si decirlo, pero me siento un poquito “¿excitada?” Bueno…perdón, algo así…
-Es que escribís vos tremendo Vero… Tus historias, tu forma de meterme…jajaja…dije meterme y muero por meterme algo…jajaja… ¿Estoy muy loca?
Mientras me lo decía, y veía a Pili con la boca abierta, obnubilada, Laura no con mucho disimulo, se metió la mano por debajo de la falda. Al cabo de unos instantes la sacó y extendió la punta de sus dedos hasta mi cara.
-¿Ves? Mirá… re empapada… Me acuerdo de ese relato y ¡zas! Una canilla… Mirá Pili, mirá…
Lo dicho: Pili estaba con la boca abierta. Y -confesó después que no entiende como sucedió- no tuvo ningún reparo en chuparle ese dedo de miel. Me quedé atónita, mirando para todos lados, pero enfrascada en las caras de estas dos potras que tenía delante mío.
El clima ahí dentro, al cabo del paso de los minutos, se ponía más cargadito. La gente que llegaba a ese bar, que un sábado a la noche era numerosa, pintaban distintas historias: estaban los “busca vaginas”, los que están de trampa, los matrimonios que saben divertirse, los que no tienen idea de por qué están ahí, y mucho gato salvaje… Fueron varias las ocasiones que un fiestero se nos arrimó imaginando su joda, con bestias como éramos esa noche nosotras tres. Y por momentos muy cargoso. Hasta que…
-Pues hombre! Si tanto deseáis que te coja esa verga, pues hagamos un trato.
Pili, desatada total, le respondió así al tipo que por enésima vez le franeleaba su pija sobre el hombro, como si fuese al descuido. Se hartó y digamos que lo gritó tan alto como para que el guitarrista y su batero interrumpan lo que estaban ejecutando.
-Pili, ya está… es un boludo…ya está… nos están mirando todos. –llegué a decirle.
-No amiga mía… -dijo gritando- si el “caballero” quiere, ¡a tomar por culo! Yo se la meneo siempre y cuando, ¡Y prestáis mucha atención! como en los Oktoberfest en Alemania, se bebe aquella jarra entera… pero…
-Vero, hagamos algo para que la gaita se calme… no sé, llamá a alguien del hotel…
-Laurita! Los del hotel no me quieren ni ver… ellos creen que somos unas terribles enfermas de sexo…si llega a venir el gerente y ve esto… ¿te imaginás donde terminamos? ¿Qué pretende esta loca?
-Y decía… sólo si te lo animáis a beber íntegro, pero con la braga de mi amiga Vero sumergida en esa jarra.
-¡Estás completamente loca, Pili…! ¿Qué te dio?
-Es una vieja tradición germana, para ver cuanta virilidad tenían los valientes… A ver si sois hombre o un gilipollas… y Laura y yo, ¡también sumaremos nuestra propia ropa interior!
-No… después dicen que los europeos son más civilizados… Esto nunca lo pasé.
-Las bragas, o tangas, como le dicen aquí, de estas tres humildes y bellas damas, humedecidas por nuestros jugos sexuales, que ya estan brotando, embebidas en una helada cerveza, a cambio de un poco de acción para esas vergas oxidadas…
Y ahí nomás, se paró arriba de la mesa, y delante de una ovación, se sacó una bombachita negra, para arrojársela al barman de la barra. Y extendió su brazo para invitarme a mi primero y a Laura luego, para hacer lo mismo.
Estar delante de tanta gente, sobre todo hombres con cara de lascivia total, y algunas mujeres que descubrí con ganas de disfrutarlo, me produjo un extraño morbo y placer. Ante el grito de “¡bom-ba-cha, bom-ba-cha!” hice un espectáculo digno de mis mejores escarceos sexuales… Ya estaba ahí así que me divertí viendo como el grado de excitación de ese público crecía a medida que deslizaba muy sensualmente mi mano por el pubis. Creo que hasta percibí como sus miembros, por debajo de los pantalones, iban cobrando vida. La fui dejando caer a mi prenda, pero no llegué a mostrar nada. Insinuar es más lo mío. Luego Laura desencadenó todo: La tanga de color negra salió con una hermosa violencia, casi como que ella misma se la arrancó… la audiencia pedía más y más…
¡Y se quedó en tetas! Si, se bajó parte del vestido y las bamboleó eufórica.
Todo fue una hecatombe. Quisieron tirarse encima de las tres… vi tipos con los pantalones bajos, mientras el cantinero, lo más enfrascado en su tarea, se encargaba de sumergir MI hermosa bombachita en una jarra gigante. Asumí que difícilmente la recuperaría, ¡tantas historias que tuvimos juntas!
Hasta que llegó el bendito gerente y se pudrió todo en serio.
La cosa es que estas tres -pobres- mujeres terminamos en un callejón de atrás del hotel. Nos echó ese tipo sin el menor respeto. Como si hubiésemos sido ladronas. Tantas veces había escuchado historias “por la puerta de atrás”, pero esta no era “esa” puerta.
Y más allá de lo que pueda parecer, en vez de sentirnos lo peor del mundo, estábamos absolutamente enteras. Y hasta yo inclusive, un tanto borracha. Laura con sus tacos en la mano, Pili llorando de risa y yo mirando de aquí para allá a ver si no había peligros. Ellas no conocen los peligros de Rosario y me sentía responsable por ellas. Me acerqué hasta la calle próxima a ver si veía algún taxi infructuosamente y cuando vuelvo a mis amigas, las encuentro fundidas en un beso apasionado.
-Sos lo más, Pili. Creo que nunca me divertí tanto como esta noche. Y me vuelve loca como decís “bragas” o “polla”.
-Y tu, Laurita, con esos pechos sabrosos, que dan ganas de mamar. Ven Vero, súmate amiga. Muero por aprisionar entre mis dedos tu trasero… se ve bien bonito.
Y si… Ya la noche estaba perdida. Todas las cosas que me podían pasar, me pasaron. Entonces me dejé llevar. Las tres con nuestras vaginas liberadas al viento, las tres con mucho por festejar. No sé muy bien como mi mano derecha se hundió en la raja de esta española que nos alegró la velada con sus locuras. Sentí entre mis dedos labios muy depilados, suaves, que invitaban a sumergirse en su profundidad. Al mismo tiempo Laura me agarró el cabello por detrás jalándome la cabeza. Apenas abrí la boca la sentí invadirme de manera deliciosa. Saliva y ardor de mi amiguita de chat. Saboreé cada milímetro de su boca ahora con mi lengua. Un escalofrío recorrió mi medula. Pili se arrodilló y debería decir que nunca imaginé lo magnífico que es sentir el rose de labios femeninos en los labios de mi intimidad más mía. Entre las dos me empujaron contra una pared sin demasiadas contemplaciones. Laura ahora había decidido investigar mis tetas, mordiendo con sus hermosos dientes la punta de cada una de ellas. Creí desfallecer. Sentí un placer distinto, tan erótico que casi terminé.
La avidez de Pili, con mucha premura, me hizo llegar al borde mismo del abismo, deteniéndose en el momento exacto que solo una mujer puede conocer, para pedir más paraíso, más cielo. Mis pechos disfrutaban de un masaje intenso, humedecido por el hambre de Laura.
De pronto dos lenguas peleaban por mi posesión. En un juego que lamentaba no poder ver, cada una se apropió de una mitad, y alternativamente mi clítoris se hinchaba más y más ante la boca de una y de la otra. Lo que más disfrutaba era como sus lenguas rozaban cada parte de mi ser y sus dedos entraban y salían de mi orificio, a un ritmo justo, ideal. Supongo que grité, que dije de todo, pidiendo que me lleven al punto final… y así fue hasta que estallé de placer.
Ya casi sin fuerzas, con algún dolor por la postura y por piernas que se me doblaban, anhelaba comer a Laura: No tenía nada de particular mi deseo, solo que tantas veces escribiéndonos cosas calientes, y de pronto tenerla toda para mí, con su entrepierna muy mojada, y con Pili ocupándose de que siga excitada mientras jugaba con su pelo, haciéndola estremecer con la lengua en su oreja, que no aguanté y sin mucha delicadeza probé ese objeto del deseo de tantos que le escriben a diario. Y sus jugos otra vez rebalsaron. Mi cara era un símbolo de su pasión. Fue muy dulce, me llamó “hermosa bebé” como solía hacerlo en los chat. Mi lengua, manos, boca, pedían agritos devorármela, hacerla mía de manera única. Ella, también totalmente depilada como yo, era un manjar. Nobleza obliga, después de hacerla acabar en un primer orgasmo intenso, invité a Pili a que me enseñe la técnica que había usado conmigo, para un segundo estallido inminente.
Juntas, creo que la volvimos loca. Se retorcía de manera inequívoca de estar en la gloria. Lo disfruté viéndola y comiéndola, y ya la estaba envidiando. Nos gritó cosas como “¡Diosas, perversas! ¡Jamás goce de esta manera!” y, despatarradas en un suelo sucio, donde nuestra ropa parecía simples trapos maltratados, convenimos en que era el momento de devolver gentilezas internacionales.
Pili se acostó, se abrió de piernas y nos invitó a su manjar. Tenía una muy linda figura, donde los pechos, ya sin corpiño, asomaban erguidos. Me atrajo su seno, lleno y duro. Laura se lanzó directo a su vulva.
Pili nos dirigía de manera original, ya que ella quería que mientras una se la comiera, la otra no dejase de acariciarla, y se mandó una andanada de términos bien españoles que nos hizo mucha gracia. Nos dijo cosas como “Vero, tuyo es mi coño, follenme” y “Lau, todos tus dedos, dentro mío, ya!”.
Su orgasmo fue sensacional. Liberó energía como para reavivarnos en el deseo. Tembló ella, el suelo y creo que todo Rosario. La gallega –uy, perdón- sabía mucho de esto. Ya ni lamento haber pagado con mi tanguita semejante ajetreo. Ahora ya estábamos planificando lo que sería en unos minutos un buen baño de inmersión y tal vez un postre donde no falte nada. Y sobre el cuerpo de alguna de nosotras, también.
Pili propuso cubrir el cuerpo de nata (?), y hacerlo en la terraza. Mientras que Laura imaginaba hacerlo en una confortable y gran cama de agua.
Tomo distancia y veo que esa noche en aquel callejón, a media luz, estábamos festejando un encuentro muy particular. Y ahí agradecí a mi papá y a mi mamá. Recordé lo bueno de haber recibido una buena educación: Gracias a eso modales que me dieron pude no mandar a la mierda a ese gerentucho de cuarta en el momento en que me quería aguar la fiesta. De haberlo hecho, esta fiesta “reunión de confraternidad” no hubiese ocurrido.
PD: Al día siguiente me enteré que un miembro más de este club también había llegado, pero al no encontrarnos, se encerró en el cuarto de hotel a escribir un relato. Seguramente lo invitemos a cenar… Hay que ver si se anima….