lunes, 3 de noviembre de 2014

Me vio

Me vio.

Mientras un mundo de gente iba de aquí para allá, bajo un sol de 40 grados, rumbo al encuentro de vaya a saber que, ella me vio.

No era nada fácil para un mortal como yo, en estos días de tanto calor, evitar miradas directas a aquellas partes de los cuerpos más desnudas que vestidas.

Tenía uno de esos vestidos largos, de finos breteles. 
Sedoso y algo translúcido. Sedoso lo era para mi escueto conocimiento textil. 
Después me diría "algodón!" con una simpleza tal como para refregarme en la cara lo absurdo de mi análisis..."como las remeras, como la tuya..."

De haberle dicho que arriesgué "seda" porque me llamaba la atención la firmeza con que sus pezones marcaban una tela tan noble, tal vez hubiese roto un clima innecesariamente. 

La seguí casi sin querer. Estaba hojeando la Olé y ella pasó como una ráfaga al lado mío. Casi descalza, con ojotas que llegué a ver apenas cuando un tajo interesante de la larga falda se le volaba gracias a sus largos trancos. 
Hablaba por celular mientras, y a pasos firmes, no sacaba la mirada de cuanta vidriera se le apareciese por delante. 

Y yo decía que la seguí casi sin querer porque ya estaba en plan de cerrar el diario e ir, justo, también "para allá", cuando su integridad me apabulló. 

Entró en una óptica, donde cientos de lentes de sol, de todas las formas y colores se le ofrecieron... No saludó a nadie y comenzó a probarse pares de lentes sin permiso alguno mientras seguía hablando por celular sin parar.

Me quedé mirándola apenas dos pasos dentro del local. Tenía esa extraña mezcla de aquellas mujeres que me encantan y al mismo tiempo detesto: linda, pero que se cree hermosa. 

Ojo, me seducen mucho las que cargan con una auténtica seguridad, pero de ahí a creértela hay un abismo...de humilde a soberbia, y eso me saca. Pero ella era irresistible, como un pecado servido en bandeja.

Así, entonces, me quedé esperando algo, sin saber bien que. 
Y fue ahí que pasó lo del principio.
Me vio.
En esa millonésima de segundo que disfrutaba de pezones firmes empujando         la - sedosa- tela hacia afuera, me vio.

Bajó la mirada como para descubrir que cuernos me llamaba tanto la atención, lo comprendió al instante, se acomodó unos lentes de típico armazón Rayban, pero con vidrio tornasolado y sonrió mientras giraba hacia un espejo diciéndole algo a su interlocutor del otro lado de la línea. 

Siguió como si nada, cotejando como quince lentes más.
Cansado, y apunto de seguir con lo mío, de levantar campamento, justo cuando encaro partir, nuevamente pasa a mi lado de manera abrupta.

Allí no compró nada, sino que solo se entretuvo mientras charlaba hasta cortar aquella comunicación vaya a saber con quien.

Y me descubrí siguiéndola de nuevo, de manera autómata.

En la bocacalle giró hacia mí decidida y me volvió a mirar y apenas cruzó, entró a una tienda gigante, donde lo único que había eran prendas veraniegas y de mujer.

La seguí a unos cinco o seis metros. Juraría que corroboraba en los espejos del costado del salón que yo estuviese allí aún. Manoteó un par de bikinis que sacó de unos ganchos en la pared  y encaró hacia los probadores. 

Antes de entrar a uno, le mostró las prendas a una chica comentándole algo por lo bajo.
Yo esperaba mirando la nada. 

Y de pronto corrió apenas la cortina, sosteniéndola cubriéndose, evidenciando que ya estaba desvestida. 

Llamó a la chica para decirle algo.

Gran sorpresa  fue que esta empleada se me acerque a decirme lo que me dijo:

-Dice tu novia que te acerques al probador...parece que quiere mostrarte como le queda....

Dudé. Miré para corroborar que era yo el único "novio" posible. Y así era. 

A medida que me acercaba a su encuentro descubría su sonrisa traviesa. Disfrutaba. Le gustaba estar dominando la situación, cambiando el rol de observada a observadora.

Me agarró una mano arrastrándome hasta el interior del vestidor. Y la vi a pleno. Estaba desnuda de pies a cabeza. Su belleza era perfecta, proporcionada al milímetro, de piernas larguísimas, pubis pelado, pechos con pezones tal como imaginaba. Y pelo suelto que apenas le rozaba los hombros. 
Le dije lo de la tela y los picos duros de sus tetas.

Se lanzó sigilosamente a sacarme mi remera ("de algodón, como todas")  y desabrocharme el cinto. Mi jean, de talle holgado, calló solo. Deslizó su mano por debajo de mi boxer y sentí ese calor intenso único sobre mi miembro. Yo atiné a sopesar uno de sus pechos y traerla hacia mi empujandola  por la cola. La piel tersa y firme ayudó a mi erección, que ya era significativa.

El beso no se demoró. De manera salvaje, como con hambre, nos sumergimos en nuestras bocas, con lenguas ávidas. Imaginé la cortina roja sacudiéndose por fuera de aquel pequeño rincón y que nuestra pasión insólita pudiera exponerse delante de una multitud. 

Esa nutrida clientela ayudaba a ocultar los jadeos que ya empezaban.

Después de deleitarme con su entrepierna húmeda y ávida de deseo! La levanté con mis dos brazos, acomodándola para penetrarla. Cara con cara podía describir cada detalle de sus ojos, su nariz y un cielo de pecas.
Entré fácil, ayudado por fluidos mutuos y ansiedad desbordante. Deslizarme en ella era sabroso, ardiente hasta quemarme.
Fueron empellones intensos, que generaban un placer que crecía a cada segundo. 
No había ni tiempo ni interés de algo extenso en tiempo.

Amé cuando me clavó sus uñas para no caerse de aquel paraíso al que la estaba subiendo. Tan fuerte fue su oleaje que ese fino cuello no soportó más sostener su cabeza hacia mi. Miró al techo sin mirar, para que una bocanada de goce ahora saliese más libre. Gritó y temí que fuese escuchada...pero mi miedo desapareció ante mi propio e inminente orgasmo dentro de una mujer tan caliente que me sacó de esa delicada realidad. 

Exploté con tres pulsos fuertes, percibiendo cada micción de un esperma desesperado. El roce de cada molécula de su piel, tanto exterior como la interna que me abrazaba, me generaba sacudones ingobernables. 

Fue agotador por lo rápido y violento. Acostumbrado a un juego lento, de momentos previos de cena, lencería sexy y alcohol burbujeante, volver a un sexo así, inesperado, me generó sorpresa, nueva energía y mucha ternura.

Salí de ahí disimulando lo indisimulable, con una bikini en mano diciendo a viva voz: "Esta. Vamos a llevar esta" 

Mientras yo la pagaba, pasó detrás mío tocándome la cola. 

Ya en la vereda, la perdí, quedándome con una bolsita rosa en la mano, sin saber más nada de ella, mientras un mundo de gente seguía en sus mundos de buscar vaya a saber que...