Pero lucho conmigo mismo para no acelerar impetuoso sobre la naturaleza viva de tu cuerpo.
Me muerdo para no morderte. Aprieto puños para no apretarte.
Te veo deslumbrante, y vos una sonrisa de locura descubrís en mi...
Me insinúas cosas bellísmimas, tentadoras y hasta prohibidas. Soy elegido para un manjar inimaginable. Y otra vez a controlarme para no romper el hechizo de tu presencia.
Sos brillante incluso a la luz suave del fuego recién encendido. Tus pies descalzos, desnudan la intimidad que sostienen.
No puedo creer que seas tan ingenua sobre lo que generás. Mezcla milimétrica de sumisa y guerrera. Tu bata juega como vos. Nunca antes la lluvia y el frío pudieron ser tan aliados míos en toda la vida.
"Cambiate que te vas a resfriar" solo dije.
"Si me doy una duchita...no te jode?" Preguntaste con malicia "Es que sino el pelo después no me lo peina ni Dios"
Apenas encendí el hogar apareciste como vestida para volarme la cabeza..."para estar más cómoda" argumentaste. Estabas ahí sin trampas ni postizos.. Pura vos. Yo temblé... Y tuve esa espantosa sensación de "ahora me despierto, y chau"
Y no... Estabas ahí. La charla de hace un rato en el bar, las risas por mi absurda testarudez en temas que vos dominás como nadie, las lágrimas por el desconsuelo de tu último y mal habido amor, y el café que se convirtió en dos o tres, sucedieron hace poco menos de tres horas.
Mientras te veo acurrucarte en el sillón, pienso a la velocidad de un rayo, que invitarte a tomar algo, después de tanto mirarte, de tanto imaginarte, que ahora esté depositado en este rincón de tu paraíso, jamás lo hubiese soñado de forma tan perfecta.
Ahora te tengo al lado, pegada a mi cuerpo mientras las chispas de unos leños húmedos musicalizan el tenue estar. Te percibo dulce. Aromática y dulce. Fantaseo en silencio tus besos dulces. Y frágil.
No... No sos nada frágil, sino que te anhelo así para cobijarte con delicadeza.
Deslizar mi mano sobre esa espalda todavía un poco mojada es vibrar con algo interno de tu cuerpo. Y deseo descubrirte toda.
Y muero de miedo de romper la magia, de confundir tiempos y sueños.
Sos muy valiosa, tierna y también implacable. Hay una clara conexión que merece ser cultivada. Está en la mirada que me dirigís cuando me preguntas lo que sea.
Mi brazo anidó sobre tu hombro, jugando con una clavícula marcada.
Sentís cosquillas y en el intento desesperado de evitar más de aquella intolerable reacción se te abre la bata.
Tuviste un intento intuitivo, automático, de taparte con vergüenza. Pero te controlaste justo al revés que yo.
Miraste como uno de tus pechos exponían su calidez libremente y me miraste a los ojos y a la boca.
Y como si de ruegos fuera el gesto, tuvimos nuestro desesperado beso.
Eras dulce, lo intuía. Dulce en labios, boca y lengua. Recorrí enloquecido cada detalle. Ansiedad contenida brotaba intensa, con furia y sigilo.
"Perdoname si me excedo" Advertí. "Sos tan poderosa, tan intolerablemente hermosa que peco de desesperación"
Reíste tirando la cabeza para atrás, entregándome un cuello eterno, infinito. La bata ahora estaba arrugada en tu cintura y dos hermosas montañas invitaban. ¿Que hacer? ¿Como seguir? Elegir algo era descartar otras posibilidades.
Me ayudaste cuando con tus dedos aprisionaste un pezón rozagante, y buscando saliva de mi boca sumergiste en mi esa maravilla para que ambos disfrutemos.
Percibí escalofríos, pequeños sacudones que también activaron mi miembro atrapado. Apenas podía mirar como jadeabas en silencio. El fuego pintaba de rojos y amarillos una piel suave y deseada.
Poco a poco me desnudaste. Yo, entre idas y vueltas de tu tarea descubría tu cuerpo entero. Me regalaste formas tremendas mientras alejabas mi ropa de la cercanía de los maderos encendidos.
Mi miembro estaba feliz. Yo lo miraba y disfrutaba que estuviese tan acorde al momento. Predispuesto fue tentación para la boca de una amada impensada. Jamás podré explicar de manera racional las sensaciones que tu lengua me provocó. Vida, luz, sol, sociego y tensión...una y otra vez.
Ahora era yo quien deseaba comerte. Tu entrepierna pulcra y maravillosamente brillante, mojada y gentil era manjar de dioses, de lujo, con placeres de salvación divina. Eras dulce, volví a pensar. Mi intuición otra vez había acertado.
Gemiste como solo las más entregadas al deseo pueden gemir. Tus gritos sacaban afuera un ser auténtico, adorable, tan sumiso como enérgico puede ser.
Quería entrar en vos mil veces. Millones si pudiese.
De cara al calor de las llamas te hice mía y me hice tuyo. No sé quien regaló más a quien. Mis manos llenas de pechos y labios no podían dejar nada al descuido. El vaivén suave se convirtió en incesante y violento.
Grité casi al tiempo que alcanzabas el centro de tu paraíso.
Rendidos, apenas pude arrimar un nuevo tronco para que el calor compita con el nuestro. Temblaste con un escalofrío que te llevó al abrazo.
La bata ahora nos cubría a los dos, mientras el chasquido de la leña húmeda sonorizaba la perfección del encuentro.
Sos inmortal. Así te sentí.